El Frente Amplio no sale de su asombro ante el descalabro que está viviendo. No termina de entender que le cambiaron el escenario
y en ese nuevo contexto no se sabe adaptar. Es que todo venía muy
previsible según el mapa original. Pero en política nunca nada es
demasiado previsible. Un individuo de 40 años que no estaba en el menú
los viene enloqueciendo y no saben como enfrentarlo. A su vez, Lacalle
Pou no les da motivo para el castigo severo: no los ofende ni los
confronta de forma grotesca. Eso genera un formato en que el partido de
gobierno queda enloquecido y no sabe como reaccionar. Es que el Frente
Amplio necesita un adversario funcional a su manera de encarar la
política que golpee y que devuelva los golpes con potencia. Cuando no lo
tiene, no sabe lo que hacer. La izquierda está grogui y si Lacalle Pou
sigue sin encolerizarlos los seguirá atormentando aún mucho más y las
adjetivaciones hirientes del Frente Amplio quedarán cada día más como
expresiones fuera de lugar y negativas. (Dicho en lo que
importa:seguirán restando votos.)
Lo primero que el Frente Amplio debiera hacer es aceptar que está en otro lugar del sistema político. Creerse ganador cuando en los hechos estás a horas de verte hundido es una tontería. Entender que hay desgaste real
es un dato objetivo. El desgaste no viene porque hayas hecho una mala
gestión, no, no ha sido un descalabro por cierto. El desgaste viene
porque hay problemas en algunos tópicos: seguridad, educación y olor a
corrupción en diversas áreas. Y el desgaste viene porque luego de 10
años de ver a los mismos protagonistas vivir en la soberbia, andar en
auto oficial, posar de personajes y creerse Mandrake, la gente se cansa
un poquito y pide alternancia. Por allí viene la cosa. No le des más
vueltas.
No siempre los partidos captan esa
dimensión, creen que el nivel de erosión que poseen es connatural al
ejercicio del poder y de esa forma se autoengañan de lo evidente y son permisivos consigo mismos.
Creen que no pasa nada con algún compañero con una bala en una pierna.
En verdad no hay ejercicio de gobierno que no desgaste y hay
protagonistas que sufren eso de manera cruda: saberlo es vital porque el electorado tiene cansancio y fatigas con diversos protagonistas.
Lo que cabe entonces hacer, si quiere recuperar oxígeno, es retirar de escena a algunos personajes.
Es un tema delicado pero no hay opción. No pueden verbalizar el relato
del futuro, gentes que la ciudadanía no quiere ver más. A su vez, hay
protagonistas del pasado que no conviene mostrar: ya están sentenciados
por los recuerdos que producen en el imaginario colectivo. No todos, hay
gente que puede emerger del pasado porque no tienen desgaste (el ex
ministro García es un buen ejemplo), pero casos connotados y polémicos,
no conviene mostrar. No le sobra aire el partido de gobierno como para
andar teniendo polémicas por fulano o mengano. Esto lo saben todos pero
no se animan a hacerlo.
Agrego,además, los voceros de una campaña deben ser pocos:
si todos hablan es un histeriqueo loco que parece un conventillo y no
la conquista del poder de una nación. No es serio lo que le pasa al
partido de gobierno. Día a día salen por todos lados varios
protagonistas a hablar y no pocos tienen micro contenciosos entre ellos
(Agassi-Valenti) ayer,pero todos los días hay chisporroteos. Eso
aniquila un mensaje que tiene que ser sólido. Si gana el internismo
mediocre, el elector huye despavorido.
Lo segundo es entender que no siempre “pegando” y jugando al “maniqueísmo” infantil de asustar con que “se viene el cuco de la derecha mala” se va a lograr algo.
(Esa estupidez la usaban al revés en el pasado los partidos
tradicionales y fue un invento que llenó de votos a la izquierda). Nadie
cree ya más en eso, la gente ni sabe lo que es la derecha en un país
donde nadie se acepta en ese vector. Menos aún cuando el candidato más
fuerte de esa (supuesta) derecha tiene 40 años, fue legislador
modernoso, tiene cabeza abierta (hasta reconocer que fumó marihuana),
encares varios que de derecha no tienen nada (es papá por esa forma de ver el mundo y pedirle a la ciencia una mano en esa movida: ¿querés algo más fuerte que eso?)
y hasta se dió el lujo de descontracturar la campaña con la semiótica
de una pirueta con forma bandera juguetona en un fierro. (Error de los
politológos al creer que esto era negativo, fue y es buenísmo que un
candidato pueda tomarse esa libertad. Explico para los que no entienden:
la “bandera gimnasta” es a Luis Lacalle lo que las “puteadas” a Pepe.Son
activos de personalidad (elementos de identidad que rotulan que no
estamos ante un baba fría) que aunque sean discutibles marcan firmeza y
libertad. Es tan sencillo entenderlo que solo gente muy dogmática, que
cree que sus modelos de vida son los únicos válidos no terminan por
entender esto.)
