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viernes, 6 de noviembre de 2015

EL MAESTRO RUBEN LENA. (1925- 1995). RESCATANDO PERSONAJES POPULARES Por Julio Dornel.




   
 
 Escritor y periodista Julio Dornel
 
Nos resultaría muy fácil destacar en esta publicación, la promoción que genera en  Treinta y Tres, la realización del Festival “MAESTRO RUBEN LENA”, al punto de haberlo convertido en una de las fiestas más importantes  de nuestro país. Sin embargo vamos a transitar por caminos pocos conocidos y por los cuales caminaron diariamente los protagonistas de sus temas. El 28 de octubre  se cumplió un nuevo aniversario de su desaparición física (1995) y salvo honrosas excepciones, ha faltado la evocación periodística que motiva la nostalgia con solo recordar la figura inmortal  de uno de los compositores más importantes de nuestro país. Por ese motivo recurrimos una vez más al periodista Sergio Sanchez Moreno, quien en un artículo publicado en la Revista  Oficial del Festival correspondeinte al año 2013, señalaba que para analizar los “personajes” del maestro Lena, había que mezclar la historia de héroes y bandidos, como sucedió con Prudencio Correa, el  “Nacho” Silvera y Martín Aquino. “Prudencio Correa, era contrabandista conocido en la época de comienzos de siglo en el pago del Olimar, cuando el contrabando se hacía en cargueros, con largas filas de caballos atados por la cola de los que iban adelante para no perderse en las noches sin luna. Cargueros de noche y misterio, donde el contrabandista su vida, no solo con el frío, la lluvia, los pasos crecidos, sino  sobre todo en los enfrentamientos a tiros con las patullas. Prudencio Correa era contrabandista y en una ocasión la policía lo llevó a la comisaria tratándolo muy mal, Juró no volver a estar preso, pero ocurrió que el ferrocarril, en el tendido de la vía  desde Treinta y Tres hacia Río Branco pasaba por su predio. Para notificarlo de que le debían expropiar la chacra lo mandaron llamar de la comisaría. Pero tal como lo había prometido Prudencio Correa, dijo que a la comisaría no iba. El maestro (Ruben Lena) era un gurí de escuela cuando aquel medio día la gente marchaba para ver qué pasaría con la policía que iba- piquete a caballo- a buscar a Prudencio. Los niños del pueblo gritaban a coro improvisado “no lo maten, no lo maten a Prudencio”. Le dan la voz de alto, pero Prudencio no se entrega y amaga sacar el revólver. Le pegan un tiro en medio de la frente. La serranera “Por Prudencio Correa”, en la voz de Los Olimareños o Alfredo Zitarrosa, logra hondas resonancias en los oyentes de cualquier época o lugar, donde la canción remonta al día en que muere don Prudencio Correa. En realidad vive de nuevo Prudencio en la canción como vive el “Nacho” Silvera corredor de zorros, raidista y penquero de la zona del Yerbal y la Isla Patrulla, cuando las estrofas  de la canción de Rubito, lo devuelven a la memoria.  Y no hablemos de la sombra de Aquino- decía Sergio Sanchez- donde Rubito le devuelve al personaje, no solo el halo de misterio y ese tono de valentía sin doblez, sino la esencia de buen paisano en toda la acepción de la palabra. Paisano atrapado en las redes de un tiempo donde un pobre no podía valer lo mismo, ante una justicia muy lejana y una prepotencia que rodeaba. El maestro Lena no era nacido cuando Martín Aquino fue rodeado y recibió muchos disparos en su cuerpo, mientras cubría  a balazos la vida de sus compañeros. Se mató el mismo, pero el maestro lo encontró muy vivo en todo rancho de campaña que, 50 años después de la tragedia, le dejaban la cocina abierta por si pasaba…


sábado, 29 de agosto de 2015

RUBÉN LENA: “NO PODRÉ, PERO PUEDO” Por Julio Dornel.




