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martes, 15 de abril de 2014

Partido Nacional acusa al Frente Amplio ante la Corte Electoral

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Partido Nacional acusa al FA ante la Corte

Corte, corte


Corte, corte

El Partido Nacional presentó un recurso ante la Corte Electoral, por el uso de la imágen de Wilson Ferreira y Héctor Gutiérrez Ruiz, en un spot del sector De Frente, del presidente del IMPO, Gonzalo Reboledo.
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Imagen del video. Youtube / De Frente
El Partido Nacional presentó este martes un recurso ante la Corte Electoral por el uso de la imagen de Wilson Ferreira Aldunate, Aparicio Saravia y Héctor Gutiérrez Ruiz en un spot de un sector del Frente Amplio.
Se trata de un video publicado en Youtube por el sector frenteamplista De Frente-Nueva Generación, liderado por el presidente del IMPO, Gonzalo Reboledo.
En el recurso el Partido Nacional califica como "inconveniente" e "impropio" la aparición de los líderes del Partido Nacional en el spot, señalando que puede conducir a error de votantes jóvenes.

En el audiovisual, presentado como un "homenaje a los uruguayos que fueron de frente" aparecen también José Batlle y Ordóñez y Baltasar Brum, figuras del Partido Colorado.




Interna blanca Por Leopoldo Amondarain






Sin perjuicio de mi amistad con el senador Larrañaga es notoria mi militancia blanca de familia, a tales efectos tengo como razón de lo dicho determinados principios fundamentales para hacerlo. Primero la ideología, soy nacionalista radical desde siempre y me exijo la coherencia ideológica del caso: antiimperialismo absoluto, honradez administrativa y lealtad a los principios, entre otros. Oribe, Aparicio, Herrera y Wilson -por citar los más notorios- no acordaban un día con unos y al siguiente con otros, según el interés de sus “bolsillos”, o sea le daban al electorado y a la militancia la tranquilidad de ideas inquebrantables. No me gusta estar en cada elección en grupos diferentes sin perjuicio de una excepción que puede ser inevitable y obviamente tampoco es bueno para el futuro del partido. Larrañaga me dio siempre la tranquilidad de esa coherencia ideológica y principista, antiimperialista, sustancial, nunca acató a ningún gran poder político y económico, o sea no fue a golpear las puertas del FMI, como fue la primera gestión de Tabaré Vázquez, Astori y Arana que se hizo en su primer gobierno, el aspecto más siniestro sin duda del imperio que es su faz económica que hambrea al mundo. En esa misma coherencia la defensa de la soberanía de los chicos o débiles contra el desborde criminal del imperialismo yanqui y sus socios Israel, Inglaterra y demás etc. en las guerras del Golfo para quedarse con las riquezas ajenas, el petróleo. El único partido en el país que se enfrentó -manifiesto mediante- a esa barbarie, fue el blanco, por iniciativa de Larrañaga. Su gestión como senador no se cerró en una agresiva oposición sino que patrióticamente ha cooperado con ideas y defensa de perfiles y actitudes constructivas. Es notoria su gestión ante el caos y desastre en la enseñanza, hecho público y conocido, con la permanente iniciativa sobre el tema caso de las escuelas de tiempo completo, que fue el primero en plantear entre otras iniciativas. Su representante el doctor Corbo fue su real expresión. La seguridad no escapó por cierto ante la crisis que se vive, en su insistente y permanente accionar. Desde la creación de nuevas cárceles, incluso destinando la adaptación de algún antiguo cuartel para esos menesteres. También es notoria su honradez administrativa en los cargos que ocupó, dos legislaturas en la intendencia de Paysandú, avalan una conducta intachable. O sea el partido en sí, en forma general y Alianza Nacional en forma particular, me insumen la tranquilidad de no equivocarme en los hechos. La conducta de nuestra gente ha sido reconocida por el propio Mujica cuando alguno en forma muy aislada pudo ser atacado. Nunca habíamos vivido y espero que jamás vuelva a pasar, crisis como la de los casinos, donde resultó para el Frente Amplio ser las únicas casas de juego que dieron 15 millones de dólares de pérdida en el mundo. Como se sabe, los casinos nunca pierden. Y estos orientales terminaron con sus administradores presos por deshonestidades groseras y comprobadas. Cuando los blancos administramos esos mismos servicios de apuestas, dimos ganancia. Bueno es señalar que el escándalo de los delitos sobre Pluna fue por denuncia a iniciativa (senador Moreira mediante), de Alianza Nacional, que lo llevó adelante y lo consagró. Lo demás se “ataron a la cola del carro”. Hasta hoy las soluciones razonables y viables sobre ese espinoso tema, parten del senador sanducero. Tampoco podemos obviar los temas de la seguridad que desde sus principios llevó adelante Larrañaga, la denuncia permanente de crímenes, abusos y sistemas carcelarios deficientes denunciados internacionalmente, han sido otro bastión con que se puede contar en solucionar problemas de futuro. Hermanado con esto todos los problemas de la minoridad referidos a la enseñanza que ya expusimos y el tema de la recuperación del menor delincuente y las edades adecuadas al caso. Todo esto compagina un futuro plan de gobierno que los sectores del Partido Nacional siempre exponen, no para salir del paso como slogan publicitario, sino para plantearlo realmente con técnicos e idóneos que no terminen presos por irresponsables y sinvergüenzas. Podrá gustar o no los planes de Alianza Nacional, pero nadie puede cuestionar con Larrañaga a la cabeza la seriedad de sus propuestas, entre esas actitudes vuelvo a señalar el hecho de que estos planteos han sido presentados en tiempo y forma tratando de cooperar patrióticamente con un gobierno que siempre dio la espalda a la oposición. Hoy volvemos a estar en la primera línea de fuego defendiendo nuestra colectividad nacionalista, leales a los principios de Larrañaga que son los del Partido y los de la nación.

