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miércoles, 22 de julio de 2015

El hambre emocional o cómo parar de comer

Nutrición
El principal motivo que lleva a comer de más y de manera automática es, sin duda, la ansiedad. La utilización de la comida como calmante puede derivar en una fuerte adicción. Una meditación guiada y otros recursos para superarla.





 Cada vez son más las personas que comen cuando se sienten ansiosas, angustiadas o deprimidas. 




La ansiedad es la emoción que más veces nos lleva a comer. Así quedó plasmado de manera categórica en el resultado de la encuesta que propusimos aquí.

Si pudiéramos ser mosquitos y escuchar lo que dice la mayoría de los pacientes en su primera visita a un consultorio de nutrición, en apenas el primer minuto de la consulta escucharíamos este sinceramiento: “lo que me sucede es que soy muy ansiosa, yo como por ansiedad… no puedo parar… ya no sé más qué hacer”.

La ansiedad es un estado de alerta y una respuesta inapropiada a un estímulo dado, con una intensidad o duración exagerada, que altera a la persona y la daña. Cuando la persona no tiene estrategias de afrontamiento positivo para la ansiedad, este estado se cronifica en círculo vicioso, generando desequilibrios.

Cada vez son más las personas que comen cuando se sienten ansiosas, angustiadas o deprimidas. Tanto los trastornos de ansiedad como la depresión constituyen los principales padecimientos en orden de prevalencia en salud mental. La suma de ambas dolencias afecta a alrededor del 45% de la población.
La comida se convierte en una muleta que nos ayuda a transitar momentos incómodos. Si tenemos en nuestro interior una sensación de vacío, intentamos llenarlo, y comer es una forma fácil de hacerlo. El hecho cierto es que la comida nos distrae y produce una sensación de bienestar breve y fugaz, un efecto pasajero: luego de un rato volvemos a sentirnos como antes.

El uso de la comida como calmante puede convertirse en una adicción muy difícil de superar, incluso cuando nos damos cuenta que nos hemos hecho adictos a ella, a menos que contemos con la ayuda necesaria y una fuerte voluntad para resolver el problema.

Aunque la adicción a la comida no está incluida en el manual de psiquiatría DSM V (en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), cada vez más investigadores a nivel mundial vienen encontrando que SÍ se trata de una adicción, lo cual representa un debate actual muy complejo, con muchos intereses poderosos en juego. Por nombrar sólo uno: ¿qué sucedería con las ventas de la industria alimentaria si el DSM VI estableciera que ciertos alimentos hiperdelicioso son adictivos? Tan sólo pensarlo.

Si observás, desactivás el automatismo

Un estudio pionero sobre comer y ansiedad realizado en la década del 80 mostró que cuando las personas reconocen cuál es la causa que les genera ansiedad, posiblemente no les dé ganas de comer. Por ejemplo, si la persona está ansiosa porque tiene que ir a una entrevista de trabajo, fácilmente puede identificar la causa de su ansiedad y posiblemente no necesite comer.

En cambio, ese mismo estudio realizado en un grupo de estudiantes universitarios, demostró que la ansiedad les provocaba ganas de comer cuando la misma era difusa e infundada. Es decir si la persona se siente insegura y no puede identificar la causa de su ansiedad, es más probable que coma.

Cuando uno conoce la causa de su ansiedad no necesita comer. La principal sugerencia para empezar a reconocer nuestro estado de ansiedad es detenernos.

La práctica de mindfulness podría resumirse con la sigla SODA: “si observás, desactivás el automatismo.” Una vez que se ha dirigido la atención a nuestra experiencia en el presente, nos permitimos hacernos conscientes de los procesos mentales que están en marcha, teniendo la oportunidad de flexibilizar (autorregular) la respuesta, desconectando, por decirlo así, la automaticidad que, en ausencia de esta intervención consciente, se hubiera producido.