En  notas anteriores hemos  publicado material aportado por el periodista   Sergio Sánchez Moreno, sobre la trayectoria del maestro Rubén Lena y su significativo aporte a la cultura nacional. Corresponde señalar que buena parte de ese material fue extraído de la Revista Oficial del Festival del Olimar, realizado en marzo del año 2013. Señalaba  Sánchez, que Lena “le cantó a las lavanderas, aquel duro oficio tan característico de la primera mitad del siglo XX, donde en nuestros pueblos decenas de mujeres con sus hijos se iban al arroyo cargando gigantescos atados de ropa, equilibrados sobre sus cabezas, le cantó al botellero y a los oleros, que es como llamamos en Treinta y Tres a los ladrilleros, le cantó a Juan un anónimo albañil y a los guitarreros populares como el “Laucha” Prieto, aunque se debe acotar, sin desmérito lo de guitarrero popular, que Oscar Prieto es uno de los mayores expertos en guitarra uruguaya y responsable en grado superlativo de otras de las singularidades profundas que representaba el dúo “LOS OLIMAREÑOS”.
Rubén Lena le cantó a su amigo el “Caráu” Peralta y también a un guitarrero de Vergara. Un hombre murió solo en la calle en Montevideo y a Rubito se le llenó el alma de tristeza y de ahí sale “Pobre Joaquín”, nombre inventado porque no sabía cómo llamar a ese hombre que murió de frío y soledad en plena calle.
Un día recurre a José Benítez, personaje de Treinta y Tres que juntaba papeles para vender. Le decían “Caco” y de ahí sale “Caco, Sálvanos”, una canción memorable porque le pide al junta papeles que se lleve todos los papeles donde se precisa hacer papeles hasta para morir. En 1947 ingresó a la carrera magisterial y Rubito siempre recordó con gran alegría aquella etapa: “Mi vida de estudiante en Treinta y Tres era de una bohemia inolvidable. Nuestro lugar permanente de reunión era el rancho del “Nico” un albañil solterón y prácticamente analfabeto muy querido por todos y muy ocurrente. De día en su ausencia, se convertía en lugar de estudios, y de noche, en centro de jornadas de tortas fritas, cuentos interminables, cantarolas, mateadas y caña cuando había con qué, o sea casi nunca. Otras veces hacíamos grandes pucheros con gallinas que robábamos por el barrio.
El rancho del “Nico” tenía una sola pieza y sobre el piso de tierra, apenas cabía una cama, una mesa, un armario, algunos banquitos y un pizarrón, que era la puerta vieja de un ropero de la casa del “Garufa” Gadea, un amigo del alma fallecido luego de soportar la cárcel de la dictadura. La cumbrera estaba rota y el techo sostenido por un varejón, amenazaba caerse aplastándonos a todos. Con frases de este “Nico”, Lena compuso una letra que fue canción después de su muerte Pablo Larrechea del Grupo “Cerno” le sumó una melodía muy entradora llevando por título “Hombre Bien Vestido por Poca Plata”.
Otro memorable texto fue dedicado a la “Vaca Azul”. El boliche la “Vaca Azul”, al igual que el rancho del “Nico” fue otro de los sitios que por aquel tiempo se había convertido en “parada obligada” de muchos jóvenes olimareños. “En ese boliche -decía Lena- transcurrió mi adolescencia y mi primera juventud. Era una provisión que estaba en la esquina de Manuel Meléndez y Celedonio Rojas, propiedad del querido rubio Fernando Mila. El nombre de la Vaca Azul se hizo conocido porque después se le dio esa denominación a un cuadro de fútbol.
Finalmente es bueno recordar que Rubén Lena no aprendió a realizar música a partir de una educación reglada o de conservatorio. A tal punto que gustaba recordar cómo una conocida profesora de música pero que no entendía la canción popular, le dijo un día: “si usted no conoce solfeo, ni estudió composición y armonía, no puede hacer canciones” y él le respondió “NO PODRÉ, PERO PUEDO”.

martes, 7 de octubre de 2014

RUBÉN LENA “NO PODRÉ, PERO PUEDO”. Por Julio Dornel.

