Este
2023 nos trajo una conmemoración que debemos grabar a fuego en la
memoria y nos lleva a ratificar el compromiso de Nunca Más. El 11 de
setiembre se cumplió medio siglo de uno de los hechos más
siniestros que ensombreció a nuestra América Latina: el golpe de
Estado en Chile y el comienzo de la sangrienta dictadura de Pinochet.
Tres meses antes en Uruguay también recordamos las cinco décadas
del golpe del 27 de junio y la confirmación de una dictadura
cívico-militar que en los papeles ya estaba transcurriendo.
Está
claro que el presidente Gabriel Boric no se encuentra en los mejores
días de aceptación popular en lo que a su gobierno refiere, pero
ello no le impidió liderar una ceremonia cargada de emoción,
simbolismo, mensajes, compromisos y valores, que fue observada por el
mundo entero y al que se sumaron varios líderes del mundiales.
La
lucha sin pausas de Estela de Carlotto enfrentando al silencio
cómplice de quienes se niegan a dar la información necesaria para
cerrar las heridas, dejó un mensaje. Luego, la hija de Salvador
Allende, Isabel, quien recordó la figura de su padre, su legado y
citó el poema de Mario Benedetti, Para
matar al hombre de la paz, que refiere
al magnicidio del ex jefe de Estado chileno.
En
primera fila los presidentes Andrés Manuel López Obrador –destacado
por el rol que jugó México en abrir sus puertas a los perseguidos
políticos de América Latina–, Gustavo Petro de Colombia, Luis
Arce de Bolivia, el uruguayo Luis Lacalle Pou, el primer ministro
portugués Antonio Costa, el presidente del Consejo Federal de
Alemania, Peter Tschentscher, además de exmandatarios como Pepe
Mujica –por lejos el más ovacionado de los extranjeros–, Laura
Chinchilla de Costa Rica, Ernesto Samper de Colombia, el también
colombiano Juan Manuel Santos y Felipe González de España, entre
otras figuras destacadas.
Cerrando
las oratorias, como era de esperar, el presidente Boric, visiblemente
emocionado, reclamando memoria, democracia y futuro, y ratificando el
histórico Compromiso: por la
democracia, siempre firmado por cuatro
exmandatarios: Ricardo Lagos, Eduardo Frei, Michelle Bachelet y
Sebastián Piñera, además del actual jefe de Estado.
El
acuerdo básicamente propone defender la democracia, atender sus
problemas con más democracia, respetar la Constitución, defender
los derechos humanos, condenar la violencia y apostar al diálogo,
entre otras buenas intenciones que quedaron plasmadas en papel, pero
que algunos de los que lo suscribieron cuando tuvieron la oportunidad
de hacer avances reales, desperdiciaron la oportunidad.
Rinde
y mucho hablar a favor de la democracia y la reconciliación, asistir
a homenajes y suscribir compromisos que en algunas ocasiones son una
forma elegante de hacer lo políticamente correcto más que un
postulado a seguir.
Recitaba
Benedetti: para vencer al hombre de la
paz tuvieron que congregar todos los odios.
Y es que mientras esta emotiva ceremonia se celebraba, con un
excelente marco de apoyo popular, en las calles de Santiago –y de
todo el país– se respiraba un aire diferente, ya que la derecha
reivindicadora de la figura del dictador Augusto Pinochet, que no es
un porcentaje para nada menor si tomamos en cuenta el resultado
electoral que ha tenido uno de sus principales promotores: José
Antonio Kast, decidió no acompañar esta iniciativa, poner en
discusión el relato histórico y, a través de la violencia apelar
al negacionismo.
Es
realmente sorprendente que una investigación de la consultora Mori,
presentada en julio de este año, destaca que el 41% de los chilenos
afirma que los militares golpistas nunca tuvieron razón mientras que
un 36% opina lo contrario. Un 60% cree que Pinochet pasará a la
historia como un dictador y un 36% que modernizó e impulsó la
economía. Medio siglo después una sociedad dividida en dos, y que
defiende relatos diferentes.
Con
esos antecedentes fue que algunos grupos de nostálgicos
protagonizaron incidentes violentos contra activistas que estaban
participando de actos conmemorativos del 50 aniversario del golpe de
Estado. Pero debemos tomar en cuenta algo, la nueva derecha
ultraconservadora y su reivindicación del relato histórico no es
una particularidad de Chile, sino que está creciendo y
desarrollándose a nivel de toda América Latina, llevando adelante
estrategias de manipulación y, como vemos, también actos de
violencia. Y citando nuevamente a Benedetti: “para matar al hombre
de la paz tuvieron que desatar la guerra turbia”.
Claro
está que para que esta resurgir de fuerzas ultraconservadoras
acontezca tiene que haber un escenario propicio, y lo hay. Las
investigaciones que realiza el Latinobarómetro nos demuestran que la
democracia en el continente está cada vez más débil y que crece a
pasos agigantados el porcentaje de población que no le parece
molestaría que haya una dictadura en su país siempre y cuando sus
necesidades se vean satisfechas.
Aparecen
nuevos líderes que prometen lo impracticable y otros que practican
lo inconcebible. Nacen los Bukele en El Salvador, que no tiene
reparos en violar los derechos humanos, o detenta el poder un Pacto
de Corruptos en Guatemala desoyendo el mandato de las urnas, se
fortalecen los Kast en Chile reivindicando uno de los períodos más
sangrientos de la historia latinoamericana y suben a los escenarios
con gran apoyo popular los neopopulistas como Javier Milei, que tanto
usan como desprestigian la política en forma simultánea y abonan el
terreno para debilitar aún más a la democracia. Decía Benedetti
que “para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para
siempre a la muerte”.
La
defensa de las instituciones es una tarea que nos debe involucrar a
todos como sociedad, al igual que el reclamo por memoria, verdad y
justicia, algo pendiente en nuestro continente, porque, como dijo
Boric, “la democracia no está garantizada y todos los días
debemos trabajar transversalmente para defenderla”.
Marcel Lhermitte
es periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster
en Comunicación Política y Gestión de Campañas Electorales. Ha
asesorado a candidatos y colectivos progresistas en varios países de
América Latina, el Caribe y Europa. Director del colectivo
latinoamericano de comunicación política Relato.
Coordinador del Diplomado en Comunicación Política de la
Universidad Claeh.