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lunes, 8 de agosto de 2016
CONTUBERNIO REACCIONARIO Respuesta al Herrerismo Manuel Flores Silva
Colocar a Batlle y Ordóñez como posicionado contra el voto secreto, darle a la Constituyente de 1917 la importancia que no tuvo, hacer a los blancos promotores de la “representación proporcional integral” es todo un dislate para el cual se precisa no sólo ignorancia histórica sino mala fe en la ponderación de los temas del pasado. Mucha mala fé.
Las tres cosas contestaremos.
Fundamentalmente los herreristas han publicado varios artículos y conferencias ferozmente antibatllistas con argumentos que gente de valía no podía hacer. Es lógico discrepar, naturalmente, pero falsear los hechos es meramente deshonesto. No se puede sostener, por ejemplo, que Batlle se oponía al voto secreto cuando fué tan claro defensor del mismo. No hay derecho.
Para fundamentar la ofensiva antibatllista que los herreristas han realizado en los últimos días, hacen una jerarquización absurda de la Asamblea Constituyente de 1917, pese a que ella no fue realmente la autora de la Constitución de entonces. Ella no fue el resultado de se impusieran con sus mayorías las posiciones antibatllistas en la Asamblea Constituyente sino que, por el contrario, la fórmula final de la Constitución cedió hacia las posiciones del Batllismo en las cuestiones fundamentales. Ello fruto de negociaciones directas entre las partes como veremos, al margen de la Asamblea Constituyente.
Para sostener lo inaudito han hecho, incluso, un publicitado evento. No entendemos por qué el Herrerismo ha lanzado un muy fuerte ataque al Batllismo. Si recordamos que cuando aconsejamos en las últimas dos elecciones votar, en la segunda vuelta electoral, al candidato herrerista (2009 y 2014) , encontramos que había no pocos ciudadanos batllistas que no querían esa opción. No pocos.
Calculamos que luego de esto, de repetirse en adelante el mismo escenario político, los antiherreristas en el Batllismo serán bastante más. Naturalmente muchos más. Se nos escapa, reiteramos, la razón de este sesgo político último del Herrerismo, pero a él habrá que atenerse de aquí en más. Los herreristas salen ahora a festejar la derrota del Batllismo en la elección del 30 de julio de 1916 y afirman sin base alguna que la Asamblea Constituyente resultante es un modelo.
El “contubernio”
En primer lugar debe señalarse que la coalición del Herrerismo con el Riverismo, en que se fundó la victoria antibatllista del 30 de julio de 1916, se apoyaba fundamentalmente en la idea de detener el entonces llamado “avancismo social” que pregonó Batlle y Ordóñez y tantos logros le dio a este país. Desde El Día se le llamó a esa asociación reaccionaria el “contubernio”.
Y que no pudiendo ellos detener al Batllismo y sus ideas de avanzada, 17 años después los dos, el Herrerismo y el Riverismo, derrocaron la democracia y las libertades mediante el golpe de Estado del 31 de marzo de 1933. Instalaron el Senado del “15 y 15”, llamado así a raíz que -lejos de la “representación proporcional integral” que regía, que se derrocó, la que distribuía proporcionalmente a los representantes electos en el país- los golpistas dividieron el Senado en 15 senadores para cada uno de ellos. Negocio bastante truhan y sin otra proporcion que las ambiciones de los golpistas.
El golpe de marzo trajo sangre, exilio, represión, tortura, falta de libertades, proscripciones, acallamiento de la prensa, etc.
El Batllismo puso los muertos por la libertad –Baltasar Brum y Julio César Grauert- y las movilizaciones populares que trajeron nuevamente la democracia en 1942. Nueve años después del golpe del “contubernio” se restauraba la República y sus garantías a las que el Herrerismo y el Riverismo habían mancillado.
A la mitad, por 1938, Luis Alberto de Herrera había presentado, asimismo, un proyecto que se convirtió en ley, para derogar el “tercer escrutinio” que es el que consagra la “representación proporcional integral”, que hace la proporción de la representación no en los departamentos sino en el país todo. Con la proporción en los departamentos hay una proporcionalidad distinta a la que resulta si se hace la proporción a nivel nacional, esto es “la representación proporcional integral”.
