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sábado, 2 de mayo de 2015

¿Por qué festejamos el Día de la Madre?

Estilo - COLUMNA

Su creadora, la estadounidense Anna Jarvis, murió odiando la forma en que se celebra la fecha con abundancia de regalos

  • Anna Jarvis

+ Valentin Trujillo @valentin_t 
El Observador
 

Hasta el lector más distraído se habrá dado cuenta de que este suplemento tiene una inclinación hacia la temática materna, ya que se acerca el fin de semana que viene, montado casualmente este año con las elecciones municipales en Uruguay, el llamado Día de la Madre. Pero, ¿de dónde surge esta costumbre? ¿A quién se le ocurrió? ¿Por qué se festeja el segundo domingo de mayo? ¿Cuál es su intención original? ¿En qué se convirtió con el pasaje del tiempo? En todo caso, no está mal entender de forma mínima el sentido de un rito popular del que se sabe relativamente poco.
Hay que remontarse a un pequeño pueblo de Virginia Occidental, Estados Unidos, pasada la sangrienta guerra civil de este país en la segunda mitad del siglo XIX. Es un pequeño pueblo en mitad de los bosques en plenos montes Apalaches, pero tuvo una importancia grande para la fecha en cuestión. La guerra de Secesión no solo dejó más de un millón de muertos sino cientos de miles de heridos y tullidos. La literatura y el cine yanqui tienen grandes películas que han mostrado con más vivacidad que los libros de historia los aspectos más dramáticos de esta confrontación.
La gran cantidad de hombres heridos produjo que otra gran cantidad de mujeres se ocupara de tareas de enfermería y cuidado de quienes ya no podía servir a sus ejércitos. Una de esas mujeres que trabajó de forma denodada por salvar vidas se llamó Anna Reeves Jarvis.
Anna Reeves integraba un grupo de madres voluntarias que cumplían con los trabajos más duros del cuidado y trataban a todos los heridos como sus hijos.
Esta mujer tuvo cinco hijos y uno de ellos fue Anna Jarvis. Cuando Anna madre murió, en 1905, Anna hija, oriunda de Webster, otro pueblito cercano a Grafton, quiso realizarle un homenaje por todo lo que había sido como madre, pero también por la contribución que había hecho a la humanidad ayudando a curar a otros hombres.
Según cuenta un trabajo de tesis de Katharine Anatolini, de la Universidad de Virginia Occidental, cuando se cumplió un año del aniversario de la muerte de su madre Anna Jarvis comenzó una intensa campaña para que se reconociera el segundo domingo de mayo como “Día de la Madre” y tomó como símbolos y emblemas de ese día un clavel blanco y una carta dirigida a su difunta madre.
Allí le decía que el clavel blanco representa la verdad, la pureza y la amplia caridad del amor de una madre. 
Tanto hizo ruido Anna Jarvis con cartas a senadores, gobernadores y otros integrantes de la comunidad nacional que tres años después, en 1908, festejó oficialmente en Grafton el primer Día de la Madre del mundo. Pronto la costumbre prendió y cundió por todos los Estados Unidos.
Un país pujante como el norteamericano rápidamente entendió que una fecha como esta implicaba regalos, y regalos implicaba movimiento comercial y gimnasia del mercado.
Pronto en las grandes tiendas se comenzaron a vender para cada Día de la Madre miles de claveles blancos para dejar en las tumbas de las madres fallecidas. Pero, ¿por qué no regalarle claves rojos a las madres vivas, por ejemplo? Así, el día de recuerdo sencillo y humilde a la madre se transformó en una ocasión para que la economía soltara otra cana al aire.
Anna Jarvis vio todo este cambio e intentó luchar contra él. Fustigó la costumbre de regalar tarjetas escritas con mensajes a las madres, hasta hoy una de los clásicos del Día de la Madre en Estados Unidos. Según la creadora de la fecha, quien obsequiaba eso era un vago que no podía escribirle un mensaje de puño y letra a la persona más importante de su vida.
Esas batallas la llevaron a morir en 1944, sin casarse ni tener hijos. La creadora de la fecha que conmemoran casi todos los países del mundo (tanto en mayo como en diferentes momentos del año) terminó su vida a un costado, contemplando cómo su invento sentimental se había vuelto un evento comercial exitoso.