COLUMNA DE OPINIÓN
El Partido Colorado está atravesando un momento extraordinariamente delicado.
Por Adolfo Garcé
El Observador
El Partido Colorado (PC)está atravesando un momento extraordinariamente delicado. El retroceso electoral de octubre (de 17% a 13%), la polémica decisión adoptada por Pedro Bordaberry de –esa misma noche– concurrir a expresar su apoyo a la candidatura de Luis Lacalle Pou, los pronunciamientos en favor de Tabaré Vázquez de algunos dirigentes colorados y (gota que derrama el vaso) la reciente renuncia de Ney Castillo a la candidatura a la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) son algunos de los testimonios más claros de la gravedad de la situación. En ese contexto ayer mismo, Bordaberry, su principal dirigente, expresó estar dispuesto a dar un paso al costado si sus correligionarios lo consideraran necesario (“nadie es más importante que el partido”).
No soy de los que creen que el problema del PC es Pedro Bordaberry. Con esa misma trayectoria política y personal, hace 10 años logró una excelente votación como candidato a la IMM. Con el mismo discurso y con ese mismo apellido, logró cinco años después que el PC trepara al 17%. No hay cómo saberlo. Pero si Lacalle Pou no hubiera sido el candidato blanco es muy probable que los colorados hubieran alcanzado una mejor votación de la que finalmente obtuvo. Contra lo que podía esperarse dados sus antecedentes, no brilló durante la campaña electoral. Soy de los que creen, además, que se equivocó al no integrar la fórmula presidencial con un representante de los “batllistas de ley”. Pero pensar que Bordaberry es el problema es simplificar demasiado.
El desafío para los colorados, en verdad, es muy complicado. El Frente Amplio (FA) se instaló en el espacio (electoral, social, cultural) que, durante más de un siglo, ocupó el PC (es la versión siglo XXI del viejo batllismo). Algunos dirigentes colorados piensan que el partido debe orientarse políticamente a recuperar ese espacio, el de centroizquierda. Desde mi punto de vista esto es como pretender hacer girar hacia atrás la rueda de la historia. El tiempo pasó. El sistema político se transformó profundamente. El FA es un árbol inmenso, con profundas raíces en el espacio que va desde la izquierda al centro. Me parece realmente muy difícil arrancarlo de allí. Además, a medida que pasa el tiempo, el FA, como partido de gobierno, se vuelve más “batllista”, más estatista, más “dirigista”, más “escudo de los pobres”.
Si este razonamiento es correcto, más allá de preferencias e ideales, los colorados están condenados a compartir el espacio que va desde el centro a la derecha con el Partido Nacional (PN). Comprendo perfectamente que a muchos de ellos no los conforme este lugar. Pero lo peor que pueden hacer los partidos, especialmente en tiempos difíciles, es tomar sus deseos por realidades. No es realista que intenten competir por el espacio de la socialdemocracia con el FA. Esa tierra está arada, sembrada y dando frutos. Lo único que puede hacer el PC es cavar del otro lado, plantar semillas en la otra mitad del electorado. Los votantes a los que puede aspirar a captar no son los que emigraron al FA sino los que, durante la última década, logró retener el PN (la mayoría de los cuales, además, para colmo de males dada la historia, tan urbana, del PC, están en el interior).
Para competir con los blancos, también, sería bueno que el PC tomara nota de dos aciertos muy notables del PN de los últimos tiempos. En primer lugar, empezando por lo más obvio, el PN es diverso. Cuenta con la suerte de seguir teniendo dos grandes fracciones de magnitudes cambiantes pero similares. El pleito entre wilsonistas y herreristas, que animó la interna blanca desde 1985 en adelante, hoy se expresa en la disputa entre Jorge Larrañaga y Luis Lacalle Pou, aunque (como suele ocurrir) de un lado y del otro revisten figuras de relieve identificadas con la otra tradición. El PC no ha tenido tanta suerte. Durante mucho tiempo tanto Julio María Sanguinetti como Jorge Batlle lograron mantener en pie sus respectivas fracciones. La progresiva desarticulación de ambas, del Foro Batllista y de la Lista 15, dejó espacio para la hegemonía de Pedro Bordaberry. Los esfuerzos de los “batllistas” por desafiar el predominio de Vamos Uruguay han sido en vano. La escisión de Fernando Amado, desde este punto de vista, es un paso en la dirección correcta. El PC está pidiendo a gritos más diversidad.
El segundo aprendizaje que los colorados podrían hacer respecto a los blancos tiene que ver con la construcción de la memoria. Los blancos hablan de su pasado, veneran a Aparicio, escriben sobre Wilson, reescriben todo el tiempo su propia historia. Los colorados, salvo excepciones como el expresidente Sanguinetti, no dan la batalla. Sin embargo, podrían hacerlo. El FA no solo construyó su imperio sobre las bases sociales y electorales del PC. También lo hizo, en buena medida, apoyándose en las políticas desarrolladas por colorados (y blancos) entre 1985 y 2004 y extensamente criticadas, en ese tiempo, por la izquierda política, social y cultural (control del gasto público, estabilización de precios, apertura comercial, inversión extranjera, zonas francas, ley de puertos, forestación y un largo etcétera). El FA, al decir de Heber Gatto, primero ganó la batalla cultural y recién mucho después, la electoral. Los blancos lo entendieron y se esmeran. Los colorados mucho menos. l
* Por Adolfo Garcé - Politólogo, doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República- adolfogarce@gmail.com