                                                     Escritor y periodista Julio Dornel





En la nota anterior publicamos la primera parte del artículo periodístico de Sergio Sánchez Moreno, sobre la trayectoria del maestro Rubén Lena y su significativo aporte a la cultura nacional. Corresponde señalar que se trata de una publicación de la Revista Oficial del Festival del Olimar, realizado en marzo del año 2013. Señala Sánchez, que Lena “le cantó a las lavanderas, aquel duro oficio tan característico de la primera mitad del siglo XX, donde en nuestros pueblos decenas de mujeres con sus hijos se iban al arroyo cargando gigantescos atados de ropa, equilibrados sobre sus cabezas, le cantó al botellero y a los oleros, que es como llamamos en Treinta y Tres a los ladrilleros, le canto a Juan un anónimo albañil y a los guitarreros populares como el “Laucha” Prieto, aunque se debe acotar, sin desmérito lo de guitarrero popular, que Oscar Prieto es uno de los mayores expertos en guitarra uruguaya y responsable en grado superlativo de otras de las singularidades profundas que representaba el dúo “LOS OLIMAREÑOS”. Rubén Lena le cantó a su amigo el “Caráu” Peralta y también a un guitarrero de Vergara. Un hombre murió solo en la calle en Montevideo y a Rubito se le llenó el alma de tristeza y de ahí sale “Pobre Joaquín”, nombre inventado porque no sabía cómo llamar a ese hombre que murió de frío y soledad en plena calle. Un día recurre a José Benítez, personaje de Treinta y Tres que juntaba papeles para vender. Le decían “Caco” y de ahí sale “Caco, Sálvanos” , una canción memorable porque le pide al junta papeles que se lleve todos los papeles donde se precisa hacer papeles hasta para morir. En 1947 ingresó a la carrera magisterial y Rubito siempre recordó con gran alegría aquella etapa: “Mi vida de estudiante en Treinta y Tres era de una bohemia inolvidable. Nuestro lugar permanente de reunión era el rancho del “Nico” un albañil solterón y prácticamente analfabeto muy querido por todos y muy ocurrente. De día en su ausencia, se convertía en lugar de estudios, y de noche, en centro de jornadas de tortas fritas, cuentos interminables, cantarolas, mateadas y caña cuando había con que, o sea casi nunca. Otras veces hacíamos grandes pucheros con gallinas que robábamos por el barrio. El rancho del “Nico” tenía una sola pieza y sobre el piso de tierra, apenas cabían una cama, una mesa, un armario, algunos banquitos y un pizarrón, que era la puerta vieja de un ropero de la casa del “Garufa” Gadea, un amigo del alma fallecido luego de soportar la cárcel de la dictadura. La cumbrera estaba rota y el techo sostenido por un varejón, amenazaba caerse aplastándonos a todos. Con frases de este “Nico”, Lena compuso una letra que fue canción después de su muerte Pablo Larrechea del Grupo “Cerno” le sumó una melodía muy entradora llevando por título “Hombre Bien Vestido por Poca Plata”. Otro memorable texto fue dedicado a la “Vaca Azul”. El boliche la “Vaca Azul” , al igual que el rancho del “Nico” fue otro de los sitios que por aquel tiempo se había convertido en “parada obligada” de muchos jóvenes olimareños. “En ese boliche-decía Lena- transcurrió mi adolescencia y mi primera juventud. Era una provisión que estaba en la esquina de Manuel Meléndez y Celedonio Rojas, propiedad del querido rubio Fernando Mila. El nombre de la Vaca Azul se hizo conocido porque después se le dio esa denominación a un cuadro de fútbol. Finalmente es bueno recordar que Rubén Lena no aprendió a realizar música a partir de una educación reglada o de conservatorio. A tal punto que gustaba recordar como una conocida profesora de música pero que no entendía la canción popular le dijo un día: “si usted no conoce solfeo, ni estudió composición y armonía, no puede hacer canciones” y él le respondió “NO PODRÉ, PERO PUEDO”.
Parte final del artículo publicado en la Revista Oficial del Festival del Olimar (2013) por el periodista Sergio Sánchez Moreno.

martes, 30 de septiembre de 2014

RUBÉN LENA. DONDE ARDE EL FUEGO NUESTRO. Por Julio Dornel

                                              Escritor y periodista Julio Dornel


“Ven a ese criollo rodear, rodear, rodear…
“Los paisanos le dicen, Mi General,
“va alumbrando con su voz la oscuridad,
“y hasta las piedras saben, a donde va.
“con libertad ni ofendo ni temo
¡Que don José¡
“oriental en la vida y en la muerte también…
(Letra y Música Ruben Lena).



