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lunes, 14 de marzo de 2016
DON JOSÉ CASTILLOS: “LA CASA INVITA, PERO EL CLIENTE PAGA”. Por Julio Dornel.
La pintoresca aldea del 62, tenía sus personajes populares, que por distintos motivos se estaban metiendo para siempre en la mejor historia de una frontera que buscaba su lugar en el concierto departamental. Era el tiempo de la inocencia para una población de cosas sencillas y de poca importancia, donde todos se conocían, sin las urgencias que nos van arrinconando en la actualidad en nombre del progreso. Quienes vivieron esos años recordaran sin mayores esfuerzos a Don José Castillos, uno de los personajes más auténticos de la noche fronteriza. Por estos días (16/12/16) se cumplió un nuevo aniversario de su desaparición física (39) y no podemos sustraernos a la tentación de volcar en la página, algunos recuerdos sobre la personalidad de este auténtico símbolo del Chuy que se fue. Un filósofo de la calle, al decir de Wolmer Piraine, pero sobre todas las cosas un amigo sin dobleces que sigue viviendo en la memoria de quienes tuvimos la suerte de conocerlo. Trabajó durante muchos años en la fábrica de café y tabaco de la firma Silvio Fossati y Cía., bajo la atenta mirada de Mario Fernández el Jefe de Personal en la década del 40. El 17 de Julio de 1954, contrae matrimonio con María Elena Viojo (Doña Chela) y abandona la fábrica para instalar su negocio propio en la intersección de Samuel Priliac y Leonardo Olivera. Posteriormente se traslada a la avenida Internacional frente a restauran JESÚS, para anclar finalmente junto a farmacia CHUY, con bar y confitería “EL PESCADOR”. Fueron más de 10 años en ese cálido reducto que recibía diariamente a “Manzanares” González, al “Negro” Mario, al “Moscón”Sena, al “Mago” Pedrada y al “Alemán Vogler" entre varios. Transitó por todos los “vericuetos” de la vida, extendiendo la mano en un gesto de cálida amistad, para compartir anhelos de una población que surgía vigorosa junto a la línea divisoria. El trago entre amigos y una camaradería a toda prueba estiraban la noche fronteriza hasta salir el sol, en una arraigada costumbre de dormir durante el día para tomar “impulso” al caer la tarde. Tuvimos la suerte de contarlo entre un núcleo muy especial de los amigos del 60, lo que nos da las credenciales necesarias para dedicarle el espacio de hoy. También entre los habitúes de EL PESCADOR, podemos recordar a Pocholo Ferreira, Hugo Sorozabal, Ramón Rodríguez, “Cotica”, Pirincho, el “Piñón Fijo, “Caramelo”, el “Negro Viejo”, el “Gordo” Roberto, el “Negro” Carlos y muchos otros que escapan a nuestra memoria pero que supieron de noches largas junto al mostrador de Don José. El Pescador fue en su tiempo uno de los lugares preferidos de la frontera, donde “la casa invitaba, pero el cliente pagaba” en un slogan muy propio de don José que llegó a confundir a muchos visitantes que aceptaban la invitación y luego terminaban pagando. Don José Castillos, un hombre de su tiempo, con una veta humorística que afloraba en los momentos más imprevistos. Un buen vecino. El padre de “los castillitos”, Carlos, Enrique y Jorge.
José Castillos: Sin ser un virtuoso del fútbol, imponía respeto en la zaga de los rojos de San Vicente.
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