Leopoldo Amondarain
C.I. 950.556-0
Cel: 099 626 573


Un semiólogo explicó el abrazo de Bordaberry a Vázquez

El lenguaje del cuerpo


La República
Tabaré Vázquez Y Pedro Bordaberry
El experto señaló que el candidato colorado busca "completar" su nombre con signos corporales de afectividad.
“El saludo es un gesto de mínima humanidad, de contacto. Al ponerse vulnerable y entrar al campo enemigo solo, los dos ganan, pero sobre todo quien tuvo la iniciativa”, explicó este martes el semiólogo Fernando Andacht en Radio Uruguay.
El experto se refirió así al abrazo que hubo en Rocha,  entre los precandidatos presidenciales Pedro Bordaberry y  Tabaré Vázquez.
“El poder de los signos es generar un espacio discursivo en lo plausible; cosas que hacen imagen sin obstrucción”, explicó Andacht, quien agregó que Bordaberry “aparece como un ser lleno de afecto”.
Según indicó el especialista en semiología, Pedro Bordaberry, al no usar su apellido en la campaña, “busca completar ese nombre con signos corporales de afectividad” y recordó  que en sus publicidades “no habla sonríe, abraza”.
“Estos gestos no son gratuitos. Forman parte de una legitimación creciente de algo complicado”, sostuvo en referencia al recuerdo del padre del precandidato.
Para Fernando Andacht, en la campaña del candidato colorado puede apreciarse una “plausibilidad creciente” y un esfuerzo por bajar el nivel de lo verbal. “Habla el cuerpo; hoy es el momento del cuerpo, es el mundo de la comunicación instantánea. Deja que su cuerpo hable y lo obliga al otro a reaccionar”, explicó en diálogo con Radio Uruguay.

