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Un Banco podría embargar sus bienes y sus dos hijas lo han demandado.
Entre tanto circulan algunas conversaciones suyas de un reciente pasado, investigadas por la Udef- que lo relacionan con el encarcelado Luis Pineda, responsable de Ausbanc en las que en términos apremiantes y lastimeros, quien alcanzara la popularidad con el sobrenombre de "El loco de la colina" le solicita urgentemente ayuda para librarse de esa deuda que le reclama el banco. "Me van a ejecutar", le insta a Pineda. Expresión que ha de entenderse, por supuesto, con los términos empleados en medios financieros o jurídicos, cuando entidades o jueces acuerdan dar por cumplida una sentencia, una decisión, que se resuelve con el desahucio, el embargo… Pero ¿cómo ha llegado el comunicador onubense a esta dramática situación?
Jesús Quintero nació en la localidad de San Juan del Puerto en el seno de una modesta familia obrera. Su padre era electricista; su madre, campesina. Veinte años residió Jesús en el hogar familiar. A temprana edad vivió un triste acontecimiento: la muerte de uno de sus hermanos, víctima de una incurable pancreatitis. Quien andando los años se iba a convertir en uno de los más singulares presentadores de radio y televisión soñaba de niño con ser actor. No logró ese deseo pero alcanzaría la popularidad ante los micrófonos cuando, ya estando en Madrid, prestaba sus servicios en Radio Nacional de España, en las instalaciones de Prado de Rey. Transcurrían los primeros años 70 cuando junto a Marisol del Valle animaba las tardes con el programa Estudio 15-18. Allí es cuando se propuso convertir a su amigo Paco de Lucía en una estrella de la guitarra, lo que conseguiría nada más grabar el gaditano Entre dos aguas. Fue tal la complicidad que nació entre ambos que durante unas temporadas Jesús Quintero se convirtió en mánager del luego afamado concertista, hasta entonces sólo conocido en tablaos flamencos y por puristas del género.
Se dijo que el locutor detestaba su mentado programa radiofónico. El caso es que volvió a Radio Nacional con otro programa ya más personal: "El hombre de la roulotte", recorriendo España efectivamente en una furgoneta llena de libros y sartenes, con la que se desplazaba para entrevistar a sus personajes, por lo común gentes raras, de curioso pasado, aunque de vez en cuando se enfrentara a conocidos del mundo del espectáculo, como el torero jerezano Rafael de Paula, con quien tiene un razonable parecido físico al punto que el diestro, al verlo, le dijo poco más o menos que si era su sosias. Las andanzas de Jesús Quintero lo llevarían a trabajar en una cadena comercial, la Ser, donde alcanzó su gran notoriedad con un espacio de madrugada en donde impuso que no hubiera publicidad: El loco de la colina. Con un verbo florido y pretensiones seudo filosóficas el locutor se dirigía a la audiencia con el ánimo de resolver los problemas de los desesperados, los solitarios, los necesitados de consejos y afectos. Parecía ser un taumaturgo, el ángel de la madrugada que nos elevaba el espíritu, utilizando un rosario de pensamientos, citas poéticas, frases de gran belleza que podrían resultar beatíficas y esperanzadoras para sus oyentes. Lo que estos ignoraban es que detrás se encontraba un poeta sevillano al que había contratado, de nombre Javier Salvago, que a cambio de un reducido sueldo le llenaba diariamente los folios suficientes para que El loco de la colina se luciera como si su contenido fuera suyo. Tales colaboraciones son viejo asunto en nuestro oficio, a cargo de los llamados "negros": escritores sin suerte, o simplemente necesitados de dinero, que ocultan su nombre, prestando su talento a quienes los contratan. Antes de que Salvago le hiciera esos trabajos el guionista habitual era un periodista prestigioso: Raúl del Pozo. Naturalmente Jesús Quintero se cuidaba de no citarlos, que era lo pactado en un contrato por lo corriente verbal. Y él presumía de sus ingeniosas pláticas.
