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jueves, 27 de noviembre de 2014

La dictadura de lo bello Laura Drescher


¿No están hartos y hartas de vivir bajo las normas de esta sociedad que exige determinados cánones de bellezas, básicamente imposibles? Yo lo estoy, más que harta. Harta de ser bombardeada por todos lados con publicidad acerca de las bondades de millones de productos que me harán la vida más feliz: cremas, lociones, jabones, shampoos, suplementos dietéticos, bajas calorías, light, vitaminas, aparatos, etc. La lista puede seguir, interminable. ¡Basta! ¡Por diosa!
Vivimos tan presionados con la idea de tener que ser una cosa que nunca lograremos, que la frustración por no poder llegar a esa meta se vuelve insoportable. Algunos toleran más y otros menos.
Pero finalmente hay algo que no es posible: luchar contra la genética individual de cada ser humano. Por más cremas que me aplique, así comprara las más caras, las mejores, mi cara se va a arrugar tarde o temprano. Nada puede impedir que si alguien tiene canas prematuras las deje de tener. Como tampoco tener poca chichi, un pene chico, o poca nalga. Es información genética y contra eso no se puede. El problema surge en la aceptación individual de nuestras característcas personales, cosa que la sociedad no fomenta. Y las mujeres estamos especialmente presionadas.
Y ha sido así a lo largo de la historia. En siglos anteriores, la mujer no tenía ningún tipo de poder. Ni político, ni económico, ni militar. Por lo único que la sociedades (machistas siempre) las hicieron destacar fue por su cuerpo, su belleza. Y la belleza o el cánon de lo que debe ser (porque es un concepto totalmente subjetivo) ha ido variando. Antes una mujer robusta o gorda era sinónimo de alguien atractivo, porque seguro comía bien y eso mostraba riqueza y buena posición social.
Hoy parece que hay que ser flaca rayando la anorexia en lo posible para pasar a ser “socialmente atractivas”. Me parece infame. Cualquier tipo de posición social que someta a los humanos a torturar su psique y su cuerpo debería ser prohibida.
Y si una se sometea esto, intenta ser lo más socialmente bella posible, al final te acusan de vanidosa, que según la iglesia es uno de los siete pecados capitales. ¿Cómo le hacemos entonces? ¿A quién conformamos? ¿Cómo vivimos con la culpa de lo uno o de lo otro?
Es todo un tema. Además de las implicaciones sexuales que trae aparejadas.
Si no se es todo lo “bello” que se debe, probablemente las opciones de éxito sexual y reproductivos menguan. ¿Pero quién determina si tú eres bella o no?
Y acá está el gran quid: al ser la belleza un concepto subjetivo es posible que nos gusten cosas diferentes a ti y a mí. Pero dado que la sociedad tiende a señalar un modelo como “socialmente bello”, es posible que nosotros mismos cuando nos miramos al espejo nos veamos feos por no seguir ese modelo.
El gran triunfo individual será cuando nos podamos observar a nosotros mismos y al resto sin esa carga. Descubir en cada uno lo que nos gusta, y sobre todo poder aceptar nuestro cuerpo tal cual es con cosas más lindas y otras quizá, menos lindas, pero nuestro al fin y al cabo. Y si logramos vernos con esos ojos también seremos capaces de ver a otros y descubrirles lo que a nosotros nos parece bello y no aquello que está impuesto.
No podemos ser esclavos de un cuerpo al que no amamos por no ser lo “debido”, es absurdo. Este cuerpo nuestro es lo que tenemos para disfrutar al máximo la vida. Y quererlo y apapacharlo tal y como es hará que dure más y que otros lo quieran.
Acabo de leer un libro que cuenta la historia de una mujer joven y su cáncer. En un parte dice: “Soy un cuerpo amado, no solamente un cuerpo enfermo”. Y me parece bellísimo. Ojalá todos podamos decir algún día que somos un cuerpo amado, más allá de formas, texturas y deseos.
Ya con eso, no necesitamos nada más.

Laura Drescher