En todos los
partidos políticos hay una pléyade de dirigentes que en su momento,
en mayor o menor medida, han honrado las ideas y generado el concepto
de sus principios en su máxima expresión. El Partido Nacional es
rico a lo largo de su historia de esa galería de hombres que nos han
honrado. En el siglo XX Manuel Singlet tiene su lugar o sea, se nos
ha muerto un gran blanco. Nacido en Cerro Chato el 4 de febrero de
1942. Bachiller en Derecho. Integró desde su fundación el
Movimiento Nacional de Rocha. Director suplente del Partido Nacional
durante el gobierno de facto (1982 – 1984). Desde el año 1985 supo
integrar la Administración de las Obras Sanitarias del Estado (OSE),
cargo al que renunció para ingresar a la Cámara de Representantes
por Montevideo, donde cumpliera una magnífica gestión. En su
agrupación rochense fue secretario de la comisión de asuntos
políticos. Miembro del Honorable Directorio del Partido Nacional.
Fue senador titular en 1989 y quinto candidato a la Cámara de
Representantes, habiendo sido electo para ambos cargos optó por el
Senado, integrando el cuerpo en febrero de 1990 hasta 1995. El 10 de
noviembre de 1992 presenta renuncia a su banca de senador.
Fue sin duda un hombre de principios y de ética política
indiscutida e impoluta. Por discrepar con una resolución de su
propio gobierno, fiel a sus principios, prefirió renunciar antes que
votar a favor de la misma, cosa que hubiera debido hacer por
disciplina partidaria. En una profesión como es la vida política
donde las idas y venidas, son de uso común y como “se dice una
cosa, mañana se digo otra”, una rectitud de proceder de ese
calibre honró la profesión y particularmente a su partido. Por
supuesto fue visitado en reiteradas ocasiones por los contrarios
tratando de conseguir su adhesión, cosa que finalmente no hizo sino
que se retiró a su casa fiel a su condición de blanco y
nacionalista. Los cargos que en los que supo actuar los cumplió con
absoluta rectitud y honradez administrativa, como es característica
blanca que él supo defender y cumplir. Desechó todas las ofertas
que por cierto fueron de las mayores que se podían ofrecer.
Hoy nos sorprende
su muerte y en el cerno de la colectividad de Oribe que él tanto
honró, se le siente en lo más profundo del pensamiento nacionalista
y por supuesto se le ubica en esa galería de predilectos que con
tanto orgullo nos llenan con sus circunspectas miradas, llenas de
honradez y lealtad y coherencia a los principios. La ley de Empresas
Públicas en su momento fue el leitmotiv de esa resolución que
asombró al ambiente político por su entereza y coherencia.
Ha sido una
pérdida irreparable y habrá que esperar que ejemplos como el de
Singlet sirvan a la juventud del partido en el futuro ante
situaciones similares. Tuvimos el honor de conocerlo cuando decidió
circunstancialmente postergar durante el tiempo electoral la
tranquilidad de su hogar y adherir su voz partidaria a Alianza
Nacional. Entendemos que su adhesión al senador Larrañaga, era lo
más digno dentro del Partido.
Vaya entonces
nuestro respetuoso pésame y saludo a su familia, que como
integrantes del Partido Nacional, supieron y saben cumplir con las
mejores tradiciones de Saravia y de Oribe. Vale entonces ante la
circunstancia de su ausencia, despedirlo con un: ¡Viva el Partido
Blanco!
Leopoldo
Amondarain
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