Ella solía
recostarse al árbol con una mirada tan bella como sombría.
Imaginaba el sol en el océano agudo del bronce. En su cabeza de
diminutas golondrinas temblaba la voracidad de la luz. Estaba sola,
dormida aunque los ojos se abrían gigantes, horas en los trapecios
con vocación de equilibrista.
La escuela era un
bosque de diminutos placeres imposibles. Difícil estar con los niños
que jugaban corriendo por el patio, subiendo a las ramas de colores,
elevándose por encima de los pequeños zapatos, la pelota estaba
demasiado lejos, inalcanzable, las muñecas también, perdían sus
cabelleras empapadas de ojos enredadas en los alambres de púa.
Rescatar muñecas de
trapo podía ser un oficio poderoso, pero aunque era delicada para
tratar de evitar graves cicatrices, de un modo que no podía explicar
se caían de sus manos y quedaban como garabatos extraños
desparramados en una hoja ciega.
A veces los niños
jugaban a matar. El mundo enseña a jugar con los rituales de la luna
y de la sangre. Lo hacían con varios instrumentos, las palomas caían
ensangrentadas. Dolía demasiado.
-A la sala niña, a
la sala-decía la maestra y ella con mucha dificultad lograba
mezclarse con su nombre.
Allí quedaba, en el
umbral de las preguntas sin respuesta, las letras se agolpaban a su
alrededor como guirnaldas silenciosas, parecían colgar de la pared,
fantástico pero inaccesible universo de las palabras.
II
-No puede
defenderse, no entiende, no sabe, no habla, cae, se desliza, es un
molusco, una flor, tiene que tratarla-
_ ¿Defenderse de
qué?-
_De la esperanza-
-La entiendo tan
poco. Nació envuelta en una segunda piel que cayó muy pronto. Aquel
dolor extraño, ver un orificio en su espalda. Quien va a saber que
hacer si nada es seguro, si nada te explican, si lloran y no se
entiende la lágrima cuyo sabor es también extraño. Era frágil,
estaba herida de muerte desde el momento en que nació, parecía un
animalito azul, un pequeño pez confundido. Poco podíamos hacer. Que
no caminaría, dijeron. Que no hablaría, recuerdo. Nunca olvidaré
tanta agonía. Maestra, sucedió algo aún más raro. Ella había
nacido así, con los ojos enormes, el cabello escaso, la espalda me
miraba, era todo impredecible salvo las ambulancias, cunas térmicas,
enfermeras, ascensores.-
_Su capacidad es
diferente-
-Capacidades
diferentes tenemos todos. Sé hacer panes pero no conozco el nombre
de las estrellas.-
-Pero Marcia es
especial. Sus capacidades diferentes durarán toda la vida-
-Maestra. No sé lo
que hice. A veces por la tarde me perdía en una cueva llena de sal.
Dicen que envenenaban manzanos. Tal vez fue eso. Su padre me golpeaba
contra la pared gritando que mi sangre estaba envenenada. Luego no lo
vi nunca más-
III
Cuando Marcia canta
lo hace bajo, tiene una armónica. Le gusta tocarla sentada debajo
del sauce y ríe, le agradan los caballos, juntar piezas de colores y
pegarlas sobre lienzos. Arma rompecabezas conoce todos los nombres de
las estrellas.
Ha aprendido a comer
con las dos manos, habla en un idioma de relámpagos geográficos. Es
amable y conversa con orugas, las observa, se convierten en
mariposas, vuelan.
Algunas tienen las
alas quebradas. Vuelan, en la asimetría perfecta de la diferencia.
Su madre la lleva en
brazos hasta la silla de ruedas. La usa poco. Ahora tiene los
bastones y puede aventurarse en los tibios escondrijos por donde los
insectos resplandecen.
En un tiempo todos
estábamos escondidos en praderas. La hermosura oculta el sinuoso
camino hacia la grieta marítima que nace de la espera.
Paciencia. Todo es
un largo ejercicio de paciencia.
IV
He aprendido a jugar
con los dados esta mañana. Los pongo entre las manos, agito y luego
los tiro. Alguna vez sale un número, otra vez otro. A veces gano,
otras pierdo. Nunca sé el resultado final, solo lanzo los dados. La
maestra me dijo que la vida es eso. Estoy feliz, puedo perder
ganando.
Toda la tarde hemos
hecho pájaros de papel negro y blanco. Ahora logro que se agiten en
el aire, alguien pasó por mí, dijo-qué bonito-
Le di todos los
pájaros.
Por mi cabeza pasan
sueños como historias. Las sillas muerden la piel, hacen estragos,
las mesas se suben a la capilla de la ciudad, los vecinos llevan
velas y rezan, la virgen está triste, la llevan entre muchos, alta y
cabizbaja, la virgen apagada de los que nacemos solitarios.
Dicen que rezan por
mí. Es bueno agradecer, rezo por ellos mientras ordeno piedras de
oro en el espacio.
Mi madre no conoce
el nombre de todas las estrellas. Yo sí. Con la armónica les
cantaré a las constelaciones. Un día tendré un lugar en el
espacio.
He visto llaves y
puertas. No puedo abrirlas todas. Nadie puede. Conozco desiertos,
puentes, ríos y praderas calladas por las cuales he salido a correr.
La vida es un perro de caza y un espejo, mi doble piel, una muralla y
aquel ojo gigante que nació con un párpado en mi espalda.
Nadie se parece a
nadie. Somos únicos.
V
Cuando Marcia nació
fue un diagnóstico. Meningocele.
Una palabra que
hacia ruido, parecida a otras palabras, una palabra solamente.
Cuando Marcia nació
era una pequeña niña asombrada, una mujer con los brazos abiertos
al sueño y al amor, sufría como muchos, y luego supo reírse a
carcajadas.
Caminó un poco
después, no entendió nunca que tan rara es la gente que da vuelta
la mirada con un gesto oscuro ausente de música y señala.
Fue a la escuela y
estaba sola casi siempre. Cómo muchas personas que no comprenden la
vida y huyen desordenadamente en un mundo poco hospitalario que
siente especial atracción por las manadas, los uniformes, el
almanaque ordenado por días, líneas rectas y cajas cuadradas.
Se volvió grande,
con la misma dificultad que crece cada persona cuyo destino es estar
vivo entre pecados inmortales con la completa seguridad de una
mortalidad incuestionable.
Se abrió paso
luchando, a veces tuvo que dar algunos golpes, como otros en los
largos pasadizos de la ignominia y la incomprensión.
Aprendió a
escribir, leer, ordenar en estantes lo posible.
VI
Ahora, después de
algunos años levanta los trozos del espejo y los pega delicadamente.
No recuerda quien lo destruyó. Tiene paciencia, la principal
condición para vivir, la imprescindible, y pega trozo a trozo hasta
mirarse para decir el nombre que le pertenece
Marcia.
Abandona la cárcel
del estigma adónde la pusieron otros. Ella es simplemente una mujer
que camina un poco más despacio y sin ninguna prisa limpia sus
heridas como lo hacía con las palomas de la infancia, con un gesto
de completo desconcierto ante la impiedad a la que nunca ha logrado
acostumbrarse, a pesar de haber nacido con tres ojos en el cuerpo,
todos grandemente abiertos por si acaso.
Publicado en "Caras
y Caretas" viernes 26 de diciembre.