Con ese estilo mantuvo posteriormente otros programas radiofónicos, aunque ninguno superó la audiencia de El loco de la colina. Entre ellos: El lobo estepario, que fracasó en Onda Cero. Sus aspiraciones eran la de disponer de emisora propia, embarcándose en la aventura de Radio Placentines, luego Radio América, cuyos estudios estaban localizados en la calle del mismo nombre citado en primer lugar, a espaldas de la Giralda. En la planta inferior abrió un bar. Pero como emitía sin licencia las autoridades oficiales del ramo le enviaron un aviso en forma de multa de diez millones de pesetas si continuaba con tal empresa. Hubo de cerrar. Le llegó un día la hora de debutar en la pequeña pantalla, donde tuvo tanto éxitos fulgurantes como rotundos fiascos. Les remitimos a estos títulos: Qué sabe nadie, La boca del lobo, Cuerda de presos, El vagabundo, El perro verde, Ratones coloraos… Unos en TVE, tiempos en los que era admirado por la Directora General Pilar Miró, y otros en Canal Sur y el Canal 2 de Andalucía.
Variopintos fueron siempre sus entrevistados, desde condenados a cadena perpetua a escritores de fama, artistas de gran popularidad, colaboradores como Antonio Gala, con quien presentaba Trece noches, o "frikis" divertidos como “El Risitas” y “El Cuñao”. Las entrevistas de Jesús Quintero estaban presididas por su manera de preguntar (con guiones a cargo del "negro" de siempre), a veces con incisivos interrogantes, pero expuestos con interminables silencios, a propósito, como si estuviera pensando, relamiéndose en cada cuestión. Tenía una productora, precisamente bautizada como "El Silencio", con la que ganó muchísimo dinero. Pero ¿en qué invertía sus elevados ingresos? A veces en ruinosos negocios, como el restaurante-espectáculo "Montpensier", palacete situado en el Parque de María Luisa. O en adquisición de algún lujoso piso, o su casa en Los Caños de Meca. Y la emisora y bar, que le costaron un pico. Compraba coches carísimos. Y su vida de bohemio, acaso sin darle nunca valor al dinero, sin saber administrarse para pagar bien y a tiempo a sus empleados y colaboradores. Su salud se vio varias veces amenazada: una dura y prolongada depresión, que lo tuvo hospitalizado muchas semanas, época en la que se ponía a llorar desgarradoramente sin saber por qué, delante de su gente. Le dio una temporada por decir que había bebido agua en mal estado cuando fue a entrevistar al único monje de un monasterio, lo que insistía era la causa de sus alifafes. Poco se supo de su vida íntima. Estuvo muy enamorado de la bailaora Merche Esmeralda, con quien pensó casarse. También convivió una larga temporada con la cantautora Soledad Bravo, a quien le produjo un álbum con poemas de Rafael Alberti. Es padre de dos hijas. De la primera, Andrea, que tiene veintidós años, no hemos podido saber la identidad de la madre; sí de la segunda, Lola, de diecisiete, fruto de su convivencia con la periodista Joana Bonet, directora de la revista Marie Claire.
Jesús Quintero siempre ha sido muy celoso de su vida privada. Lleva tiempo sin asomarse a un programa de televisión o de radio; sus ingresos, por tanto, no son los de sus tiempos de gloria. Gestiona en Sevilla el teatro Quintero, antiguo cine de la calle Cuna, a espaldas de la de las Sierpes, donde programa espectáculos de teatro y música. Sus gastos, entre los que se hallan intereses e hipotecas, lo han llevado a una penosa situación. Su antiguo "negro", el poeta ya citado Javier Salvado, publicó en 2014 El purgatorio, un interesante y divertido libro de recuerdos vividos junto a este personaje. Quintero ha dicho que le gustaría escribir un volumen autobiográfico, contando miserias y confidencias de cuantos ha conocido en sus setenta y cinco años de vida con el título Mis queridos hijos de puta.