¿El Frente está demasiado a la izquierda? ESCRIBE: LEANDRO GRiLLE

Caras y caretas.com.uy


El miércoles 26 de marzo, al mismo tiempo que se desarrollaba el acto del Frente Amplio en la Plaza 1º de Mayo único acto partidario en el que estaba prevista la participación de los dos precandidatos a la presidencia de la República el director de la encuestadora Cifra, Luis Eduardo González, presentaba en el informativo de Canal 12 los resultados de un estudio de opinión pública sobre la intención de voto de la ciudadanía si las elecciones fueran en ese momento. De acuerdo al estudio, al día siguiente publicado y analizado en el semanario Búsqueda, la intención de voto del Frente alcanza el 44%, la del Partido Nacional llega al 30%, la del Partido Colorado al 17%, la del Partido Independiente al 2%, y el resto (indecisos, blancos, etcétera) registra un 7% de respuestas.
Los números de Cifra prendieron algunas luces de alarma en el Frente. Y no podía esperarse menos de un sondeo en el que los partidos tradicionales sumados superan al Frente por tres puntos, y si se consideran los partidos de la oposición, entonces superan al Frente en cinco puntos. Pero la alarma vino por partida doble, porque a los números de la encuesta hay que añadirles la interpretación de González, según la cual el Frente ya no es el partido que retiene más a sus votantes de elecciones anteriores, y para quien los números reflejarían la derrota de la izquierda en la definitoria “batalla por el centro” que la ciencia política ha impuesto como el difuso territorio a conquistar por aquellos que quieran hacerse del gobierno.
Más allá de la encuesta de Cifra, todos los estudios de opinión de las tres o cuatro principales empresas del rubro coinciden en que el escenario más probable para la próxima elección nacional es el triunfo de Tabaré en la segunda vuelta, pero esta vez sin mayoría parlamentaria. La encuesta observa, además, un crecimiento de los partidos tradicionales (incluso del Partido Colorado) que hasta ahora no se había registrado en años, lo que habría permitido esa curiosidad de ultrapasar en conjunto la intención de voto de la izquierda. La hipótesis de que el Frente está demasiado a la izquierda es la explicación preferida de algunos analistas (como el propio González) de ese retroceso relativo (que no aparece, en las encuestas, como una pérdida absoluta de votos del Frente, que se mantiene más o menos en el mismo nivel que el último año), medido con relación a blancos y colorados.
Si bien González deja correr una frase algo críptica sobre el estudio, admitiendo la posibilidad de que su resultado responda a un sampleo peculiar, a una muestra “un poco más desenfocada que lo usual” lo cual daría por tierra con cualquier intento de explicación, ya que no se debe jamás intentar justificar los resultados de un experimento mal hecho, hagamos el ejercicio de dar por representativos y reproducibles los números obtenidos, al menos dentro de las limitaciones del método. Y eso, haciendo fuerza. Recordemos que la encuesta de Cifra es telefónica, y que la telefonía fija está quieta desde hace años el número de aparatos colocados aumenta, según los estudios de la Ursec, en algo así como diez mil por año, y la teledensidad, es decir el número de aparatos por cada cien habitantes, está estacionada en treinta, mientras que los celulares aumentan a razón de 150 mil cada seis meses y la teledensidad supera los 150 móviles por cada 100 habitantes. O sea que las encuestas telefónicas (que llaman a números de telefonía fija) sesgan la muestra y, aunque no tengo idea de cómo la sesgan, posiblemente lo hacen de modo cada vez más significativo.
Supongamos que es verdad. Que el Frente retrocede y que hoy las encuestas muestran que peligra su victoria, o por lo menos su mayoría parlamentaria, pero quizá también la presidencia. Supongamos además que los factores de la disputas internas en cada uno de los partidos no estén sobrerrepresentando a las colectividades que aparecen con verdadera lucha interna (caso único del Partido Nacional, que tiene dos precandidatos con posibilidades de ganar, y en el que la ventaja circunstancial de Larrañaga sobre Lacalle Pou se viene extinguiendo con lentitud pero sin cesar, y equivale ya a los votos que tendría el tercero en disputa, Sergio Abreu). Suponiendo esto, es necesario demostrar que la teoría de que el Frente puede perder las elecciones porque sus candidatos están demasiado a la izquierda es una trampa.
