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miércoles, 3 de julio de 2013

Ricardo Alarcón, fuera de la cúpula del Partido Comunista cubano

Ricardo Alarcón, fuera de la cúpula del Partido Comunista cubano


Alarcón, uno de los hombres fuertes del castrismo, fue canciller y presidió el Parlamento de Cuba durante 20 años

Junto a él, fueron removidos del Comité Central del Partido Comunista José Miyar Barruecos y otros cercanos colaboradores de Fidel Castro

 

 

Ricardo Alarcón –excanciller y expresidente de la Asamblea Nacional de Cuba-- ya no será más un hombre fuerte del castrismo. El gesto definitivo de su lenta expulsión del poder, que comenzó en febrero de este año con su salida del Parlamento, ocurrió este lunes 1 de julio: cuando él y otros cuatro cercanos colaboradores del expresidente Fidel Castro fueron removidos la cúpula política del Partido Comunista de Cuba.
 Ricardo Alarcón de Quesada (La Habana, 1937) llegó a ser considerado el tercer hombre más fuerte de Cuba, después de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Fue Ministro de Exteriores de Cuba entre 1992 y 1993. Durante los 20 años siguientes, fue elegido y reelegido como presidente de la Asamblea Nacional de Cuba. En diciembre pasado, los Castro no incluyeron su nombre en la lista de candidatos que competirían en las elecciones parlamentarias de este año y cuando se instaló la nueva legislatura, el 24 de febrero de 2013, Alarcón fue reemplazado en la presidencia de la cámara por Esteban Lazo Hernández, diputado desde 1981 y vicepresidente del Consejo de Estado desde 1992. Este lunes, también Alarcón fue excluido y del Comité Central del PCC y en consecuencia, también del Buró Político, el más alto órgano de dirección del partido, que ahora ha quedado integrado por 13 líderes del régimen.
La salida de Alarcón fue anunciada a través de los medios oficiales este martes por la noche. “Por esa puerta se entra y por esa puerta se sale, sin que constituya ningún demérito”, dijo el presidente Raúl Castro, en el fragmento de discurso recogido por la televisión cubano para dar la noticia. “El VII Pleno (del PCC) decidió realizar cambios en la composición del Comité Central, lo cual constituye un proceso natural”, anunció el diario Granma en su edición de este miércoles 3 de julio.
Junto a Alarcón, han sido excluidos del Comité Central otros cuatro altos dirigentes: el médico José Miyar Barruecos, quien fue secretario de Fidel Castro durante dos décadas y luego fue ministro de Ciencia y Tecnología entre 2009 y 2012; el antiguo guerrillero Orlando Lugo Fonte, miembro del Consejo de Estado desde 1986; Misael Enamorado Dáger, uno de los siete miembros del secretariado general del partido desde 1991; y Liudmila Alamo Dueñas, la más joven del grupo, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas desde 2009. En su lugar, se incorporaron 11 nuevas figuras al Comité Central, que ahora estará constituido por 118 miembros en lugar de 115.
A Ricardo Alarcón se le recuerda por sus 14 años de discursos ante la Asamblea Nacional de Naciones Unidas, como embajador representante de Cuba, en los que abogaba por el levantamiento del bloqueo económico que desde los años 60 del siglo XX mantiene Estados Unidos contra la isla. Pero también por la torpeza de los argumentos que, en enero de 2008, dio a un joven estudiante cubano de informática, Eliécer Ávila, para explicar durante un acto público por qué los cubanos tenían prohibido viajar fuera de la isla, por qué no tenían pleno acceso a Internet y por qué las promesas de prosperidad de la revolución no terminaban de cumplirse. “Si todos los cubanos pudieran viajar, el cielo se llenaría de aviones”, fue una de respuestas aquel día. Para algunos, de allí data el comienzo de su fin.

 

La Vertiente en contra de no devolver excedentes del Fonasa


03/07/2013 17:52

La Vertiente en contra de no devolver excedentes del Fonasa

Este sector del FA dice que no se debe aumentar la presión sobre los sectores medios. El gobierno enviará ley en agosto para no devolver aportes excedentarios.

