Una historia que se convirtió en
leyenda, en novela y en película y ahora, en libro periodístico. El
libro "Liberaij" relata aquella historia policial de locura y muerte que
ocurrió en 1965. Su autor, Leonardo Haberkorn, estuvo en No toquen
nada.
Publicado el: 20 de abril de 2014 a las 10:03Por: Redacción 180
Joel Rosenberg: Hablemos de este
libro. Hablaba recién de Claudia Dorda, que tenía siete años. No era la
única de las que pudiste contactar que tenía siete años. Del otro lado,
por decirlo de alguna manera, de la historia, Mónica Otero también tenía
siete años cuando su padre el agente Francisco Eliseo Otero fue muerto
por los asaltantes de San Fernando. Este es el primero que matan, cuando
asaltan el blindado. Mónica no entiende por qué a alguien le interesaba
esta historia ocurrida hace casi cincuenta años. Te traslado la
pregunta de Mónica -cuando te la hizo-, ¿por qué te interesó tanto esta
historia a vos?
Leonardo Haberkorn: Sí, Mónica Otero me
hacía esa pregunta. Sospechaba que mi llamada tenía algo extraño que no
podía creer. Lo que yo le explicaba a ella era que en Uruguay esta
historia seguía siendo leyenda, que entendía que en San Fernando puede
estar olvidada pero en Montevideo no. Eso por un lado. Acá, “los
porteños del Liberaij” tienen el influjo de la canción de Jaime Roos y
por lo que hicieron, también, lo que pasó sigue vigente. Después, había
un factor personal. A mí me seguía interesando la historia. Ya desde que
salió la novela de Piglia me había quedado como con la sangre en el ojo
de haber visto que una historia tan importante para los montevideanos
la había escrito un porteño. No en tono despectivo sino porque me había
pasado por delante de los ojos y no la había sabido ver antes que
Piglia. Y, todavía, que la había hecho en clave de novela y de ficción
que, para mí, que soy un obsesivo de los datos era como una doble mojada
de oreja. Esto era una historia de Montevideo y había que contarla con
los hechos reales.
JR: Pero ya empezaste a investigarla hace mucho tiempo porque hay una nota en la Revista Tres que es el inicio de esto.
LH: Exacto. Es inmediatamente después de
la novela. Mi primera reacción fue decir: “vamos a investigar lo que
pasó en Montevideo” e hice un reportaje para la Revista Tres en 1997 o
1998. Para nota de revista estaba bastante bien, de largo también y,
dentro de lo que es un reportaje de revista, investigué bastante. Pero
ahora tenía la ambición de hacerlo completo, digamos.
JR: ¿Y ya te saltaron algunas diferencias grandes ahí con la novela, cuando empezaste a investigar en 1998?
LH: En aquella primera vez saltaban sí.
Pasa que Piglia reproduce los diálogos que habrían tenido los porteños
en el apartamento y, luego, en un epílogo, tiene que explicar cómo lo
consiguió. Él dice que la policía uruguaya había puesto micrófonos en el
apartamento. En realidad, no habían puesto nada. Fue el colmo de la
desorganización, de la improvisación. No sólo no había micrófonos: no
había nada, ni siquiera un plan.
JR: Yo miraba la novela en estos días y
él nunca oculta que es una novela, una ficción, no trata de mentir en
eso. Las novelas basadas en hechos reales siempre dejan la duda de
cuánto es basado en un hecho real
LH: Yo cuidé mucho que, justamente, no
parezca un libro contra “Plata quemada”, porque no lo es. Él hizo una
novela, hizo su obra y está perfecto. Yo quise hacer otra cosa. No es
contrapuesto a lo que hizo él.
JR: Después, vino la película basada
en la novela. El acceso -es obvio- a los libros es mucho más
restringido, a veces, que al cine. La película, además, se difundió en
todos los formatos y plataformas y tenía actores muy taquilleros. Acá se
potenció aquello de la historia de una pareja homosexual que, vos decís
en el libro, “lleva, incluso, a que haya guías que inviten a los
homosexuales a visitar el Edificio Liberaij” porque, supuestamente, esta
es la historia de un raid delictivo que incluyó una pareja homosexual.
Pero no hay datos de eso.