Esta segunda proporcionalidad favorece la representación de todos, incluso de los partidos pequeños pues les deja juntar los votos de todos los departamentos donde no han tenido representación y así obtenerla. Se iba a aplicar esa derogación confiscatoria de muchas opciones políticas en las elecciones nacionales de 1942, las que se realizaron, sin embargo, con otras reglas que las del golpe de marzo, pues antes cayó el régimen dictatorial “contubernial” como consecuencia de las movilizaciones populares que encabezó el Batllismo. Es decir, el acuerdo Herrerismo-Riverismo no solo eliminó la “representación proporcional” en el Senado (con el “15 y 15”) sino que logró eliminar la “representación proporciona integral” en la Cámara de Diputados, solo que no llegó a aplicar dicha eliminación, pues antes cayeron los golpistas.
Por el golpe de Estado, primero, y contra el retorno de la democracia después, se identificó para siempre el herrerismo antirrepublicano.
La coalición de 1916, hoy realzada por los herreristas, fue pues la misma liberticida de 1933.
Pensábamos que ahora habían civilizado. Pues no. Salen revanchistas como si nada.
Algunos de los argumentos empleados en la ocasión son a todas luces falsos, tanto que esa falsedad no la pueden ignorar los autores de esos argumentos.
Batlle a favor del voto secreto.
Dicen que Batlle se opuso al voto secreto. Falso. Absolutamente falso y es imposible ignorarlo para cualquiera que tenga el mínimo conocimiento histórico. Basta leer los diarios de la época.
El Batllismo planteó el voto secreto en un proyecto de ley bastante antes de la Constituyente de 1916. No es cierto que haya sido una bandera anterior del Partido Nacional ni de Aparicio Saravia. Que lo fue es un invento posterior.
Batlle es autor de un editorial firmado en El Día de respuesta a legisladores colorados que se opusieron al voto secreto, pronunciándose a favor del mismo sin ningún tipo de dudas. Un muy claro y preciso editorial de Batlle a favor del voto secreto fue decisivo para la instauración de ese instrumento democrático. En los 20 años antes son innúmeras las veces que José Batlle y Ordónez había bregado por el voto secreto.
Ocurre que legisladores Batllistas en medio del tironeo posterior al plebiscito de 1916 habían reivindicado el viejo y superado sistema republicano –con algunos antecedentes en la revolución francesa- en que cada ciudadano tenía el deber de expresar públicamente su opinión a cara descubierta y con responsabilidad pública. Era un antiguo rasgo de construcción de ciudadanía republicana en opinión de esos diputados.
El debate, que hoy no está vigente, fue en un momento que la gente sin formación alguna era comprada fácilmente por los poderes fácticos (recuérdese que los poderes fácticos de entonces, identificados con el “contubernio”, los dueños de las estancias, básicamente, hacían votar a la peonada por lo que los patrones querían).
Tanto Luis Alberto de Herrera como Pedro Manini Ríos, que encabezaban al Partido Nacional y al Riverismo, eran personajes centrales de la Federación Rural (entonces un poder fáctico decisivo) con claro partido contra el Batllismo, no por el voto secreto o algo parecido, sino contra el avancismo social del Batllismo. Los poderes fácticos, es decir de origen no democrático, son un enemigo de la República. Ésta brega porque no haya otro poder que el que resulta de la expresión del soberano.
Batlle respondió públicamente horas despues a los legisladores que se habían pronunciado contra el voto secreto en ese contexto con un comentadísimo artículo por él firmado donde explicaba por qué a su juicio el voto secreto es un mecanismo imprescindible en una democracia. Y criticaba la opinión de sus correligionarios. No puede haber dudas respecto de esto. Respecto al apoyo de Batlle al voto secreto incluso contra legisladores de su partido. Sostener lo contrario es a todas luces mal intencionado y tergiversador.