En el Frente Amplio surgen voces contrarias a la medida que estudia el gobierno para obtener recursos extra, aplicables a planes sociales.
En un comunicado publicado este miércoles, la Vertiente Artiguista advierte que no está de acuerdo con suspender la devolución de aportes al Fonasa.
Justo este miércoles el Prosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa, confirmó que en agosto el Poder Ejecutivo enviará al Parlamento un proyecto de ley para habilitar al gobierno a no devolver los aportes al Fonasa que excedan el tope ya fijado.
Cánepa dijo en radio Sarandí que aún no se definió a quiénes no se les devolverá sus aportes. Puede que sea a los trabajadores con ingresos más altos. Eso se definirá en las próximas semanas.
Lo que confirmó Cánepa es que el gobierno recorrerá ese camino para hacerse de recursos extra, aplicables en políticas sociales.
Pero la decisión encontró ya resistencias en el Frente Amplio. La Vertiente Artigusita, sector que tiene al senador Enrique Rubio como una de sus figuras más relevantes, no está de acuerdo.
“Entendemos importante señalar que los planes sociales de atención a la población vulnerable (entre otros: Uruguay 7 zonas, Uruguay crece contigo y los vinculados a la mayor licencia por lactancia materna) son una prioridad del gobierno y su sustentabilidad debe estar garantizada con partidas presupuestales provenientes de Rentas Generales - eventualmente con reforzamientos de rubros - pero sin aumentar la presión sobre los sectores medios que hacen ya una contribución significativa a los recursos públicos”, dice este sector del FA en un comunicado.
“En ese marco no vemos conveniente suspender la devolución de los aportes excedentarios al Fonasa establecida por la ley vigente”, sentenció.
El gobierno había evaluado la posibilidad de mantener la devolución de aportes excedentearios al Fonasa, y aumentar el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas, de 25% a 30%, a quienes tienen ingresos superiores a los $ 200.000. Esta alternativa quedó de lado, dijo Cánepa, y se apuntará a la no devolución de aportes a la salud.

Fundapro: 151 homicidios en el primer semestre

Informe 

Fundapro: 151 homicidios en el primer semestre

En los primeros cinco meses y solo en Montevideo hubo 5.761 rapiñas, según datos de la fundación. 
mié jul 3 2013 16:04
 
Durante el primer semestre de 2013 se registraron 151 homicidios mientras que en los primeros cinco meses y solo en Montevideo hubo 5.761 rapiñas, según un informe presentado hoy por el Observatorio de Seguridad Ciudadana y Mapas del Delito de la Fundación Propuesta (FundaPro), vinculada a Vamos Uruguay. 
En comparación con 2012 se registraron siete homicidios menos. Sin embargo si el dato se compara con 2011 hay un aumento de 55%.
Según un análisis realizado por los diputados Germán Cardozo y Fitzgerald Cantero durante la presentación, en 2013 habrá una “consolidación del deterioro de la seguridad” por el aumento de homicidios y rapiñas.
Como causantes del problema, señalaron la liberación de presos realizada años atrás, el aumento de menores infractores y el constante cambio de dirección en la Jefatura de Policía de Montevideo.
Fundapro hizo también una fuerte crítica a las gestiones de los ministros del Interior pertenecientes al Partido Socialista porque “se opusieron a aumentar las penas a los menores” y ahora el gobierno plantea paradójicamente esa propuesta. “Se perdió mucho tiempo”, aseguran .

Mujica viaja mañana a cumbre de la Unasur por trato a Evo Morales

LA REUNIÓN SE REALIZARÍA MAÑANA

Mujica viaja mañana a cumbre de la Unasur por trato a Evo Morales

El canciller interino Luis Porto, informó que los países que integran la Unión de Naciones del Sur (Unasur) están coordinando una reunión mañana jueves en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, para tratar lo ocurrido con el presidente de ese país en su gira por Europa, y a cuyo avión presidencial no se le permitió aterrizar en varios países, según aseguró el mandatario Evo Morales.

Evo Morales. Foto: AFP
En base a AFPmié jul 3 2013 17:57
 
El País
 
Porto dijo que la Cancillería ha estado en contacto permanente con los países de la región y en especial con las autoridades de Perú, que actualmente ostenta la presidencia pró-témpore del bloque. El canciller interino indicó en la tarde de este miércoles que en caso que se confirme la reunión en Cochabamba, el presidente José Mujica viajará mañana a Bolivia. De hecho, dijo, ya se hicieron reservas de vuelo y hotel previendo esa posibilidad.
La canciller de Perú, Eda Rivas, expresó hoy la consternación de su gobierno por la negativa de varios países europeos al uso del espacio aéreo al avión del presidente boliviano Evo Morales, pero dijo que una reunión de UNASUR para tratar el tema depende del tiempo de los mandatarios.
Rivas expresó la "solidaridad de Perú con el presidente Morales" y subrayó que el gobierno "no sólo está consternado sino que considera que se ha puesto en riesgo la vida del presidente Morales y de su comitiva".
Respecto a una eventual reunión de los presidentes de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), Rivas anotó: "Lo que hay que comenzar son las coordinaciones para ver las posibilidades que ellos tienen de reunirse".
La canciller dijo que varios jefes de Estado están fuera de sus países, citando el caso del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien participó, junto a Morales, en una cumbre de países exportadores de gas en Moscú.
"Todo depende de las coordinaciones y que puedan lograr consenso con el tiempo que cada uno tiene", añadió, a la vez que señaló que los países europeos que negaron el uso del espacio aéreo a Morales "deben una explicación y una aclaración de qué cosa es lo que ha sucedido".
El vicepresidente boliviano Álvaro García anunció que varios mandatarios de América Latina "se están autoconvocando" para reunirse el jueves en la ciudad de Cochabamba y expresar su "desagravio a Morales".
Temprano el miércoles los países de UNASUR expresaron en un comunicado su "indignación y profundo rechazo" por las dificultades que afectaron al avión del mandatario boliviano.

