Francia todavía no se recupera del atentado a la revista satírica Charlie Hebdo, el más sangriento de los últimos 40 años.
Entre
todos los comunicados de condolencia con el gobierno de Francia,
expresando el rechazo por el atentado al semanario, hago mención al de
la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejería, por denotar una
ausencia de fanatismo en desfavor de millones de seres islámicos, al
margen de creencias y descreencias, pues soy un agnóstico declarado,
considerando a las religiones, como el “opio de los pueblos” (Karl Marx
dixit): “La violencia, proceda de donde proceda, siempre resulta
injustificable -indica la presidenta de la cámara-. Ante este tipo de
actos, sólo cabe reafirmar nuestra apuesta por la defensa de todos los
derechos humanos sin excepción y nuestro compromiso con la libertad”.No está de más aclarar que Marx no sentía tanto que la religión fuera mala, sino que al calmar el dolor de los pueblos, evitaba que lucharan para salir de las causas de ese dolor: “La alienación religiosa tiene su origen en la alienación económica y no podrá superarse mientras no se supere ésta… La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo”.
Aparentemente, el terrible atentado a la revista Charlie Hebdo lo han cometido fundamentalistas islámicos, que no difieren de los fundamentalistas de otras religiones y creencias por cierto. Un ataque que no tiene justificación alguna, como sucede con absolutamente todos los actos de esta naturaleza. No obstante, no me parece admisible que la solidaridad con el semanario francés se manifieste oponiendo la atroz frase del “ojo por ojo” al multiplicar las caricaturas del semanario que satirizan al profeta Mahoma, congregando a multitudes en las calles a pedir venganza y terminar con todos los inmigrantes de origen musulmán. Ahora bien, claman también por la defensa de la libertad de expresión, tan ausente cuando hay que denunciar genocidios que se producen hoy, ante los ojos del mundo, como el del pueblo palestino, entre tantos otros. Pareciera que los asesinatos gozan de status ¿o no?
Han comparado los asesinatos cometidos con los atentados del 11-S de 2001. Creo que quienes lo hacen están animados de las peores intenciones. Antes de malinterpretar mi argumento y calificarme de tarado, hagan el ejercicio de ponerse en el lugar de un islamista: sería hipócrita no admitir que la política exterior de Estados Unidos, en complicidad con la europea, es determinante: se han inventado guerras preventivas dejando a naciones del Islam, como Irak, Libia, Afganistán, etc., en peor situación que antes de los conflictos; se han cometido violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos; se han realizado torturas, se han documentado y no se juzgó a sus autores; se han cometido miles de asesinatos con drones infringiendo el Derecho Internacional.
Se podría afirmar que los asesinos son de origen islámico, pero los autores intelectuales y sus jefes ¿a quién responden?, ¿quién se beneficia con estos atroces asesinatos? ¡Que persista la memoria! El miedo al Islam se ha expandido como una peste. De más esta decir que fueron atacadas mezquitas en Europa luego del atentado al medio francés y que nadie se solidarizo con los fieles de la fe islámica.
Manifiesto, en plena libertad de expresión, tan ausente en las corporaciones económico mediáticas de esta región, salvo en este medio plural, que admite la diferencia, sin dar espacio a fundamentalismos y a la diferencia, mi total y absoluto rechazo a los asesinatos en la revista Charlie Hebdo, sin importar su procedencia: nadie puede quitar la vida a nadie. Pero, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, propuso convocar a un referéndum para que los franceses se pronuncien sobre la aplicación de la pena de muerte en el país. La dirigente expresó un fuerte mensaje de “preocupación” por el “nivel de infiltración del Islam radical en nuestro territorio y todos los medios deben ser puestos en marcha para proteger a nuestros ciudadanos”.
Y por supuesto, este atentado alienta y da espacio a que desde las oscuras trincheras del “orden”, se resuciten ciertos impulsos mesiánicos de higiene étnica y religiosa, arribando al indeseado estadio en que la incertidumbre, ante la intolerancia, se sublima en cruzadas sangrientas y absurdas.
Basta de venganzas y atentados a la vida, en nombre de ninguna fe en la que incluyo el culto al dinero, en una guerra de fuegos cruzados, donde ya nadie sabe quién mira a quién.