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martes, 3 de mayo de 2016

Rondán Martínez. Artigas Compañero Por Julio Dornel.





"En la línea de nadie, divisoria
de dos países con la misma pena..."

Al finalizar esta serie de notas evocativas, pretendiendo mantener encendida la llama de la poesía de Rondan Martínez al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, hemos creído oportuno ofrecer a nuestros lectores algunos poemas y comentarios que merecieran por parte de la crítica literaria en oportunidad de ganar el Primer Premio de la 5ta. Feria Nacional del Libro en 1965. De la Reseña de Libros del diario El País recogemos el siguiente comentario: "Hay en "LATITUD CHUY" momentos de auténtica poesía. José María Rondan Martínez, salteño de nacimiento, funcionario aduanero en la frontera este del Uruguay, obtuvo con este libro el premio de la 5ta. Feria Nacional de Libros.
Son los poemas de alguien que, curiosamente en un territorio tan pequeño como el Uruguay se siente expatriado y añora el paisaje de su patria chica, a la gente y a la familia que allá dejó. En muchos versos aflora la imagen de los naranjales nativos y el recuerdo de los familiares muertos. No está el paisaje del Chuy y de la frontera, o apenas se intuye a través de una cortina de lluvia que surge en más de un poema con propósitos estrictamente melancólicos. Tampoco está la gente del Chuy, excepto el poema último, que habla al pasar de un campesino sin tierra y los contrabandistas que dejan su lugar en beneficio de un esbozo satírico de los turistas. Como todo expatriado Rondan Martínez cuenta las horas, las estaciones y los meses del alejamiento de su pago:
"Enero es como un gran dolor.
"Verano vienes bien con la tristeza
"otoño pasa por mi puerta." y va enumerando la rutina cotidiana del burócrata ante los expedientes, la soledad (del soltero) con sus camisas que son un problema, los pantalones que adquieren vida propia y van surgiendo de un poema al otro, la mesa vacía y limpia" como calle de cemento." El lirismo reticente y vacilante de Rondan Martínez orquesta todos sus motivos y sus penas en el último poema, el mejor del libro. Empieza con el anunciado subjetivo:
"Latitud Chuy, angustia, alarma del otoño, fuego tibio.
"cicatriz de la calle, piedra amarga, vertical en mi cuello.
"En mi puesto aduanero, alicaído, controlo el coche purolujo.
Reflexiona luego sobre el destino de su poesía:
"No es poesía rebelde todavía.
"pero es poesía herida" y dejando de lado su persona adquiere solidaridad para comprometerse:
"El gusto diario, tengo atragantado
"de tanta rabia siglo XX
"voy a calzarme mis zapatos únicos, afeitarme este ruego,
"Enderezar mi paso, juntar la ira de mi pueblo triste
"embarcar mi sonrisa hacia la aurora
"y apretar mi puño en la esperanza.
"De las espigas libres
"Chuy, fronteriza línea, mayo 20. Alguien lo sé, me escucha."
Nuestro poeta había hecho su debut nada menos que con Estrázulas, Giordano, Pérez Pintos y Padilla, teniendo como jurados a Benavides, Schinca y Berenguer que en fallo dividido le permitieron entrar de lleno en la poesía uruguaya. Sin embargo la consagración definitiva le llegó con ARTIGAS COMPAÑERO publicada en homenaje al bicentenario del prócer y que el profesor Jesús Perdomo prologara con entusiasmo, explicando que el origen estuvo en un guión que había escrito para una escenificación de La Redota que se había realizado en Chuy (1964) y en la que había participado toda la población.
Señalaba Perdomo que "nos hemos quedado con un Artigas transformado en gramófono que fabrica impasibles frases celebres al hilo. No es un hombre real, con sus grandes virtudes, pero también con sus grandes defectos lógicos, con las vacilaciones y problemas naturales de todo hombre. Le hemos quitado el sabor humano, que tanto lo acercaría a nuestra vidas..."