En principio, la tendencia en todo el continente ha sido al revés. Los gobiernos progresistas, mientras más moderados, más dificultades tienen para retener el voto y no caer en el desencanto. De hecho, sólo dos gobiernos entre los gobiernos de nuevo signo que trajo el siglo XXI han experimentado caída en los votos en períodos sucesivos: el del Frente Amplio en Uruguay y los de la Concertación en Chile. Justamente los dos gobiernos, entre los sudamericanos, mejor tratados por la prensa nacional e internacional y, en general, por los analistas y los operadores económicos y políticos. Todo el resto ha visto aumentar sus votos de forma espectacular, incluso explosiva. Evo Morales, Hugo Chávez (incluyendo su última elección), Rafael Correa, Lula y Dilma Rousseff, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en todos estos casos las fuerzas políticas a las que esos líderes pertenecen han aumentado su caudal de votos, tanto si ha habido la posibilidad de reelección presidencial como si no.
El caso chileno es más extremo, y además podría ser una postal del futuro del propio Frente Amplio. El último gobierno de Bachelet terminó con una amplia popularidad personal, pero con una fuerza política dividida en múltiples candidaturas, y además con la sociedad desencantada tras veinte años de moderación. Para volver a gobernar Chile, Bachelet debió ubicar ya no sólo su discurso a la izquierda, sino armar una construcción política que incluyera directamente al Partido Comunista, con legisladores venidos del seno de los movimientos sociales más revulsivos y, además, prometer abiertamente la reforma de la Constitución o una bruta reforma impositiva rechazada por el empresariado, pero que ya ha enviado al Parlamento y promete ser su primera batalla política.
En Uruguay, la izquierda ganó su primera elección en primera vuelta y, naturalmente, con mayoría absoluta. La segunda elección la ganó en segunda vuelta y casi que por un artificio matemático logró mantener la mayoría parlamentaria. Y si los encuestadores tienen razón, ganará la próxima en segunda y sin mayoría en las cámaras, lo que, de no haber algún tipo de inflexión, muestra una tendencia que lleva a la derrota en la cuarta elección. Mientras que para algunos la inflexión es jugarse por los siglos de los siglos a un empate, a un compromiso de inmutabilidad y conservación en el marco de una sociedad a la que le espantaría el cambio, lo más inteligente para aumentar el caudal electoral de la izquierda es que más gente se sienta identificada con los valores de la izquierda, para lo cual hay que difundirlos, debatir con los opuestos y gobernar con esa sensibilidad. Más a la izquierda no es ultrismo ni Corea del Norte. Más a la izquierda es más a favor de los trabajadores y los pobres. Más inclusión, más políticas sociales, más inversión pública del Estado. Un buen gobierno de izquierda debería meterse con el problema de la educación y con el problema de la inseguridad. Pero también debe combatir la demagogia punitiva, el populismo represivo que ha logrado situar a la inseguridad como la preocupación número uno de Uruguay, y la estigmatización de los jóvenes, sobre todo de los jóvenes pobres. Por ese camino no se van a perder votos; por el contrario, por ese camino se construye militancia, identidad e identificación; y por ese camino, que es el camino de las grandes mayorías, están también sus votos. El mayor riesgo electoral que tiene la izquierda es que a fuerza de la desmemoria militante, una parte de la ciudadanía alcance la conclusión –contra todos los hechos, que es una trampa– de que da lo mismo, de que en esa tan mentada “batalla por el centro” –que siempre está más a la derecha– la izquierda pierda lo que tiene de izquierda para transformarse en una cosa amorfa, apenas modelada por las conjeturas de los analistas, los números de una encuesta o los vaivenes del humor social.

