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viernes, 12 de julio de 2013
Las dos caras de la calle en las protestas de Brasil
Las dos caras de la calle en las protestas de Brasil
La frustrada huelga general promovida por los ocho mayores sindicatos contrastó con la de semanas atrás, multitudinaria, nueva, sin líderes ni banderas
El País de España
Las calles y plazas de Brasil han sido tomadas de repente por una
cadena de protestas callejeras, nuevas y viejas, que no se veían desde
hace 20 años.
Sociólogos y políticos se estrujan las meninges para entender el porqué de ese fenómeno y las consecuencias que podrá tener para el futuro del país.
La frustrada huelga general de ayer promovida por los ocho mayores sindicatos con sus símbolos, banderas y reivindicaciones tradicionales y con miedo a criticar al Gobierno, contrastó con la de semanas atrás, multitudinaria, nueva, original, inesperada, promovida a través de las redes sociales, sin líderes ni banderas y abiertamente contra los políticos.
Fue como el choque - visible, incuestionable- de lo antiguo, lo tradicional, lo organizado, contra la novedad del movimiento desorganizado; de la estética tradicional de los movimientos de izquierdas que pisaban firmes sobre el asfalto de calles y plazas, con el retumbar de sus himnos y consignas y el ondear de sus banderas rojas, contra la levedad y el revolotear de las alas de la creatividad convertida en protesta lúdica.
Los sindicatos, desorientados por haber visto la calle - que desde siempre les pertenecía - ocupada por jóvenes hasta entonces desconocidos y por militancias desnudas de viejos simbolismos de izquierdas, pretendieron volver a ocuparla pisando fuerte, sin revoloteos de sueños y utopías imposibles.
Habían anunciado: “¡Pararemos el país!”. Hicieron ruido, cortaron carreteras, paralizaron el tráfico en algunas ciudades, pero la gente se quedó en sus casas. Y los pocos que salieron (5.000 en São Paulo, 10.000 en Río y 1.000 en Brasilia) en algunos casos recibieron para ello hasta 30 dólares por persona.
Los más de un millón que salieron espontáneamente a la calle, sin organizaciones tradicionales que las convocara en la protesta espontánea de junio, lo hicieron- prescindiendo de su contenido político- bajo una estética totalmente diferente.
Si las pancartas de los sindicatos fueron las de siempre, despojadas de humor y de creatividad como para reafirmar sus viejas convicciones que no cambian, las de la manifestación callejera espontánea fueron una exposición de ideas nuevas, de sátira moderna, de irreverencia hacia el poder, de nuevos sueños improvisados en la misma calle, escritos sobre pedazos de cartulina, inventados sobre la marcha: “Éramos infelices y no lo sabíamos”.
Eso no les quitó realismo a sus peticiones, que al revés de las tradicionales de los sindicatos que acaban muchas veces sin ser escuchadas por los gobiernos, los nuevos callejeros comenzaron pidiendo la nimiedad de una bajada de 20 céntimos en los autobuses para pasar a criticar el despilfarro del dinero público de la clase política y la paradoja de un país rico con hospitales miserables o escuelas donde los niños salen sin saber leer ni escribir.
Las peticiones de los espontáneos no tenían la prosopopeya de las grandes masas reivindicativas de los movimientos sociales de antaño pero acabaron desconcertando al Gobierno y al Congreso, que comenzaron a ofrecer al movimiento sin líderes todo y más de lo que pedían, hasta en contraste a veces con la Constitución.
Nunca se había pedido tan poco por parte de aquella masa de gentes heterogéneas que se deslizaban por las ciudades como en un éxodo bíblico, sin rumbo fijo, conquistando la simpatía de todos los insatisfechos con algo. Y nunca antes un movimiento en pocas semanas había conseguido tanto. Hoy, cerca de un centenar de ciudades han rebajado las tarifas de los transportes públicos.
Es posible que en el futuro, el pisar fuerte de las fuerzas sindicales en la calle con sus banderas de siempre, vuelva a ser necesario para reconquistar espacios nuevos al mundo del trabajo amenazado por las crisis mundiales. Es posible que las viejas reivindicaciones de la izquierda tradicional, hoy en profunda crisis, se hagan mañana más necesarias que nunca.
