El Observador
"Recuerdo dos barrios que son los que están impresos en mi
sensibilidad: La Unión y el Barrio Sur", comentaría años más tarde
Zitarrosa en una entrevista del programa español A fondo. Alfredo vivió
ocho años en una casa ubicada en la calle Yaguarón, a media cuadra del
Cementerio Central. Allí comenzó a componer canciones y ese era un lugar
frecuente de encuentro para sus amigos. "Pasábamos horas, cantando y
tocando la guitarra", comenta Lucio Muniz, coautor de "De no olvidar",
canción incluida en el primer disco de Alfredo.
"De tanto vivir frente
del cementerio
no me asusta la muerte
ni su misterio" (Coplas del canto)
La madre de Zitarrosa alquilaba habitaciones de la vivienda. Cristina Zitarrosa recuerda la importancia que la casa de Yaguarón tuvo para su hermano: "En esos escalones conoció a Vallejo y a Rilke". Era común que los conocidos de Alfredo tiraran piedritas a la ventana para no molestar a los inquilinos con el timbre a altas horas de la noche.
Cristina cuenta que "allí vivía toda clase de gente, era una especie de zoológico". La casa tenía cinco cuartos y en un entrepiso con ventana a la calle dormía Alfredo. Esa habitación, conocida como la "buhardilla", era una pieza muy pequeña, donde convivían una cama, dos bibliotecas, la guitarra, un busto de Beethoven y la calavera Josefina, en la que Alfredo había escrito: "No pienso, pero existo".
Esa fue una época fermental en lo artístico e intelectual para Zitarrosa. Eran tiempos del Café Montevideo y el Bar Outes, lugares donde celebraba frecuentemente un culto a la amistad y la bohemia.
En el exilio mexicano, Alfredo se refirió a su querido Barrio Sur de esta manera:
—De Montevideo, ¿qué es lo que más extraña?
—Se extraña todo, pero de la ciudad lo que más extraño es la rambla y algunos fragmentos del Barrio Sur.
—¿Cuáles?
—La placita... caray... me olvidé el nombre de la plaza. Tendría que escuchar la canción que dice "ya nadie me espera en la plaza". Extraño el olor a creolina de la fábrica de enfrente. Viví durante un período de mi vida en una buhardilla, justo enfrente de esa placita, al costado del Cementerio Central. ¿Cómo se llamaba esa placita?
"De tanto vivir frente
del cementerio
no me asusta la muerte
ni su misterio" (Coplas del canto)
La madre de Zitarrosa alquilaba habitaciones de la vivienda. Cristina Zitarrosa recuerda la importancia que la casa de Yaguarón tuvo para su hermano: "En esos escalones conoció a Vallejo y a Rilke". Era común que los conocidos de Alfredo tiraran piedritas a la ventana para no molestar a los inquilinos con el timbre a altas horas de la noche.
Cristina cuenta que "allí vivía toda clase de gente, era una especie de zoológico". La casa tenía cinco cuartos y en un entrepiso con ventana a la calle dormía Alfredo. Esa habitación, conocida como la "buhardilla", era una pieza muy pequeña, donde convivían una cama, dos bibliotecas, la guitarra, un busto de Beethoven y la calavera Josefina, en la que Alfredo había escrito: "No pienso, pero existo".
Esa fue una época fermental en lo artístico e intelectual para Zitarrosa. Eran tiempos del Café Montevideo y el Bar Outes, lugares donde celebraba frecuentemente un culto a la amistad y la bohemia.
En el exilio mexicano, Alfredo se refirió a su querido Barrio Sur de esta manera:
—De Montevideo, ¿qué es lo que más extraña?
—Se extraña todo, pero de la ciudad lo que más extraño es la rambla y algunos fragmentos del Barrio Sur.
—¿Cuáles?
—La placita... caray... me olvidé el nombre de la plaza. Tendría que escuchar la canción que dice "ya nadie me espera en la plaza". Extraño el olor a creolina de la fábrica de enfrente. Viví durante un período de mi vida en una buhardilla, justo enfrente de esa placita, al costado del Cementerio Central. ¿Cómo se llamaba esa placita?