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miércoles, 22 de junio de 2016

Regresar al estiércol para salvar a la agropecuaria - Eduardo Gudynas




Casi todos los países siguen el camino de una agropecuaria
artificial, que aplica enormes volúmenes de químicos, cada vez más
mecanizada, de alto impacto ambiental, y que desemboca en alimentos
también artificializados. Para no quedar atrapados en ese sendero, es
necesario revalorizar una agropecuaria que sea orgánica y Uruguay puede
hacerlo.






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Regresar al estiércol para salvar a la agropecuaria - Eduardo Gudynas / Columnistas - Montevideo Portal

lunes, 13 de junio de 2016

300 árboles y un tuit - Eduardo Gudynas



El día mundial del medio ambiente es una celebración
planetaria que es tradicionalmente aprovechada por los gobiernos para lanzar anuncios, casi siempre exagerados, y coloridas campañas publicitarias. Pero en Uruguay, nuestro ministerio del ambiente ni siquiera se sumó a ese día de promesas, shows y llamados. Como si
estuviera agotado, el ministerio se conformó con plantar 300 árboles y compartir un tuit.







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300 árboles y un tuit - Eduardo Gudynas / Columnistas - Montevideo Portal

viernes, 8 de enero de 2016

“Hay caos en la gestión ambiental rural”


Entrevista al científico Eduardo Gudynas








 “No veo que existan acciones institucionales suficientes” para frenar el drama de la crisis del agua y el presidente Tabaré Vázquez dio “pasos
para atrás” en el manejo del ambiente, dijo a Rompkbzas el científico
investigador y ecologista uruguayo, Eduardo Gudynas, quien explicó que
“hay un caos en la gestión ambiental rural”.


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“Hay caos en la gestión ambiental rural”

jueves, 1 de enero de 2015

LA NUEVA GEOPOLITICA CLIMATICA Eduardo Gudynas

31 Dec 2014
 
CambioClimaticoContaminadores14
No es sencillo resumir los resultados del encuentro de los países miembros de la Convención Marco en Cambio Climático de las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Lima (Perú). Su objetivo era ambicioso y también urgente. Pero los resultados han sido muy discutibles. Les comparto una breve reflexión publicada días atrás en el suplemento Ideas, del periódico Página Siete de Bolivia.
En la cumbre de Lima se debía precisar el marco de un futuro tratado, protocolo o mandato que impusiera restricciones sobre la emisión de gases con efecto invernadero para contrarrestar el cambio climático.Es un objetivo que se intenta alcanzar desde hace años, y se esperaba concretarlo en Lima, dada la presión ciudadana y nuevos reportes científicos confirmaron que el cambio climático es más grave de lo esperado y que avanza más rápidamente.

Bajo los compromisos actuales, tales como el viejo Protocolo de Kyoto, los únicos que tienen obligaciones de reducciones son las naciones industrializadas. A los países en desarrollo, y entre ellos los latinoamericanos, no se les exige limitar sus gases invernadero, aunque pueden hacerlo voluntariamente. Pero es muy evidente que esa posición es actualmente insostenible, ya que muchas naciones del sur han pasado en los últimos años a estar entre los más grandes contaminantes del planeta. Un nuevo acuerdo impondría obligaciones para todos los estados, y allí surgen las confrontaciones y desavenencias.
Esas discrepancias quedaron en claro en Lima. Buena parte de las naciones en desarrollo no desean limitar sus propias emisiones de gases invernadero ya que las conciben como trabas a su progreso económico. Y en caso que algo hicieran, quieren que los países ricos las compensen económicamente por eso. Las naciones industrializados evitan reducir todavía más sus gases invernadero, y nada quieren saber con una ayuda financiera masiva.
De esta manera, en Lima, casi todos los países invocaban la gravedad del cambio climático, pero en verdad evitaban asumir compromisos, aunque usando argumentos muy distintos. Se llegó a un acuerdo porque era tan vago e impreciso que no impone obligaciones ecológicas o financieras, y deja casi todo abierto para seguir negociando un año más.
Viejos y nuevos contaminadores
La diversidad de argumentos para esquivar las responsabilidades ya no puede ser analizada desde una perspectiva que separa dos bloques: el “norte” y el “sur”. Es una simplificación sostener que sólo el norte es el principal emisor de gases invernadero, y el sur, sin responsabilidades, sufre las consecuencias. En los últimos años la situación ha cambiado drásticamente, y entre los diez más grandes contaminadores globales están entreverados países del sur y del norte.
El primer lugar lo ocupa China, que desplazó a Estados Unidos al segundo sitio. Si se toma a los 28 países de la Unión Europea como un conjunto, estarían en tercer lugar, pero a nivel individual ese sitio es ocupado por India. A su vez, en esas primeras ubicaciones aparecen por ejemplo Indonesia y Brasil, que emiten más que Japón o Alemania. Eso explica que naciones como China o Brasil se resistan a aceptar obligaciones a reducir sus emisiones, solo lleven adelante planes voluntarios.
Se ha dicho muchas veces que esos indicadores totales no son muy justos, y que deberían considerarse las emisiones por personas. Si así se hace, una vez más aparece otra geografía ecológica. El punto de referencia para lo que podrían llamarse “emisiones justas” son 2 ton de CO2 por habitante en el planeta, y sin duda las naciones industrializadas están muy sobrepasadas. Pero nosotros, en América del Sur, también. Paraguay ocupa el primer lugar con 18.2 ton CO2 por persona, el segundo lugar corresponde a Bolivia (14.8), y en el tercer puesto está Venezuela (13.4). Todos los indicadores son contundentes: nuestros países también son responsables.
Más de un lector se preguntará a qué se debe esta particular situación de los latinoamericanos. Es que mientras en los países industrializados el principal origen de las emisiones son los gases de las fábricas y motores, en América del Sur su origen está en la deforestación, las transformaciones agropecuarias y otros cambios en el uso del suelo.
Aceptando que las principales emisiones tienen esos orígenes, queda en claro que las políticas nacionales contra el cambio climático en países como Bolivia, deben comenzar por cambiar sus estrategias de desarrollo rural, modificar la tenencia de la tierra y detener la deforestación. Se impone un cambio de rumbo que no es nada sencillo, y que los Estados prefieren evitar, y rara vez mencionan en los cónclaves internacionales.