Escribe Juan José
Pereyra Twitter@juano500
AUDIO AL FINAL DE LA
NOTA
(SE PUEDE
DESCARGAR).
Vivió 48 años como
mujer sintiendo que es un varón encerrado en un cuerpo equivocado.
Nunca se lo dijo a
nadie. Sufrió en silencio y respetó a su madre que desde niño le
tiraba la ropa que usaba, le impedía jugar al fútbol con los
varones y lo obligaba a jugar “como tienen que jugar las nenas”.
Incluso lo obligaba a cruzar las piernas “como una dama·.
Desde los siete
años se sentía varón y sin tener claro a esa edad que es eso de
ser trans, intentó ser quien su ser sentía. A los once años bajó
los brazos y creyó que debería ser Sandra de por vida. La presión
de su madre lo doblegó. Nunca habló lo que pasaba en su cuerpo y su
alma. Con nadie.
Tuvo varios intentos
de suicidio. El destrato sicológico de su madre lo llevó a
bloquearse. Nunca recibió de ella una palabra de cariño, un abrazo,
una caricia. Sus momentos de felicidad , a esa edad, eran “escaparse”
a la casa de unos vecinos, un matrimonio de indigentes, donde se
sentía querido como ser humano.
Cuando estaba en la
escuela empezó a trabajar en un almacén del barrio. Nunca le pidió
plata a su madre, siempre se ganó su dinero. Toda su vida trabajó
en mil oficios.
A los 21 años se
casó para huir de su madre, con quien siempre vivió, agobiado
porque lo controlaba permanentemente incluso cuando se mudó a Melo a
estudiar.
No se casó por amor
sino para huir. Se fue a vivir a campaña. La situación siguió
siendo mala o peor.
“Eres igual a tu
padre, no sirves para nada”, le decía su marido, el padre de su
única hija. Al maltrato de su madre se agregó el de su marido. Su
madre estaba siempre presente en su nuevo hogar.
Cuando su hija tenía
tres años, su marido conoció a otra mujer, se fue y le pidió el
divorcio.
Su fe en Dios lo
mantuvo con vida. Nunca se rebeló ante Dios, llegó a entender que
no valía la pena vivir y por eso, en tres oportunidades, intentó
suicidarse. Todo pasa por algo, se decía, esperando la oportunidad
de que llegara lo bueno. “Lo primero bueno que llegó fue mi hija y
ya nunca más pensé en matarme”, dijo Ismael Suárez al programa
Hay otra historia de Radio Fortaleza.,
Ya divorciado volvió
a vivir con su madre quien más adelante, gravemente enferma, por
primera vez le permitió besarla y abrazarla, Antes la rechazó,
siempre. Fue durante esos días que su madre le hizo también, “una
terrible confesión”.
“Gracias a mi fe
en Dios y a su protección pude respetar y amar siempre a mi madre.
Yo sentí siempre que me odiaba .Luego de la confesión la pude
comprender ”, dijo.
Su padre había
fallecido cuando él era aún un bebé. Era policía,fue asesinado
por delincuentes. Se llamaba Ismael Suárez. Así se llama él ahora.
Cuando tenía menos
de diez años ,su hija empezó a darse cuenta de su situación.
Ismael seguía sin hablar de lo que sentía. Todo lo vivió en
soledad. Su hija tiene hoy 31 años y fue quien le dio el empujón
para que asumiera su identidad, Ahí le dijo que ella se daba cuenta
de lo que le pasaba desde los 9 y, por primera vez Ismael abrió su
corazón y pudo contar lo que vivió en silencio toda su vida.
Luego de la muerte
de su madre, a sus 48 años, decidió empezar de nuevo donde nadie lo
conociera. Quería, necesitaba seguir viviendo y empezar a encarar su
vida de otra manera.
Se fue a vivir a
Valizas, en Rocha. Aún seguía siendo Sandra.
“En Valizas fui
Sandra con aspecto masculino. No quería ser eso que mi madre me dijo
tantas veces en mi casa: marimacho”, cuenta.
“Ahí fue la
conversación con mi hija. Me dijo, mamá, ¿por qué no disfrutas tu
propio ser como varón? Ella me abrió la puerta para un tratamiento
con un grupo médico interdisciplinario para las personas trans con
el que trabaja y fue ella quien me conectó con el equipo médico.
Estoy realizando ese tratamiento y viajo a Montevideo cuando es
necesario.
Hoy soy inmensamente
feliz. Hace poco más de un año dejé de ser Sandra y empecé a
ser, ya definitivamente, Ismael”, dijo con la voz quebrada por la
emoción.
Les invito a
escuchar esta entrevista completa con Ismael Suárez, un ser humano
excepcional.