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sábado, 3 de enero de 2015

El ESTIGMA Por Laura Inés Martínez Coronel





Ella solía recostarse al árbol con una mirada tan bella como sombría. Imaginaba el sol en el océano agudo del bronce. En su cabeza de diminutas golondrinas temblaba la voracidad de la luz. Estaba sola, dormida aunque los ojos se abrían gigantes, horas en los trapecios con vocación de equilibrista.

La escuela era un bosque de diminutos placeres imposibles. Difícil estar con los niños que jugaban corriendo por el patio, subiendo a las ramas de colores, elevándose por encima de los pequeños zapatos, la pelota estaba demasiado lejos, inalcanzable, las muñecas también, perdían sus cabelleras empapadas de ojos enredadas en los alambres de púa.

Rescatar muñecas de trapo podía ser un oficio poderoso, pero aunque era delicada para tratar de evitar graves cicatrices, de un modo que no podía explicar se caían de sus manos y quedaban como garabatos extraños desparramados en una hoja ciega.

A veces los niños jugaban a matar. El mundo enseña a jugar con los rituales de la luna y de la sangre. Lo hacían con varios instrumentos, las palomas caían ensangrentadas. Dolía demasiado.

-A la sala niña, a la sala-decía la maestra y ella con mucha dificultad lograba mezclarse con su nombre.

Allí quedaba, en el umbral de las preguntas sin respuesta, las letras se agolpaban a su alrededor como guirnaldas silenciosas, parecían colgar de la pared, fantástico pero inaccesible universo de las palabras.


II

-No puede defenderse, no entiende, no sabe, no habla, cae, se desliza, es un molusco, una flor, tiene que tratarla-

_ ¿Defenderse de qué?-

_De la esperanza-


-La entiendo tan poco. Nació envuelta en una segunda piel que cayó muy pronto. Aquel dolor extraño, ver un orificio en su espalda. Quien va a saber que hacer si nada es seguro, si nada te explican, si lloran y no se entiende la lágrima cuyo sabor es también extraño. Era frágil, estaba herida de muerte desde el momento en que nació, parecía un animalito azul, un pequeño pez confundido. Poco podíamos hacer. Que no caminaría, dijeron. Que no hablaría, recuerdo. Nunca olvidaré tanta agonía. Maestra, sucedió algo aún más raro. Ella había nacido así, con los ojos enormes, el cabello escaso, la espalda me miraba, era todo impredecible salvo las ambulancias, cunas térmicas, enfermeras, ascensores.-

_Su capacidad es diferente-

-Capacidades diferentes tenemos todos. Sé hacer panes pero no conozco el nombre de las estrellas.-

-Pero Marcia es especial. Sus capacidades diferentes durarán toda la vida-

-Maestra. No sé lo que hice. A veces por la tarde me perdía en una cueva llena de sal. Dicen que envenenaban manzanos. Tal vez fue eso. Su padre me golpeaba contra la pared gritando que mi sangre estaba envenenada. Luego no lo vi nunca más-


III

Cuando Marcia canta lo hace bajo, tiene una armónica. Le gusta tocarla sentada debajo del sauce y ríe, le agradan los caballos, juntar piezas de colores y pegarlas sobre lienzos. Arma rompecabezas conoce todos los nombres de las estrellas.

Ha aprendido a comer con las dos manos, habla en un idioma de relámpagos geográficos. Es amable y conversa con orugas, las observa, se convierten en mariposas, vuelan.

Algunas tienen las alas quebradas. Vuelan, en la asimetría perfecta de la diferencia.

Su madre la lleva en brazos hasta la silla de ruedas. La usa poco. Ahora tiene los bastones y puede aventurarse en los tibios escondrijos por donde los insectos resplandecen.

En un tiempo todos estábamos escondidos en praderas. La hermosura oculta el sinuoso camino hacia la grieta marítima que nace de la espera.

Paciencia. Todo es un largo ejercicio de paciencia.


IV

He aprendido a jugar con los dados esta mañana. Los pongo entre las manos, agito y luego los tiro. Alguna vez sale un número, otra vez otro. A veces gano, otras pierdo. Nunca sé el resultado final, solo lanzo los dados. La maestra me dijo que la vida es eso. Estoy feliz, puedo perder ganando.

Toda la tarde hemos hecho pájaros de papel negro y blanco. Ahora logro que se agiten en el aire, alguien pasó por mí, dijo-qué bonito-

Le di todos los pájaros.

Por mi cabeza pasan sueños como historias. Las sillas muerden la piel, hacen estragos, las mesas se suben a la capilla de la ciudad, los vecinos llevan velas y rezan, la virgen está triste, la llevan entre muchos, alta y cabizbaja, la virgen apagada de los que nacemos solitarios.

Dicen que rezan por mí. Es bueno agradecer, rezo por ellos mientras ordeno piedras de oro en el espacio.

Mi madre no conoce el nombre de todas las estrellas. Yo sí. Con la armónica les cantaré a las constelaciones. Un día tendré un lugar en el espacio.

He visto llaves y puertas. No puedo abrirlas todas. Nadie puede. Conozco desiertos, puentes, ríos y praderas calladas por las cuales he salido a correr. La vida es un perro de caza y un espejo, mi doble piel, una muralla y aquel ojo gigante que nació con un párpado en mi espalda.

Nadie se parece a nadie. Somos únicos.


V

Cuando Marcia nació fue un diagnóstico. Meningocele.

Una palabra que hacia ruido, parecida a otras palabras, una palabra solamente.

Cuando Marcia nació era una pequeña niña asombrada, una mujer con los brazos abiertos al sueño y al amor, sufría como muchos, y luego supo reírse a carcajadas.

Caminó un poco después, no entendió nunca que tan rara es la gente que da vuelta la mirada con un gesto oscuro ausente de música y señala.

Fue a la escuela y estaba sola casi siempre. Cómo muchas personas que no comprenden la vida y huyen desordenadamente en un mundo poco hospitalario que siente especial atracción por las manadas, los uniformes, el almanaque ordenado por días, líneas rectas y cajas cuadradas.

Se volvió grande, con la misma dificultad que crece cada persona cuyo destino es estar vivo entre pecados inmortales con la completa seguridad de una mortalidad incuestionable.

Se abrió paso luchando, a veces tuvo que dar algunos golpes, como otros en los largos pasadizos de la ignominia y la incomprensión.

Aprendió a escribir, leer, ordenar en estantes lo posible.


VI

Ahora, después de algunos años levanta los trozos del espejo y los pega delicadamente. No recuerda quien lo destruyó. Tiene paciencia, la principal condición para vivir, la imprescindible, y pega trozo a trozo hasta mirarse para decir el nombre que le pertenece

Marcia.

Abandona la cárcel del estigma adónde la pusieron otros. Ella es simplemente una mujer que camina un poco más despacio y sin ninguna prisa limpia sus heridas como lo hacía con las palomas de la infancia, con un gesto de completo desconcierto ante la impiedad a la que nunca ha logrado acostumbrarse, a pesar de haber nacido con tres ojos en el cuerpo, todos grandemente abiertos por si acaso.


Publicado en "Caras y Caretas" viernes 26 de diciembre.