Pero es, además, no entender el concepto mismo de la extensión de la ciudadanía que Batlle pregonó y obtuvo para este país. Como si Batlle quisiera la ciudadanía social de los uruguayos, la ciudadanía civil de los uruguayos, la ciudadanía política de los uruguayos, todas las cuales incorporó su modelo al país, pero no quisiera el voto universal y secreto. Absurdo, completamente absurdo. Propio de la cabeza caliente de gente sin tino.
Aconsejo leer a este respecto, además, en el volumen 24 de la Revista Uruguaya de Ciencias Políticas, de julio de 2015, un estudio de la licenciada Camila Zeballos titulado “La extensión del sufragio en el Uruguay de 1915: una coyuntura pactada”. Ese estudio demuestra, en base a las actas parlamentarias, que en las dos coyunturas en que el Parlamento trató el tema del voto secreto y universal hubo unanimidad al respecto y no hubo siquiera discusión. Tanto para la ley de convocatoria del plebiscito de 1915 –con absoluta mayoría de legisladores batllistas en el Parlamento- cuanto para la incorporación del voto secreto a la Constitución aprobada en 1917 en la Asamblea Constituyente. En ambos casos, reitero, sin discusión ni oposición.
La Constituyente de 1917.
Como cualquiera sabe, la Constitución resultante de ese proceso histórico no fue resuelta en el seno de la Convención Constituyente.
Por fuera de ella, a iniciativa de Batlle, se armó una reservada “Comisión de los 8”, en la que participaron por partes iguales batllistas y “contubernistas”. Surgió pues de la negociación directa entre las partes. Así nació la Constitución de 1917.
Por eso, la Constitución de 1917 no recoge las posiciones solamente de la mayoría antibatllista de la Asamblea Constituyente sino que instauró las más importantes reivindicaciones de la minoría del cuerpo, del Batllismo, como el Colegiado, la separación de la Iglesia y el Estado, la “representación proporcional”.
¿Qué tenían en la mano los representantes del Batllismo en la Comisión de los 8 (Brum, Arena, Buero, Areco)? ¿Con qué impusieron sus criterios?
Lo lograron asumiendo el compromiso que hasta su muerte José Batlle y Ordóñez no sería candidato nunca más a la Presidencia de la República. Iba a ser un proscripto eterno para ese cargo. En realidad se planteó, por parte de los nacionalistas también, que Batlle no fuese candidato tampoco en la primera convocatoria para presidir el Consejo de Administración colegiado. Batlle aceptó. Estaba cediendo intereses personales para obtener reglas de juego superiores para el país. Asi transformó la derrota de julio de 1916 en la victoria de las ideas republicanas radicales consagradas en la nueva Constitución. Hizo valer algo que todos sabían, que el soberano se inclinaría por Batlle en todas las elecciones presidenciales posteriores.
“Don Pepe” (con Don) nunca más fue candidato a la Presidencia, pues, y murió 12 años después. Había sido tres veces Presidente (una interino como Presidente del Senado), sería luego Presidente del Consejo Nacional de Administración (1923-1925), colegiado, mas no sería más candidato a la Presidencia de la República. Ello pese a que el Partido Colorado de mayoría batllista ganó los tres comicios presidenciales posteriores con Batlle vivo. Hubiere sido Presidente con facilidad, pues, dos veces más, en 1919 y en 1927.
Era su decisión, en coherencia con el antipersonalismo que profesaba, logró el paso necesario para obtener suficientes concesiones el “contubernio” como para lograr un Estado moderno. El Estado moderno, la continuidad de las políticas de construccción de la ciudadanía social, ciudadanía política y ciudadanía cívica del país se apoyaron en ese sacrificio de Batlle.
En algunas de las concesiones que el Batllismo hizo, los delegados del Batllismo le hicieron ver a los otros miembros de la Comisión de los 8 (a los 4 antibatllistas) que Batlle no estaba enterado de esa concesión y que de estar enterado no la apoyaría. Todo esto lo cuenta con detalle el propio Batlle y Ordóñez en un artículo llamado “Mi posición en la Reforma”, publicado de inmediato al acuerdo. En el relata como paso a paso de las negociaciones fue conversando con los delegados colorados, orquestando incluso, lo que se iba a hacer pasar como que se hacía a espaldas de Batlle.
