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viernes, 8 de enero de 2016

Uso de agrotóxicos en Uruguay Resultado preocupante por María Isabel Cárcamo



 María Isabel Cárcamo es  referente en Uruguay de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (Rapal),

    Resultado preocupante

    Estamos en la época propicia para la realización de balances. Si efectuamos el de la política agropecuaria que lleva adelante el país, el resultado es alarmante

    Uso de agrotóxicos

    En paralelo con la extensión agrícola y forestal en nuestro país ha habido un aumento del uso de los agrotóxicos y dentro de ellos el glifosato. El uso de este herbicida supera el 50% de los utilizados en Uruguay, no solo en los cultivos de secano como la soja y otros, sino también en la forestación y la ganadería.

    En este balance hay que registrar que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), informó el 20 de marzo pasado de la clasificación del glifosato en la categoría 2A, lo que indica que se trata de un posible cancerígeno.

    El segundo herbicida más usado es el 2,4D, al que el 22 de Junio pasado la IARC también lo clasificó como posiblemente cancerígeno, para los seres humanos.

    El uso del 2,4-D se ha incrementado en los últimos años, debido a que las plantas silvestres se han hecho resistentes al glifosato. Por esta razón, la industria biotecnológica recomienda aumentar la dosis y mezclarlo con otros herbicidas como el 2,4-D, al tiempo que experimenta con variedades transgénicas con el objetivo de hacerlas tolerantes también a dicho herbicida.

    O sea: dos herbicidas ampliamente utilizados en nuestro país han sido clasificados como posibles cancerígenos y ni siquiera se analiza su prohibición. A los herbicidas se le agrega el uso y abuso de insecticidas y funguicidas altamente tóxicos tanto en la agricultura como en la forestación.

    Cultivos transgénicos
    Distintas variedades de soja y maíz transgénico con tolerancia a distintos herbicidas y resistencia a insecticidas se cultivan en nuestro país. El resultado es que mayores cantidades de agrotóxicos contaminan suelos, agua y aire.

    Nada se ha corregido en el uso intensivo e incontrolado de agrotóxicos y el aumento de la agricultura extensiva y de la forestación, están entre las principales causas de pérdida de biodiversidad.

    A su vez, en los cultivos tolerantes a herbicidas (transgénicos) hay una menor rotación de cultivos y diversificación, junto a una lógica tendencia hacia el monocultivo. Como se verifica un desarrollo de malezas resistentes a los herbicidas, los productores recurren a mayores dosis de herbicidas y el uso de otros aún más potentes, un claro ejemplo de esta situación es el aumento del consumo del 2,4 D.

    Frente al cambio climático, ¿cómo responde Uruguay?

    Desde hace décadas nuestro país apuesta a un modelo forestal y agrícola basado en grandes monocultivos, por un lado de eucaliptos, con el objetivo de alimentar a las dos plantas de celulosa existentes y por otro, a la producción de soja transgénica con destino a la exportación sin ser sometida a la mínima industrialización. Ambos monocultivos están provocado un desastre ambiental al sustituir ecosistemas, como son el monte nativo y las praderas naturales, por grandes monocultivos.

    Respecto al cambio climático, los monocultivos son parte importante del problema. Mitigar sus impactos, sería proteger la biodiversidad en los ecosistemas agrícolas con prácticas más amigables para el medio ambiente y menos dependencia de los agrotóxicos.

    Es hora que nuestros gobernantes, en un acto de responsabilidad con la gente y el medio ambiente, dejen de mirar para otro lado y adopten medidas con respecto al uso masivo de estos venenos, impulsando el cambio del actual modelo de producción. No hacerlo convertiría las medidas antitabaco, de las cuales nuestro presidente es abanderado, en una cruel ironía.

    Exhortamos al gobierno a actuar con la urgencia que el caso requiere prohibiendo el uso de las sustancias posiblemente cancerígenas, como una de las condiciones imprescindibles para detener la pérdida de biodiversidad, impedir una mayor contaminación del agua, defender la vida y ser responsable con las generaciones futuras.


    Diciembre 2015