Alteración silenciosa: El cambio es tan sutil que creen que están “sanos”
En Uruguay 1 de 4 niños y jóvenes sanos, 
que juegan, estudian o trabajan con total felicidad y despreocupación 
tienen una bomba de tiempo en su interior. Sus arterias ya se dañaron y,
 si no lo detectan y toman medidas, quizá no lleguen a ser abuelos.
LETICIA COSTA DELGADO
 dom dic 7 2014
El País
Un estudio realizado en el primer semestre de 
este año entre 350 niños y jóvenes de 3 a 17 años descubrió que la 
cuarta parte, tenía dañadas sus arterias a pesar de ser "sano" en 
apariencia. Ninguno había consulado al médico por un tema cardiovascular
 ni sospechaba tener algún problema en su corazón ni en su aparato 
circulatorio. No habían sentido ninguna molestia pero su cuerpo no 
estaba tan sano como ellos y sus padres pensaban.
El trabajo fue desarrollado por el Centro Universitario
 de Investigación, Innovación y Diagnóstico Arterial de la Facultad de 
Medicina (CUiiDARTE) junto con el departamento de Pediatría y el 
Servicio de Cardiología pediátrica del Centro Hospitalario Pereira 
Rossell.
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Años atrás, CUiiDARTE detectó que 1 de cada 5 adultos 
"sanos" (20%) tenían sus arterias obstruidas y corrían un alto riesgo de
 sufrir un infarto de un momento a otro. Ante esa realidad, quisieron 
saber qué sucedía con los uruguayos más pequeños, los que todavía no 
habían acumulado tanto daño en esa suerte de árbol con canales que 
llegan a cada rincón del cuerpo y son claves para vivir.
"En los países desarrollados han empezado a detectar 
tempranamente y/o evaluar el grado de extensión de alteraciones 
arteriales muchas décadas antes que los problemas mayores existan", 
contó Daniel Bía, profesor adjunto de Fisiología y director de 
Cuiidarte. Ese fue el objetivo del trabajo.
Para detectar las alteraciones en las arterias de 
niños y jóvenes los especialistas realizaron una serie de estudios 
específicos que fueron más allá de las convencionales radiografías, 
estudios de sangre o tomas de presión arterial en el brazo.
A fondo.
Evaluaron al detalle la circulación de la sangre en 
nueve estudios diferentes. Entre ellos, analizaron la presencia y la 
composición de placas que pudieran obstaculizar el paso de la sangre 
(ver gráfico). Segundo, utilizaron un equipo similar a un ecógrafo y, 
colocándolo sobre el cuello, pudieron medir el espesor de la arteria 
carótida (lleva la sangre al cerebro y la cara y es una de las primeras 
en dañarse).
Cuando comienza a haber alteraciones, las paredes de 
las arterias experimentan cambios de espesor en sus capas. "Es bastante 
intuitivo que si vas a terminar con una obstrucción, en su origen hubo 
un aumento de espesor", señaló Bía. "Detectar el cambio de espesor es 
detectar el estadío inicial de un potencial problema oclusivo más 
adelante", subrayó.
Entre los nueve estudios que realizaron, también se 
enfocaron en la rigidez arterial global, regional y local (cuanto menos 
rígidas son más pueden dilatarse y mejor es la circulación) y el índice 
tobillo-brazo.
Este último identifica la diferencia entre la 
presión en el brazo y el final de la pierna. Normalmente, la sangre 
llega con más presión al tobillo porque el cuerpo necesita más fuerza 
para enviarla hasta allí; si no es así es porque existe una obstrucción 
entre el tronco y el pie (las arterias femorales, en la cintura son 
otras de las que suelen presentar daños).
Y entre todos los estudios, el que concentró 
especialmente su atención fue medir la "reactividad vascular". Por esto,
 se conoce la capacidad de las arterias para responder a una mayor 
circulación de sangre. Si uno está sentado y se para de golpe, ilustró 
el experto, las arterias" por las que va la sangre necesitan dilatarse y
 dejar pasar un flujo mayor de líquido para que los músculos tengan la 
energía que necesitan para moverse normalmente.
Esa función, identificada como "capacidad arterial 
de dilatarse ante estímulos fisiológicos" fue la que el 25% de los niños
 y jóvenes tenían alterada. Y el 13% tenía sus arterias más rígidas de 
lo normal. En los mayores de 12, el 20% las tenía así.
"En los niños se sabe que si tenés que poner todas 
las alteraciones en orden de qué sucede antes, lo primero que se falla, y
 está comprobado, es la capacidad de dilatación de las arterias", 
sostuvo Bía y aclaró que, esto se ve solo en estudios así de específicos
 porque aún no les causa síntomas como cansancio, fatiga o dolor.
Entre todos los niños estudiados, los que eran 
obesos presentaron alteraciones en prácticamente todos los parámetros: 
mayor espesor arterial, aumento de rigidez y presión aórtica y aumento 
de la capacidad de dilatarse.
Lo niños con sobrepeso, tuvieron alterada solo la 
capacidad de dilatación. "No tenían fallas estructurales como los 
obesos", precisó Bía, "pero si esos niños siguen con sobrepeso, 
probablemente entren en el camino del daño estructural".
 
