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sábado, 9 de enero de 2016

EL HOMBRE ENTRETENIDO (con todo el pesismismo y la mala onda) José Luis Perera López




 
Es posible construir un mundo mejor (ni hablar de revolución) en los tiempos del celular y la tablet? Es posible generar ideas de cambio y compromiso revolucionario en la era del twitter y los hashtag? Proletarios del mundo uníos? O consumidores del mundo twitteaos?
Es cierto que las antiguas izquierdas han devenido en progresistas; que los antaño socialistas hoy están por un capitalismo más humano; es real que del vocabulario de aquellos izquierdistas hoy han desaparecido algunos términos como “revolución”, “lucha de clases”, “oligarquía”, “capitalismo”, “imperialismo”, “explotación”, y solo hablan de gestión, corporativismos, empoderamiento, gerenciamiento y pragmatismo; todos somos conscientes de que su horizonte estratégico no va más allá de repartir lo mejor que se pueda las sobras que el dios mercado destine a las mayorías (luego de separar su parte, obviamente).
Todo eso es evidente. Pero es posible construir otra cosa con las fuerzas que se cuentan? No está faltando en la elaboración teórica de la izquierda de verdad, una valoración real consciente y alejada de consignas de eso que históricamente llamamos “pueblo”? No habrá que estudiar un poco más el factor subjetivo? Saber en qué está la gente, que piensa, cuáles son sus intereses, qué está dispuesta a hacer y qué cosas se pasa por el quinto forro?
El viejo barbudo decía que el proletariado era la clase revolucionaria, puesto que no tenía otra cosa para perder más que sus cadenas. Sigue siendo eso así? No será que hoy tiene miedo de perder también su plasma, su cable y los partidos de la champion league, su smartphone o su moto, sus paseos por los shopping y sus compras online?
El periodista Leonardo Haberkorn, renunció a la docencia de periodismo en una Universidad, “cansado de pelear contra los celulares, whatsapp y facebook”. Según cuenta él, “Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies”. Quiero transcribir un párrafo completo de su explicación de por qué dejaba la docencia, porque es muy ilustrativo: “Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller? Así con todo. Qué es lo que pasa en Siria? Silencio. ¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? Silencio. Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio. ¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí! ¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno”.
Entiéndase bien....estamos hablando de estudiantes universitarios, que están estudiando nada menos que periodismo, y que no son capaces de responder preguntas elementales. Son estos casos aislados? Es cierto que Macri ganó las elecciones porque desarrolló una estrategia correcta y su oponente no?, o porque Kristina defraudó? O es que a la gente le importa un pomo si es izquierda o derecha, si va a derogar tales o cuales leyes, si va a devaluar o no, si tiene en sus planes firmar tales o cuales tratados, y lo que a la gente le interesa es salir de una vez del cuarto secreto para volver a los 140 caracteres y al candy crush o a publicar en facebook o en instagram la selfie de cuando emitió el voto?
Hace un par de días leía una reflexión de un querido amigo, un revolucionario, que decía lo siguiente a propósito de la situación en Haití: “Una dictadura que se apoya en la intervención militar del imperio y sus ejércitos cipayos, una poblacón llevada a sobrevivir en la miseria extrema y la sombra ideológica del racismo transformando un país entero en territorio de apartheid....Tal como ocurrió doscientos años atrás con las guerras de independencia, hoy en Haití se concentran, exacerbados al límite, los conflictos que anticipan la revolución socialista de liberación nacional de América Latina, la patria grande”.
Si?...de verdad? Hasta que no lo vea publicado en facebook no lo creo....