En ese intercambio casi “cultural” que mantenemos con Daniel Caballero Ubilla, desde Treinta y Tres, hemos recibido algunas publicaciones representativas del Festival del Olimar, uno de los mayores eventos de la música popular de nuestro país. Si nos detenemos en el ejemplar de marzo del 2013, nos vamos a encontrar con una nota del periodista olimareño, Sergio Sanchez Moreno, donde nos acerca la figura inmortal del maestro Rubén Lena, y el por qué de sus canciones. “Rubén Lena, murió el 28 de octubre de 1995, pero el canto ya estaba creado. Rubén Lena se dedicó a incendiar con sus cantos nuestros, las almas de sus compaisanos, cantando él en sus creaciones, con las voces de los cantores del pueblo, las historias que la gente gustaba evocar en ruedas de familias o en familiares boliches de campaña. Quería llamar nuestra atención para que volviéramos lo que más precisa el canto de cualquier época…”escuchadores atentos”. Las canciones de Rubén Lena fueron saliendo de la vida de relación, con personas de todo tipo, toda su vida, con sus padres, con los vecinos, con los amigos, en los distintos ambientes ya sean urbanos o rurales”. De esta manera la nota del periodista Sanchez Moreno, nos va llevando por caminos nuevos para el canto popular, donde va destacando “la importancia de rescatar los personajes de su ambiente comarcal, que no era lo común cuando él comenzó a mediados de la década de 1950 a contar cantando, las leyendas de aquel tiempo. Tal vez ahora no sea conocida la historia de Prudencio Correa, pero Prudencio Correa vivió y murió en Treinta y Tres. Era contrabandista conocido de la época de comienzos del siglo 20 en el pago del Olimar, cuando el contrabando se hacía en cargueros, esto es, larga fila de caballos atados a la cola de los que iban adelante para no perderse en las noches sin luna y picadas de difícil senda. Cargueros de noche y misterio, donde el contrabandista arriesgaba su vida no solo con el frío, la lluvia, los pasos crecidos, sino sobre todo en los enfrentamientos a tiros con las patrullas. Eran para la gente mezcla de héroes y bandidos”. El maestro Lena era un gurí cuando la policía “intenta” detener a Prudencio, mientras los niños gritaban en “coro improvisado, “no lo maten, no lo maten a Prudencio” aunque todo termina con un tiro en la frente. “La serranera “Por Prudencio Correa” en la voz de Los Olimareños o Alfredo Zitarrosa logra hondas resonancias en los oyentes de cualquier época o lugar, donde la canción remonta el día que muere don “Prudencio Correa”. En realidad vive de nuevo en la canción, como vive el Nacho Silvera, corredor de zorros, raidista y penquero de la zona del Yerbal y de la Isla Patrulla, cuando las estrofas de la canción de Rubito lo devuelven a la memoria. Y no hablemos de la sombra de Aquino. Martín Aquino tuvo fama de matrero y matrero nunca fue buena palabra, pero Rubito devuelve al personaje no solo el halo de misterio y ese tono de valentía sin doblez, sino de la esencia de buen paisano en toda la acepción de la palabra, paisano atrapado en las redes de su tiempo, donde un pobre no podía valer lo mismo ante una justicia muy lejana y una prepotencia que rodeaba”. En la parte final de la nota Sanchez señala que “Lena le cantó a las lavanderas, aquel duro oficio tan característico de primera mitad del siglo XX donde en nuestros pueblos decenas de mujeres con sus hijos se iban al arroyo cargando gigantescos atados de ropa, equilibrados sobre su cabeza, le canto al botellero y a los oleros, que es como llamamos en Treinta y Tres a los ladrilleros, le cantó a Juan un anónimo albañil y a los guitarreros populares como el “Laucha” Prieto, aunque se debe acotar que Oscar Prieto es uno de los mayores expertos en guitarra uruguaya. Rubén Lena le cantó a su amigo el “Carau” Peralta y también a un guitarrero de Vergara”.
Próxima Semana: “NO PODRE, PERO PUEDO”. Parte final de la nota del periodista Sergio Sanchez Moreno, publicada en la Revista Oficial del FESTIVAL DEL OLIMAR 2.013.

Sergio Sanchez