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viernes, 7 de julio de 2017

UNA HISTORIA. UN ESTUDIANTE DE VETERINARIA... UN MÁRTIR POR LA DEMOCRACIA. RAMÓN PERÉ...UN NUNCA MÁS...


Pablo Ocampo Carli
 
La perversa cronología de un cóndor en forma de plan, eclosiona su infamia y terrorismo de estado, en forma del fascismo más puro,
haciendo pedazos la Patria, demoliendo la democracia, masacrando las garantías constitucionales, lastima al Pueblo, lo desafía, y lo menosprecia...fue su grave error, y horror...transformándose en su propia condena desde el inicio.
Acá estamos, en uno de los tantos archivos de la memoria, del nunca más que no repara, ni repone, la exclusión es la misma...los mismos
pobres esperan.
Siglo XX, año 1973, recordando a Roberto Ramón Peré Bardier, nacido el 16 de Marzo de 1944, hijo de madre costurera, y de un carpintero,dedicado a tareas rurales, luego panadero, 9 hermanos, excelente hijo,
gran "familiero" al decir de Juan, su Hermano, oriundo de la "Agraciada", cursa el liceo en Paso de los toros, de origen blanco por
la parte familiar, de los "intransigentes" de Francisco Mario Ubillo.
Dos hechos fundamentales conforman su origen y destino ideológico, la Ley orgánica de 1958, y el haber tenido de profesor de secundaria al
poeta Washington Benavides. Trabajó en el diario Oficial imprenta Nacional, con lo que pudo traer a su madre y hermanos a Montevideo al alquilar con su sueldo una casa grande. Llamaba la atención un temblor casi parquinsoniano en un brazo, secuela aparente de un traumatismo en la niñez, lo hacía destacable, como visible fue su humildad,
solidaridad, coraje, estima, que lo ultima  en una noche cumpliendo tareas de militante, en Tiburcio Gómez, y Rivera pasando así a la
eternidad un 6 de julio de 1973. Estaba preso en el cilindro cuando me enteré...y pude zafar...y acompañarlo hasta su nueva morada, no sólo
me regaló dos libros (uno dedicado...el microbiología de Piatkin), el cultivo y la cosecha de las "papas" de aire en el barrio del hospital (de los bulines), su amistad y valentía, su arrojo e intransigencia por la libertad...le debo la inocencia y pureza ideológica de la
reconquista de la Democracia...sé que estará con Carlitos Defranco jugando al tute"preparando La Fogata.

Pablo Ocampo Carli




Desde su esposa Alicia.


