Pocas veces,
figuras individuales concitan tanta expectativa, dudas y curiosidades
como las ha tenido Amodio Pérez. Ha vuelto, sin que nadie
aparentemente lo forzare. Si bien ha entrado en un bajón
publicitario, en cualquier momento tiene que justificar realmente su
presencia, es muy raro y poco creíble que un individuo que tenía y
no se ha desmentido, su precio por su cabeza, donde toda la
organización tupamara si lo encontraban lo mataba, pegue la vuelta
para publicar un libro donde reivindicar su nombre y sus acciones. Me
cuesta creer que un hombre que hizo lo que él, traicionando a todos
sus amigos y su organización, después de disparar y vivir más de
40 años en el exilio, quiera volver inocentemente a reivindicar su
nombre e intenciones. Supongo que lo que menos le debe de importar a
Amodio es lo que los demás opinen de él, fue un traidor y tanto
derechas como izquierdas están convencidos de su calidad de tal.
Nadie quiere a un traidor, la izquierda en general y la radical
obviamente lo detestan y la derecha, entre sonrisas, tampoco lo
quiere por todo lo hecho incluyendo sus traiciones que todos
desprecian. O sea, ¿para qué vuelve? Le era mucho más positivo
quedarse en España en el anonimato, armar una familia, como la que
tiene, viviendo en paz y muriendo hoy o mañana en un plácido
silencio. Las conciencias en estos casos juegan muy poco o nada. Acá
en Uruguay plantea problemas. No es por amor a la patria a la cual en
declaraciones anteriores relata que cuando cruzó la frontera con su
antigua compañera, Alicia Rey Morales, ella mira con nostalgia hacia
atrás la patria que abandona, en cambio él ni siquiera nostalgia,
no volcó la cabeza en ningún momento. O sea el “paisito” le
importaba un rábano. Cierto es que de arrepentidos está lleno el
mundo y acá volviendo, está creando problemas a muchos, ejemplo:
Fernández Huidobro deschavándole intimidades partidarias, a
Marenales que reconoce públicamente que si en su momento no lo mató
fue porque carecía de medios, o Bonomi que también fue socio y a
todo el Frente Amplio. No se me ocurre quién pudo querer llamarlo,
si algún interés había. Sólo se nos ocurre que hubiera una
estructura o gente que en la penumbra de la historia, no hubiese
aparecido y siguiera teniendo siniestros intereses, coincidente con
los de él, es un argumento muy rebuscado y nada consistente. Pudiera
ser que la embajada imperial siga teniendo mucho que ver. No olvidar
que en aquellos tiempos una tesis que se barajó y por cierto esa sí
tenía base y estructura, sostenía que era un infiltrado o
funcionario espía de los servicios de inteligencia yanquis para
socavar la estructura tupamara, cosa que era habitual en la guerra
fría y en los servicios secretos de inteligencia. Cuya cabeza de
aquel entonces, al menos en Montevideo, era el famoso y poco mentado
Siracusa, histórico embajador especialista en golpes de estado que
tenía en su momento la U.S.A. y que había estado en varios países
americanos haciendo lo mismo, para culminar en Uruguay. Esto podría
ser, no obstante también es rebuscado, el argumento de que un
personaje pasado de moda como Amodio, les pudiera interesar a los
yanquis. O sea, por ningún lado tiene argumentos para justificar su
vuelta a riesgo que alguien tenga buena memoria y le ponga una bala
en la frente como factura a sus hechos. Creo que me puede constar,
que nadie derramaría una lágrima. ¿Qué va a hacer el gobierno
uruguayo? Tabaré y su familia con ciertos integrantes del ejecutivo
deben tener una posición al respecto. No preocupa demasiado, también
es cierto, el futuro de un viejo de casi 80 años. Pero es obvio que
sabe mucho y en lo que le quede de vida puede ser inmensamente
molesto. Es poco lo que restaría por decir, esperando claro está el
final que se está demorando pero que tiene que aparecer tarde o
temprano. No creo que agregue nada al país, más allá de que un
hijo réprobo de esta tierra despreciada por el mismo, le pueda ser
útil en algo. Sólo cabe esperar aparentemente más por curiosidad
morbosa, cuál es el fin que ha tenido, sin despreciar la posibilidad
de que alguien o algo haya detrás de esta sinuosa figura. No da para
más.
Leopoldo
Amondarain
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