LH: No, no hay datos de eso. Y la pareja
homosexual, según la novela y la película, es entre Dorda y Brignone. En
la familia Dorda, que fue a la que más acceso tuve yo, no hay ninguna
pista de que Roberto Dorda haya sido homosexual sino, más bien, todo lo
contrario, digamos: un tipo con éxito con las mujeres, que siempre tuvo
su novia, que se casó, tuvo su hija. No hay nada. Eso sí es inventado.
JR: Es parte de lo que potenció la novela
LH: Exacto. En realidad, las cuatro
biografías que ponen en la novela y se usan en la película -Dorda,
Brignone, Mereles y Malito- son inventadas, es la imaginación de Piglia.
Luego, la película, por ejemplo, dice que Malito era hijo de un
cirujano y la realidad es que el padre era un feriante que se levantaba
todos los días a las cinco de la mañana para abrir el puesto de las
frutas y verduras. No puede haber algo más distinto. Pero es así, es la
ficción versus la realidad.
JR: La historia policial es tremenda:
el robo en San Fernando y la huida en Argentina tiene ribetes para
cualquier película yanqui tipo thriller. Es impresionante. Pero vos -yo
lo llamo correr un riesgo, no sé vos- intercalas la historia con algo
mucho más periodístico que es la búsqueda de los testimonios. Lo hacés
arriesgando en cierto momento perder lo que lleva al thriller que es a
la ansiedad de uno a seguir leyendo. ¿En qué momento decidiste hacer
eso?
LH: Mi idea original era contar la
historia verdadera de estos asaltantes. Eso incluía el asalto en San
Fernando, la huida al Uruguay, el tiempo que pasan en Uruguay, -que
pasan como un mes, un detalle al que algunas personas no le prestan
atención- y luego el tiroteo en el Liberaij. Ese era mi plan original.
El tiroteo del Liberaij es un epílogo espectacular para un libro porque
es una escena dantesca, es algo increíble, súper cinematográfico, por
decirlo de alguna manera. Así que ya tenía un inicio muy fuerte con el
asalto en San Fernando y un final muy bueno con el tiroteo en el
Liberaij. Ese era mi libro cuando empecé. En el medio me encontré con
Claudia Dorda, una de las hijas de los pistoleros y, en principio, yo
quería que ella me contara quién era su padre, si sabía algo de los
otros, que me diera datos biográficos de su familia. Pero ella, además
de contarme todo eso, me contó su historia, que era muy fuerte, muy
increíble y muy marcada por la vida de su padre y por la muerte que
tuvo. Eso era más reciente en el tiempo que el tiroteo en el Liberaij.
Entonces, si yo hacía el libro cronológico como había pensado al
principio, después del Liberaij venía toda una parte de esta señora que a
mí me resultaba interesante pero que, narrativamente, perdía un poco el
final del libro. Así que tuve que buscarle una manera y la que se me
ocurrió fue intercalar las historias.
JR: Hay testimonios que conseguiste
allá en 1997/1998 y de otras notas que has hecho. Está este de Dorda que
es de ahora. De las personas que contactaste, ¿cuál de los testimonios
fue el que te impactó más por algo? Ya sea por el olvido que tienen del
caso o por la sorpresa. ¿Es Claudia?
LH: Ella por un lado pero, también, el
hermano de Mereles -que aparece mínimamente en el libro-. A él llegué
después de una investigación casi detectivesca pero logré hablar con él
por teléfono. Después de toda la investigación que yo había hecho yo
sabía que ese era su número telefónico. No podía errarle. Él había sido
acusado por la policía de cómplice del asalto, igual que su esposa.
Estuvieron presos un tiempo. Después, creo que los largaron porque no
tenían pruebas. Sus nombres salieron en los diarios argentinos. Y el
nombre de la señora era muy especial, un apellido poco común. Logré
localizar su teléfono en una guía vieja argentina y seguía viviendo en
el mismo lugar. Lo llamo por teléfono a uno de los hermanos de Mereles.
Me atendió un veterano amablemente y cuando le dije: “lo estoy llamando
porque usted es el hermano de Carlos Mereles”, hubo un silencio
prolongado al otro lado de la línea y, finalmente, dijo: “no, yo no soy
esa persona” y cortó. Fue muy fuerte sentir el miedo de que el pasado
volvía cincuenta años después. Le mandé una carta por correo -cosa que
nunca había hecho como periodista, intentar contactar una fuente de esa
manera- diciéndole: “mire, yo sé que es usted, -por esto y por lo otro-.