No puedo escribir este párrafo como desearía: con frescura, esperanza
y alegría.
No puedo escribirlo con la alegría de estar frente a la posibilidad de
conquistar "un mundo nuevo"
Pero sí, puedo escribirlo, desde una mirada adulta, con un pasado que
sigue rondando en el pensamiento.
Lo importante es poder hacerlo, desde dónde aparezca.
Es bueno dejar volar el pensamiento y llegar a los dieciséis años.
¡Cuánto tiempo pasó!
Desde mi casa al liceo, estudiando, anhelando llegar a cumplir sueños
a través del esfuerzo. No recuerdo exactamente en qué momento de esos
días apareció Roberto en mi vida, creo que fue en semana de turismo,
visitando a una hermana que vivía enfrente de mi casa, en Carmelo. Nos
vimos, y a partir de ese momento no dejamos de mirarnos.
La distancia no fue impedimento, cartas y más cartas entrecruzadas.
Él, estudiando en Montevideo, viajando cada tanto para vernos. Cartas
adolescentes las mías,  las de él impactantes en su contenido,
contándome sucesos, que desde mi pueblo eran lejanos de captar: su
militancia, su compromiso, la muerte de Liber Arce, acercándome a un
mundo casi desconocido para una jovencita del interior de este país.
Desde el amor y la admiración de mi parte,  desde el amor y la ternura
de la suya llegamos a construir una familia.
Enorme el deseo de estar juntos, contándonos algo de nuestras vidas.
No nos dio el tiempo de profundizarlo. Cinco años juntos, es muy poco
cuando hay tanto para decirse.
Quedaron por el camino misterios por descubrir, cosas vividas que no
llegamos a compartirlas.
Por las charlas que compartimos  supe que su vida no había sido nada
fácil. Su familia había recorrido, detrás de un padre inquieto, medio
país. Desde su nacimiento en un pueblo de Soriano llamado Agraciada
hasta su traslado a Montevideo con su madre y los más chicos de la
familia su vida había sido ganarle a la vida. Siempre surgía la
anécdota, las complicidades con los hermanos, cuando robaban sandías
en plena siesta de verano en los terrenos cercanos a la playa de
Carmelo. No era un alumno "prolijo", muchas veces su inquietud lo
llevaba a la dirección, que jamás tomó como castigo porque se aliaba
con el director para completar las travesuras. En la escala de ocho
hermanos ocupó un lugar en la mitad, le dio algunos privilegios, no
tener que ser el encargado de los más chicos y dar rienda suelta a su
creatividad en los juegos.
Su padre desapareció de su vida cuando era un adolescente. Su madre
quedó viuda con hijos muy pequeños. Era necesario buscar caminos
nuevos, que le permitieran vivir dignamente y a la vez alcanzar sus
sueños. Vivía en Paso de los Toros, porque allí se había trasladado su
padre, para trabajar en la construcción de la represa del Rincón del
Bonete. María, su hermana, y él, junto con un grupo  de muchachos
viajaba a Durazno a hacer preparatorios, el recorrido era en tren
todos los días. Muchas anécdotas, muchas complicidades para completar
el "PYMES" que decidieron crear en aquel momento a base de
hipoclorito, distribuyéndola en las casas vecinas.
El sueño de llegar a Montevideo a concretar su proyecto estaba en
camino. Trabajó en la Imprenta Nacional. Una forma de asegurar sus
ingresos para poder sobrevivir y ayudar a su familia. La prueba de