ARTIGAS COMPAÑERO

Artigas, Pepe Artigas, Viejo Artigas,
Capitán del Lucero. Artigas Padre:

Voy a ubicar tu nombre, cuando entonces
todavía no andaban por la Patria
tus frases como soles, tus palabras
mayúsculas, cuando eras
José Gervasio Artigas.
Cuando tu vestimenta de patricio
atildada y prolija impresionaba
a tu sobrina ña Josefa, cuando,
conversabas de cosas familiares,
de la estancia de Pando, de las reses
faenadas por el cuero.
Eras entonces nada más que un hombre
perdido entre otros hombres.
Esas cosas pequeñas, cotidianas,
son las que quiero para ver tu estampa
como cuña de sol en nuestra Patria.

Por ejemplo te veo cabalgando
en tu caballo zaino y legua y legua
hasta encontrar cansancio y pulpería,
hasta encontrar guitarra, naipe y trago,
china, requiebro y una copa arisca.

Ese molde tan macho es el que quiero
para este criollo que me dio el lucero...

SEMENTAL desbocado hacía la aurora,
pampa de luz, salvaje, ilimitada:
no cabía tu pecho en estas casas
de piedra dura y paja recortada.
(Pagos de Pando, Casupá, los pagos
juveniles de Artigas campesino)
Rumbeaste al Norte bien montado, altivo.
En Batoví te vieron por picadas
de sombra y contrabando. Pepe Artigas,
entreverando sueños y aventuras,
jineteando leyendas, buenas, malas,
cosas de hombre citado con la Historia.
En la grupa de tu cabalgadura
traías un carguero de esperanzas.
La noche fronteriza, hembra salvaje,
se bebía con caña brasilera.
Campesino del Alba, Pepe Artigas,
enamorando auroras y luceros:
el tiempo de los toros se acercaba
como un grito ancestral por la campaña.
En el rodeo, la corambre estabas,
ágil en la jornada, duro, huraño,
solitario en la hondura de tu alma.

Hacías Patria en mocedad campera
todavía sufriendo con los hombres.

TU PONCHO claro que agitó el pampero
sembró palomas, lanzas y relinchos.
Ala gloriosa enamorando anhelos
por un paisaje montaraz: Mi Patria.
En el llano te veo jineteando
el potro alerta del terruño en armas:
Los pliegues de tu poncho acariciando
las ancas de tu zaino.
El paño ilustre de bayeta fina
te protegió de nieblas e intemperie.
Alguna vez se humedeció de sangre
cuando guerreabas lindo en las cuchillas.

Simbolizó el adiós para Melchora
luego que el beso dijo su palabra:
anocheciendo olvidos, a los lejos,
tu poncho saludaba a la esperanza...

CONOCEDOR del mapa que nacía,
amigo de entreveros y paisajes
buscabas horizontes y luceros
en pampa abierta, brava y cimarrona.
Arerunguá, Cuñapirú, baluartes
de Artigas estanciero... Vaquerías
donde mugía el toro degollado
y el potro corcoveaba su fiereza.
La jornada en oficio de gauderios
tenía olor salvaje de espinillos.
Se enlazaba la res con tiento duro
y media luna de preciso corte
confundía las voces y el mugido.
Y el cuero en los corrales se secaba
juntando moscas, cuervos y ladridos.
Luego en carretas hacia el sur bajaba
la industria del corambre.
Otras veces sorteando vigilancias
a la frontera del Brasil se iba,
para volver en caña o aguardiente,
naco varón, tabaco brasilero.

Era la aurora primitiva, el grito
del pueblo bravo en vendaval heroico.
El hombre Artigas fabricando al Héroe
en el común oficio campesino.
UN DIA te enrolaste de blandengue
Chambergo de alas anchas,
sencilla chaquetilla, poncho claro;
pantalón ajustado, finas botas,
las espuelas pequeñas, pura plata
y el sable militar, corvo, filoso.
Tu partida baqueana transitaba
lugares primitivos, montaraces,
que tu montura conoció en los años
de la cerril industria del corambre.

Había que ordenar gente y paisaje,
encauzar alarido y montonera,
al indio darle nombre de cristiano
y al portugués malevo, perdigones.