No quiero molestarlo más. Lo único que quiero es que me cuente cómo era
su hermano. Lo voy a volver a llamar dentro de quince días”. Cuando
llamé nuevamente el tipo seguía igual. Poco menos que me imploraba que
no llamara más. Dijo que esa historia la tenía enterrada, que le estaba
haciendo mal a su salud. Fue muy fuerte. Me puso entre el límite de
hasta dónde podemos molestar los periodistas, es decir, cuál es el
límite que tenemos para, en función de conseguir nuestras historias,
hasta que punto podemos molestar a otra gente.
JR: Hubo una situación -que no sé si
llamarla límite- que vi en un video de la presentación del libro que
está en tu blog. Está Claudia Dorda, una de las hijas de los pistoleros,
junto a vos y está Jorge Traverso. Pero fue gente que era testigo o
familiares de víctimas de los asaltantes. Es una presentación bastante
inusual. Comienza bastante normal pero, en el final, cuando piden para
intervenir los testigos cambia todo. Al final, también, aparece una
señora que, no sé si le increpa pero, por lo menos, le dice a Claudia
Dorda: “tu padre mató a mi padre”.
LH: Sí, fue muy fuerte. Demuestra que la
historia está viva en Montevideo y en Uruguay. Mucha gente fue a la
presentación sin estar invitada especialmente pero era gente que sentía
que era parte de la historia o porque eran vecinos del edificio o del
barrio y estuvo también la hija de un policía muerto en el Liberaij.
Todos pidieron para hablar. Fue muy especial porque estaba fuera de
programa. Y, efectivamente, la hija del policía muerto le dijo eso a
Claudia Dorda. Está el audio de la presentación en mi blog -esa parte se
escucha medio mal pero se escucha-. Después, ellas se quedaron
hablando.
JR: Vos te quedaste helado, me imagino.
LH: Sí, obviamente. Se quedaron hablando.
Había una tensión evidente. Yo sé algunas de las cosas que se dijeron
pero, me parece, que es una conversación privada. Los hijos nunca son
responsables de lo que hicieron los padres. Claudia Dorda no reivindica
las muertes de su padre
JR: Reivindica el amor por su padre
LH: Exacto. Es una historia muy
increíble. Sus recuerdos de Roberto Dorda como padre en la relación
personal con ella son muy buenos. Creo que el haber averiguado las
verdaderas historias, en parte, derriba muchos de los preconceptos que
tenemos del mundo del delito y los delincuentes. De los cuatro, dos
venían de familias muy acomodadas. Otro, no venía de una familia
acomodada pero eran laburantes. Sólo uno tenía una familia de las que
vos decís “de acá puede salir un delincuente”. A su vez, en su vida
personal, no podemos decir que fue un buen padre porque un tipo que anda
matando gente no da un buen ejemplo a sus hijos. Pero en el trato
personal con su familia era encantador.
JR: Contás que en Argentina está
contado de forma más descarnada cómo fue el final de esas 16 horas en
Liberaij. Cuando Merelles que era el que estaba vivo sale en una camilla
y el jefe de policía de Montevideo lo golpea y muestra su puño con
sangre.
LH: Sí, el final es brutal. Yo creo que a
un guionista de una película no se le ocurre que pase eso. En Uruguay
se contó esto, la prensa uruguaya lo relató, podemos pensar que como era
el jefe de policía de Montevideo la prensa uruguaya le bajó un poco los
decibeles, aunque lo contó, el público se enteró. Pero la prensa
argentina lo narró con más detalles como esta crónica. A su vez hay
fotos, hay una foto en un diario argentino de Merelles en la camilla y
alguien que no creo que sea Ventura, pero hubo otra gente que le pegó,
que le está por dar, hay un zapato que viene en primer plano y se va a
estrellar contra la cabeza de Merelles y esa foto es impresionantemente
brutal.
JR: Ese es el final de tanta locura,
la policía se debe haber visto desbordada por todos lados. En un momento
dice la razón también otro diario, para entender un poco. “Llegó un
momento al amanecer que no podíamos dar crédito a lo que sucedía”, dice
uno de los policía de la Republicana. “Habíamos disparado miles de
balas, arrojado ochenta bombas, muchas de las cuales entraron en la
guarida de los dirigentes argentinos y estos nos seguían contestando con
burlas y el fuego de sus armas”. Esa es la parte de la historia que no
se puede dar crédito. Vos algo explicás de un lugar donde ellos de
ubican en el apartamento para resistir donde no serían alcanzados por
los disparos.