Lo tercero es cambiar el rumbo de una campaña comunicacional que viene lúgubre, obvia y con una estética antigua.
Es tan mala como las malas que encaraban los partidos históricos
creyendo que como ganaban por inercia eso no era relevante. (Miren y
oigan el rap de Lacalle, es un cañón dirigido al cerebro de varios
electorados. El que hizo eso y el que lo planificó sabe bien (o intuye
perfecto) a los públicos a los que se está dirigiendo.)
Lo cuarto es tomar riesgos. El Frente Amplio no
toma riesgos de ningún tenor y eso vale si estás ganando la campaña
electoral pero si te empiezan a dar una paliza -en el electorado del
medio- es que algo estás haciendo mal. Muy mal. Ver los actos de
Tabaré en los medios masivos, lo que dice en algunos lados y ver luego
la edición por las noches en los canales de televisión es penoso y causa
verguenza. Si los canales "suben" esos mensajes es culpa del comando de
campaña oficialista al no proveer material de fuste, que mueva el
relato hacia otro lado más interesante que capte la atención
obligatoriamente. Y si lo "suben premeditadamente" los propios
responsables de la campaña es casi un acto de suicidio asistido. Algo
raro pasa allí. No veo mucha cabeza, me perdonarán, pero es notorio
esto. (Hasta tomas televisivas aparecen con poquita gente cuando están
discutiendo la caída en las encuestas: ¿alguien piensa un poquito estas
cosas?)
Lo quinto es tener la capacidad de detener la campaña, enfriarla
y no dejarse enloquecer por las giras y los mil compromisos que se
asumen como si se estuviera en una correcaminata en la rambla. Solo
pensando movidas nuevas, potentes podés recuperar aire. Pero tenés que
tomar riesgos, ya no los podés evitar. Esto quiere decir, quizás debatir
con los que no querés debatir, quizás polemizar entre el candidato y
algún asunto del gobierno (para mostrar personalidad), quizás recurrir a
temas laterales pero con capacidad de viralizarse. Yo miro la campaña
de Tabaré y huele todo impostado. Es un candidato rígido, que
vive contragolpeando, que no se suelta, que ya no tamborilea ni
chichonea. Es una campaña antigua, vieja, obvia.Compró tanto su rol de presidente que está encerrado en ese lugar y eso lo está asfixiando.
Me temo además, que como pasa siempre, hay asesores que ven estas cosas
pero nadie le dice de frente nada por miedo, sumisión o alcahuetería. Y
yo no estoy avivando a nadie como me escribe alguno, solo estoy
apelando a mejorar la calidad de la política. Creo que siempre es mejor
porque nos obliga a todos a ser mejores. Cuanto mejor son los actores
políticos, mejor tienen que ser quienes los desafíen.
Cuando Sanguinetti en el año 94 venía con problemas de
estancamiento, y los nacionalistas junto al Frente Amplio empezaban a
recuperar terreno, si una miraba la tendencia del comportamiento del
electorado se advertía un problema enorme para el partido colorado en un
mes y medio antes del cierre de campaña. Se cambió la agencia de
publicidad, se apretó la movilización en los sectores donde había que
segmentar de manera nítida (y no otros), y se asumió un debate ríspido
con Vazquez para desde esa plataforma hablarle al electorado más
moderado (nacionalista) y capturar adhesiones en ese lugar. Vazquez fue
funcional a un objetivo externo. No importaba el debate con Vazquez,
era solo el motivo para hablarle al otro espacio (partido nacional) que
si permitía recuperar votos. Esas tres acciones,más otras pequeñas
decisiones iban en la línea de lo que hubo que hacer para salvar y ganar
la elección. Recuerdo reuniones con Pancho Vernazza donde reorientó la
estética del candidato en la televisión (generosidad del entrañable
Hugo Batalla que liberó a esa agencia que la absorbió la candidatura y
la perdió la lista 99) y donde logró producir la imagen de “fuerza tranquila”
que habíamos estado buscando y se hacía esquiva.Nada es casual en una
victoria electoral. Cuenta hasta la servilleta de papel que comprás y la
ausencia de hielos en la heladera. Hoy en el Frente Amplio uno tiene la
sensación de que hay amateurismo, que mandan muchos y que el candidato
está desorientado y confuso.
En política se
puede ganar o perder, es la ley del juego pero lo hermoso de esta
actividad es que el día que te va mal, te puedas acostar con la
conciencia en paz que igual hiciste todo lo que estuvo a tu alcance para
salir airoso. Luego, si perdes, mala suerte, hiciste todo lo que
entendías que podías hacer. Ese es el asunto. Hoy el Frente Amplio está
haciendo bastante mal todo.