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miércoles, 4 de mayo de 2016

LA ETAPA SALTEÑA DE RONDÁN MARTÍNEZ Por Leonardo Garet




Una obra silenciosa

    Uno de los lugares más recorridos de la crítica literaria es señalar la identidad de vida y obra de un autor, aunque en esta se reflejen y a veces lejanamente, pensamientos, preferencias y emociones en forma independiente de situaciones y tiempos concretos. Propio del diario íntimo y de la prosa es la fidelidad a los detalles que permiten reconstruir el itinerario no sólo espiritual sino del ciudadano en tanto persona sobre un mapa. La poesía de Rondán es un caso de diario íntimo, sin dejar de ser poesía.
“Escribo sobre lo que veo” podría haber sido la consigna desde Cien Manzanas a Poemas sin esquinas. Caso aparte son sus canciones que reflejan su pensamientos pero ante un motivo que le llega desde el exterior. No tiene canciones referidas a instancias personales de cualquier índole: Mi / una / noche / despedida, amor / etc. Las canciones exhiben el signo de la intemporalidad y provienen de conceptualizaciones.  De las dos obras poéticas publicadas por su autor, una tiene los rasgos de intimismo de toda su poesía, Latitud Chuy, y la otra, Artigas compañero, se acerca a la condición de las canciones, en tanto desarrolla un tema propio de la historia.
    Y también podría decirse, como de Walt Whitman “Esto no es un libro. Quien lo toca está tocando a un hombre”. Quien lee a Rondán escucha una confesión, o mira a través de sus ojos en cada momento.
   

Un poema. Tres libros

Un poema: Canto al Salto Antiguo

Canto al Salto Antiguo se ha conservado en la antología Cuaderno de Poetas Salteños 1 y es lo único que quedó en Salto vinculado a su nombre. 2 Se trata de un texto de 8 cuartetos, con versificación en alejandrinos y verso blanco.
Elegir un modelo puede inducir a varias interpretaciones, ninguna quizás definitiva, pero es algo que sugiere, sin duda, una cercanía espiritual. José María Rondán Martínez exhibe en este poema una indesmentible atracción por la poesía de Jorge Luis Borges. El motivo, la versificación, la elección de los elementos y el tono de recreación encomiástica, son los mismos. “Y fue por este río de sueñera y de barro  / que las proas vinieron a fundarme la patria” (Fundación mítica de Buenos Aires 3), se convirtió en “Hace dos siglos me fundaron el Salto / varios hombres ansiosos de conquista y leyenda”. La patria (de Borges) y el Salto (de Rondán) fueron fundadas para ellos, sus cronistas: “a fundarme” y “me fundaron”. Borges elige instalarse en el mito “a mí se me hace cuento que nació Buenos Aires / la juzgo tan eterna como el agua y el aire”. Por el contrario, a Rondán destaca la fecha imponiendo la historicidad, aunque sin alejarse del aire de leyenda. Rondán imagina también los barcos y después, en ambos poemas, se dibujan los rasgos del presente en su primera aparición. “El primer organito salvaba el horizonte”, “el almacén rosado…brilló”, “una cigarrería sahumó como una rosa”. El paisaje de Borges edifica esa primera manzana “sin vereda de enfrente”; Rondán es más enumerativo, desea en cada verso recrear el paisaje reconocible con una pincelada, independiente y a la vez al servicio del conjunto. En tanto el título del argentino revela la voluntad de mantener la fundación en un plano lejano del tangible, el uruguayo la rescata para el presente, le canta. Borges afirma que Fundación mítica “le disgusta por su fatalidad laboriosa”. Si ese juicio hubiera que hacer, más laborioso es el poema del salteño, sin dejar de ser, como el ultraísta de Borges, un excelente ejemplo de fundación poética de una ciudad.
Buenos Aires y Salto se fundan a partir de un rasgo prototípico que se pone en movimiento. La esfera del mito permite presentar con engañosa y simpática facilidad los procesos. Se propone un corte, o una visión sincrónica de lo que, de suyo, es diacrónico. En ambos casos, finalmente, se destacan exclusivamente los rasgos positivos, por empatía, importancia, o simplemente porque son un índice de lo que la ciudad llegaría a ser.
Buenos Aires y Salto, ¿qué son en los poemas de Borges y de Rondán Martínez, sino ciudades imaginarias, compuestas precisamente, como dice Borges, de forma laboriosa? Elementos constitutivos del hoy que se ordenan en el ayer. Si esa ciudad ideal no existió nunca, existe en cambio en el afecto y es la razón de que se encuentren tan ligadas a la melancolía del canto. La sabemos perdida y la recuperamos con la memoria aunque en ese trayecto haya más incorporaciones de la imaginación que de la realidad. Hoy, a más de medio siglo de la propuesta del salteño, y a bastante más de la del argentino, no es difícil -alcance natural de los textos bien logrados- situarse nuevamente en similar perspectiva y en la candorosa recreación.


