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domingo, 23 de julio de 2017

Públicas virtudes; a propósito de la regulación del cannabis Por: Mauro Mego – Edil FA, Rocha





 


republica.com.uy





Mientras escribo estas líneas no dejo de pensar en el día histórico que hemos vivido a partir del inicio de la venta del cannabis en algunas farmacias de nuestro país. Esto es sin lugar a dudas un paso enorme hacia una transformación cultural que por cierto no dependerá solo de cuestiones logísticas o de implementación sino de un gradual aprendizaje colectivo. Naturalmente, todo inicio siempre es complejo, y del mismo modo que el niño da sus primeros pasos para afianzarse, aquí sucede algo similar. Si hacemos un ejercicio comparativo con otros países veremos que es un hecho de enorme trascendencia. Quiero detenerme en dos o tres aspectos para reflexionar a propósito de estos hechos.

Las drogas no son cosa nueva en la vida humana, diversas culturas a lo largo de la historia han experimentado con sustancias de toda índole. Y por supuesto que fue la naturaleza la que en muchas partes proveyó de estos elementos a los humanos. El uso de opio, por ejemplo, hunde sus raíces en la más profunda antigüedad. Si se revisa la historia de las culturas se verá frecuentemente que eso que llamamos “droga” es algo bastante más viejo de lo que suponemos. Pero si nos enfocamos, desde una perspectiva lisa y llana, en las drogas contemporáneas, veremos con mayor facilidad la enorme cantidad de sustancias al alcance del ser humano. Este tiempo muestra a la gente expuesta e interactuando con una gran cantidad de sustancias que en muchos casos se vuelven problemáticas. Un individuo que se relaciona con una droga, desde los psicofármacos hasta el alcohol, lo hace a partir de diversos motivos. Es curioso cómo a partir de la venta legal de cannabis, muchas voces horrorizadas se han alzado en contra. Es muy curioso ver cómo todos de alguna forma perdemos la memoria, o nos echamos en los brazos de doña hipocresía para erigirnos en moralizadores y en censores de turno. Las redes sociales son el gran escenario y esto se vuelve divertido cuando se trata de comunidades en las que, más aquí o más allá, nos conocemos todos bastante. Olvidamos cómo a diario e incluso en algunas vivencias, las drogas han estado presentes. Nos alarma la venta de cannabis, cuando hemos visto personas destrozadas por una accesible y promocionada droga legal como el alcohol. Nos molesta el cannabis aun cuando no dejamos de descubrir la febril adicción que representa el cigarrillo de tabaco y los males -muchas veces mortales- que produce. No nos alarma eso e incluso muchos que hoy atacan la regulación pública del cannabis fueron los primeros en sentirse “perseguidos” y reclamaron sus “derechos” como fumadores, a pesar de que nadie ha prohibido la venta o el consumo de tabaco. Hasta personas que defendían la permisividad en los controles de alcoholemia en nombre del “placer” y la “libertad” hoy atacan con fiereza la ley y su puesta en marcha.

Personalmente, no fumo marihuana y conozco los riesgos que consumirla acarrea, del mismo modo que conozco los del cigarrillo y el alcohol. De ningún modo promuevo el consumo de ninguna sustancia. Es un error torpe pensar que con esta regulación pública exista un fomento o promoción del consumo, es falso. No resiste el menor análisis serio. Falso por una razón elemental, el consumo de esta u otras sustancias ha sido y es parte de la vida social humana. En el caso del cannabis esto es fácilmente comprobable a diario, en todos los estratos sociales. Por supuesto que se puede negar la realidad y ocultarla, o solapadamente preferir la “distinción” que otorga ser consumidor exclusivo, aun cuando para adquirir el cannabis haya que recurrir a una red clandestina de venta, que en muchos casos encubre complejas relaciones sociales y peligros. ¿Existe gente en la sociedad uruguaya con una estatura moral tal como para horrorizarse y azuzar cucos? ¿A alguien se le puede ocurrir que sea mejor adquirir una droga en un mercado negro que en un mercado regulado? ¿La gente dejará de drogarse (con todas las drogas) solo con persecución y prohibiciones estériles?

No sorprende que desde algunos sectores sociales y políticos se exhiba un pensamiento conservador, prohibicionista y negacionista, aun cuando sobre evidencia del fracaso dramático y socialmente devastador de estas prácticas en el mundo. En el Uruguay es habitual, y su Historia lo demuestra, tener liberales fervientes en lo político y económico pero ardientemente conservadores en lo social. Si mañana a alguien se le ocurriera echar atrás este proceso podría hacerlo, pero ¿la gente dejaría de consumir sustancias psicoactivas o estimulantes? ¿La gente dejaría de fumar marihuana? Ciertamente no, lo que sí haría sería volver a conseguir eso -con el persistente encanto de lo prohibido- en un mercado negro, desregulado, sin control de calidad, de precio y de seguridad personal.

Muchos en estos días han elegido el camino de la hipocresía, la alarma pública y el estupor. Es que lógicamente se ha iniciado un proceso que es perfectible. Pero por algo se empieza. Debemos sentirnos felices de habernos animado a dar este pasito. Hoy seguramente haya gente tomando alcohol hasta caerse, dependiente de una copa para que no le tiemblen las manos, ¿prohibiremos el alcohol? Hoy seguramente haya quienes estén terminando su tercera caja de cigarrillos, ¿prohibiremos fumar? Hoy tal vez haya quienes se metan un cóctel de pastillas para esto o para aquello, ¿prohibiremos el expendio de medicamentos? En todos los casos la receta es la misma: información, educación y construcción de una independencia que nos permita elegir con libertad y conociendo a qué nos enfrentamos. Nosotros defendemos estas libertades positivas, las libertades para realizarnos como individuos, basados en un conocimiento cabal, racional y amplio del mundo en que vivimos.

Los cambios culturales llevan tiempo. Ojalá éste sirva para continuar generando conciencia, convivencia, tolerancia y sobre todo aprender a ser una mejor sociedad en democracia, sin el rigor aplastante, la vigilancia total, la censura o la prohibición absurda. Nadie quiere gente adicta, debemos ayudar a quienes tienen consumos problemáticos, pero está demostrado que no lo haremos fomentando la prohibición y solventando mercados negros. Tal vez algunos prefieran que los ricos se droguen con calidad y se “distingan” obscenamente, y que los pobres se revienten con cualquier cosa y caigan en la boca del león. Hoy dimos un paso para alejarnos de eso.