vivir un año solo y luego conseguir una casa grande para que todos
pudieran convivir fue lograda
En esta búsqueda de pedacitos de vida, encontré el relato de un
compañero, de sus comienzos en esa que iba a ser su casa grande.
"Pelín", (el se encarga de afirmar ese nombre) describe el primer día
en que se encontraron frente a la puerta grande. De allí al nacimiento
de una gran amistad hubo un camino que recorrieron juntos.
No sé como pudo estudiar, trabajar, militar,  derrochar afectos, todo
al mismo tiempo
Juntos comenzamos a enriquecer nuestro compromiso con el nacimiento de
Nancy y Andrés.
Fueron los momentos más gratos que compartimos. El cuento pronto para
que los chiquitos se durmieran acompañados con la caricia de los
padres, al lado.
Los dos estudiábamos. Facultad de Veterinaria era su lugar, Magisterio
el mío. Compartimos todos los momentos posibles. Parece como de locos,
pero Andrés nació en nuestra casa para estar más juntos, una partera
estudiante de veterinaria y un casi veterinario fueron los que lo
recibieron. Hasta resulta graciosa su llegada al mundo, pero era tanta
la confianza, las ganas de vivir, la alegría de poder hacer "cosas
nuestras" que el temor o la inconciencia no existían.
Estaba trabajando en  la Cátedra de Anatomía Patológica, en el liceo
de Tarariras, luchando por salvar el examen de terapéutica que le
permitiría recibirse en poco tiempo, convencido en su militancia
cuando una bala dijo basta. Una bala que le atravesó el corazón, que
segundos antes le había permitido gritarle a Horacio, coreé vos,
posiblemente pensó "no voy a morir; solamente me llevarán al
Cilindro", enorme cárcel armada por la dictadura naciente para
encerrar al que se atreviera a desafiarla. Pero no fue así, Horacio,
después de mucho tiempo pudo contar cómo murió su compañero. "Sentí
una terrible balacera, luego silencio, se lo llevaron en un Maverik,
yo entré a Facultad por el lado de atrás a decir lo que estaba
pasando..."  Más o menos así fueron las palabras del muchacho de
veintidós años que recién empezaba a estudiar y a militar, luego qué,
ante la insistencia de dos mujeres; Carla, su esposa y yo pasados más
de treinta años habían permanecido guardadas en su pensamiento.
El delito para su muerte fue acatar la consigna de parar el transporte
para seguir la huelga General (1973). No hubo enfrentamiento, como
dijo el comunicado de la fuerzas conjuntas, no llevaba armas. No hubo
juicio con garantías antes de su muerte, sólo llevaba algunas "grampas
miguelito" en el bolsillo de su saco en una nochecita lluviosa y fría
del mes de julio.
Comenzamos todos  una vida distinta, sin él, cada uno tuvo la
necesidad de reconstruirla, su madre, sus hermanos, sus hijos
pequeños, sus amigos .....
Mientras escribo pienso justo en el momento que afuera se habla del
"nunca más".
Nunca más ¿Qué? Que nunca más se asesine por la espalda a una persona
que tiene como referente de vida la felicidad de los demás. Qué nunca
más se deje sin padre a niños que necesitan una caricia, un abrazo,
escuchar el "no hagas eso" justo a tiempo.
Que nunca más se asesine a un muchacho lleno de ilusiones que amaba y
era amado y el camino de su vida era construir un mundo mejor....
Afirmo esos nunca más, los afirmo y los creo. En los otros... pongo
dudas...

