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viernes, 12 de febrero de 2016

“EL BARATILLO” ÚNICO. SMAISIK-FRIDMAN: SIMBOLO DE INTEGRACIÓN. Por Julio Dornel.


                   Escritor y periodista Julio Dornel

Era la zona céntrica de una Villa con berretines de ciudad, que entre la Sucursal del Banco República y el Hotel Chuy, había centralizado la apertura de nuevos establecimientos comerciales. Entre los años 60 y 70 fueron marcando su presencia en los últimos metros de la ruta 9 algunos establecimientos que fueron apuntalando el desarrollo, convirtiéndose en los primeros adelantados del intercambio comercial de ambos países. Por allí estaba tienda el Obrero de Salomón Pienica, estación ESSO de Oscar del Puerto, Farmacia EMAIL de Luis Etchartea, Casa LANUSSE de Juan Lanusse, carnicería y parrillada pampas de Luis Lasso, Joyería RUBI de Armando Fossati y EL BARATILLO de la familia Smaisik. Para estos raccontos evocativos recurrimos a   las fuentes naturales que dan veracidad al relato y nos permiten   ir recogiendo la verdadera historia.  En esta oportunidad les ofrecemos un mano a mano con Matilde Smaisik, integrante de una de las familias más queridas y respetadas de esta ciudad y columna vertebral del éxito de EL BARATILLO.
DE  POLONIA A CHUY: UNA HISTORIA DE AMOR.
La crisis económica y los conflictos armados que amenazan a Polonia en la década del 30, fueron las causas fundamentales para que el joven Miguel Smaisik (23) interrumpiera su casamiento en plena luna de miel, para emprender un viaje con destino incierto, que tenía  como destino final el puerto de Montevideo. Apuntalado por sus “baisanos” fue matizando los meses en busca de trabajo, sufriendo el desarraigo natural de toda corriente migratoria. Han pasado 80 años de aquellos acontecimientos que se mantienen intactos en la memoria de su hija Matilde, “Mis padres (Miguel y Reina) nacieron en dos pequeñas poblaciones de Polonia, a pocos kilómetros de la frontera Rusa. Se habían conocido en una reunión familiar, casándose a  los pocos meses y planificando el “descubrimiento de América” que era el sueño europeo de aquellos años. A los tres meses de casados, mi papá se embarca con destino al puerto de Montevideo, en procura de nuevos horizontes, empujado por la crisis y su condición de judío, aumentando las persecuciones mientras el tema cotidiano era la proximidad de la guerra. El contacto con algunos “baisanos”  le facilitó su primer trabajo en la construcción de las vías para el ferrocarril. En forma simultánea hacía un curso práctico de fotografía con las antiguas máquinas de tres patitas, que se instalaban en las plazas públicas de pueblos y ciudades del interior, lo que le permitió dirigirse a pie al departamento de Treinta y Tres sacando fotos en todas las localidades que iba visitando. Ante las dificultades de sobrevivir con la fotografía, se dedica a la venta ambulante de ropa, recorriendo la campaña olimareña en un carro tirado por caballos, hasta que pudo comprar una cachila. Demoró cuatro años en reunir el dinero suficiente para cumplir su primer objetivo que era el de traer a mamá que permanecía en Polonia. El esperado reencuentro se produjo en el año 1934, dando comienzo a una serie de traslados en busca de la estabilidad deseada. De esta manera estando en Treinta y Tres, surge la posibilidad de instalarse con tienda en la zona arrocera de Rincón de Ramírez, mientras nosotros hacíamos primaria en la escuela rural Nº 60 hasta tercer año y trasladarnos luego a Vergara y posteriormente a Treinta y Tres para culminar secundaria. Esta situación no conformaba a mi papá, quien se marchó a la ciudad de Lascano, donde pasamos una de las etapas más hermosas, disfrutando de un grupo excelente de compañeros y profesores. Terminado el liceo nos vamos para Montevideo, donde pese a nuestra vocación por el magisterio, damos comienzo a los estudios de abogacía cumpliendo con la voluntad de mi padre, que cedió finalmente ante la intervención del Dr. Introini, culminando finalmente con el título de maestra, y el casamiento como primer proyecto de vida. Finalmente los comentarios sobre el desarrollo de la frontera de Chuy,  determinaron la última etapa comercial de la familia Smaisik-Fridman, debutando como ambulantes en la vereda del Hotel Chuy. Era la época fermental del comercio uruguayo y al poco tiempo compramos un local que con el nombre de EL BARATILLO marcó su presencia en la zona céntrica de la ciudad. Circunstancias muy especiales y los vaivenes naturales del comercio de frontera, determinaron su cierre definitivo.
Próxima semana: SIMON “BEBE” SMAISIK.