¿Volverá la alegría? Emiliano Tuala


Columna de opinión. 
ladiaria
 
Faltando menos de dos meses para las elecciones internas, creo no exagerar si digo que estamos ante una de las campañas más aburridas y mediocres de los últimos tiempos.
Cierto que las campañas electorales no se caracterizan por la complejidad de los discursos o el ingenio de los spots, porque lo masivo siempre parte de códigos básicos, fácilmente comprensibles. Podríamos agregar que en Uruguay la lucha electoral no suele asumir formas dramáticas (como sucede, por ejemplo, en Venezuela o Argentina), dado que, más allá de las diferencias políticas e ideológicas, rara vez existe un enfrentamiento personal y grave entre los candidatos, o un abismo entre los programas de gobierno con chances de triunfar.
Ahora bien, una cosa es evitar los antagonismos extremos, y muy otra la ausencia total de discusiones profundas; el trato civilizado entre los políticos no debe confundirse con la inexistencia de debates intensos e ideologizados. En tal sentido, la propaganda electoral que ya circula, redundante y predecible desde todo punto de vista, no sería necesariamente un error de los publicistas, sino la expresión de un problema político de fondo: la ausencia de contenidos, de sorpresas, de audacia y de partidos dispuestos a asumir algún tipo de riesgo.
Cuando el vazquismo recicla la Chacarera del Encuentro (1999), da cuenta del cansancio creativo e intelectual que padece nuestra política. Pero más allá de ese hecho, toda la campaña de Tabaré Vázquez, el gran favorito, es por demás modesta. Bien podríamos pensar que, a sabiendas de que tiene ganada la interna, el doctor jugará todas sus cartas luego del mundial. Tal estrategia, no obstante, puede resultar peligrosa: se ha comenzado a instalar la imagen de un Vázquez cansado, de discursos intrascendentes y con baja capacidad de respuesta; la oposición ya está jugando fuerte, sobre todo los blancos en el interior, y puede verse favorecida por el letargo vazquista; y, por último, si bien el ex presidente va a superar la votación de Constanza Moreira en junio, no será lo mismo que ésta obtenga 5, 10 o 20 por ciento de los votos.
Tampoco parece acertada la actitud de quienes atacan sin piedad a Moreira cada vez que se atreve a salir de los discursos de género y generacional, evidenciando alguna diferencia más o menos sustancial con Vázquez. Destratando a la candidata y llamándola a hacer hincapié en las coincidencias, minimizando o extinguiendo las diferencias, se corre el riesgo de que se anule una de las razones de la candidatura alternativa, que es la de representar y contener a los frentistas descontentos, cuya huida hacia el voto en blanco o anulado puede hacer perder al FA la mayoría parlamentaria, o incluso la elección. Si bien el tono más moderado y conciliador de Moreira le permite una mejor relación con la oficialidad frentista, le quita atractivo a la disputa interna, lo cual puede, finalmente, perjudicar a toda la fuerza política. La otra interna del frenteamplismo está marcada por la lucha por la vicepresidencia, por viejas rencillas personales (Astori-Sendic) en las cuales la ideología no ocupa lugares destacados, o por cuestiones muy laterales.
El Partido Nacional, por su parte, vive una elección interna atrapante que, fundamentalmente en el interior del país, se cristaliza en una campaña encendida y vigorosa, pero más por la paridad electoral de los candidatos que por sus diferencias ideológicas o la riqueza de sus propuestas. Jorge Larrañaga y Luis Lacalle Pou no terminan de acomodarse en el escenario político nacional: el primero porque se ha desdibujado, y el segundo porque recién comienza a instalarse. El Larrañaga intransigente, que exige mano dura y Policía militarizada patrullando las calles, no tiene mucho que ver con aquel político dialoguista, campechano y wilsonista que supo construir; la renovación con aires pretendidamente progresistas que esgrime Lacalle Pou sólo puede sostenerse si uno ignora los nombres de quienes lo rodean, entre los cuales aparecen viejos herreristas reaccionarios, personajes mediáticos y oportunistas de todo pelo. Recientemente, Sergio Abreu declinó su precandidatura y se sumó a las filas de Lacalle Pou, sin que uno pudiera llegar a entender por qué se inclinó por un candidato y no por otro. Y es que nadie hubiese advertido una contradicción grave si Abreu apoyaba a Larrañaga, puesto que casi nadie comprendió qué quería con su precandidatura, qué proponía.
El Partido Colorado, en tanto, parece algo estancado luego de la leve recuperación de 2009. Pedro Bordaberry, que oscila sin escala entre el cordero manso y el lobo feroz, tiene serias dificultades al momento de crecer, entre otras razones porque la interna nacionalista lo opaca. Dentro de su partido, Amorín Batlle no le representa una amenaza electoral ni le significa un contrapeso ideológico: apenas se anima a sumar mediáticos, como Washington Abdala o Abel Duarte, buscando cierta visibilidad. Lamentablemente, la figura joven y prometedora de Fernando Amado difícilmente pueda destacarse y tornarse seductora en el cuadro de situación antes descrito.
En tanto, el Partido Independiente y Unidad Popular, sin disputa interna ni candidatos atractivos, se limitan a soñar con tener una banca en el próximo Parlamento.
De aquí a junio no sobran razones para ser optimistas: todo parece indicar que los ciudadanos seguiremos siendo testigos de una campaña chata e insípida, sin demasiadas sorpresas y, sobre todo, sin discusiones en las que la ideología asome. Luego de las internas, acaso un Vázquez más exigido por el riesgo de la derrota, o de perder las mayorías parlamentarias, se atreva a sacudir el avispero; o quizá Lacalle Pou (si le gana a Larrañaga) se las ingenie para incomodar a la izquierda con su frescura y juventud; o puede que Bordaberry encuentre su perfil y se posicione como el verdadero líder de la oposición; o en una de ésas el Partido Independiente o Unidad Popular hallan una propuesta que los haga trascender y los torne votables para nuevos sectores de la sociedad. De lo contrario, se prenderá una tenue pero clara luz de advertencia para nuestra democracia: sin innovación, sin entusiasmo ni transgresión, el sistema político se empobrece; tantas figuritas repetidas difícilmente completen el álbum.