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lunes, 5 de febrero de 2018

JOSÉ FAUSTO CRUZ. EL ATLÁNTICO FUE TESTIGO. Por Julio Dornel.




Eran los tiempos de los corresponsales. Desde las grandes ciudades o pequeñas poblaciones del interior, llegaban diariamente los principales acontecimientos que tras ser chequeados y “corregidos” cuidadosamente por el Jefe de las corresponsalías se autorizaba su publicación. Los principales medios de comunicación El País, La Mañana, El Diario y El Día, al igual que otras publicaciones de menor tiraje nominaban corresponsales en distintos puntos del país para estar el día y tener la primicia vendedora que se destacaba en la primera pagina con letras de regular tamaño. Por allí andábamos en la década del 70 con Juan San Martín, Andres Vilizio, Pereyra Fonseca, Jorge Benítez, Onelis Correa, Lujan Cabral, Artigas Barrios, Amauri Cardoso, Jorge Graña, Mario Barceló, Zelmar Bitabarez y Julio Bianchi Coello entre otros. En noviembre del 74 nos encontramos en la capital del país con el periodista castillense Bianchi Coello (diario El Día) quien nos obsequia una copia del material relacionado con un reportaje realizado a José Fausto Cruz, uno de los primeros pobladores de Cabo Polonio, solicitada especialmente para un suplemento dedicado a la costa atlántica del departamento. Señalaba don Fausto Cruz que “los primeros pobladores de Cabo Polonio vivíamos como ermitaños, y muchas veces no teníamos ni siquiera un caballo para salir en casos de emergencia. Los hombres que fueron mi ejemplo eran duros y con nervios de acero. Mis primeros recuerdos con ellos datan de cuando yo tenía 8 años y los faeneros de lobos marinos me llevaban escondido en la ballenera, porque mi padre que era el capataz no me dejaba acompañarlos. En aquellos tiempos se utilizaban viejas embarcaciones a vela, poco indicadas para el mar, pero si grande resultaba el riesgo mayor era el valor de los hombres que como José Francisco Cruz (mi padre) Damaso Cruz (mi tío) Nicomedes Acosta y Jacinto Pereyra, nombres que están grabados para siempre en la historia de la zona, por haber sido los primeros. En aquellas pequeñas embarcaciones iban a las islas cercanas a La Coronilla donde se faenaban hasta 11000 lobos para obtener sus pieles en viajes que duraban de 3 a 4 horas según el viento. Permanecíamos hasta 20 días antes de iniciar el regreso”. Don Fausto se entusiasma con el relato, mientras los recuerdos fluyen con facilidad. “Comencé a trabajar “oficialmente” en las matanzas de 1922 y a los 18 años fui nombrado capataz por el Ministerio de Defensa Nacional con todo el Polonio bajo mi control. El 1946 empezó la matanza de lobos a cargo de la empresa “Coate- Lagomarcino” y en 1948 se hace cargo el SOYP de todo el sistema. Hubo una época en que los piratas casi exterminaron a los lobos y costó muchos años su reposición. Venían a cualquier hora del día y operaban sin que nadie los molestara, pese a que los veíamos desde tierra, nada podíamos hacer. Mataban los lobos a tiros y hasta llegaron a usar dinamita, colocándola donde estaba el cardumen contra las islas. Cuando se producía le explosión aquello era dantesco, y luego cargaban los restos en botes y los transportaban hasta el barco pirata. Los lobos tienen un promedio de vida de 16 años, llegan a medir más de 2 metros y pesar unos 500 kilos. Se internan muchas millas en el mar y allí permanecen hasta 3 meses, sin tocar tierra en busca de alimentos. Para dormir forman en el agua una especie de balsa apretándose entre ellos, a excepción de los que hacen la guardia contra los feroces tiburones. Viven en las islas del Polonio que son 5 aunque los lobos ocupan solamente 4. En realidad el Cabo comenzó a poblarse en 1963, pero allá por el 50 don Romeo Ferrari que era el telegrafista del radiofaro notó que su pequeño hijo de 3 años había enfermado de gravedad. Desesperado intentó comunicarse por telégrafo con todos los centros para solicitar la presencia de un médico. Finalmente se puso en contacto con el Dr. Juan Carlos Pertuzo en la ciudad de Rocha, quien se traslado de inmediato en su jeep por el oscuro desierto que presentaban los médanos. Llegó al cabo de 3 horas de viaje cuando el niño agonizaba”-dijo finalmente don Fausto Cruz, testigo y protagonista de mil batallas libradas al atlántico a partir del año 1922.