En
Gernika hay un roble en torno al cual, cuentan las tradiciones
vascas, sus milenarias tribus se reunían periódicamente a
legislarse democráticamente. Respetaban sus libertades, celosamente
defendidas con sus más íntimas convicciones.
Un
pueblo pacífico, protegido tal vez por su propio entorno geográfico
montañoso, descendía a sus fértiles valles a dar un ejemplo al
mundo de democracia y respeto a la libérrima opinión de su pueblo.
Jamás tuvieron ambiciones imperiales. Incluso los moros en sus 700
años de dominio del resto de la Península Ibérica jamás los
conquistaron, ayudando sin duda, el aislamiento y hasta una pureza
racial entre lo que se destaca por lo mismo un tipo de sangre típico,
O-Rh negativo, que lo distingue del resto de los nostálgicos
imperios vecinos.
El
origen de su idioma, absolutamente distinto, se desconoce, como el de
su pueblo mismo, y se pierde en la nebulosa de los tiempos. No son
indoeuropeos y tal vez sean esas características tan particulares e
intrínsecas de su historia y su idiosincrasia que los hicieron
diferentes étnica, idiomática, espiritualmente y sobre todo con un
sentimiento libertario tan marcado a través de los milenios, y
conservado hoy día en una esperanza latente y cierta a la que
esperan las generaciones venideras, hijos, nietos, etcétera, puedan
volver a gozar como nación libre. Gernika y su roble, por todo ello,
sufrió un genocidio que como tal fue de una crueldad y ferocidad
imperdonable y despiadada. Allí descansan los sagrados huesos de
miles de mujeres, viejos y niños, los hombres estaban
mayoritariamente en el frente de batalla, que representan los más
puros sentimientos libertarios vascos.
Gernika,
no obstante su drama, no es un símbolo de muerte. Por el contrario,
su roble cada día está más verde, sus brotes más firmes y sus
raíces más prendidas a una tierra que quiere libertad y soberanía.
Gernika con su pueblo, su historia, su cultura propia, su idioma y
tradiciones, montada en sus picos pirenaicos con su árbol, algún
día verá flamear su legendaria Ikurriña entre las banderas
soberanas y libres de las Naciones Unidas.
El
26 de abril se cumple otro aniversario en que la legión Cóndor
alemana bombardeó por orden de sus ocasionales socios, con brutal
ferocidad, sus calles y sus casas. Su sangre generosa corrió a
raudales por su valle. Pero jamás han podido ni podrán los
criminales responsables de la época, ni los gobiernos sucesivos que
han llegado al colmo de prohibir que el famoso cuadro de Picasso se
exponga en Euskadi para el cual el maestro lo pintó en su homenaje,
acallar el grito libertario que surge desde el fondo mismo de las
entrañas de su tierra, de sus valles, de sus montañas y de las
mazmorras españolas en que tantos cientos de hijos suyos, enterrados
en vida están por querer una patria soberana; recorriendo las
conciencias y el más puro sentimiento libre vasco. ¡Gora Euskadi
askatasuna! ¡Viva Euskadi independiente!
Leopoldo
Amondarain
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