Desde el amigo Edgardo. "Pelín".

Es Marzo, pero ya hace frío.
Obedientes y temerosos, un núcleo de unos cien jóvenes se mueven de un
edificio a otro de lo que bajo el aspecto de un Campus Universitario,
es sólo una Facultad.
Construida a imagen y semejanza de las Facultades francesas, por
obreros uruguayos los más, inmigrantes de las más diversas
nacionalidades los menos, bajo la lista de necesidades que los
profesores franceses indicaron, la Facultad de Veterinaria, la misma
que hoy parece un monumento histórico sin conservación, aunque dentro
se siga funcionando como si el lugar estuviera encantado, y la magia
iluminara a alumnos y profesores  para continuar con un proceso que
parece no descansar ni detenerse, ejercía todos sus poderes seductores
sobre aquel núcleo que no encontraba donde ir, ni quien le diera
indicaciones certeras.
Aprenderían rápidamente que los "iniciados" disfrutaban con el
despiste de los recién llegados.
Las características del grupo, como la de todos lo grupos que
comenzaban con el brusco cambio que significaba pasar a ser
universitarios, hacían a sus integrantes particularmente débiles e
inseguros. Es que por primera vez se encontraban con un grupo de
origen tan heterogéneo.
El pasaje de la escuela a secundaria aún para los que cambiaban de
barrio o de ciudad, hacía que siempre hubiese una mayoría a la que se
pertenecía o a la que había que adaptarse. Esta vez no, cuando mucho,
de los cien se conocía a dos o tres, los de Montevideo porque
provenían de diferentes preparatorios, los del interior a diferentes
departamentos, y ahora estaban allí todos mezclados, iniciando un
camino que conducía a algo que habían soñado pero que apenas si podían
describir y que, lo aprenderían mas con el tiempo que de los libros,
los conduciría a lugares en la mayoría de los casos muy diferentes a
la vaga descripción del sueño.
Ninguno de los cien deambulates, ni de los otros cien locatarios que
se entretenían con las bromas a los nuevos, tenía la menor sospecha
que el que parecía más débil de todos, pequeñito, flaquito,
tembloroso, para peor tímido y silencioso, tenía ya una historia de
héroe, había iniciado el camino que lo llevaría con la misma humildad
de los héroes anónimos a entregar en silencio y humildemente, lo que
mas quería y por lo que más había luchado, la vida, no muchos años
después, en una jornada de frío y lluvia, gris y amenazante.
A las puteadas, tratando de encontrar entre los edificios donde
quedaba la sala de Anatomía, con la torpeza de un adolescente y la
soberbia mezclada con la rabia de no encontrar ni preguntando, por
allí andaba yo, como lo que era, un adolescente que se creía un adulto
pero que aún no había aprendido a mirar hacia arriba. De haberlo
sabido, hubiese visto el cartel en el mismo frente del edificio, pero
quien me hacía levantar los ojos ese día cuando toda mi atención
estaba en tratar de aprender donde pisaba.
Por orden alfabético constituyeron los grupos de disección. Puta, ni
refugiarse en los tres amigos que traíamos, y para peor los docentes
de entonces no habían pasado por los cursos de pedagogía que ahora son
obligatorios y donde casi lo único que se aprende, es que resulta
importante que quien va a iniciar un proceso de aprendizaje se sienta
cómodo y sin temores. La sesión comienza con una ronda, dirigida por
el docente, -" me llamo fulano de tal, soy hijo de mi papá y mi mamá,
nací en este u otro país, y llegue hasta aquí con enormes deseos de
ser feliz y de servir para nada etc.". Como solo dijeron nuestros
nombres y nos indicaron una mesa llena de huesos de diferentes formas
y tamaños aunque blancos todos ellos, comenzamos a charlar mientras
esperábamos que alguien nos indicara que hacer.
Como si hubiésemos asistido al curso de pedagogía, comenzamos, yo soy
fulano de tal, hijo de. , me gustan las mujeres y el vino, prefiero el
fútbol a la música, tengo más años que vos, o soy mas chico, cambié de
carrera, etc. Hasta que vino un ayudante y nos dijo: "Tienen que ir a
la biblioteca, sacar los libros de Anatomía de Montané, (que está en
francés, y empiezan a estudiar cada uno de los huesos que tienen en la
mesa, el viernes vuelvo y me los presentan".
Como el de los Quileros de Osiris Rodríguez Castillo, el camino a la
biblioteca no es muy largo pero suele llevar una vida el recorrerlo.
En ese camino nos fuimos encontrando los de los diferentes turnos y
las diferentes mesas,  con el tiempo los de diferentes años y como en
todos los grupos humanos fuimos haciendo nuevos amigos, y al
conocernos mejor, fuimos siendo mejores o peores.
Corrían los años 60, el Uruguay liberal y próspero, el de las vacas
gordas, el orgulloso campeón del mundo del 50, el soberano y
autodeterminado, enfermaba y se metía en su lenta agonía aún
resistiendo.
Un día cuando llegábamos a clase chocábamos con la noticia, La
conferencia de la OEA se hacía en Punta del Este, allí los gobiernos
Latinoamericanos acatarían la decisión tomada por los gringos, echar a
Cuba de la OEA y romper relaciones con ella, reforzando un bloqueo que
hasta hoy, fuera del tiempo, del espacio y de la lógica, aún se
mantiene.
Si esto hubiese pasado hoy, tal vez no hubiese conmocionado tanto. El