Primer libro. Cien Manzanas

    Uno de los barrios en que Rondán Martínez vivió en Salto da nombre a su primer conjunto de poemas, “Cien manzanas”. Cien Manzanas 4 tuvo jerarquía de libro porque como tal se lo ha citado, pero se han conservado apenas diez textos. Se sigue en ellos se la huella de Bécquer y de Evaristo Carriego en la mirada conmovida hacia las situaciones humildes y tristes. Sobre sus preferencias y lecturas de los primeros años Julio Dornel recuerda: “En un rincón su “biblioteca” sobre un cajón de madera y en completo desorden sus amigos de papel (libros) con sus páginas amarillentas. Libros que comenzaba y pocas veces terminaba. Un entrevero fenomenal entre Florencio Sánchez, Cervantes, Unamuno, Salgari o Ghandi.” 5
    Casi en los mismos días de Canto al Salto antiguo, la visión de Cien Manzanas se atiene a la descripción desde el afecto, donde el propósito es el rescate de lo pintoresco sin dejar espacio a encrucijadas personales o sociales. Es como si el paisaje se formalizara a través de un vidrio que filtrara dolores, desengaños e injusticias. El boliche es el centro de la vida social del barrio “Boliches suburbanos luciendo su compadre / y naipes que batallan con el sueño y la vida” (Cien Manzanas), la luna y las flores el escenario de encuentros amorosos y de forma simultánea se hacen presente la vida nocturna “con tragos y barajas” (Arrabal convivido) y la intimidad digna y sana “Interior de las casas del vecindario bueno / que subraya la historia común de Cien Manzanas” (Ventanas). La atmósfera del barrio marca para siempre al poeta, que puede sentir “Este jardín del cerco y estas dalias / bondadosas de aromas y de olvidos / hacen que vuelva el alma a enamorarse / de crepúsculos tibios, conocidos” (Calles). La nostalgia suaviza impresiones y permite un reencuentro de dolor atenuado “El devenir de un tiempo sin fronteras / en mi recuerdo vive y se entretiene” (Luna de enero). Y el texto –final en este conjunto- Mañanita, es un canto al trabajo humilde y alegre, enumerando oficios siempre con la percepción positiva que pueden brindar. El mundo despierta en el barrio Cien Manzanas, como si se iniciara la vida: “Mañanita, caserío / inédito de voces nuevas, / delantales saltarines / fragantes de sol y escuela”.
    Nocturnidad romántica, con paisaje fantasmal (Calle nocherniega) y romántica relación amorosa (Poema y Martes) confirman la ingenua mirada del joven escribiendo sus primeros desengaños.
Quizás el más antiguo del conjunto sea Veinte años, un texto referido al cumpleaños como fecha en que más se siente la ausencia de la familia y la pobreza. Alude a 1956, o sea el mismo año de Canto al Salto antiguo. El cumpleaños volverá a ser una fecha de referencia y auto evaluación en el libro Latitud Chuy, poema XV y en Nosotros, poema VII y VIII.
Cien Manzanas tiene versos propios de la categoría de Rondán pero no un poema que supere la descripción prendida al pintoresquismo decorativo. A pesar de tratarse de un barrio humilde, no hay versos que denoten la pobreza. La poesía no es todavía para su autor el lugar de expresión dolorosa y de denuncia.