LH: Sí, no era alcanzados por las balas,
pero sí por los gases, si por las bombas lacrimógenas, diarreicas que
supuestamente son gases que dan diarrea, les tiraron cócteles molotov,
les prendieron fuego. Es dudoso quién prendió el fuego, si ellos
quemaban los muebles para que los gases salieran más rápido, pero la
policía les tiró fuego. Primero con lanzallamas que no anduvieron muy
bien y después con molotov. En un departamento que estaba con gente
adentro, es increíble. Les tiraron de todo y los tipos no aflojaban y
eso es parte del misterio.
JR: Va a quedar ese misterio.
LH: Va a quedar y es parte de la leyenda.
Yo le explicaba a esta hija del policía argentino de por qué en Uruguay
eso se sigue recordando. Porque estos tipos que eran tan malos tipos,
que andaban matando gente, tenían como diez muertes arriba, no eran
buena gente, a su vez exhibieron un coraje fuera de lo común en esas 16
horas porque todo lo que les hicieron, los tipos no tranzaron y no se
rindieron, más allá de que tengamos que decir que eran criminales,
también mostró un coraje que marcó la historia.
JR: Había una historia con un agente
argentino también, ¿no? Y la idea de ellos que era matar o morir,
preguntaban todo el tiempo dónde estaban los argentinos, querían darse
por decirlo de alguna manera con los policías argentinos.
LH: Exacto. Eso es algo que yo había
visto cuando hice la primera investigación y no le di importancia; y
ahora cuando hice todo, fui a Buenos Aires recogí todos los diarios y
hablé con gente allá también entendí la historia. La policía de la
provincia de Buenos Aires no tomaba prisioneros, mataba directamente. Yo
tenía como un objetivo que era, quiénes eran, de dónde venían, cuáles
eran sus verdaderas historias y también por qué se hicieron matar y no
se entregaron. Por qué esos tipos prefirieron morir y no entregarse, ir
presos o tratar de escaparse. Lo que hace la mayoría de los
delincuentes, obvio. Y bueno creo que encontré algunas claves para
entenderlo en el accionar de la policía de Buenos Aires que no tomaba
prisioneros. Los tipos estaban jugados y por eso preguntan todo el
tiempo por el portero eléctrico si están los policías argentinos, que
suban ellos, que vengan. Tenían un enfrentamiento muy persona. Y, ¿cuál
era la verdad? La policía uruguaya les decía que no, que no había, pero
la verdad era que sí estaban. Habían venido y en la vereda estaban sus
enemigos porteños, habían venido especialmente. Sobre todo el sub
comisario Verdún, que es como un antagonista que apareció en esta
historia que fue el que los persiguió allá y acá. Personaje siniestro
que después vuelve a aparecer en la dictadura argentina, con una faceta
muy siniestra, un tipo que fue siniestro esa época persiguiéndolos a
ellos, tiene en su historial una cantidad de gente muerta, secuestraba
gente, extorsionaba, tenía muchas causas judiciales que como era policía
zafaba. Pero luego aparece en la dictadura, un tipo que estuvo en los
centros clandestinos de reclusión.
JR: Bien. Allá de los cuatro, aparecen
dos muertos y contábamos recién al que golpea el jefe de policía de
Montevideo que todavía no estaba muerto cuando salió, increíblemente, y
no se sabe si lo ejecutaron tampoco.
LH: Los otros estabas acribillados a
balazos, tenían 16, 17 balazos. Les habían dado con unas ráfagas de
ametralladoras finalmente cuando logran darse cuenta en qué lugar del
apartamento estaban que era el único que no podían balearlos, pero este
tenía solo un balazo en la cabeza. Y bueno, da para pensar. Hubo un
juez, Púrpura, que investigó todo lo que pasó, pero justo tocó un juez
que pocos años después el MLN, según el libro de Walter Pernas, fue el
propio Mujica el que comandó esa acción, que le allanó la casa y lo tuvo
secuestrado por un tiempo porque era un juez acusado de muy corrupto,
de contrabandista, de reclutar gente para el escuadrón de la muerte.
