Hay otro clima en el pueblo
frenteamplista; lo he podido comprobar en diversas actividades, en las
redes sociales, que son un muy buen medidor, en los encuentros y
diálogos personales. Es bastante notorio el cambio. Es notorio que las
últimas encuestas, en las que el FA detuvo su caída y comenzó nuevamente
a crecer, tuvieron su impacto, pero hay dos interrogantes muy
importantes: ¿cuál es la base de ese cambio?, y ¿cómo sigue esto?
El cambio se ha producido por una serie de circunstancias que dialogan entre sí y se influyen mutuamente y de manera positiva.
Primero: en el pueblo frenteamplista
comenzamos a asumir plenamente la gravedad de un retroceso histórico con
el retorno de las viejas y conocidas fuerzas políticas tradicionales al
gobierno nacional, ahora encabezadas directamente por los sectores más
claramente de derecha. Sí, de derecha, porque el herrerismo está no solo
más a la derecha del FA sino del wilsonismo, y porque Pedro Bordaberry
está más a la derecha de los sectores que dentro del Partido Colorado se
llaman al batllismo. De derecha porque ambos tienen claramente el apoyo
mayoritario de los sectores ciudadanos que se autodefinen de derecha en
todas las encuestas.
La gran operación de marketing y sobre
todo política tendiente a mostrar que la propuesta de Luis Lacalle no es
traumática no expresa un cambio fundamental de orientación en las
políticas económica, social, cultural y de seguridad, y en muchos otros
frentes comenzó a desmoronarse. Había penetrado incluso en nuestras
propias filas. Era la "natural rotación" en el poder.
Es cierto, la rotación es natural y
democrática, pero eso no quiere decir que el retorno al poder del mismo
bloque social y político tradicional no implique un cambio profundo y
dramático en la marcha del país. La operación: humareda, el cliché
conservador de que todo será bucólico, se mantendrá lo bueno y se
mejorará el resto y que es el corazón de la estrategia restauradora, muy
bien desarrollada y coordinada desde el discurso, el relato siempre
hacia el futuro, el reducido y marketinero programa, y sobre todo la
publicidad. Y les estaba dando resultado.
Sin el pueblo frenteamplista no hay
triunfo posible. No es un lema, es la realidad más cruda y dura. En el
Uruguay hacen falta decenas de miles de personas convencidas y
trabajando a nivel individual y en algunos casos colectivo para
convencer a los votantes indecisos, a los votos prestados y reafirmar
los votos de frontera. Esa actitud comprometida es insustituible, como
lo es para darle calor a las muchas actividades de la campaña en todo el
país.
La fórmula, y sobre todo Tabaré Vázquez,
ha mejorado notoriamente sus apariciones en todos los ámbitos: en la
presentación en la Rural -sin duda su punto más alto-, en los diversos
medios de prensa, en los actos. Los eventos programáticos en el
anfiteatro de ANTEL fueron muy importantes. No es solo el discurso, que
mejoró mucho y se ajustó a las exigencias políticas actuales, sino
incluso la postura, la gestualidad, la proximidad con la gente, que
siempre fue el punto de fuerza de Tabaré Vázquez.
El conjunto de los dirigentes, Raúl
Sendic, Danilo Astori, Mónica Xavier y muchos otros compañeros, están
aportando a este nuevo impulso del discurso progresista.
El diálogo entre la gente y los
dirigentes, influyendo unos sobre otros y con un gran aporte nuevamente
de las redes frenteamplistas con su ingenio, su esfuerzo, su audacia y
su impulso, han cambiado sin duda el tono de la campaña electoral
progresista.
Y este cambio comienza a verse y consolidarse en las encuestas, todavía lentamente, pero firme.
Hay un tercer elemento que está
incidiendo en la campaña: nada menos que la realidad. Las cifras sobre
el crecimiento del PBI del segundo trimestre -desmintiendo a todos los
agoreros-, los niveles de desocupación, el continuo crecimiento de los
salarios, jubilaciones e ingresos familiares y, más en general, la
marcha grande del país pesan y mucho, y aunque "Por la positiva" intenta
por todos los medios apropiarse de la continuidad de esos éxitos, el
progresismo ajustó el discurso en un justo equilibrio entre pasado,
presente y futuro.
Por último están los errores o los
agotamientos. En toda campaña electoral hay movimientos que influyen de
muy diversas maneras. Si los aciertos y la precisión en el discurso
impactan positivamente, los errores tienen obviamente el efecto
contrario.
¿Cuál fue el gran error de la campaña de
Lacalle? Se pasaron de humo, y con la designación de su posible
ministra de Economía y Finanzas colocaron en el centro de la escena y de
la agenda a la economía, tema al que le habían rehuido con espanto. Y
fue un traspié tras otro y con diversos interlocutores.
La propia Ec. Azucena Arbeleche en sus
presentaciones en los medios no pasó de un mediocre desempeño, sin
ningún brillo y sin despertar la mínima expectativa, pero no fue solo
eso: diversos eventos con participación de economistas en el Colegio de
Contadores, el que organizó el Banco HSBC, para culminar con la notoria
ausencia de un representante blanco en la actividad convocada por la
Sociedad de Economistas, fueron un duro golpe para la campaña blanca y
de la oposición.
La solidez del equipo de economistas
progresistas opinando sobre una realidad que es muy difícil negar
impactó muy duro en las fuerzas conservadoras. A eso debe agregarse las
iniciativas constantes y muy valiosas del comité de estudiantes de
Ciencias Económicas y su presencia en las redes.
A esos errores se suman algunas
declaraciones del candidato y de algunos de sus asesores sobre diversos
temas que frenaron los ardores positivistas.
La prensa ha jugado también un papel en
esta nueva etapa. Contradictorio, como no podía ser de otra manera. La
presencia de Tabaré, Sendic y Astori son sin duda importantes. También
es cierto que ciertos medios han mostrado profesionalidad y equilibrio,
mientras otros siguen jugando con bastante descaro, sin siquiera tomarse
el trabajo de hacer transparente su apoyo a determinadas opciones. Este
es un país con una fuerte tradición de prensa partidaria y, guste o no,
es una forma muy respetable de hacer periodismo, pero lo que no queda
muy elegante es que los medios que se presentan como totalmente
profesionales muestren en vísperas de estas elecciones una hilacha que
serviría para atracar un buque.
Voy a decir otra obviedad: lo peor que
le puede suceder a cualquier fuerza política, y sobre todo al
progresismo, es enfriar el ardor, la pasión y la agudeza política en
este momento. Necesitamos seguir con fuerza y apuntando con gran
sutileza, no solo para ganar votos, que sigue siendo lo fundamental,
sino para superarnos, hacernos mejores y sacar muchas lecciones para el
futuro.