Segundo libro. Genealogía

El apellido que no firmaba oficialmente pero que el poeta rescataba en sus obras, el de su padre nacido en Belén, significa su orgulloso emblema de estirpe charrúa. A esos antepasados del cauce materno y paterno, dedica el libro Genealogía, 6 al que su autor hacía referencia frecuente entre sus amigos de Chuy, pero que nunca intentó publicar siquiera parcialmente, comportándose con similar pudor que su ilustre antepasado en escondite de obras y en ocultamiento de identidades, Fernando Pessoa. Vale la pena la exhumación  del libro oculto.
Genealogía representa otra forma del diario íntimo, con retratos de personas de su afecto, extensivo a los representantes de su raza. Asumir la raza charrúa es parte de su orfandad. El conjunto se compone de textos de variada métrica pero siempre dentro de una cuidada perfección formal, por ejemplo: Tata Eugenio es de alejandrinos, Hno. Andrés, mi profesor de sexto y Teresa Rondán se componen de heptasílabos y alejandrinos y Abuela, tú, Sofía, de perfectos endecasílabos. Quizás sea hasta irreverente hablar de aspectos técnicos del verso cuando de entraña viva se trata, pero no deja de llamar la atención el grado de perfección de obras tan a punto de perderse para siempre.
Genealogía se compone de tres secciones: la primera, titulada “Indio amargo”, la segunda, “Amor indio” y la tercera, “Genealogía”.
“Indio amargo” contiene títulos que aluden a la raza charrúa; “Amor indio” son textos señalizados con números romanos y “Genealogía” está formada por textos titulados con nombres de los familiares cercano.
                   