AYUDANTE Mayor de los Blandengues
con cien hombres marchaste a la frontera.
El Chuy te vio alerta y vigilante
acechando los grillos y el lucero.
El infinito mar tuvo una copla
que te habló de naufragios y veleros.
Una gaviota se perdió a lo lejos
y alguna pena se te fue con ella.
Con la noche prendida a las espaldas
Santa Teresa saludó el regreso:
desensillaste el cuerpo y el caballo
y resumiste en el papel del parte
tus peripecias de hombre en la Frontera.
Escuetamente como debe ser,
hablaste de la hacienda rescatada,
de los retobos de tabaco negro
apresados a tiros de trabuco.

Después de nuevo a perseguir matreros,
a cabalgar crepúsculos y lluvias,
improvisar fogones, bichar indios
y entretener el ocio con paisajes.

MURIÓ Esquivel Aldao...
Lo encontraron ya frío, boca abajo,
muerto al caer de su cabalgadura.
Fue su última campaña de blandengue.
Aquí están sus soldados, los primeros,
en verlo con su rostro de difunto:
Sargento Mirabal, José Martínez,
cabizbajos, sin voz ante la Muerte.
La partida a caballo, galopando,
llanura y serranías,
detuvo sus avances militares
para darle a una vida sepultura.
Doloridos paisanos de uniforme
transportaron el cuerpo a la cuchilla.
El día se apagaba entre palomas.
La primavera presenció el entierro.
La primavera, el gaucho y el caballo:
singular trilogía campesina.

Después Artigas escribió en el parte:
"Determiné enterraran su cadáver
en cercana cuchilla
con miras de llevarnos sus despojos."
Otro arbitrio no había. Arriba un cuervo
se clavaba en el cielo...

FÉLIX de Azara remansó el pampero
que suelto andaba por el suelo patrio.
Delineó el caserío y con madera
fragante de esperanzas y de anhelos
forjó el poblado que creció en el tiempo.
No hubo palomas, pero sí zorzales
que al batir la campana campesina
aletearon plegarias y oraciones.
Y Artigas, por el pueblo que nacía,
repartía las chacras, las estancias,
para que el hombre sedentario hiciera,
mansa ganadería, agricultura
retoñando en canción sacrificada.
Alguien trajo mujer, hijos, oficio;
el gaucho trova dijo su mensaje;
el indio bautizó sus pequeñuelos.
Hubo una escuela en Batoví, hubieron,
trigales saludando la esperanza.

Félix de Azara remansó el pampero.
Artigas vigilaba su destino...

QUIEN como tú, para saber la vida
germinando valiente por la Patria.
Quién como tú, paisano de mi tierra
para darnos,
un horizonte libre: PATRIA Y CANTO!!
Te vio el paisano en el rodeo, pronto,
para enlazar la res, te vio el matrero
con tu partida de hombres cabalgando.
En San Gabriel te vieron dando al hombre
la paz tan necesaria del labriego.
Te ven ahora ojos que te buscan
en la aurora del pan y de la espiga;
te ven mis ojos, los del patria triste
humillado en la vida y en la muerte.
Te ven los sembradores que en el alba
consultan horizontes y pamperos;
te ve el poeta que habla con el Pueblo
y comulga con él, en la jornada.

Nadie dirá que te encontré olvidado
pues estabas a mano, en el sendero,
conversando conmigo, con ustedes,
sufriendo con la Patria, cabalgando
al lado del tropero, en los fogones
de la yerra campera, en los boliches
donde el pulso agiliza las guitarras.
Éstas en todas partes, muchas veces
disgustando, con hambre de verdades,
pues tiene el día, el año, la pobreza,
una esperanza que no llega nunca.
Conversaré contigo hasta la muerte:
lo hará mi hermano, el tuyo, el Pueblo entero
rescatando tu voz, tu grito alerta
ordenando paisajes y personas,
dándole al hombre dimensión eterna,
su justa ubicación en los trigales.

LOS HOMBRES
ANDRESITO Tacuarí te llamabas,
Andrés Guacurarí o Quacurari,
Andresito Artiginhas,
Andrés Artigas indio?

Indio guaraní en puma conversando,
por el llano y los cerros cabalgando,
Andrés Artigas, Tacuarí, Artiginhas,
cacique de la leva correntina,
con la pampa cerril por casaquilla,
por chambergo el azul ilimitado.
Era la guerra montonera, era,
la Patria alzada por el llano gaucho
y tú, con lanza y boleadora abrías
picadas de luceros y esperanzas.