Sin embargo, la sociedad considera aquellas protestas organizadas, con líderes conocidos y a veces desgastados, como lo viejo que ya no entusiasma, y se refugia más bien en los sueños y utopías de las nuevas reivindicaciones de los desorganizados y sin poder político, que piden sencillamente “mejor calidad de vida” para todos y líderes menos corruptos.
La palabra corrupción fue la más cantada y escrita en las pancartas de los desorganizados y fue también la gran ausente en la huelga de los sindicatos.
Ambas manifestaciones de masa, a pocos días de distancia, han simbolizado el enfrentamiento entre lo viejo conocido y lo nuevo que despunta aún sin rostro, con un DNA que habla más al corazón que al cerebro, a las sensaciones que a las ideas, pero que está más cerca de la llamada “sabiduría emocional”, que de las frías y gastadas ideologías del pasado.
El futuro dirá quién está más cerca de lo que los jóvenes de nuestra generación piden y sueñan. Si las banderas rojas de ayer o las pancartas de mil colores y sueños de hoy.
Es el choque entre la política y la pospolítica. Entre un ayer, aún necesario porque aún está cargado de problemas sin resolver, y un hoy aún incierto que empieza a descubrir el escalofrío de lo diferente.
Sociólogos y políticos se estrujan las meninges para entender el porqué de ese fenómeno y las consecuencias que podrá tener para el futuro del país.
La frustrada huelga general de ayer promovida por los ocho mayores sindicatos con sus símbolos, banderas y reivindicaciones tradicionales y con miedo a criticar al Gobierno, contrastó con la de semanas atrás, multitudinaria, nueva, original, inesperada, promovida a través de las redes sociales, sin líderes ni banderas y abiertamente contra los políticos.
Fue como el choque - visible, incuestionable- de lo antiguo, lo tradicional, lo organizado, contra la novedad del movimiento desorganizado; de la estética tradicional de los movimientos de izquierdas que pisaban firmes sobre el asfalto de calles y plazas, con el retumbar de sus himnos y consignas y el ondear de sus banderas rojas, contra la levedad y el revolotear de las alas de la creatividad convertida en protesta lúdica.
Los sindicatos, desorientados por haber visto la calle - que desde siempre les pertenecía - ocupada por jóvenes hasta entonces desconocidos y por militancias desnudas de viejos simbolismos de izquierdas, pretendieron volver a ocuparla pisando fuerte, sin revoloteos de sueños y utopías imposibles.
Habían anunciado: “¡Pararemos el país!”. Hicieron ruido, cortaron carreteras, paralizaron el tráfico en algunas ciudades, pero la gente se quedó en sus casas. Y los pocos que salieron (5.000 en São Paulo, 10.000 en Río y 1.000 en Brasilia) en algunos casos recibieron para ello hasta 30 dólares por persona.
Los más de un millón que salieron espontáneamente a la calle, sin organizaciones tradicionales que las convocara en la protesta espontánea de junio, lo hicieron- prescindiendo de su contenido político- bajo una estética totalmente diferente.
Si las pancartas de los sindicatos fueron las de siempre, despojadas de humor y de creatividad como para reafirmar sus viejas convicciones que no cambian, las de la manifestación callejera espontánea fueron una exposición de ideas nuevas, de sátira moderna, de irreverencia hacia el poder, de nuevos sueños improvisados en la misma calle, escritos sobre pedazos de cartulina, inventados sobre la marcha: “Éramos infelices y no lo sabíamos”.
Eso no les quitó realismo a sus peticiones, que al revés de las tradicionales de los sindicatos que acaban muchas veces sin ser escuchadas por los gobiernos, los nuevos callejeros comenzaron pidiendo la nimiedad de una bajada de 20 céntimos en los autobuses para pasar a criticar el despilfarro del dinero público de la clase política y la paradoja de un país rico con hospitales miserables o escuelas donde los niños salen sin saber leer ni escribir.
