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viernes, 12 de diciembre de 2014

Montevideo en busca de un proyecto Columna de Daniel Chasquetti

12.Dic.2014
 Montevideo Portal

Cuando el Frente Amplio ganó la Intendencia de Montevideo en 1989, contaba con un joven candidato y un proyecto político innovador para la ciudad. Al promediar la primera administración de Mariano Arana (circa de 1997), ese proyecto alcanzó su cenit. En esos años, el Frente Amplio contribuyó con nuevos conceptos sobre el desarrollo urbano, las políticas sociales, la descentralización municipal y la participación ciudadana. Al mismo tiempo, el proyecto montevideano permitió a la izquierda confrontar modelos de políticas públicas con el gobierno nacional conducido por la coalición de los partidos tradicionales. Por esa época, el Intendente Arana acuñó la recordada sentencia de que “Montevideo sería la Bruselas del Mercosur”, expresión que en sí misma encerraba múltiples significados positivos para el ciudadano común: futuro, modernidad, integración, progresismo, liderazgo, etc.
El advenimiento de la crisis económica de 2002 y el posterior triunfo del Frente Amplio en la elección de octubre de 2004, marcaron el fin de una etapa caracterizada por la innovación política y el desarrollo de capacidades institucionales por parte de un partido que nunca había gobernado. Ese cierre no solo coincidió con el arribo de Vázquez a la Presidencia de la República, sino también, con el agotamiento del proyecto político concebido al inicio de los años noventa. Desde entonces, Montevideo pasó a ocupar un segundo lugar en la lista de prioridades del Frente Amplio. Sus principales dirigentes alimentaron el gobierno nacional y sus cuadros técnicos se esforzaron por contribuir al diseño de las políticas públicas del nivel nacional. La Intendencia de Montevideo pasó a ser la retaguardia como ocurría en épocas de predomino colorado. Quedó habitada por dirigentes de segundo orden liderados por un Intendente, Ricardo Ehrlich, que pocos conocíamos y que tampoco se destacaba por su carisma, su ambición política o sus dotes de liderazgo.
Precisamente en ese período (2005-2010) parecen radicar los mayores errores del Frente Amplio como partido gobernante de la capital. Quienes ejercieron el poder municipal en esos años no comprendieron que el proyecto nacido en los noventa se había agotado y tampoco entendieron cuáles eran los desafíos que deparaba la nueva etapa que el país comenzaba a transitar. En otras palabras, Ehrlich y sus colaboradores no supieron crear y desarrollar un nuevo proyecto ajustado al hecho de que el Frente Amplio gobernaba exitosamente el país y que su economía comenzaba a transitar el período más largo de crecimiento en el último medio siglo. Esas circunstancias exigían una Intendencia de Montevideo concentrada en el ABC municipal (o sea, en resolver eficientemente sus típicas funciones) y al mismo tiempo, en desarrollar iniciativas vinculadas con la infraestructura que el crecimiento económico exigía.
Así, los montevideanos comenzaron a sentirse cada vez más decepcionados con sus gobernantes, pues la Intendencia no resolvía los servicios básicos y sus políticas de competencia con el gobierno nacional (heredadas de período anterior) se mantenían incambiadas. Los gobernantes de Montevideo parecían no reparar en que ahora existía el Mides, el Plan de Emergencia, una fuerte dotación en asignaciones familiares y un conjunto de dispositivos que comenzaban a ocupar el terreno social ganado por la Intendencia en los años noventa. Cuando la coordinación interinstitucional era aconsejable, la Intendencia continuó actuando como si el gobierno nacional no hubiere cambiado.
La definición del candidato para la elección de mayo de 2010 fue la gota que vino a colmar el vaso. Mientras los votantes frentistas de la capital creían que Daniel Martínez debería ser el candidato a Intendente, el Plenario Departamental imponía la candidatura de Ana Olivera, contraviniendo así no solo los consejos de muchas voces partidarias sino también al sentido común del ciudadano medio. El resultado de la elección mostró que por los menos un 15% de los votantes frentistas de 2005, sufragaron en blanco en una clara señal de rechazo a la decisión tomada por su fuerza política. Para muchos analistas, la responsabilidad de esa pérdida electoral obedeció a la forma en cómo la candidatura fue resuelta; para unos pocos, entre los cuales me incluyo, el problema obedecía a causas más estructurales como las que estoy explicando.
Ana Olivera trabajó como ningún otro Intendente de la post dictadura lo había hecho. Sus jornadas laborales fueron de sol a sol. Debió enfrentar un escenario extremadamente hostil para con su persona, alentado desde los medios de comunicación pero también desde puertas adentro de su propio partido. Las encuestas no ayudaron como tampoco el gabinete extremadamente cuotificado que armó. Sus esfuerzos denodados por cambiar el rumbo en ciertas políticas comenzaron a mostrar frutos recién el último año, pero la incompetencia de algunos jerarcas empañaron el esfuerzo desarrollado en algunas áreas estratégicas. Hoy en día, cuando el Frente Amplio discute quiénes serán sus candidatos, casi nadie repara en que la misma Olivera podría serlo, pues constitucionalmente está habilitada a competir por la reelección. Incluso, el propio Tabaré Vázquez parece haberla vetado cuando la designó como Subsecretaria del Ministerio de Desarrollo.
Pese a los nombres que circulan y al aparente deseo por hacer las cosas de forma distinta, el Frente Amplio como partido se enfrentará el próximo año al mismo desafío que tuvo que afrontar hace una década y que no supo resolver: elaborar un proyecto político creíble y deseable para la ciudad. El problema de qué hacer con la ciudad sigue en pie, sea quien sea el candidato, y sería necesario que la discusión que se avecina tomara en cuenta este asunto como primer punto del orden del día.
A mi juicio, el problema mayor que tiene Montevideo es que nadie se dedica a pensar seriamente la ciudad, a diferencia de lo que ocurrió en los años noventa cuando la izquierda promovió una masa crítica interesada en resolver los problemas típicos del desarrollo urbano. Curiosamente, los partidos tradicionales tampoco percibieron esa notable ausencia como una oportunidad paran desarrollar un proyecto creíble. Tan solo Jorge Gandini, muy recientemente, comenzó a cultivar la necesidad de elaborar un proyecto serio para el desarrollo de la capital. Sin embargo, Gandini no será candidato y los partidos tradicionales, embarcados en su ya natural desidia por la ciudad, volverán a perder la elección.
La próxima elección municipal de mayo representa una magnífica oportunidad –la tercera- para que el sistema político comience a elaborar un proyecto político serio para la capital del país. Para eso, se necesitará que los electores capitalinos no solo observen la elección como una disputa entre partidos y candidatos, sino también como un proceso de producción de ideas para el futuro de nuestro hábitat ciudadano. Deberíamos premiar a aquellos que presenten ideas que inviten a soñar con una ciudad de futuro. Con una ciudad moderna, integrada socialmente, democrática, con buenos servicios que eleven la calidad de vida. Quienes habitamos Montevideo merecemos algo más de lo que hemos tenido en estos últimos diez años. Es tiempo de dejar atrás los gobiernos carentes de imaginación y energía, y volver a soñar con una ciudad modelo donde sus residentes se sientan orgullosos de habitarla y disfrutarla.