domingo, 27 de diciembre de 2015

ECONOMÍA E IDEOLOGÍA Por José Luis Perera





En una reciente entrevista en el semanario Búsqueda, el canciller uruguayo dijo algunas cosas que merecerían figurar en lo más alto del podio de las frases del año, en su afán por justificar la pretensión del gobierno de firmar TLCs y de ingresar a la Alianza del Pacífico y otros tratados por el estilo. Por ejemplo dijo: “La asunción del presidente Macri y su equipo muestra que es un gobierno que en lo económico no pone ideología”. Como si las políticas del consenso de Washington, los dictados del FMI o del BM y las presiones de los poderosos del mundo fueran del todo carentes de ideología.
Dijo también que “sin duda se debe dejar de analizar los temas comerciales desde lo ideológico. Eso tiene que cambiar, si no, nos vamos a quedar aislados. Las nuevas tendencias comerciales en el mundo nos obligan a analizar este asunto y asumir las situación con realismo”. Y más adelante:
“ Me considero un hombre de izquierda, pero miro el mundo con realismo. Mirando la realidad del mundo, y no con ideología. Es simple eso: el comercio y la ideología son dos asuntos separados".
Claro que esto no es nuevo en el discurso progresista.
En su primer gobierno, e intentando justificar su voluntad de firmar un TLC con los EEUU, Vázquez dijo que “se equivoca quien en nombre de los principios cree que el comercio es un asunto de ideología”, y luego su ministro de economía (Astori) desarrolló aún más la idea diciendo que hay que equilibrar los principios con el pragmatismo, evitando prejuicios; que los objetivos se relacionan estrechamente con los principios, y que por lo general las herramientas y los instrumentos se emparentan especialmente con el pragmatismo. Que no podemos confundir las cosas ni dejar que esquemas ideológicos o prejuicios dificulten el camino de la elección de esas herramientas.
Es un discurso que pretende presentar la economía como una ciencia incontaminada que solo utiliza herramientas para obtener determinados fines, por fuera de cualquier ideología. Mientras pontifican las bondades y excelencias de la economía de mercado, del libre comercio y los tratados y acuerdos entre bloques, olvidan hablar de la creciente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza, de la concentración del poder económico y financiero, del aumento del trabajo zafral, del problema de los emigrantes, de las necesidades sociales sin cubrir, de la desigualdad de las mujeres frente a los hombres, de los problemas ecológicos o la pobreza y el hambre mundial, como si esas cosas nada tuvieran que ver con la economía y el comercio. El lograr el crecimiento económico se ha convertido en el objetivo principal, ocultando cómo se está consiguiendo, a quién beneficia y cuál es la calidad de ese crecimiento. Eso, claro, es ideología pura. Enmascarada bajo la apariencia de objetividad científica, la economía ha ido construyendo una teoría con la que es posible justificar, ocultar y permitir un sin fin de desigualdades sociales, explotaciones miserables y atentados a la vida de los seres humanos. Las relaciones entre economía y poder no solo alimentan crisis económicas, sino también conflictos internacionales, fracturas y deterioros sociales.
Muy por el contrario, podría decirse que la ideología económica es la pieza clave de la ideología dominante, la que tiene la peculiaridad de presentarse con ropajes científicos, apoyándose en razones parcelarias que encubren la sinrazón global de sus mensajes e interpretaciones.
Si las acciones no se corresponden con los principios que se proclaman, tanto las personas como los gobiernos dejan de ser creíbles. Pero para el discurso progresista, es necesario presentar la economía como algo puramente pragmático, alejado de objetivos y principios. Una fuerza política que se autodefine como de izquierda y antiimperialista, que llegada al gobierno adopta como una de sus primeras medidas la firma de un tratado por el cual le protege las inversiones al imperialismo yanqui, necesariamente debe justificar su forma de actuar.
Como decía Carlos Quijano en Marcha en el año 72: “..en definitiva, cuando las modas pasan sólo quedan los principios. Hay que defenderlos más en las malas que en las buenas, sin temor a perder amistades o a sumar enemistades. La única política fecunda es la que se ajusta a principios. Ya lo enseñaba –palabras más, palabras menos- Lenin”