Opinión - COLUMNA
La cuota de género, otra vez
Se acaba de confirmar lo que muchos suponían: Graciela Bianchi finalmente no asumirá su banca en el Senado. Por Adolfo Garcé
El Observador
Se acaba de confirmar lo que muchos suponían: Graciela Bianchi finalmente no asumirá su banca en el Senado, y dejará este lugar a su primer suplente, Álvaro Delgado. Quiero aclarar que, en general, no me disgusta el estilo beligerante, tan polémico, de Bianchi. Por el contrario, simpatizo con su estilo frontal de decir y hacer (sospecho que los problemas de la enseñanza, su tema favorito, exigen enfoques de este tipo). De todos modos, he tenido la ocasión de tener más trato con el diputado Delgado, a quien considero uno de los dirigentes políticos más serios y valiosos de la nueva generación. Dicho esto, creo que es una verdadera lástima que el sector Aire Fresco, la fracción del Partido Nacional liderada por Luis Lacalle Pou, no haya encontrado una mejor manera de llevar a Delgado al Senado (lugar que, por cierto, merece) que burlar abiertamente la ley que estableció la cuota de género.
No se me escapa que armar las listas al Senado es una tarea muy difícil. Tampoco ignoro que las restricciones establecidas por la ley de cuotas (exige que figuren personas de ambos sexos en cada terna de candidatos) volvieron esta tarea de ingeniería electoral todavía más intrincada. Sin embargo, me parece fuera de discusión que este sector del PN acaba de enviar, en un único gesto, dos malas señales. En primer lugar, es una mala señal respecto al problema que la ley de cuotas trata de paliar, es decir, el de la bajísima participación de mujeres en los cargos electivos. En segundo lugar, y esto probablemente sea todavía más grave, esta forma de resolver el asunto parece validar el penoso y peligroso dicho popular: “Hecha la ley, hecha la trampa”.
Recién dentro de unos meses sabremos exactamente cuántas mujeres terminarán desempeñándose durante los próximos cinco años como parlamentarias. Para tener esta información, es preciso que finalice la distribución de cargos de gobierno y pasen las elecciones departamentales. Por ahora, con los datos surgidos de la elección de octubre a la vista sabemos que la cuota tuvo un impacto importante en el Senado pero fue poco efectiva en Diputados. El número de senadoras electas pasó de 4 en 2009 a 9 en 2014 (de 13% a 29%). Mientras tanto, la cantidad de diputadas se mantuvo prácticamente incambiada: de 15 a 16 (de 15% a 16%). La diferencia en el impacto efectivo logrado por la ley en ambas cámaras no deriva de la forma de aplicación: en todos los casos, para ambas cámaras, los partidos optaron en general por poner a la mujer en el tercer lugar de cada lista. Pero, salvo en las circunscripciones electorales más grandes (como Montevideo o Canelones), en el resto del país no hay listas que logren obtener tres cargos. Por ende, terminan siendo electos los candidatos que encabezan estas listas (generalmente varones). En el Senado, en cambio, prevalece la situación inversa. En definitiva, la presencia femenina en el nuevo parlamento alcanza el 19%, proporción claramente inferior al 33% que constituía la aspiración inicial de quienes impulsaron, en su momento, la ley. En este tema, según la UIP, Uruguay está por debajo del promedio de Europa (21%), de América Latina (24,1%) y de los países nórdicos (42%), que, para variar, también lideran en esta dimensión.
No hay que tener mucha imaginación para anticipar que este asunto generará una fuerte polémica en las organizaciones de mujeres. El debate sobre la cuota de género, sobre su necesidad, diseño e implementación, volverá a instalarse. La ley N° 18.476 estableció que la cuota, en los cargos parlamentarios, se aplicaría solamente en la elección de 2014. Y que el parlamento, a posteriori, evaluaría sus resultados. Por tanto, más temprano que tarde, el nuevo parlamento tendrá nuevamente este tema en su agenda.
La cuota de género, tal como se aprobó en la ley de 2009, no dio los resultados esperados, pero mostró el camino. Aprobar la ley N° 18.476, que exigía una mayoría especial de dos tercios, fue muy difícil. En todos los partidos asomaron dudas, y se multiplicaron las discusiones y negociaciones. La discusión y eventual aprobación de una nueva norma no será más sencilla.
Los partidos políticos uruguayos, compitiendo y cooperando, aprendiendo de su propia experiencia pero también importando (y, al mismo tiempo, adaptando) arreglos institucionales desde otros sistemas políticos, se las ingeniaron para edificar una de las mejores democracias de la región. Tienen excelentes razones para sentir orgullo de la construcción realizada y, por eso mismo, para ser cautelosos a la hora de innovar. Pero, ese legítimo orgullo, esa razonable cautela, puede volverse conservadurismo liso y llano, aversión al cambio. Es lógico que aspiran a cuidar sus tradiciones. Pero la tradición, como enseñaba José Enrique Rodó, no puede ser “fin y morada”. Tiene que ser “cimiento y punto de partida”. El aumento de la presencia femenina en altos cargos políticos es una de las tendencias más notorias de las democracias modernas. No deberíamos quedar al margen.
Ver: http://www.ipu.org/pdf/publications/WIP2012S.pdf
*Adolfo Garcé- Doctor en ciencia política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar- adolfogarce@gmail.com