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miércoles, 15 de marzo de 2023

La columna de Antonio Pippo/ LA OMNIPRESENCIA

 

Una vieja cuestión, que hoy rueda con más velocidad hacia la degradación, ya parece una onmipresencia que afecta, como pocos otros servicios públicos, la estabilidad emocional y la salud de la sociedad.

Me refiero –y no es novedad para el lector porque lo he hecho antes, aunque tal vez con menos inquietud- a los servicios mutuales, privados, de atención de la salud. Salvo honrosas y escasísimas excepciones, son un desastre que dudo alguien haya adivinado unos años antes.

Estos servicios están hoy cultivando la escasamente honrosa distinción de perjudicar a sus afiliados: menos personal, tercerización aluvial de servicios, esperas exasperantes y riesgosas por horas de atención de profesionales, paros de sectores, sorpresivos e ininteligibles, falta de medicamentos requeridos por los pacientes y recetados por sus médicos y una atención general cuanto menos tensa, impaciente y hasta desconcentrada.

Es incomprensible, salvo que a uno le dé por pensar mal.

Desde la creación y funcionamiento del FONASA, las mutualistas se beneficiaron con la incorporación de cientos de miles de nuevos afiliados, dado los supuestos beneficios que éstos obtendrían. Todo el mundo conoce ese proceso y es una pérdida de tiempo agregar ahora información.

Hubo instituciones que incorporaron personal, construyeron nuevas estructuras edilicias, añadieron servicios y también las hubo que usaron vidrio, yeso y pintura blanca para aparentar “un plan de desarrollo”.

Lo que nadie ha explicado, es qué desató el proceso de deterioro descrito, ocurrido a partir de unos años atrás y que ha llevado a la crisis que hoy sólo se padece, porque en la mayoría de los casos los conflictos se multiplican, añadiendo disputas con el personal, despidos, médicos de cierto nivel que se van buscando destinos más dignos o sencillamente rentables y una atmósfera general que deprime –es una generalización, lo admito, pero se percibe- a los sufridos afiliados.

Por supuesto que en todas las instituciones permanecen funcionarios, enfermeros y profesionales que se distinguen por el cumplimiento respetuoso, informado y con seguimiento pertinente tanto de la atención de urgencia, primaria o especializada. Pero son los menos, cada día, casi siguiendo, y perdón por la ironía, la falta a veces asombrosa de medicación esencial para los enfermos en las respectivas farmacias.

El ritmo de perforaciones que sufre hoy el mutualismo, sin embargo, no parece estar entre las principales ocupaciones de la política y, en particular, del Estado, que debería ser muy severo en el control de su funcionamiento.

A ver: tampoco soy un ingenuo. Comprendo que la masa entreverada de actos y enunciados acerca de la educación, de la reforma de la seguridad social, de la seguridad y de la macro economía, desvían la atención de muchos, e incluyo a los medios de comunicación, tradicionales o no –y suena lógico-, y puede ser que eso haga escaso el impulso hacia una reflexión colectiva y ordenada del tema que he venido a plantear este día.

Sin embargo, no creo que el futuro plausible de una sociedad, que pudiese estar en buen camino de enderezar la marcha, pueda salir del campo de las hipótesis que se arriman a la probabilidad, si dejamos a un lado a la salud pública en un país con baja tasa de natalidad y mayoría de población envejecida.

Acabamos de asistir al cambio de titular del Ministerio de Salud Pública y ya las consecuencias de la pandemia se van diluyendo. En una de esas se despierta la imprescindible autoridad, como parte de este cambio, y comenzamos a advertir acciones dirigidas al mutualismo, que necesariamente deberán estar atadas a un mayor respaldo al régimen de Salud Pública, por aplicar, tan sólo eso, una mirada realista hacia lo porvenir sabiendo –como sabemos todos- que ningún gobierno puede, ni debe, sacar del cogote a todas las empresas privadas que, en muchos casos por sus propios errores, se estén ahogando en la palangana.

Alguien nos tiene que cuidar como se debe, qué joder.


Antonio Pippo nació en Argentina y su familia se mudó a San José siendo aún un niño. Viene ejerciendo el periodismo desde hace sesenta y tres años: prensa , radio, televisión. Fu director de informativos de todos los canales de televisión, públicos y privados. Ha escrito y publicado varios libros. Estudioso del tango, es también artista y participa y ha dirigido espectáculos como empresario durante años.

Son clásicas las columnas que publicó durante años en el semanario Búsqueda y aún en la Agencia Mundial de ensa.

Ha sido docente de periodismo de opinión en la Universidad ORT.