Aquel hombre tan macho que vestía
sencilla ropa militar, tan parco
en palabras y gestos, gaucho duro,
capitán de blandengues, luego Jefe
de la avalancha conquistando anhelos;
aquel hombre baqueano en horizontes
te dio la mano, conversó contigo
y juntos fueron por la senda criolla,
derrumbando un imperio y otro y otro,
editando la paz con sacrificio,
con cuero y piedra, lonja y boleadora.
Y conversó contigo en soledades
de tolderías, fuegos y guitarras,
y siempre fue sencillo en sus decires
imaginando tú, al escucharlo,
que tu voz retumbada en otra boca.
Y el dialogo siguió junto a los trigos,
junto a la tierra y junto a las pitangas,
junto al árbol que ornaba mi paisaje,
junto a tu nombre indio, junto al mío,
ANDRES ARTIGAS, TACUARÍ, ARTIGINHAS,
JOSÉ GERVASIO ARTIGAS, PEPE ARTIGAS,
gente y paisaje, vendaval y aurora,
mi Capitán y tú, mi hermano indio!!

RECUERDAS Vaimacá Perú, recuerdas,
la montonera, el grillo y el lucero?
Recuerdas
cuando la loma se erizaba en lanzas
y en pedestal de raza corajuda
Artigas nos tallaba el horizonte?

A gusto te encontrabas en tu potro,
a gusto con tu Jefe,
a gusto con tu tribu,
a gusto con tu oficio de guerrero
boleando la mañana que se iba,
apurando la Patria, conquistando,
para nosotros libro y paisajes.
Artigas te encauzaba el alarido,
arreglaba tu vincha montonera,
conversaba contigo en los fogones,
bautizaba a tus hijos, les hablaba
de la tierra que en surcos florecía.

Forjado en bronce, en barro y en jilguero,
enfrentabas la muerte cara a cara,
la vida frente a frente
y en gran abrazo de indio
dabas la bienvenida a las batallas.

Charrúa Vaimacá, indio, guerrero,
desnudo en la alborada de mi Patria:
tienes el grito libre, no te escondas
en primitivos bosques de infinito...

IVIRAY, la tarde... El negro Ansina
trajina por el rancho.
El familiar ladrido del "Charrúa"
le recuerda al amigo que se ha ido.
El Viejo Amigo de las horas mansas
que intercambiaba diálogos y mates,
recuerdos y sonrisas.
El Viejo Amigo en senectud benévola,
otrora Jefe de hombres, de centauros,
criollo de ley, ahora entre raíces
de árbol y cielo, río, espiga y Patria.

Todo el ayer de lanzas combatientes
golpea suave, como un golpe tierno
en su osamenta casi sombra... Afuera
la tarde llora ausencias.

No pudo Ansina con sus yuyos mágicos
detener tanta vida que se iba.
No pudo con sus místicos conjuros
esconder a su amo de la Muerte:
vino de madrugada, cabalgando
su potro inmemorial y puso en ancas
el alma de aquel hombre que moría.
Y se perdió a lo lejos, en las luces,
del alba saludando a los trigales.
Y el negro Ansina triste, sin destino,
sigue detrás de aquel cortejo fúnebre:
una carreta lenta, mansos bueyes,
cantos de urutaú, blandos sollozos
y el fiel "Charrúa" aullando lastimero...

Desnudo como un héroe de leyenda
el Viejo Artigas se escondió en la tierra,
para volver en surcos y esperanzas,
en árbol musical, canción agraria.

Iviray... La tarde... El Negro Ansina
añora al Viejo Amigo en la guitarra.

MOZOS alucinados lo siguieron
hasta el Ayuí en marcha de ideales.
Un pueblo alerta tras sus pasos iba,
dejando en el recuerdo, casa, hogares.
El General cabalga hacía la aurora
envuelto en luz de Patria y liberdades;
ansias de cielo libre picaneaba
este afán de los bravos orientales.
El indio altivo, el gaucho y el mulato,
el estanciero rico, el respetable
cura de aldea, capellán del Pueblo,
seguían al Patriarca en las triunfales
jornadas de hambre y frío: LA REDOTA.