Este juez Púrpura no encontró irregularidades en la desaparición de
todas las armas y quizás la plata, y a su vez también en la muerte de
Merelles, en estas agresiones que recibió.
JR: Y la plata quemada, ¿no? porque
ese es el título de novela y de la película, pero había algunos billetes
quemados. De ahí a que hayan quemado todos los billetes no se sabe. Y
hay otras cosas que no se saben que se pueden saber. Fede dice: “Mi
abuela fue la que los vio cambiando la matrícula del auto en la Aguada,
llamó a la policía y empezó la persecución, es la mujer del panadero”.
LH: Yo busqué a esa señora y no la pude encontrar.
JR: Acá es cuando ellos después de un mes de fiesta y joda cometen un asesinato y ahí se les termina todo.
LH: Exacto. Por alguna razón que no queda
del todo claro, justamente Verdún habla de eso en una entrevista que le
hace diario Clarín. Él dice que eran delincuentes casi perfectos.
Porque eran tipos que llevaban una vida familiar muy ordenada, que no
eran el arquetipo, pero dice tenían un defecto y se vio cuando en
Uruguay con toda la plata que tenían empezaron a hacer algunos asaltos
menores por chirolas. ¿Para qué los hacían?, se pregunta él. Y hay dos
respuestas posibles. Una es que en ese mes que estuvieron acá se
hubieran gastado toda la plata, porque iban a los casinos, mujeres,
fiestas todas las noches, esa es una posibilidad. La otra es que no
pudieran con su condición de asaltantes y que después de un mes
necesitaran volver a asaltar. La cuestión es que preparando uno de esos
asaltos, frente a la panadería donde estaba la señora esta, frente a
Canal 12, van un par de policías uruguayos porque la señora esta llamó
para decir que había algo raro y ahí matan a un policía uruguayo. Y ahí
se terminó la vista gorda de la policía uruguaya. Ya no se pudo hacer.
JR: “Aún no leí tu libro, recuerdo el
tiroteo que comenzó cerca de Canal 12, el día previo al Liberaij, yo era
alumno del liceo de la calle Martín García”, dice un mensaje. Y aparece
mucha gente conocida y famosa que se acercó.
LH: Es así. Esa noche lograron dormir en
un lado, después del tiroteo en Canal 12; que es donde aparece este
señor Omar Blassi y logran dormir en la calle San Salvador. A la otra
noche de ahí se van al Liberaij y ahí empieza todo, fue inmediato.
Después que matan al policía rápidamente viene el desenlace de la
historia.
JR: Te dejé para el final esto de
Blassi que ahora lo mencionabas, porque a los días del lanzamiento del
libro aparece esta historia donde según el fallo del Poder Judicial,
Omar Blassi asesina a su hijo. Era un personaje ya, tenía un robo al
propio banco donde trabajaba. Se lo acusa de darles aguantadero, se lo
acusa de entregarlos también. Habían pasado 48 años cuando lo
entrevistaste en Maldonado.
LH: Sí, dos veces. Me costó mucho
localizarlo. Ahora parece que en Maldonado todo el mundo lo conocía,
pero yo transpiré para localizarlo. También busqué a otra gente que
aparece en la prensa de la época como encubriendo a los argentinos. No
logré localizarlos porque que eran delincuentes, ladrones, no están en
la guía obviamente, han pasado muchos años. Pero tuve suerte con Blassi.
Él me recibió en Maldonado y me hizo la historia de su vida que ahora
la conocemos todos, que había asaltado un banco cuando era joven, que
después había sido contrabandista. Se quitaba importancia, dice los tuve
en mi casa, pero no durmieron en mi casa sino que fue otro el que les
consiguió alojamiento. Pero los describió, contó una escena muy fuerte
que es como en agradecimiento, le empiezan a tapizar de billetes la cuna
de su hijo. Yo hablé con él dos veces, conmigo fue una persona amable,
le agradecí su testimonio y pocos días después de la salida del libro
aparece este caso en el cual es el principal sospechoso de haber matado a
su propio hijo, es muy fuerte. Aparte si es que fue así, si es que
discutieron mi primera reacción fue pensar no habrán discutido por algo
del libro, pero bueno toda la información que ha salido parecería
indicar que no.