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miércoles, 31 de diciembre de 2014

LA BARRA: NATURALEZA PURA. por JULIO DORNEL

                                            Escritor y periodista Julio Dornel




Las características naturales del atlántico rochense, han despertado siempre el interés del turismo que llega durante la temporada veraniega para disfrutar de las  playas oceánicas   que se extienden entre La Paloma y La Barra del Chuy. Entre los variados factores que vienen influyendo para cimentar el auge de este balneario (La Barra) podemos señalar su proximidad con la frontera, con los fuertes históricos de San Miguel y Santa Teresa, la Laguna Negra, los arroyos Chuy y San Miguel, conjuntamente con la belleza incomparable de la Laguna Merín y la posibilidad de trasladarse en pocos minutos hasta La Coronilla, Punta del Diablo, Aguas Dulces y La Paloma. Aguas cristalinas, finas arenas y una vegetación exuberante complementan el lugar ideal para una cómoda estadía, colmando las expectativas del turista que llega a la zona en busca de descanso. Este panorama natural ha sido complementado armoniosamente por la actualizada infraestructura que ofrece Camping Chuy, merced al esfuerzo titánico realizado durante 30 años por la familia Urban, para convertirlo en uno de los puntos turísticos más importantes del Uruguay. Pese a todas las conquistas logradas en los últimos años La Barra ofrece todavía su agreste condición de balneario tranquilo y no invadido por el turismo masivo, ni las sofocantes multitudes de otros balnearios que tanto perjudican la tranquilidad y el descanso de los veraneantes. Cabe señalar como dato anecdótico que en la década del 70, autoridades de la Cámara Internacional de Comercio, manejaron la posibilidad de cambiarle el nombre al balneario, considerando que “su carácter internacional así lo estaba reclamando”. Se argumentaba que su “estratégica ubicación, acompañada por las bellezas naturales estaban justificando esta aspiración”. Sin embargo el proyecto no tuvo andamiento entre los operadores y residentes del balneario, quienes apostaron al nombre inicial.

EVOCANDO PERSONAJES.

Entre los residentes del balneario se encontraba Horacio Laborda, que tan solo con 18 años de edad, ya trabajaba como telegrafista en la compañía  inglesa “Western Telegraph Company Limited”,  que tenía su primer contacto en una casilla de hierro en territorio uruguayo. Fue este el primer medio de comunicación que tuvo la zona, puesto que recién en 1904 la línea se había extendido hasta la frontera. La misión de Laborda nos unía al mundo desarrollado por medio de cables subacuáticos que cruzaban el atlántico. La rústica oficina estaba instalada en la mencionada casilla, en plena costa atlántica, uniéndonos por el fondo del mar con Montevideo y Río Grande del Sur, hasta el año 1949 en que fue clausurada. Pasan los años y van desfilando por la casilla de hierro, compartiendo su soledad con el atlántico los funcionarios Eduardo Venturini, Luis Correa, Juan Carrasco y finalmente Horacio Laborda hasta el año 1949.Cabe señalar que Horacio Laborda, estuvo vinculado al Club Peñarol de Chuy y posteriormente al Club San Vicente compartiendo memorables alineaciones con Wilson Correa, Ariel Lasa, Tito Fernández, Alcides Viojo, Placer Dos Santos, Ruben Fossati y el “Coco” Costa entre otros. En esos años no existía comunicación terrestre en La Barra y Chuy, razón por la cual Horacio Laborda debía trasladarse a pie, (18 kilómetros) cruzando “las barritas” a nado para marcar presencia en las tardes domingueras del fútbol fronterizo. Promediaba el siglo pasado cuando numerosas familias se fueron integrando al paisaje del balneario, construyendo los primeros ranchos que alquilaban en la temporada veraniega.