“Representación proporcional” y “representación proporcional integral”.
Tanto la “representación proporcional”, como la “representación proporcional integral” son obra del Batllismo. El ataque antibatllista actual sostiene falazmente que se hicieron contra el Batllismo.
El Día hablaba a favor de la “representación proporcional” desde principios de siglo.
La “representación proporcional” se concreta con la Constitución de 1917.
La “representación proporcional integral” se concretará en 1925. Es decir hubo unos años (1919-1926) en que no rigió la “representación proporcional integral” sino solo la “representación proporcional”.
Hay un artículo de El Día de 1904 en que se sostiene que la mejor o peor “representación proporcional” sugrirá del sistema que se implante para resolver que hacer con los “restos” de votos. En esa reflexión de ingeniería politológica ya estaba, en pañales, la idea de la “representación proporcional integral” que se consagraría en 1925 por obra del legislador batllista Francisco Ghigliani. En 1904 probablemente nadie entendía lo que Don Pepe tenía en la cabeza 21 años antes de concretarlo. Tampoco hoy casi nadie lo entiende. Es que el país del éxito no se hizo por casualidad sino que fue obra de ingenieros institucionales.
En los años de las revoluciones de 1897, 1903 y 1904 se discutía otro tema, no la “representación proporcional”. Sí lo que se llamaba la “representación de minorías”. Es decir, cuántos votos tenía que tener la minoría en una circunscripción para tener representación parlamentaria, lo que fue cambiando desde un cuarto de los votos, al llamado mal tercio, al tercio, etc. El sistema no era proporcional. El que ganaba se llevaba una mayoría y el resto se repartía entre los que perdían. Queda todavía al día de hoy del sistema no proporcional, la integración de las Juntas Departamentales actuales: 16 curules para la mayoría, 15 para todos los demás. Así era en casi todo el mundo entonces.
No era a principios del siglo XX una bandera del Partido Nacional ni el voto secreto y la representación proporcional. Solo de aumentar la representación de las minorías que es otra cosa.
La “representación proporcional”, lo señalamos para los que no lo tengan presente, sustituye el sistema de “representación de las minorías” anterior que otorgaba bancas en la circunscripción a las minorías sólo si ellas pasaban algunas barreras, sistema vigente en buena parte del mundo entonces democrático, por una “representación proporcional” de los votos obtenidos por cada circunscripción.
El sistema de “representación proporcional”, el hoy vigente también en casi todo el mundo democrático, atiende la mejor proporcionalidad en cada circunscripción, o departamento en el caso uruguayo. Pero los votos sobrantes en cada departamento se pierden. De manera que la mejor proporcionalidad en los departamentos genera, sin embargo, desproporcionalidad en lo nacional.
Para la “representación proporcional integral” hubo que esperar que el Batllismo lograra imponerla en 1925, después que el Partido Nacional se opusiera a la creación misma de la Corte Electoral, para lo cual el Batllismo debió anunciar que si no se hacía una Corte Electoral se abstendría de concurrir a elecciones. Lo cual suponía deslegitimar un sistema que no reconocía la necesidad de un padrón electoral independiente, garantías en el sufragio, etc., proporcionados por una Corte Electoral. Ella también es obra del Batllismo.
Si queremos proporcionalizar en lo nacional, la llamada “representación proporcional perfecta” o “representación proporcional integral”, tenemos que establecer una norma como la que surge del artículo 88 de nuestra Constitución que señala que la representación de los partidos en los escaños tiene que ser igual a la proporcionalidad nacional de los votos.
Es decir se agregan diputados en los departamentos, mediante el tercer escrutinio que, después que se han asignado los representantes por departamentos, se asignan los representantes que surgen de las proporciones nacionales, que determinan que la proporción de representantes de cada partido a nivel nacional sea igual a la proporción de votos a nivel nacional. Para ello, los diputados agregados hacen necesariamente desproporcional la representación a nivel departamental.