LITERATURA › PUBLICAN DOS LIBROS SOBRE EL ESCRITOR MARIO LEVRERO Los mágicos e hipnóticos silencios de un artista total

LITERATURA › PUBLICAN DOS LIBROS SOBRE EL ESCRITOR MARIO LEVRERO





Los mágicos e hipnóticos silencios de un artista total

Un silencio menos (Mansalva) reúne las entrevistas más interesantes que concedió el escritor uruguayo entre 1977 y 2004, mientras que La máquina de pensar en Mario (Eterna Cadencia), los más significativos trabajos críticos y ensayísticos que se escribieron sobre él.



 Por Juan Pablo Bertazza
Cruzado. A veces, las múltiples acepciones de una palabra resultan suficientes para definir vida y obra de un escritor. En el caso de Mario Levrero, que nació en Montevideo en 1940 y murió en la misma ciudad en 2004, las postulantes son muchas, muchísimas. Pero la que mejor se le ajusta es “cruzado”.
Levrero lo es, en muchos sentidos. Lo es de manera deliberada y lo es a pesar suyo. Lo es en el sentido en que lo entendió el crítico Angel Rama, incluyéndolo entre esos raros escritores uruguayos que empezaban a asomar su singularidad en un medio bastante hostil y engolado como lo era, por entonces, la crítica literaria de su país. Toda una tradición involuntaria que se insinúa, acaso, con Lautréamont y se resuelve con Felisberto Hernández, José Pedro Díaz y Armonía Somers. Una tradición involuntaria de la que, sin lugar a dudas, abrevó Levrero incorporando leves matices de surrealismo y patafísica rioplatense.
Levrero cruzó el charco a mediados de los años ’80 para vivir en Buenos Aires, motivado sobre todo por acuciantes problemas económicos que, ni por asomo, le permitían vivir de sus libros (publicados inexorablemente en editoriales chicas) y que ni siquiera sus múltiples ocupaciones de librero, fotógrafo y coordinador de talleres literarios ayudaron a mitigar. Luego volvió a cruzar el Río de la Plata y se instaló en Colonia para cerrar el círculo y regresar nuevamente a Montevideo.
Pero lo cruzado de Levrero tiene que ver con que fue uno de los primeros escritores en salir de la endogamia de las letras; y avisar y aclarar y revelar que un escritor no se alimenta exclusivamente de la literatura, sino también de la música, el cine, las historietas, los vínculos, las relaciones, las experiencias cotidianas, de la misma forma que nada haría pensar que un fabricante de quesos tuviera que comer solamente queso. Tal como lo contó en alguna oportunidad, Levrero solía escuchar música cuando escribía. Así, por ejemplo, escribió La ciudad con Los Beatles de fondo, y el extraordinario Caza de conejos mientras escuchaba vals de Strauss.
Al igual que sucede con Boris Vian, Cortázar, Kafka y hasta el propio Onetti (con el que Levrero mantuvo una ambigua relación de desinterés, primero, y admiración después), su literatura, sin ser autobiográfica, es profundamente biográfica: remite a la vida, transpira, sangra, se ríe, se erotiza, busca la trascendencia. Incluso cuando parece evadirse de la realidad mantiene incólume su ancla en la experiencia. Es decir, lejos de aquellas obras que transcriben una vida, la literatura de Levrero parece evolucionar con el propio pulso de su experiencia. Así se da una especie de sintonía entre un pasaje que va desde lo introvertido hacia lo extrovertido en su personalidad con la propia evolución de su obra desde la trilogía involuntaria –y, podría agregarse, impersonal– compuesta por La ciudad, París y El lugar hasta la clara exteriorización de un yo en sus propuestas más ambiciosas de La novela luminosa y El discurso vacío.
Ahora parece una obviedad, un imperativo, algo poco novedoso, pero hay que tener en cuenta lo difícil que era ecualizar con tanta naturalidad, por ese entonces, lo alto y lo bajo: Levrero fue, desde siempre, un escritor en serio, un escritor obsesivo entusiasmado con casi todos los géneros populares: devoraba las novelas policiales, como así también las historietas (era especialmente fanático de La pequeña Lulú, pero también de Batman y del Pato Donald), y en su obra, además de las novelas y los cuentos, hay espacio también para los folletines, uno de los cuales fue publicado en Página/12 a pedido de Osvaldo Soriano con el título de La banda del ciempiés.
