la diaria
Columna de opinión.
1. La articulación
de los valores de la libertad y la igualdad es el tema central en la
filosofía política. Construir paso a paso la igual libertad para
todos es el objetivo del socialismo. Definimos el socialismo como la
democracia que se afirma en lo político y se extiende
progresivamente a lo económico social, de manera que las grandes
cuestiones que hacen a la vida real de las personas no queden
libradas al mercado o al azar, sino que sean fruto de las opciones
asumidas por la voluntad democrática.
En ausencia de
democracia, los agentes que controlan el Estado, invocando y
justificando intereses superiores, pueden reimplantar la explotación
de la población en su beneficio, perdiéndose de esta manera, a la
vez que la libertad, también la igualdad. Esta es la gran lección
que deja el fracaso de los regímenes del llamado socialismo real:
que por ese camino no se va al socialismo, que el autoritarismo
conduce a la reimplantación de la explotación de clase.
La ofensiva
neoliberal y la necesidad de luchar ideológicamente contra ella
hicieron pasar a segundo plano la caída de aquellos regímenes, y
parte de la izquierda nunca terminó de elaborar y asumir las
lecciones de ese gran fracaso.
2. La democracia
política, cuya radicalización y despliegue es la base para avanzar
hacia una democracia integral, supone, por lo menos, la presencia de
una serie de elementos esenciales. Que el poder político esté
asentado en el acuerdo de la mayoría de los gobernados sobre la base
de un ciudadano, un voto; esto supone la capacidad de elegir, el
pluralismo político y la posibilidad de alternancia de las
diferentes opciones si se produce un cambio en la voluntad de las
mayorías. El pleno despliegue de todas las libertades ciudadanas y
el respeto al orden constitucional por parte de todos los actores
incluyendo al gobierno, lo que excluye el uso arbitrario de ese poder
por más que se invoquen o esperen fines superiores. No pueden
justificarse medios no democráticos invocando objetivos
democráticos: si se pervierten los medios también se pierden los
fines. Esa es otra lección inapelable de la historia reciente.
La democracia
representativa es imprescindible para la expresión de todas las
corrientes del pluralismo de la sociedad. Los institutos de la
democracia participativa la completan y mejoran, deben articularse
con ella pero no sustituirla. Acá también la experiencia es clara:
un régimen de partido único no mejora, por más que haya
expresiones de participación directa de la población. Estas son
manipuladas y dirigidas por el aparato del partido que se impone ante
la voluntad de las personas, que no pueden reunirse y organizarse
para elaborar o formalizar otra posición. Otra falacia derribada por
la experiencia histórica es que las diferentes expresiones políticas
desaparecen o se unifican en una sola al avanzar hacia una sociedad
sin clases, por lo que sería superable e innecesario el pluralismo
político.
No hay seres humanos
transparentes, no hay una relación directa, única y mecánica entre
la infra y la superestructura. Al contrario, podemos suponer una
mayor amplitud y diversidad a medida que se amplían los horizontes y
se superan las restricciones de la necesidad. En rigor, esta visión
que desconfía del pluralismo y plantea como meta deseable llegar a
una sola expresión política ha sido la justificación ideológica
de las burocracias autoritarias que devienen al final una nueva clase
explotadora.
Otra falacia que de
vez en cuando reaparece es la de que la democracia definida por los
elementos anteriores es sólo para nosotros o para los europeos. Que
pueblos situados en otras latitudes no pueden sustituir a sus
gobernantes o no pueden expresar sus opciones políticas. Una suerte
de justificación que se acerca al racismo aristocratizante,
disfrazada de relativismo cultural.
3. Ni siquiera estas
falacias alcanzan para justificar algunas valoraciones recientes del
régimen de Corea del Norte, uno de los gobiernos más rechazables
del planeta, opuesto a los ideales del socialismo, de la democracia y
de la libertad. Una monarquía al estilo de aquellas del despotismo
asiático sobre las cuales teorizaron Karl Marx y Friedrich Engels,
un estado-cárcel, hambreador y represor de su pueblo. La única
explicación es que, para algunos, cualquier cosa se justifica si el
actor en cuestión se opone a Estados Unidos o si Estados Unidos se
opone a él. Esta visión mecánica, equivocada y distorsionada del
“antiimperialismo” nos hubiera llevado a estar con el Eje en la
Segunda Guerra Mundial.
4. En nuestra
región, al golpe de Estado que el año pasado destituyó a Dilma
Rousseff en Brasil se han sumado otras situaciones que, sin llegar a
la ruptura total con el orden jurídico y democrático, atacan
fuertemente la calidad de la democracia en naciones hermanas. En
rigor, esta serie de acciones, que fuerzan y distorsionan la lógica
democrática, tiene su precedente lejano en las destituciones en 2009
de Manuel Zelaya y en 2012 de Fernando Lugo por parte de las derechas
hondureña y paraguaya, respectivamente, y, más cerca, en noviembre
de 2016, las elecciones vaciadas de sentido democrático al servicio
del unicato que imponen los Ortega en Nicaragua.
