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miércoles, 8 de marzo de 2017

OBDULIO VARELA. MILITANTE SINDICAL Y CAMPEON DEL MUNDO. Por Julio Dornel.



                                  Escritor Julio Dornel
El sábado 18 de abril del año 2015, una publicación cultural de la República Argentina, con el sugestivo nombre de “Ñ” rendía homenaje a Eduardo Galeano que había ingresado a la inmortalidad cinco días antes. El reportaje lo había realizado la periodista Raquel Garzón, al aprovechar los lujos que nos ofrece el periodismo, si tenemos en cuenta que lo único que necesitamos para estar frente a frente con el autor de Las Venas Abiertas de América Latina, es cruzar el charco que nos separa de la República Argentina. En esta oportunidad recogemos un fragmento de aquel reportaje con la seguridad de que nos vamos a encontrar con intimidades y anécdotas que rodearon la vida de uno de los personajes más importantes de la cultura uruguaya. Ante la curiosidad de la periodista Garzón para ubicar viejas fotografías Galeano fue develando el por qué de cada una: “esta foto pertenece a un personaje admirable, el hombre clave de la victoria inexplicable de Uruguay ante Brasil, 2 a 1 en Maracaná en el mundial del 50: OBDULIO VARELA, un albañil, un tipo rojo, de izquierda, militante sindical y jugador de fútbol de Peñarol, que organizara la primera huelga de jugadores, la más larga del fútbol mundial, con una duración de siete meses. Muy poco después se arma la selección uruguaya y el capitán de la huelga se convierte en capitán de la selección. Fue él quien, cuando parecía todo perdido en Maracaná, con la pelota abajo del brazo, calma la cosa, hace llamar al juez, le habla en español, el juez en ingles, no entendía, obliga a que venga un intérprete, y va enfriado el partido porque había 200.000 gargantas gritando por Brasil y el Uruguay era un país muy chiquito. Enfrió el partido, fue el culpable de la victoria uruguaya. Después me contó algunas historias. La noche de la victoria del Uruguay él se escapó del hotel, en lugar de quedarse a celebrar con los pocos uruguayos que había. Huyó por otra salida y se fue a beber. Y en los bares encontró a los brasileños llorando, uno por uno, y tuvo una lástima tremenda; los había odiado tres horas antes cuando eran un solo animal rugiente de 200.000 cabezas, la mayor multitud jamás reunida en la historia del fútbol. Pero cuando los veía de a uno, tenía una pena enorme, decía “como pude hacerles eso, gente tan buena”. Se pasó toda la noche abrazando a los vencidos. Cambió mucho el fútbol profesional de lo que era en aquel tiempo: un fútbol casi amateur donde se jugaba con más fe y más alegría que ahora, con menos obligación de ganar, porque el fútbol profesional te condena a ganar”. Analizando finalmente sus lugares preferidos para escribir, Galeano reveló algunos secretos. “En mi escritorio me siento bien, aunque a veces lo hago en cualquier lado. Cuando me pica la mano y quiero escribir lo hago en el consultorio del dentista, en un cuarto de baño o en un avión. Cuando es la conciencia la que da la orden la mano cumple pero es a desgano. En cambio cuando ella puede bailar por su cuenta, escribe de otro modo, bastante mejor. No te digo que lo que hago sea ninguna maravilla pero es bastante mejor cuando surge la necesidad de decir algo. Paso mucho tiempo sin escribir nada. Sólo cuando siento el impulso verdadero o las ganas muy fuertes de contar algo escribo, sino prefiero no hacerlo” dijo finalmente Galeano.

jueves, 2 de marzo de 2017

“GANAMOS, PERDIMOS, IGUAL NOS DIVERTIMOS.” Por Julio Dornel.


                                Escritor y periodista Julio Dornel

Mientras nos vamos acercando a los partidos que van a confirmar nuestra presencia en el mundial de Rusia (2018) sentimos la necesidad de “hacer correr” la pelota por los campos de la imaginación y filosofar un poco sobre las alegrías que nos ha regalado el futbol. En esta previa del mundial debemos reconocer que el fútbol sigue pariendo ídolos, haciéndonos pensar que durante muchos fue el deporte avasallante que movilizaba multitudes por culpa de una pelota que desde 1924 se había convertido en la fuente inagotable de los festejos y alegrías que nos ubicaron en la cumbre del mundo. Estábamos obligados a ganar, habíamos recogido muchos triunfos para regresar con el consuelo de participar, sin subir al podio y volver con “la frente marchita”. La malaria tenía que terminar. La organización fue entrando lentamente en la AUF para transformar el panorama oscuro que nos impedía alcanzar la gloria. Si bien es poco lo que hemos logrado, se puede observar un cambio de mentalidad impuesto por el cuerpo técnico, los jugadores y la dirigencia del futbol uruguayo.
LO DIJO EDUARDO GALEANO.
“Las páginas que siguen están dedicadas a aquellos niños que una vez, hace años, se cruzaron conmigo en Calella de la Costa. Venían de jugar al fútbol, y cantaban: Ganamos, perdimos, igual nos divertimos.”
“Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía: durante el día era el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país.”
“Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico ‘una linda jugadita, por amor de Dios’. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece. “Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. “Rara vez el hincha dice: <Hoy juega mi club>. Más bien dice: Hoy jugamos nosotros>. Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. “El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna.” “Hay actores insuperables en el arte de hacer tiempo: el jugador se pone la máscara de mártir que acaba de ser crucificado y entonces rueda en agonía (…) Y pasan las horas y los años, hasta que el juez manda sacar del campo a ese cadáver. Y entonces, súbitamente, el jugador pega un salto, plop, y ocurre el milagro de la resurrección.”“¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie.” “Es que ella (la pelota) es muy ofendidiza. No soporta que la traten a patadas, ni que le peguen por venganza. Exige que la acaricien, que la besen, que la duerman en el pecho o en el pie.” “Pero en plena expansión imperial, el fútbol era un producto de exportación tan típicamente británico como los tejidos de Manchester, los ferrocarriles, los préstamos de la banca Barings o la doctrina del libre comercio.“Como el tango, el fútbol creció desde los suburbios. Era un deporte que no exigía dinero y se podía jugar sin nada más que las puras ganas.”