gobierno progresista hubiese votado negativo, como vota en la ONU
contra el bloqueo, alguien con un sueldo de 5000 dólares contaría los
votos, 180 a 4, después todo sigue como si nada.
Por aquellos tiempos el Ejecutivo decidía, pero era colegiado y
discutía mas que el parlamento actual, alguna gente se hacía oír
aunque fuera poca. Y encontraba oídos receptivos aunque no fueran
integrantes del gobierno progresista y hasta los progresistas
escuchaban.
Por las dudas que las voces no fueran suficientes, se hacían
movilizaciones, a veces barricadas, había enfrentamientos con la
policía, la Universidad era cercada por ésta, aunque como éramos mas
pueblo chico, el ministro venía a hablar munido de un megáfono con los
sitiados, se iba entre piedras y puteadas, pero no se procesaba a
nadie por sedición.
Una nueva frontera entre nosotros, los que admirábamos a Fidel y al
Ché y los que le llamaban el "asesino del Caribe". La discusión entre
vinos y salidas alentaba pasiones.
No precisaría escribirlo, pero como hoy las cosas son diferentes, hay
que expresar que el primer grupo era muy pequeñito y como consecuencia
se fue haciendo aguerrido. Ramón, el "Pelo Chuso" García, Luisito
Martínez, la "Zorra Gómez", el "Toño" García, el "Mudo" De León, yo y
no muchos más nos batíamos en torneos oratorios en los que teníamos la
impresión de haber ganado con la razón y perdíamos en el momento de la
votación, que las razones (lo íbamos aprendiendo), no son muy a menudo
amigas de las mayorías. Curioso, no había ninguna mujer.
Por ser pocos, y porque el debate político se colaba desde la
biblioteca hasta el aula, provenientes de distintos orígenes y de
distintas situaciones sociales, fuimos haciendo nuestro propio ghetto,
sin aislarnos por completo, tendíamos a pasar mucho tiempo juntos. Así
nos fuimos conociendo e intimando, iniciábamos el camino que nos
llevaría a constituir el primer círculo de la UJC en la Facultad.
Nos íbamos a ver durante las horas de disección, que seguían al
estudio de los huesos.
Ramón disecaba diferente a todos. Ponía el bisturí sobre la región en
el costado de un músculo y el temblor de su mano parecía trabajar
solo.
Creímos que le resultaba más fácil, y que exageraba, no demoramos
mucho en saber que en realidad lo controlaba, con una voluntad que le
nacía desde su propio origen y su formidable energía. Fuimos
aprendiendo a quererlo y a comprender su alegría, que no se expresaba
en ninguno de nosotros en esa forma de empeño y pasión. Empeño, pasión
y optimismo, esa era su manera de manifestar su alegría, su forma
aproximarse a la palabra mayúscula de la Revolución.
Desde allí en adelante, el País corrió la suerte de América Latina, y
nosotros la de sus pueblos. Militancia, gremial, política, encontrar
formas de sobrevivencia y en esa alegría de protagonizar nuestro
tiempo, amar, formar familia, prolongar el brazo del amor en nuestros
hijos,   pero también sentir terror, tener miedo y librar todos los
días la batalla por no demostrarlo.
Así nos separamos y juntamos muchas veces, hasta que el camino llegó a
la encrucijada de la ruptura. Armados del miedo y la incertidumbre,
con la disciplina y la vaga conciencia que solo resistiendo podríamos
cumplir con nosotros mismos, nos metimos de cabeza en la huelga
general contra la dictadura naciente.
 Dormíamos donde cayera la noche, en la medida de lo posible en casa
de algún compañero menos comprometido o menos público, atentos a la
radio que a veces nos coordinaba mejor que la reunión en el lugar de
concentración, muchas veces rodeado de "tiras" que cortaban los
contactos.
Allí una mañana escuchamos la noticia. Había un muerto en una
movilización en Veterinaria. Teóricamente yo debía saber que se había
hecho y quien era. En la realidad no sabía ni lo uno ni lo otro, ni
tan siquiera si la noticia era verdadera o era falsa.
La Facultad había sido cercada, el Consejo decían, funcionaría dentro
con el Decano Alberto Castillo a la cabeza.
No encuentro comunicación directa, salgo a buscar información, y allí
a media mañana, un compañero de la CNT me dice el nombre del compañero
caído. Un frío polar me congeló el corazón, el habla, el pensamiento.
Las imágenes de los jóvenes de túnica del primer día, de las sonrisas
cuando después de muchos años ganamos para la izquierda el gremio, la
despedida de soltero en lo de Gonzalo, sus cuentos de cuando fabricaba
Agua Jane, su mano temblorosa sobre el micrométrico del microscopio,
fluían a borbotones, aunque más lentas que mis lágrimas.
Mi compañero asustado por mi reacción, preguntó.
"Lo conocés, era algo tuyo".
No contesté nada, solo lloraba, me hacía la pregunta que ahora sé,
todos se hicieron.
¿Porqué a él?
Aún no consigo la respuesta.
Podría responder hoy sí, a la del compañero;
Sí, lo conocía, nacimos juntos, siempre fue un héroe. Le ganó mil
veces a la muerte, se rió mil veces de ella, no necesitaban matarlo
para demostrarlo.

"Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron en el mar,
¡Hurra por los generales que perdieron el combate
y por todos los héroes vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto
Como los héroes más grandes de la historia"
Walt  Witman