5. En estos días,
en Paraguay se han sucedido maniobras que fuerzan el orden
constitucional, a fin de imponer la posibilidad de la reelección
presidencial, incluyendo el despliegue de francotiradores y unidades
militares.
6. En Venezuela la
situación es más compleja para quienes nos sentimos demócratas,
socialistas y antiimperialistas. Sucesivas elecciones democráticas
fueron siempre respetadas en su resultado por el gobierno venezolano,
tanto cuando ganaron unos u otros, y de allí resulta la legitimidad
de sus actuales gobernantes. Esto vale tanto para el presidente
Nicolás Maduro y el Poder Ejecutivo como para la Asamblea Nacional y
su actual mayoría opositora.
A los avances y
logros del período de Hugo Chávez siguieron el colapso de la
economía y la tremenda crisis de esa sociedad, consecuencia
fundamentalmente de la caída del precio del petróleo, de no haber
construido una economía sólida y de depender de la renta petrolera,
de las políticas populistas que no tienen en cuenta los equilibrios
fiscales y el manejo ordenado del gasto público y la corrupción.
La resistencia y la
acción de la burguesía y del imperialismo no pueden negarse, pero
el factor fundamental han sido las opciones y los errores de sus
gobernantes. Hoy en día, el modelo que encarna Maduro ha fracasado y
se sostiene por el peso que tienen las Fuerzas Armadas. La calidad
democrática se ha visto resentida por muchos factores, fruto de la
acción del gobierno y de la oposición. El clima de violencia y
extrema polarización que corta el diálogo, la negociación y la
búsqueda de entendimiento es contrario a la democracia. Persiste la
tensión entre el gobierno y la oposición, y los intentos de diálogo
que han llevado adelante la Unión de Naciones Suramericanas, el
Vaticano y ex presidentes aún no han arrojado resultados positivos.
Gobierno y oposición son responsables de ese deterioro y de
encontrar en paz los caminos para superarlo. Si en Colombia la paz
puede buscarse y obtenerse, con más razón en Venezuela.
La responsabilidad
mayor, tanto de este agravamiento como de encontrar las salidas, le
corresponden al gobierno. Este persiste en desconocer la Asamblea
Nacional. Forzando el orden constitucional, promueve el
enfrentamiento de poderes de los máximos organismos judiciales y
electorales con la Asamblea Nacional, a fin de anular el accionar de
esta última. Traba e imposibilita el referéndum revocatorio, una de
las grandes banderas del presidente Chávez en la Constitución que
creó la Quinta República, que hubiera sido la mejor solución a la
crisis de legitimidad democrática, para restaurar la confianza en la
vigencia de las instituciones, en el sentido de la consulta a la
ciudadanía acerca de si desea o no la continuidad del presidente.
Posterga injustificadamente las elecciones de los gobiernos y
asambleas regionales previstas para el 16 de diciembre de 2016 y
aumenta los encarcelamientos por causas políticas.
Las resoluciones
recientes del Tribunal Supremo de Justicia, en el sentido de asumir
las competencias legislativas, suspender los fueros de los diputados
mientras no acaten sus resoluciones y otorgarle amplios poderes al
presidente para enfrentar la situación, constituyen un golpe
judicial a la Asamblea Nacional, un desconocimiento de un poder
electo democráticamente y del propio orden constitucional.
Tomar distancia de
las restricciones a las libertades y de la actitud cerrada y
autoritaria del presidente Maduro no nos lleva a desconocer las
limitaciones de organismos como la Organización de Estados
Americanos (OEA), que en otros casos no estuvo a la altura de las
circunstancias para denunciar situaciones liberticidas.
7. Por el contrario,
hay que destacar el apoyo a dos actitudes recientes del gobierno
uruguayo en relación con Venezuela. Por un lado, haber acompañado
la declaración de 14 países de la región el jueves 23 de marzo, en
el sentido de reclamar el respeto de las libertades, la liberación
de los presos políticos y la vigencia plena de la Constitución. Por
otro lado, haber expresado el rechazo a la aplicación del artículo
21 de la Carta Democrática de la OEA a Venezuela, lo que hubiera
implicado separar a este país de la organización regional, pues
hacerlo sólo serviría para aislarla y bloquear aun más las
posibilidades de diálogo.
8. Por último,
quiero reiterar mi convicción de que mediante el diálogo sincero y
comprometido de todas las partes, la negociación, el rechazo a toda
forma de intervención extranjera o de golpe de Estado militar y el
respeto a las libertades democráticas, nuestros pueblos, y Venezuela
en particular, deberán encontrar el camino para avanzar hacia
sociedades más justas y resolver sus dificultades. Para contribuir a
una salida de este tipo, la izquierda comprometida con la democracia
y el socialismo tiene que aportar su opinión y su mirada crítica.
Toda ausencia es una irresponsabilidad y una omisión al
internacionalismo y al latinoamericanismo.