“Izquierda sin cultura no es izquierda” (Mariano Arana)
En convocatoria extendida a instituciones, colectivos y “agentes” partícipes del quehacer cultural en Rocha, la Comisión Nacional de Cultura del Frente Amplio convocó, meses atrás, a una suerte de “plenario-abierto” con la consigna de intercambiar apreciaciones y perspectivas vinculadas a la constante construcción de diseños de políticas culturales integradas y transversales a nivel interinstitucional, departamental y nacional. Posicionados en una concepción de “cultura” entendida como un derecho humano fundamental y en su diversidad, generadora de identidades, pertenencia, arraigo, (esenciales para el desarrollo y bienestar pleno de cada ciudadano); configurada en estrecha relación con las artes, los patrimonios y problemáticas vigentes, denominadas “emergencias culturales”, ligadas a “contextos de violencia”, infancias vulneradas, sanidad mental, coincidentemente con todas las restantes problemáticas sociales, concordamos además, en aquella instancia colectiva, en la estimación de una dimensión de la diversidad y las falencias de aquellos universos que acaban componiendo, sino determinando, a nuestra apaleada cultura local. Entre las falencias, (donde el Frente Amplio es y ha sido un reflejo de la sociedad consciente de las mismas por encima de otros sectores), se arribó a la preocupante conclusión de que el derecho humano a la cultura es un derecho sistemáticamente vulnerado en nuestra sociedad desde hace tiempo. Detectándose un “sesgo” centralista arraigado en nuestra propia cultura, que tiene que ver con el “accionar” de Montevideo en relación a los restantes departamentos, pero que también guarda una estrecha relación con los “interiores profundos” de cada departamento en relación con las capitales departamentales y la asimetría existente entre lo urbano y lo rural, (consecuencia directa, si se medita, de la disolución de los Centros MEC y su labor descentralizadora, la cual constituía un paliativo emancipatorio de acceso a la cultura). Otra falencia remite a la escasa, (casi nula), participación de la “intelectualidad”, referentes culturales, creadores y artistas, a la hora de implementar políticas de impacto y extensivas, que salvaguarden la transversalidad y reivindiquen de alguna manera la accesibilidad a los derechos culturales. Así, como también, una inversión insuficiente, (a nivel nacional-departamental), para instrumentar con seriedad e incidencia real políticas de carácter o naturaleza cultural.
Sobre este escenario, en donde tanto el gobierno nacional como el departamental debieran ser garantes del derecho a la cultura, a su creación y disfrute, asegurando las posibilidades plenas de pensar, elegir, construir y sentir en su amplia y absoluta diversidad; entendemos que para constituir y desarrollar verdaderamente una cultura de impacto y garantizar, al unísono, su derecho humano de accesibilidad, existen, al menos, cuatro aspectos o herramientas a las que, indefectiblemente, suscribimos por concebirlas prioritarias:
Generar una institucionalidad genuina, que logre ejecutar un presupuesto real que consolide una descentralización con un alcance mayor al que, en su momento, tuvieron los Centros MEC.(En Rocha el “interior profundo” tuvo entonces la posibilidad de abrirse, interactuar y darse a conocer al resto de las localidades. Recordemos, además, que la base social del Frente Amplio ha sido la descentralización cultural.)
Generar un sistema nacional de cultura que sea “mapeado” y se retroalimente para la efectividad constante de su funcionamiento, que no se vea menguado, desviado ni detenido por “tecnicismos” de índole partidaria.
Generar una ley nacional de cultura que garantice el derecho a la cultura para todos los habitantes del territorio nacional. (La cultura no debe dejar de ser un pilar esencial para el avance igualitario; los cambios, si no son culturales, por más que modifiquemos las condiciones materiales, no evidenciarán una incidencia real y efectiva a largo plazo en ningún medio.)
Aproximarnos, por último, al 1% del PIB, (que es el piso sugerido por los organismos internacionales), que en la actualidad resulta insuficiente para la instrumentación e incidencia de políticas culturales comprometidas. (La inversión en cultura no se concentra, sino que se expande e irradia a miles de ciudadanos en torno a los eventos y hechos culturales, generando también otro tipo de actividades satélites, representativas de ese otro conglomerado de ciudadanos que necesitan vivir dignamente de su trabajo.)
(DARÍO AMARAL-ESPACIO 609-MPP ROCHA)