Ese vaivén, ese entrecruzamiento, marca y determina el empleo de seudónimos, otra característica que lo une, por ejemplo, a Armonía Somers. Jorge Varlotta (que es, de hecho, su verdadero nombre), Tía Encarnación, Lavalleja Bartleby (con el que firmaba en la revista Superhumor), Sofanor Rigby son algunos de los más recurrentes.
Pero, sobre todas las cosas, Levrero es un cruzado porque entre sus múltiples trabajos fue redactor en jefe de Cruzadas, una revista de crucigramas y juegos de ingenio que le posibilitó el único trabajo en blanco que tuvo a lo largo de toda su vida. Según contó en entrevistas, la confección de los crucigramas, en los que incluía palabras como Faulkner y Dostoievski, le demandaba como mínimo dos horas de tiempo.
A punto de cumplirse diez años de su muerte, ya canonizado por una crítica que tardó demasiado en reconocerlo y mientras su número de lectores se expande más que nunca, aparecieron dos libros que ponen en palabras lo que, hasta ahora, era silencio y dispersión. El primero es Un silencio menos (Mansalva), en el que su amigo Elvio E. Gandolfo compila las entrevistas más interesantes que, entre 1977 y 2004, concedió un escritor que, según el mito, odiaba dar entrevistas, incluyendo un imperdible autorreportaje (a la manera de Maradona en La noche del Diez) que se publicó originalmente en el libro El portero y el otro.
Da la casualidad de que muchos de los entrevistadores terminaron forjando una carrera notable en las letras, como es el caso del propio Gandolfo, Eduardo Berti, Jorge Warley o Carlos María Domínguez, uno de los escritores más interesantes de la literatura uruguaya actual. Los diálogos tienen en común, en primer lugar, el escenario: los distintos domicilios de Levrero en la Argentina y Uruguay, que lo muestran como un anfitrión algo incómodo y poco adepto a las reglas de protocolo. Lo curioso es que, pese a eso, los entrevistadores siempre quieran volver. Así como Levrero es de esos escritores de los que no se lee únicamente un libro, de los que leer una obra significa abismarse en el resto, quienes tuvieron la posibilidad de conversar con él se transformaron en algo así como habitués, conversadores que reinciden en esas conversaciones hipnóticas.
Resulta notable que todos los que se acercan a su casa con grabador en mano, desde los más eximios críticos hasta los redactores de una revista literaria desconocida, viven esa experiencia como algo mágico y movilizador. Y al igual que sucede con algunos de los temas que se van repitiendo a lo largo de sus libros, las respuestas de casi todas las entrevistas tienen muchísimos elementos en común. Levrero explica sus influencias literarias indiscutibles como Philip K. Dick, Lewis Carroll y Kafka, a quien dice haber casi plagiado para escribir La ciudad, mientras da los argumentos por los cuales detesta a escritores como Ray Bradbury y Paul Auster. Da cuenta de su imperiosa necesidad de cajonear durante algún tiempo sus textos para recién ahí empezar a corregirlos y darles forma definitiva. Menosprecia el abuso de las técnicas literarias. Cuenta su obsesión por perseguir el pequeño éxito que significa, por ejemplo, la risa de un amigo. Se despega de la ciencia ficción y aclara que lo incluyeron en ese género sólo por haber publicado en revistas como Minotauro. Expresa su fascinación por lo que Jung llama “la segunda mitad de la vida”, la que uno tiene que vivir al revés de la que vivió anteriormente, como por ejemplo el hecho de que “el introvertido en la segunda mitad de su vida tiene que conquistar también el mundo exterior”, aunque enseguida aclara que Jung no lo dijo así exactamente. Revela insospechados guiños entre su vida y obra que desembocaron en un fanatismo tal por la parapsicología, que terminó escribiendo todo un manual al respecto. Destaca como elemento principal de su obra el erotismo, pero el erotismo entendido como un camino religioso ya que, según Freud, “la perversión llega a ser patológica sólo cuando sustituye al acto sexual, no cuando abre caminos para llegar a él”.
