El que crea que los nacionalismos
-incluyendo los europeos- puedan desaparecer, no tiene la más pálida
idea de las arraigadas fluctuaciones políticas mundiales. Es muy
cierto, en Escocia aún ganaron los ingleses. Festejan Cameron y las
grandes potencias que lo rodean por los problemas que hubiese
suscitado, desde el punto de vista económico financiero y un esquema
político a reformarse en su totalidad. Pero si yo fuera inglés no
dormiría tranquilo conociendo que el 44% del pueblo escocés no se
siente británico. Es obvio que hay un nacionalismo profundo y muy
arraigado, el porcentaje es demasiado importante como para
desconocerlo. Es evidente que tanto los catalanes como los vascos que
están quietitos “de pata arrollada” esperaban para festejar la
independencia escocesa. Por situaciones e intereses particulares y
parecidos de cada uno. Pero no todos los nacionalismos son iguales, o
sea que también hay variantes son sistemas enfrentados al
imperialismo. La subdivisión inglesa era un poco demostrar la
debilidad de la rubia Albión y una fragilidad futura que comenzaría
a despedazarse. Algo parecido a lo que sucedería en España, que si
los catalanes y sin duda los vascos, tuviesen una situación de
separación sufriría la vieja Ibérica divisiones en las zonas más
prósperas muy difícil de compaginar para soluciones futuras.
Correría el riesgo de disoluciones o rupturas definitivas. Incluso
en este último caso, a diferencia de Escocia, la Iglesia Católica
que siempre jugó un partido muy importante para la unidad de España,
tendría que manejarse en situaciones especiales y delicadas. La
Iglesia vasca por ejemplo, siempre fue separatista. Si bien
doctrinariamente pertenecen a una misma fe, cuya cabeza es Roma, en
lo interno fomentaron y muy activamente la independencia del país
vasco. Connotados historiadores éuscaros han sostenido y con razón
que la propia ETA tuvo sus orígenes en conventos jesuíticos, sin
perjuicio de los variados fusilamientos que Franco en su momento hizo
de curas vascos. En Cataluña es muy similar, vascos y catalanes
siempre fueron vecinos “bien dispuestos” entre ellos. En
Inglaterra es distinto, los ingleses más hábiles que los españoles,
es notorio, participaban fraccionariamente a los escoceses incluyendo
los sectores eclesiásticos, de un cogobierno que trataron siempre de
que fuera globalizado, reinas escocesas casadas con ingleses y
viceversa, por ejemplo, hacía una participación notoria más
abierta que la que tenían con los irlandeses. Y de esa manera se
explican más de 300 años que llevaban de una unidad muchas veces
“atada con hilo dental”. Por todo esto llama la atención la
desesperación que tenían los ingleses desde la Reina y Cameron para
abajo poco menos que implorando ostensiblemente por la unidad de
Inglaterra y a su vez el desprecio de los dirigentes escoceses en
declaraciones que son notorias contra el sentimiento unitario
imperial inglés. Que Inglaterra, uno de los significativos y
emblemáticos imperio que se mantienen a la vieja usanza, con
historia, tradiciones, costumbres, idiomas, unidad comercial y
ejércitos, se haya mantenido todo este tiempo y que de buenas a
primera se puedan quebrar llegando nada menos que a un 44% de gente
que en un pueblo integrado y que además goza de los más homogéneos
en el mundo no es para dormir tranquilos. El tiempo es un “gentil
hombre”, en el transcurso de los años, no lo vamos a ver nosotros
posiblemente, los imperios se van degradando en su momento fue
Francia cuya revolución terminó con el absolutismo monárquico.
También le pasó a España y a Portugal que fueron perdiendo
“pilchas del apero”, dividiéndose correlativamente y hoy día le
puede tocar perfectamente a Inglaterra y con el tiempo incluyendo los
yanquis. Los imperios no tienen amigos. Tienen subalternos explotados
y contra ellos se han levantado siempre los nacionalismos. Se pierde
y se gana, pero la llama siempre está encendida. En Inglaterra todo
quedó como estaba, por ahora. Con cambios estratégicos que se
tranzan en aras de la pacificación inmediata. Pero a la larga es
circunstancial. Lo permanente de un pueblo es su cultura, es su
historia, son sus hombres y descendientes directos, es su
idiosincrasia, sus costumbres, una homogénea manera de pensar, sus
idiomas, sus religiones, todas realidades que no separan sino que
unen. El haber conquistado territorios con otros pueblos que han
sido sometidos y se someten por la fuerza tiende a romperse
institucionalmente. Aunque los hechos dicen lo contrario, los
escoceses no perdieron, su sentimiento nacional sigue vigente y tal
vez necesiten algunos “retoques” para concretar añejos sueños
libertarios.
Leopoldo
Amondarain
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