Estilo - COLUMNA
Su creadora, la estadounidense Anna Jarvis, murió odiando la forma en que se celebra la fecha con abundancia de regalos
+ Valentin Trujillo @valentin_t
El Observador
Hasta el lector más
distraído se habrá dado cuenta de que este suplemento tiene una
inclinación hacia la temática materna, ya que se acerca el fin de semana
que viene, montado casualmente este año con las elecciones municipales
en Uruguay, el llamado Día de la Madre. Pero, ¿de dónde surge esta
costumbre? ¿A quién se le ocurrió? ¿Por qué se festeja el segundo
domingo de mayo? ¿Cuál es su intención original? ¿En qué se convirtió
con el pasaje del tiempo? En todo caso, no está mal entender de forma
mínima el sentido de un rito popular del que se sabe relativamente poco.
Hay que remontarse a un pequeño pueblo de
Virginia Occidental, Estados Unidos, pasada la sangrienta guerra civil
de este país en la segunda mitad del siglo XIX. Es un pequeño pueblo en
mitad de los bosques en plenos montes Apalaches, pero tuvo una
importancia grande para la fecha en cuestión. La guerra de Secesión no
solo dejó más de un millón de muertos sino cientos de miles de heridos y
tullidos. La literatura y el cine yanqui tienen grandes películas que
han mostrado con más vivacidad que los libros de historia los aspectos
más dramáticos de esta confrontación.
La gran cantidad de hombres heridos produjo
que otra gran cantidad de mujeres se ocupara de tareas de enfermería y
cuidado de quienes ya no podía servir a sus ejércitos. Una de esas
mujeres que trabajó de forma denodada por salvar vidas se llamó Anna
Reeves Jarvis.
Anna Reeves integraba un grupo de madres
voluntarias que cumplían con los trabajos más duros del cuidado y
trataban a todos los heridos como sus hijos.
Esta mujer tuvo cinco hijos y uno de ellos fue
Anna Jarvis. Cuando Anna madre murió, en 1905, Anna hija, oriunda de
Webster, otro pueblito cercano a Grafton, quiso realizarle un homenaje
por todo lo que había sido como madre, pero también por la contribución
que había hecho a la humanidad ayudando a curar a otros hombres.
Según cuenta un trabajo de tesis de Katharine
Anatolini, de la Universidad de Virginia Occidental, cuando se cumplió
un año del aniversario de la muerte de su madre Anna Jarvis comenzó una
intensa campaña para que se reconociera el segundo domingo de mayo como
“Día de la Madre” y tomó como símbolos y emblemas de ese día un clavel
blanco y una carta dirigida a su difunta madre.
Allí le decía que el clavel blanco representa la verdad, la pureza y la amplia caridad del amor de una madre.
Tanto hizo ruido Anna Jarvis con cartas a
senadores, gobernadores y otros integrantes de la comunidad nacional que
tres años después, en 1908, festejó oficialmente en Grafton el primer
Día de la Madre del mundo. Pronto la costumbre prendió y cundió por
todos los Estados Unidos.
Un país pujante como el norteamericano
rápidamente entendió que una fecha como esta implicaba regalos, y
regalos implicaba movimiento comercial y gimnasia del mercado.
Pronto en las grandes tiendas se comenzaron a
vender para cada Día de la Madre miles de claveles blancos para dejar en
las tumbas de las madres fallecidas. Pero, ¿por qué no regalarle claves
rojos a las madres vivas, por ejemplo? Así, el día de recuerdo sencillo
y humilde a la madre se transformó en una ocasión para que la economía
soltara otra cana al aire.
Anna Jarvis vio todo este cambio e intentó
luchar contra él. Fustigó la costumbre de regalar tarjetas escritas con
mensajes a las madres, hasta hoy una de los clásicos del Día de la Madre
en Estados Unidos. Según la creadora de la fecha, quien obsequiaba eso
era un vago que no podía escribirle un mensaje de puño y letra a la
persona más importante de su vida.
Esas batallas la llevaron a morir en 1944, sin casarse ni tener
hijos. La creadora de la fecha que conmemoran casi todos los países del
mundo (tanto en mayo como en diferentes momentos del año) terminó su
vida a un costado, contemplando cómo su invento sentimental se había
vuelto un evento comercial exitoso.