En una de las innumerables anécdotas que depara la lectura de este libro que, incluso, podría servir como una ideal puerta de acceso a su obra, se destaca la de un grupo de periodistas uruguayos que perdieron su chance de publicar una entrevista con Levrero, porque al momento de comenzar a desgrabar advirtieron que su voz susurrante, para adentro, apenas se distinguía del ruido ambiente. Interesante porque esa voz baja, sin resonancia de las cuerdas vocales, mucho tiene que ver con lo que significó la literatura de culto de Levrero, un silencio mágico, hipnótico, kafkiano, apenas interrumpido, que resultó fundamental para la escritura de La ciudad. “No tenía un lenguaje de-sarrollado, había palabras que no me venían a la mente, entonces ponía entre paréntesis la descripción del objeto y luego buscaba en los diccionarios, preguntaba y rellenaba esos agujeros.”
Con selección y prólogo de Ezequiel de Rosso, La máquina de pensar en Mario (Eterna Cadencia), que toma título de su extraordinario libro de relatos La máquina de pensar en Gladys, reúne los más significativos trabajos críticos y ensayísticos que se escribieron sobre Levrero, a lo largo de todos estos años. El mensaje político de una obra que aparenta vivir de fuga en fuga, las estrategias de un escritor consciente de sus máscaras y seudónimos y la construcción de una ciudad, París, de la que escribió antes de haberla conocido, son algunos de los tópicos más destacados en esta obra en la que participan el propio Gandolfo, con el comentario crítico acerca del libro Gelatina publicado originalmente a fines de la década del ’60, su compañero de ruta y de rarezas José Pedro Díaz, Martín Kohan y Juan Carlos Mondragón, entre muchos otros.
Además del valor documental de algunos de estos textos, y de la lucidez que se desprende de muchas de sus propuestas, La máquina de pensar en Mario constituye casi un gesto de reparación y, al mismo tiempo, de esperanza. La reparación de aquella crítica que, según contaba el propio Levrero, cuando no lo trataba con indiferencia le ponía palos en la rueda. A tal punto que ante la recurrente pregunta acerca de cuál era su obra preferida, él ine-xorablemente respondía, casi como un grito de guerra, Desplazamientos, que fue precisamente el libro más vapuleado por la crítica. La esperanza que trae La máquina de pensar en Mario es la posibilidad de que eso, en parte, empiece a estar cambiando.
Gandolfo, hilo conductor de estos dos libros, consultado por Página/12 acerca de la vigencia de Levrero, ensaya una respuesta clara y contundente: “Creo que lo que nos atrajo a tantos en su época de Levrero es lo que sigue funcionando hoy. Más que un escritor era un artista en general, fuera de las discriminaciones culturales convencionales: todo tenía la misma importancia para él. Hay zonas enteras por desenterrar: por suerte está ya afirmada la de dibujante y guionista de historietas (en ese sentido es muy completo un reportaje a Lizán, su dibujante, que apareció en revistatonica.com.). Pero está la de humor directo (en la revista Misiadura), el par de films que hizo, alguno en broma filmado en Colonia, y las al menos tres películas que se hicieron sobre textos de él, en Uruguay y la Argentina, increíblemente autoborradas (cuesta encontrarlas en Internet, y casi no se proyectaron), sobre Los muertos (de Guillermo Casanova, de 1992), Nuestro iglú en el Artico (“El hombre de Walter”, de Carlos Ameglio y con Gustavo Escanlar, 1995), y Desplazamientos (de Guillermo Stockl, de 2009, en la Argentina). También su colaboración con diseñadores (Alvarez Cozzi) o bailarines: siempre estuvo impulsando, con curiosidad y entusiasmo”.
“Estuvo y está esa multiplicidad, y también el modo en que se retiró, como si lo hubiese decidido así”, continúa Gandolfo. “No sólo escribió la monumental La novela luminosa, sino también un libro de cuentos semioculto, Los carros de fuego, que está entre lo mejor que hizo. Dejó hecha una versión larga de La banda del ciempiés, y hasta un texto autobiográfico final sobre su período de Burdeos, el menos conocido, que está por aparecer junto a El diario de un canalla. También dejó designada a su albacea, Alicia Hoppe, y claras instrucciones acerca de qué hacer si había una operación con riesgos –dejarlo ir, y eso se hizo–. Todo eso sería sólo anecdótico si su obra no siguiera siendo tan múltiple, tan generadora y tan cargada de humor y erotismo, tan divertida y profunda de leer. Hasta incluye algunos textos flojos o pesadamente experimentales, para que se aleje el peligroso fantasma de la perfección.”
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