UN POCO DE HISTORIA

Cielo azul, mucho sol, altas temperaturas, finas arenas y una razonable vegetación  han hecho de este balneario el lugar ideal para una cómoda estadía. El paisaje natural, una infraestructura que colma las expectativas del turista y servicios públicos aceptables representan en la actualidad la mejor propaganda para retener a los viajeros en este balneario. Pero también, al margen de las bellezas naturales, el turista puede encontrar lugares ideales para degustar comidas típicas de la zona y centros nocturnos donde también se puede disfrutar de  buena música para matizar la noche. Un hecho destacable está relacionado con la naturaleza de la vivienda, hasta la década del 80/90 las casas eran alquiladas en su totalidad durante la temporada veraniega, pero en la actualidad un alto porcentaje  se ha convertido en domicilio permanente de quienes trabajan en Chuy. Por ese motivo se pueden observar mejoras importantes en algunas construcciones. De todas maneras como todo balneario La Barra se fue haciendo en cada temporada, despacio,  sin apuro y de acuerdo a la visión de los hombres que fueron llegando al balneario. A mediados  de siglo las temporadas estivales estaban relacionadas con las vacaciones escolares. Comenzaban cuando terminaban las clases, mediados de diciembre y culminaban en marzo. Los viajes en carros duraban más de una hora para cubrir los 10 kilómetros y no resultaban muy cómodos, teniendo en cuenta que se cargaban las gallinas y animales de estimación que no podían permanecer solos en la frontera. Ranchos humildes sin mayores pretensiones fueron abriendo puertas a los primeros adelantados. Sin robos, sin violencia y total integración entre los pocos vecinos que fueron formando el rancherío inicial. Entre varios, el rancho “alargado” de Totó Cambre, de Gustavo Weis, de Feliciano Ferreira, del sastre Guillermo, del constructor Resquín y de los carroceros Dorval Rocha y Serafín Lima.   Más allá, el “Cabito” Terra en la casilla blanca de la aduana, don Avelino Moreno también aduanero que conjuntamente  con Trillo Laudama y Claudio Milar vigilaban la frontera  atlántica. Más  allá, la fábrica de Maiorano y el Club Social donde se alternaban en la cantina “Quino” Silva, Trinidad y el “Negro” De Brun. Por esos años toman impulso los fraccionamientos dando comienzo al desarrollo inmobiliario, facilitando la construcción y el afincamiento de nuevos vecinos. De esta manera fueron llegando paulatinamente las familias de Berto Vidal, Gerónimo Acosta, Fermín Corbo, Juan Fernández, Oscar Díaz y muchos otros. Los primeros vehículos marcaron su presencia los fines de semana, alterando la siesta  prolongada de los mayores, destacándose los autos de José Regal, Manuel Iglesias, José Rodríguez, el camioncito de don Joan Silva, la baturè descapotable de de don Silvio Fossati y los autos de Egidio Silvera y Valdo Rusomano. Por la tarde, un “pueblo” conformaba la rueda familiar junto al arroyo, bajo el puente de madera que allá por el 47 había inaugurado el Ministro Tomás Berreta, que años más tarde llegaría a la  presidencia de la República. Comienzan en forma simultánea las reuniones bailables en los ranchos de Nicomedes Gómez y Julio Veró, donde solía tocar por 5 pesos y una cerveza un joven llamado Carlos Julio Eismendi “Becho”, que años más tarde se consagrara como uno de los mayores violinistas de nuestro país.


EL PUENTE DE LA AMISTAD

El 20 de abril del año 1944 fue inaugurado oficialmente el puente internacional sobre el arroyo Chuy, uniendo  los balnearios La Barra (Uruguay) y A Barra do Chuí,  en  territorio norteño. Se hizo presente en esa oportunidad, el Embajador brasileño Dr. Batista Luzardo  y el Ministro de Obras Públicas de nuestro país Tomás Berreta que fuera posteriormente presidente de la República. El puente fue construido por el gobierno uruguayo en el tramo final del arroyo Chuy, junto a la desembocadura en el océano atlántico. Su vieja estructura de madera que cumpliera una importante misión en la vida social y comercial de ambos países fue sustituía en la década del 70 por un moderno puente de cemento.  Cabe señalar que la ceremonia de inauguración del nuevo puente se cumplió en el centro del mismo, donde las cintas con los colores de ambos países demarcaban simbólicamente los límites establecidos en los tratados. La delegación brasileña estaba integrada por el Ministro de Obras Públicas Coronel Mario Andreazza, el Jefe de la División de Puentes y Carreteras Dr. José Víctor Rosembert, mientras que la delegación uruguaya estaba encabezada por  el Ministro de Obras Públicas Arq. Walter Pintos Risso y los arquitectos Juan José Barbet y Crispo Ayala. Al hacer uso de la palabra el Ministro Andreazza señaló que “al margen de este vinculo material se traducen otros que se irán transformando en cooperación fraterna  entre ambos pueblos hermanados en la comunión de ideales comunes de amistad sincera y franca participación. Este puente cuya construcción se debe a la acción emprendedora del gobierno uruguayo, trasciende más allá de sus dimensiones materiales, porque se complementa magníficamente con el conjunto de obras a través de las cuales América Latina viene materializando su determinación de multiplicar sus puntos de contacto a favor de los intereses comunes que consolidan los lasos de amistad entre ambos países”.

“WESTERN  TELEGRAPH  COMPANY  LIMITED”

Volviendo a las comunicaciones telegráficas  debemos señalar que las mismas llegaron a La Barra, conectándonos definitivamente con el resto del mundo tras una importante inversión, tendiendo cables submarinos entre todas las ciudades importantes de la costa brasileña. El tendido culminó en el último tramo entre Río Grande y Montevideo pasando previamente por La Barra y Maldonado. El cable tendido entre La Barra y Montevideo estuvo a cargo de la embarcación Mazzepa operado por la Montevidean and Brazilian Telegraph, que luego fuera adquirida por la compañía Western and Brazilian Co. Hasta entonces era habitual que la  correspondencia  dirigida a Europa demorara más de 40 días en llegar.   

BOLICHES CON HISTORIA PROPIA.

La calle no tenía nombre, pero fue siempre la preferida de los primeros habitantes por haber centralizado en ella todas las actividades que se realizaban en el incipiente balneario. Por allí estuvieron o están todavía algunos comercios y centros nocturnos que generaban siempre un inusitado movimiento durante las 24 horas. Entre muchos locales con historia propia debemos recordar a La Cueva, El Rancho de la Alegría, El Saveiro y los comercios de ramos generales que regenteaban Julio Cabrera y el “Macho” Vitabarez. La calle terminaba en el atlántico, pasando por los ranchos de Arlindo Correa, Alberto Talayer, el Junquito de los Correa y los ranchos de Totó  Cambre y el “Cubano” Vogler. Época romántica con varias casillas de madera rodeadas de hortensias y malvones que hacían más agradable y acogedor  el ambiente veraniego. Al finalizar la calle y salpicada por las olas, se encontraba La Taberna. Un local que supo tener varios propietarios  cumpliendo distintas actividades.