Todo sistema proporcional o es proporcional en lo departamental y entonces es desproporcional en lo nacional, o es proporcional en lo nacional y entonces es desproporcional en lo departamental.
Pongamos un ejemplo, en 1989 Salto tuvo más votantes que Paysandú, pero Paysandú tuvo cinco diputados y Salto dos. Es que los partidos obtuvieron escaños en lo nacional por el tercer escrutinio para igualar la proporción nacional de votos y tres de esos escaños se depositaron en Paysandú pues allí había buenos “restos”. Es decir, para cuidar la proporcionalidad nacional se desproporcionaliza la proporcionalidad departamental y así la proporcionalidad de Paysandú, en el caso señalado, se distorsionó completamente, en beneficio de la proporcionalidad nacional. Es decir, ambas proporcionalidades son legítimas y al elegir la proporcionalidad en un nivel (nacional o departamental) se está decidiendo, necesaria y simultáneamente, que la proporcionalidad del otro nivel sea de sentido contario.
En casi todo el mundo, salvo dos o tres excepciones entre las que nos encontramos (otra es Israel, otro caso de territorio muy chico), que la proporcionalidad que se cuida es la proporcionalidad local, o de las circunscripciones, o departamental y no de la nación, como si se hace en Uruguay e Israel. Como Uruguay no tiene “barrera electoral” –porcentaje de votos nacionales mínimos para obtener representantes, porcentaje sin el cual el partido no puede alcanzar ningún escaño- e Israel sí tiene barrera electoral, entonces la proporcionalidad nacional de Uruguay es la más alta del mundo.
En la Constitución de 1917 se estableció la “representación proporcional” y en la legislación de 1925 se estableció la “representación proporcional integral”. Como contribución de los batllistas.
Para los batllistas este tema era central. Así como se había trabajado por la integración social, la integración de géneros, la integración cultural (liceos en el interior, por ejemplo), la integración inmigratoria, etc., la integración política necesitaba que los partidos pequeños no jugaran fuera del sistema, sino que estuvieran integrados al mismo. Incluso por ello, a principio de la década del 10, la séptima seccional batllista de Montevideo había recibido la orden de poner 500 votos a los socialistas de modo que estuvieran dentro del sistema. Con esos votos batllistas se eligió diputado a Emilio Frugoni.
El sistema de “representación proporcional integral” permitía que los partidos menores juntaran los votos de todo el país y los hicieran valer en una circunscripción. El diputado se lo daba el sistema electoral y no el favor de otro partido.
Hubo un solo uruguayo que derogó la “representación proporcional” (mediante el Senado del 15 y 15 del golpe de Estado de 1933) y la “representación proporcional integral” (mediante la eliminación del tercer escrutinio propuesta y aprobada en las cámaras terristas). Fué Luis Alberto de Herrera. Incluso a los diputados por tercer escrutinio, en su campaña contra la “representación proporcional integral”, Herrera les llamaba despreciativamente “diputados por rastrojo”, juntaban votos de todos los departamentos para obtener una banca en un solo departamento. Y ahora los sucesores de Herrera proclaman que fueron los adalides tanto de la “representación proporcional” como de la “representación proporcional integral”. Poco serio, realmente. A los que eliminaron las representaciones proporcionales atribuirles us consecusión. Inconsistente por decir lo mínimo. Como si la verdad no importara nada y toda la gente fuera ignorante.
La historia separa a los batllistas de los Herreristas, tanto como une –en su credo republicano- a los blancos independientes (luego Wilsonistas) con los batllistas.
Nosotros, en ánimo de no agrietar a la oposición, no pensábamos en tener que abordar estos temas.
La fórmula del Batllismo –republicanismo radical más socialdemocracia- fue la única que le dio integridad e identidad a este país. Eso es lo que en el “contubernio” –y en otros lados- no pueden aceptar. Por eso tergiversan, con desvergüenza.
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