martes, 14 de abril de 2015

“EL MUNDO TE LLORA MIENTRAS SIGUEN SANGRANDO LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA”


A EDUARDO GALEANO.




Victoria Servidio es médica, poeta y escritora. Vive en Cozquín ,Argentina. Es asidua colaboradora del blog.




"Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay hombres que luchan un año y son mejores, pero hay quienes luchan toda la vida . Esos son los imprescindibles"
Bertol Brech.

Hemos perdido uno de esos hombres no sólo por su lucha sino por el método de la misma, su obra creadora, que nos deja un legado valioso y trascendente en toda su obra literaria que vivirá por siempre en los anales de la historia de las letras.
Qué decir, ante tan lamentable pérdida!!!!!. Todo es poco.Se ha ido un grande, queda el agradecimiento,el merecido reconocimiento y por siempre mantener vivo todo lo que brindó y nos brindó.

"Cada promesa es una amenaza
cada pérdida un encuentro
De los miedos nacen los corajes
y de las dudas las certezas

Los sueños anuncian otra realidad posible
y los delirios otra razón"

EDUARDO GALEANO.


lunes, 13 de abril de 2015

Adiós a Eduardo Galeano

El Lunes, 13 de abril, 2015 10:38:32, Sudestada <boletinsudestada@gmail.com> escribió:



Asombrados, apenados, nos enteramos de que Eduardo ‪#‎Galeano‬ falleció en Montevideo, esta mañana. Y revisamos entre nuestras charlas con él para buscarle la esencia en esas palabras que aprendió a recortar para llevarlas a su significado más intenso. Para nuestro Galeano, el autor de ‪#‎LasvenasabiertasdeAméricaLatina‬, un fragmento de la última entrevista que le hicimos en ‪#‎Montevideo‬ para el especial de ‪#‎Sudestada‬
"La memoria es una especie en vías de extinción"
Para conversar con Eduardo Galeano hay que encontrarse en el Café Brasilero, en la ciudad vieja de Montevideo. Y ese lugar no es una elección casual. Para este escritor que no vive en el pasado pero sí que añora la época de los cafés "donde había tiempo para perder el tiempo", ese es el sitio elegido en el cual dejarse llevar durante horas en una charla distendida.
La excusa de esta nueva entrevista, realizada a fines de noviembre de 2012, es conversar sobre su último libro, Los hijos de los días; un mosaico de la Historia con mayúsculas, en el que, a modo de calendario, cada día cuenta una historia, con las palabras mínimas a las que ya nos tiene acostumbrados Galeano desde hace años. Fechas inoxidables, personajes que perduran -de los buenos y de los malos-, episodios que cambiaron el mundo para siempre, injusticias de todos los colores, batallas perdidas, pequeños triunfos, grandes esperanzas; todo va y viene en la línea del tiempo y reconstruye lo que somos y lo que hicieron de nosotros.
Por eso Eduardo llega con una ejemplar del libro debajo del brazo, para regalarnos, al mejor estilo de los cuentacuentos, algunos escritos que relaciona con los temas que van surgiendo a lo largo de la charla.
Pero también hay un tiempo de mirar hacia atrás, de recordar a esos amigos que ya no están, los proyectos que forjaron la juventud del periodista de entonces; hablar del presente en Uruguay y tomarse un rato para analizar lo que sucede con el pueblo de Palestina; y mirar hacia adelante: a los chicos, esos pequeños portadores de verdades y libertades que después nos cercenan los adultos, a la maquinización que avanza y nos pone en la mira de los objetos que creamos para que nos faciliten la existencia, a esas palabras que le siguen brotando mientras escribe y tacha y simplifica y limpia.
-¿De dónde proviene esa idea de que somos hijos de los días?
-De una frase que escuché en una comunidad maya hace muchos años: "Nosotros somos hijos de los días", que me impresionó muchísimo porque es la única cultura de las américas en la que el tiempo funda el espacio. Me quedó zumbando en la cabeza durante años. Si es así esa idea, entonces cada día debe tener alguna historia que contar. Estamos hechos de átomos pero también de historias. Este libro son 366 historias. Después Albert Einstein le dio categoría científica a esto del tiempo, pero era maya sin saberlo... me encantó la idea del tiempo generando y generándonos a nosotros, los humanitos, y a su vez nosotros con historias para contar.
-Y en este libro volviste a los dibujos...
-Sí. En realidad son collages, son pegotes. Yo no soy un artista: agarro tijeras, engrudo, revistas, diarios y almanaques. Son miniaturas sin ningún valor artístico pero que a mí me entretienen. Y además vendría a ser un contrapunto de los textos: cuando yo era chico me encantaba leer los libros ilustrados, con figuritas. Cuando venían sin figuritas era espantoso. Entonces hago así los libros, como a mí me gustaban de chico.
Algo similar me pasa con la fotografía, que me encanta, pero yo soy un pésimo fotógrafo. Tampoco hay que confundir el violín con la música... es un instrumento. Yo soy muy amigo del brasileño Sebastião Salgado y si ves las camaritas con las que él trabaja, pensás: "esto no da ni para un cumpleaños infantil", y sin embargo hace unas fotografías increíbles. Salgado era economista y nunca se le había ocurrido estudiar fotografía ni nada, y le prestaron una cámara y fotografió el desierto de Salhen. Y a partir de ahí se convirtió en quien es ahora. Hace diez años que está con una nueva investigación: cómo empezó el mundo, y tiene un trabajo excelente: registra sólo las escenas de amor, desde los distintos puntos de vista, incluso con animales, en todas partes del mundo.
-Por la brevedad de los textos y la cantidad de personajes presentados, tus libros vendrían a funcionar como disparadores, para que los lectores sigan profundizando por su cuenta...
-Esa es la idea, la de escribir de tal manera que lo que uno escribe se multiplique dentro de quien lo recibe con sus palabras y sus silencios; que sea un vaivén creativo, no un acto de consumo. Que se genere un diálogo de verdad.
Por ejemplo, en este libro vuelvo a traer a Simón Rodríguez. Un oculto de la historia; ahora se va a editar un libro en Uruguay sobre él y creo que hice mucho para que se visibilice. Con estos grandes personajes uno descubre no sólo las estatuas que sobran sino, sobre todo, las que faltan.
Una de las cosas que más me interesan es cómo Simón Rodríguez planteó el uso de las manos: la enseñanza manual mezclada con la intelectual estaba prohibida por la tradición colonial. En el siglo XVII, un rey borgón decide en España que el hecho de usar las manos en el trabajo no te degrada, es decir que no se pierde el título de hidalguía ni el derecho a ser llamado "don" por usar las manos. Pero antes era denigrante. Hay decretos anteriores a ese que hablan claramente de los oficios viles; eran todos los que usaban las manos: carpintería, albañilería, trabajo de la tierra, alfarería, que eran los que pagaban impuestos; en cambio, los curas holgazanes y los milicos no pagaban.
Y don Simón pregonaba que fueran juntos: estaba en contra de esa división del trabajo, que en definitiva es una división de clase: él desafiaba la estructura de clase establecida, que provenía de la colonia, que generó una sociedad de zánganos, donde el que valía era el que vivía sin hacer nada... y eso después se transmitió en los tangos. Todavía pesa mucho el desprecio por el trabajo manual y la relación a veces absurda con lo que se llama trabajo intelectual, que habría que ver hasta dónde se puede separar uno del otro. El hecho es que esas eran máscaras que enmascaraban -y todavía lo hacen- una estructura de clases muy injusta que expulsa a la mayoría de la población, y también el racismo, porque los oscuritos eran los que trabajaban con las manos, en cambio los blanquitos eran superiores que los miraban trabajar: eran doctores. Y contra eso se levanta don Simón.
-Las mujeres adquieren un protagonismo notorio en este nuevo libro...
-Porque voy escribiendo a medida que voy descubriendo mujeres que valen la pena: no por el hecho de ser mujeres, sino por ser personas que hicieron o dijeron cosas que vale la pena recordar o restablecer.
por Nadia Fink / Foto: Mariana Berger
(La nota completa en la edición especial #7 - Enero 2013)



http://www.revistasudestada.com.ar/edicion/175/nuestro-galeano-especial-sobre-eduardo-galeano/

El escritor uruguayo Eduardo Galeano murió esta mañana a los 74 años en Montevideo.
Según el diario, Galeano murió en la mañana esta mañana en el sanatorio del Casmu 2, en Montevideo, donde estaba internado desde la semana pasada.

martes, 30 de diciembre de 2014

PARA MAYORES DE 50: AÑO 2.015: REFLEXIONES DE GALEANO. Por Julio Dornel

                                          Escritor y periodista Julio Dornel



“Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo. ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces. ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
 ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?  ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
 El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)  No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además,20 cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

 ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

 En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo!¡?¿¿para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! ¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!! Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado. Hasta aquí Eduardo Galeano.