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Los poemas de la primera sección se ubican en la esfera de la leyenda. La fuerza expresiva surge de quien escribe como integrante de la raza y no su espectador lejano. “Indio amargo” puede ser el propio poeta que proyecta su recreación “Quiero saberte legendario y solo” en el texto Indio amargo, que vale como prólogo.
En toda la sección se reconoce una previsible idealización, que no existirá en los textos dedicados a los familiares y se filtra un aliento romántico de apología en medio del planteo de protesta y reivindicación.
El tono del conjunto lo señala Elegía a mi raza salvaje, impregnada de acento bélico, donde se percibe la primera persona como la voz del indio. Un cuadro plástico trasmite la intensidad del sentimiento: “Los espíritus malos parece que se dieron, / un festín con sus huesos”. En Sangre desatada aparece una imagen “Semental desbocado hacia la muerte” que le queda tan bien al indio como al héroe de Artigas compañero le quedará “Semental desbocado hacia la aurora”. La extinción del indio es el resultado de la lucha de fuerzas antagónicas del bien y mal, Tupá y Añang: “Ni Tupá poderoso la salvó del destino, / de ser polvo aventado por el soplo de Añang”.  7 En Pregón indígena se conjugan la rebelión por la desaparición de la raza con la rebelión por la situación menesterosa del presente: “Quien tuviera la fuerza de aquel malón salvaje, / para asaltar fortines de injusticias y miseria…” El leitmotiv de esta sección es el reclamo por la inocencia salvajemente erradicada que concluyó con la extinción de la raza. Por Indio amargo y por textos de Artigas compañero, bien correspondería bautizar a Rondán como “El poeta charrúa”.
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La segunda sección, “Amor indio”, trata el tema del amor aparentemente como si se confesara tranquilamente, atribuyendo los sentimientos a imaginarios y lejanos antepasados. Pero se advierte que presenta como un apasionado encuentro con una mujer, cuando en realidad se trata de la raza. Manteniendo esa ambigüedad se potencia y personaliza el deseo de reencuentro con la estirpe charrúa. Poemas de rara perfección, tres de ellos están compuestos en terza rima y un serventesio, por influencia quizás, de la famosa Elegía (a Ramón Sijé) de Miguel Hernández, poeta admirado por Rondán.  
Mediante la magia del amor (I) se busca la resurrección de la mujer y con ella, la de la raza: “Yo con la magia, que el amor provoca, / juntaré tus cenizas calcinadas, / para forjar tu rostro primitivo / junto a mi boca libre, apasionada, / sedienta de tu beso sensitivo”. Una elaborada propuesta brinda unidad a los poemas de “Amor indio”. “India del litoral, sal de la roca” (poema I) tiene su continuidad en “dueña del litoral, doncella hermosa”, en el poema II. En el abrazo imposible vibra la esperanza de tener a los suyos en el presente, o de meterse con ellos en el pasado. El motivo de la apasionada búsqueda del amor de la mujer india “ceñida a tu cintura”, destaca sobre poemas donde se presenta la derrota del indio. Por igual se insiste en el amor carnal, pero paralelamente debe interpretársele como sustitución o símbolo del amor a la raza. Esta postulación recuerda a la amada de El Cantar de los Cantares, tan humana y, sin embargo, tan laboriosamente estudiada como relación con la divinidad.
Los tres textos que despliegan y añoran la unión con los ancestros lejanos, contrastan con los otros formados por cuartetos que imponen la realidad del genocidio de la raza.
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La tercera sección, Genealogía, ostenta la originalidad que proviene de su autenticidad. Se trata de textos que son otras tantas cartas entrañables, reverencia lírica a personas de su afecto aunque pudieran ser desconocidas. Lo primero que se destaca y que es una de sus cartas de triunfo es que no hay en ellos una sola nota de esa heroicidad post mortem que casi unánimemente exhiben los poemas de homenaje. La conmovedora mirada del autor se nutre exclusivamente de profundidad, de afecto genuino, de piedad, de comprensión y de asunción de la muerte de los suyos como presagio de la propia y causante de su soledad. Los abuelos Sofía y Eugenio presiden la estirpe. Abuela, tú, Sofía…8 desanda la historia del personaje a partir de su presente: “Tu vejez se ha quedado en el retrato” y sale el niño en búsqueda de los recuerdos que arman la historia del ser querido. No se encarecen las manifestaciones de dolor, pero éste queda al desnudo cuando expresa: “Y ahora que te siento en el silencio / del osario común, la desventura / de saberme ya hombre y sin abuela, / clava su puñalada de presagios / en mi destino trashumante y solo…” Igualmente conmovedor es Tata Eugenio, un poema que declara que la poesía es el medio de rescatar el tiempo: “Son cosas que te escribe tu nieto, Tata Eugenio, /  para saber de nuevo tu sonrisa de hombre”. Fiereza y mansedumbre de una vida oscura, “hormiga laboriosa”, que es luminosa para los suyos. La muerte con su paso de gigante violenta a la persona, a sus pertenencias que son símbolos, a su pasado y su futuro, porque todo empieza a morir con el que muere. La enumeración no puede ser más sugerente: (la muerte) “holló tu barba blanca, tu poncho, tu sombrero, / tu estatura de gaucho, tu estirpe, tu apellido…”
    Teresa Rondán es el poema dedicado a una tía a la que se recuerda en su presencia dolorosa “manos sarmentosas” y  sobre la que se vierte la piedad lírica “¿Dónde andará tu alma? / Quizás en la azulina región de tu cigarro, / o metida en la caja de una guitarra criolla.” 
Como si formara parte de su familia, con el concepto amplio de que es también responsable de su vida, aparece integrado a Genealogía, su maestro: Hno. Andrés, mi profesor de sexto. La vida del Colegio “Sagrada Familia” de Salto oscila entre salón y patio, destacándose el lugar de juego, fiestas  y contemplación de cielo.
El autor siente la necesidad de incorporar a todos los familiares que rodearon  infancia. A los padres les dedica Carta a mis padres y Madre vuelve, que evidencian la situación dolorosa de haber sido criado con los abuelos primero y las tías después. Sin rencores, pero con dolor: “ya veis que es angustioso llamaros cuando tengo / la mocedad gastada como viejas monedas”. 
Genealogía desarrolla distintas formas de la nostalgia por los familiares ausentes y en Retorno imagina –machadianamente- una situación similar a El viajero. “Todos callamos” concluye Antonio Machado su primer poema sobre el retorno de su hermano Joaquín, ubicándose como uno de quienes lo reciben. Rondán siente, además del tiempo, el reencuentro con la miseria; en su poema es él quien retorna y contempla una escena en la mesa: “Las manos comprensivas, se oprimirán sumisas. / Entenderán los ojos lo que los labios callan…” en un dramatismo de otra índole, que proclama también el dolor de los retornos.
Los tíos –Balbino, Tunica, Patricio, Isabelino, Francisca y Cantalicio- en Carta a mis parientes son presentados de forma admirativa y simpática. Igualmente se derrama afecto hacia la tía Hermenegilda (en poema no incluido en este libro y que se incluye en Poemas ) y a Alcira y Alberta en el poema VIII, de Nosotros. Una curiosidad de Rondán es que debe ser el poeta que más ha cantado y siempre en forma encomiástica, a los tíos. A propósito, es bueno recordar lo que escribió Julio Dornel: “Para esas tías que trajo de Salto junto al equipaje fueron sus primeros versos”. Y transcribe los siguientes versos: “La tía sin ventura se repite / en el mate lavado y el puchero. / Trigo abnegado su palabra nace, / en la hondura infinita de los años. / Hay en sus ojos tristes la neblina / de algunas mañanitas bondadosas. / Humo de calendarios y relojes / componen alfabetos y recuerdos. / Tía de amaneceres y fantasmas / cenicienta del pan y de la escoba / siento tu voz cansada que me sube / por la arteria latente de mi infancia”. 9