Desnudos, andrajosos en su avance
a la conquista del Estado iban,
cielitos, coplas, décimas, cantares,
alegraban la paz del campamento.
Cantos de Patria germinando, cauce,
transitado de lanzas y carretas,
de tacuaras ariscas, voces, sables,
en un vaivén de Pueblo en sacrificio.

"Yo llegaré muy pronto a mi destino
con este Pueblo de héroes"... Los trigales
del alba florecían.

ARTIGAS: clarinada palpitante
del oriental que busca su destino,
Patriarca del Lucero, ARTIGAS PADRE!!

LAS MUJERES
PRESA en dura muralla, entre paredes
de ausencias y retornos, vive muerta,
Rafaela Villagrán, la esposa
del justiciero de la pampa gaucha.
En el hogar tan triste y desolado,
bordando soledades y tristezas,
melancólicamente alucinada
Rafaela dialoga con su sombra:
"Lleno de polvo llegará mi amado,
oliendo a pampa y a espinillo,
a pedernal y a pólvora,
a guaco y yierbabuena,
fragante de paisajes y pamperos.
Desmontará sus armas militares;
se quitará el sombrero y la chaqueta,
recostará el cansancio en mi regazo
y con mis manos temblorosas, frágiles,
pondré cariño en su tristeza altiva.
No hablaremos de luchas ni combates,
de lanzas ni degüellos...
Conversaremos del hogar, los hijos,
de su retorno cierto y verdadero;
para siempre a mi lado, con su abrazo,
ahogándome la voz y la tristeza."

Y el dialogo siguió a través del tiempo,
alucinante, hasta encontrar la noche.
La oscura noche donde calla el eco
y el huracán destruye la esperanza...

CANSADO de horizontes y refriegas
en Isabel hallabas el descanso.
Tu amante compañera, femenina
mano de luz que guiaba tu ventura.
Soriano fue testigo apasionado
de aquel romance que en hoguera viva,
calentaba tu anhelo y tu destino.
Por eso regresabas dócil, manso,
jinete de la aurora, miliciano
de la Patria en albores todavía.
Y en el encuentro de pitanga te esperaban.

Fue Isabel Sánchez tu pasión eterna,
tu eterna confidente, embanderada
con el amor que en bálsamo y aceite
se derramaba por el día criollo.
Por el día y el mes, y el año bravo,
cuando la Patria en lanzas afirmaba
tu indiscutida jefatura de hombres.

UNA RAÍZ amarga se clavaba
para siempre en tu pecho de lancera.

Melchora en soledades campesinas
--Mandisoví, Queguay-- litoraleña
calandria desangrando sus cantares.
El Río tibio murmuró mensajes,
noticias del ausente en pago extraño,
el General Artigas, su hombre, el Jefe,
que en Hervidero la enlazó en sus besos
y modeló en cariño, rebeldía
de áspera criolla, corazón de selva.
Ceñida a tu cintura, la esperanza
del abrazo feroz de luna nueva
crecía en el verano, dulce, tierno,
retoñando en los hijos que nacían.

Pero vino el adiós y la tristeza.
El General no quiso que siguieras
sus pasos de león agonizando:
para saber derrotas se bastaba;
sin testigo es mejor la mala suerte.
Después te vieron sola, entristecida,
buscando pulperías, huella y campo.
Tu coraje temblaba en lanza criolla:
era tu emblema de hembra despreciada.
Más en la noche a gritos lo llamabas
y encendías su nombre en las estrellas.
Estuvo siempre en ti, latiendo vivo,
latiendo sus palabras de agua clara,
su musical encanto guitarrero,
su dura voz para ordenar combates,
y el desolado adiós de sus pupilas.

Melchora Cuenca,
paraguaya, oriental, la compañera
del General Artigas, Héroe, Hombre,
la ruina heroica en Paraguay muriendo.
Melchora Cuenca, abrazo y despedida,
sobre el surco doblada, abriendo espigas,
oteando los caminos del regreso,
con lanza pronta y alma apasionada:
Melchora Cuenca, escucha los clarines
del Alba que regresa con ARTIGAS!!!