Columna del politólogo sobre la pérdida de diputados en Montevideo por parte del sector Vamos Uruguay del Partido Colorado
Ope Pasquet, una de las principales figuras de Vamos Uruguay decidió abandonar este sector. Es un golpe durísimo para el sector mayoritario del Partido Colorado. A esta altura es más que evidente que el, hasta no hace mucho, incontestado liderazgo de Pedro Bordaberry cruje y se tambalea. La crisis de Vamos Uruguay abre muchas preguntas.
La primera de ellas es muy simple de formular pero especialmente difícil de contestar: ¿hasta dónde llegará el desparramo? Parece haber comenzado una “reacción en cadena”. ¿Asistiremos a más desgajamientos? ¿Qué hará su líder? Es evidente que Bordaberry, fiel a sus convicciones, se propone cumplir con el compromiso asumido ante sus votantes y trabajar con seriedad desde su banca en el Senado. Pero, ¿hasta qué punto se empecinará en retener el liderazgo del partido? ¿Procurará ser candidato presidencial otra vez a pesar de la dura derrota de octubre de 2014 y a la sangría de dirigentes que ha empezado a padecer? Lo dudo mucho. Me inclino a pensar que va emprendiendo la retirada. Lo veo crecientemente incómodo con la vida partidaria y la lucha electoral, como si los códigos habituales en los partidos le resultaran demasiado ajenos.
¿Qué pasará con los grupos batllistas? Existen, al menos, tres vertientes que reivindican explícitamente esta tradición. En primer lugar, Tabaré Viera y José Amorín Batlle lograron sobrevivir al naufragio del 2004 y resistieron el predominio de Bordaberry. En segundo lugar, hay que mencionar al diputado Fernando Amado. Él fue de los primeros en irse del Foro Batllista, la fracción conformada en torno al expresidente Julio María Sanguinetti, para apoyar la creación de Vamos Uruguay, y también de los primeros en enfrentarse a Pedro Bordaberry para emprender, ahora, un nuevo camino. En tercer lugar, es evidente que el alejamiento de Ope Pasquet representa un punto de inflexión especialmente significativo en esta tendencia hacia el renacimiento de la tradición batllista. La gran pregunta es ¿lograrán coordinar entre sí? Si no lo hacen, corren el riesgo de volver a fracasar. Para hacerlo, deberán demostrar pragmatismo y generosidad. Asimismo, pienso que no tienen más remedio que asumir que el FA está instalado, hace mucho tiempo, en las bases sociales y electorales que, en otros tiempos, supieron ser coloradas y batllistas.
Falta despejar una incógnita adicional. Edgardo Novick logró una excelente votación en la elección departamental de Montevideo. No ha terminado de mostrar sus cartas. Pero una de las posibilidades que están a su alcance es la de ingresar de lleno en la política interna del PC. Me parece claro que, además de recursos económicos para hacer campaña, tiene ideas claras sobre qué comunicar y cómo. Es evidente que sería muy bienvenido en filas coloradas y que podría hacer un aporte considerable. Sin embargo, al menos por ahora, parece preferir otro camino.
Lo único que, a esta altura, es posible afirmar es que el PC se encamina a volverse más plural. Eso, para los intereses de los colorados, es incuestionablemente bueno. Hace mucho tiempo que se sabe que la fraccionalización partidaria, que puede ser un problema serio a la hora de gobernar, es una gran ventaja a la hora de competir por el voto popular. El PC en 2019 será menos homogéneo, más diverso y plural y, por eso mismo, más parecido a su propia historia.
Sin embargo, no es evidente que al PC le alcance con abrir más las “alas” para remontar vuelo otra vez. Siguen abiertas preguntas muy importantes. ¿Hasta qué punto las enormes dificultades que enfrentan los colorados para crecer desde su durísima caída en 2004 tienen que ver con las características de su oferta electoral (el perfil de sus candidatos presidenciales y la asimetría entre sus fracciones)? ¿Hasta qué punto son consecuencia de su gradual desplazamiento como principal referente de la socialdemocracia “a la uruguaya” por el Frente Amplio?
¿Hasta qué punto los problemas del Partido Colorado no se remontan todavía más atrás, al siglo XIX, es decir, a su configuración inicial como partido urbano? El FA no solo lo desplazó de su lugar tradicional en el eje izquierda-derecha. Además, lo desalojó de sus bases sociales más antiguas, es decir, de las ciudades. Los colorados enfrentan, en ese sentido, un problema especialmente complicado. Hoy por hoy, se superponen política e ideológicamente con los blancos (sus dirigentes suelen votar juntos en el Parlamento, sus electores se desplazan sin mayores dificultades entre una y otra oferta). Pero, cuando se observa la trama partidaria en una perspectiva de más larga duración, los colorados están más cerca de los frentistas (guiñadas sistemáticas al Estado, referencias permanentes a la vocación por la justicia social).
La historia de los colorados se empecina en ingresar en una nueva etapa. El PC de Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti se desplomó en la elección de 2004. Por una década, le correspondió a Pedro Bordaberry levantar la bandera colorada y liderar el viejo partido de la Defensa. Empieza otra transición, por ahora, con más preguntas que respuestas.