Tercer libro.  Patria Chica

Patria Chica 10 se conserva en un estado que evidencia su carácter incompleto. La unidad del conjunto viene de la mano de la forma de composición dominante, el romance (un soneto como cierre) y además del tema, que es la presentación de lugares emblemáticos de Salto. Los lugares de belleza natural, los del pasado y los dominados por la pobreza tienen textos bien definidos.
El libro se abre con Romance de otoño en Salto, una convocatoria “a vagar por cualquier lado / pues todo es hermoso en Salto”. La actitud del niño de tirar una piedra en un lago, el olor a fruta fresca y el juego de espejo del agua indican el deseo de participar de una ciudad disfrutable. El Parque Solari, en la época recordada por el poeta se puede decir que era casi el límite de la ciudad y un lugar magnífica arboleda y espacios destinados a la reunión amable y contemplativa. (También albergó hasta mediada la década del sesenta un pequeño zoológico). Frente al predominio del verde en Parque Solari aparece el colorido de Romance de los avisos luminosos que permite una visión equilibrada del poeta: “con letreros luminosos / quiero componer tu nombre / y ubicarlo muy arriba, / allá donde el cielo toque / con su manto azul oscuro / la plegaria de los pobres”.
El conocimiento del pasado profundiza la visión y se siente la ausencia de lo que fue propio del paisaje y del movimiento económico de la ciudad: los viñedos y los astilleros, motivo de sendos romances, donde ambas pérdidas se sienten como irrecuperables. Los motivos estrictamente personales se hacen presente en Romance para un olvido, Romance de la esperanza y Romance para mi muerte. En el mismo tono intimista se destaca el breve texto Visitas a mi familia, confirmatorio de una visión similar a la de otros textos que recuerdan la pobreza de su infancia.   
“Se es exigente con lo que más se quiere” podría ser la máxima que diera la pauta del espíritu de Romance de barrio pobre, un poema de ritmo lorquiano, al servicio del retrato de un barrio que puede estar en lugar de muchos, donde no se elogian galas sino se señalan necesidades. 
Adiós a Salto –casi seguramente ubicado en último lugar del conjunto- es el único soneto que se conoce de Rondán. Resulta irresistible tentación leerlo junto al poema con el mismo título de Víctor Lima y que se ha convertido casi en himno de Salto. El poema de Rondán no es como el de Lima destinado al canto. Víctor Lima siente que lo positivo de sus vivencias, imágenes y recuerdos, sale a despedirlo en un tono marcadamente nostálgico. Se aleja de la ciudad, se da al camino, simplemente por “ansias de caminar.”  El poema de Rondán establece una clara separación entre el paisaje hermoso y la situación social de pobreza: “Dejo tus barrios tristes donde asomas / más desnuda que nunca: los fatales / rancheríos de lutos sin ceibales, / rostro de miseria entre las lomas.” La separación es dolorosa y eleva una esperanza remota en la imposición final que podrá lograr  la belleza: “… Fío / en tu estructura grácil, generosa, / en la brisa que agita tus canciones / y en el verano repartiendo rosas.” 
Patria Chica tiene, como libro, menos ambición que Genealogía. Pero el poema Adiós a Salto vale por sí mismo y en cualquier conjunto.
En las notas  gráficas, el Director de Cultura de la Intendencia de Salto, Leonardo Garet acompaña a los familiares del poeta Rondán Martínez durante el homenaje realizado en el 2014 en la Sala de Escritores Salteños.