Las peticiones de los espontáneos no tenían la prosopopeya de las grandes masas reivindicativas de los movimientos sociales de antaño pero acabaron desconcertando al Gobierno y al Congreso, que comenzaron a ofrecer al movimiento sin líderes todo y más de lo que pedían, hasta en contraste a veces con la Constitución.
Nunca se había pedido tan poco por parte de aquella masa de gentes heterogéneas que se deslizaban por las ciudades como en un éxodo bíblico, sin rumbo fijo, conquistando la simpatía de todos los insatisfechos con algo. Y nunca antes un movimiento en pocas semanas había conseguido tanto. Hoy, cerca de un centenar de ciudades han rebajado las tarifas de los transportes públicos.
Es posible que en el futuro, el pisar fuerte de las fuerzas sindicales en la calle con sus banderas de siempre, vuelva a ser necesario para reconquistar espacios nuevos al mundo del trabajo amenazado por las crisis mundiales. Es posible que las viejas reivindicaciones de la izquierda tradicional, hoy en profunda crisis, se hagan mañana más necesarias que nunca.
Sin embargo, la sociedad considera aquellas protestas organizadas, con líderes conocidos y a veces desgastados, como lo viejo que ya no entusiasma, y se refugia más bien en los sueños y utopías de las nuevas reivindicaciones de los desorganizados y sin poder político, que piden sencillamente “mejor calidad de vida” para todos y líderes menos corruptos.
La palabra corrupción fue la más cantada y escrita en las pancartas de los desorganizados y fue también la gran ausente en la huelga de los sindicatos.
Ambas manifestaciones de masa, a pocos días de distancia, han simbolizado el enfrentamiento entre lo viejo conocido y lo nuevo que despunta aún sin rostro, con un DNA que habla más al corazón que al cerebro, a las sensaciones que a las ideas, pero que está más cerca de la llamada “sabiduría emocional”, que de las frías y gastadas ideologías del pasado.
El futuro dirá quién está más cerca de lo que los jóvenes de nuestra generación piden y sueñan. Si las banderas rojas de ayer o las pancartas de mil colores y sueños de hoy.
Es el choque entre la política y la pospolítica. Entre un ayer, aún necesario porque aún está cargado de problemas sin resolver, y un hoy aún incierto que empieza a descubrir el escalofrío de lo diferente.
ESPIONAJE MASIVO Sudamérica se planta ante el espionaje de Estados Unidos
ESPIONAJE MASIVO
Sudamérica se planta ante el espionaje de Estados Unidos
El País de España
Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela llaman a consultas a sus embajadores en Madrid, París, Roma y Lisboa

Los presidentes Morales, Fernández, Mujica, Rousseff y Maduro este viernes.
/ Matilde Campodonico (AP)
Hacía mucho tiempo que las relaciones entre Sudamérica y los países
europeos no se tensaban tanto. Los miembros de Mercosur (Argentina,
Brasil, Uruguay y Venezuela) han acordado en una cumbre llamar a
consultas a sus embajadores en España, Francia, Italia y Portugal para
que informen sobre las decisiones que obligaron a desviar a Viena
(Austria), donde el pasado día 2 quedó varado 13 horas, el avión presidencial del boliviano Evo Morales.
Esa ha sido, de momento, la respuesta diplomática conjunta de todos los
países del Mercado Común del Sur –excepto Paraguay, que se encuentra
suspendido desde el año pasado—a la actuación de varios Gobiernos
europeos que actuaron bajo la sospecha de que el exanalista estadounidense Edward Snowden viajaba en el avión oficial de Morales.
Los cuatro países de Mercosur ratificaron en un comunicado el “firme repudio” a las acciones de los cuatro Gobiernos europeos por “no permitir el sobrevuelo ni aterrizaje de la aeronave”. Este hecho fue calificado como un acto “infundado, discriminatorio y arbitrario”, además de “una práctica neocolonial” y un “acto insólito, inamistoso y hostil, que viola los derechos humanos y afecta la libertad de tránsito, desplazamiento e inmunidad” de la que “goza todo jefe de Estado”.
La decisión de llamar a consultas a los embajadores se tomó durante la XV cumbre de Mercosur celebrada el viernes en Montevideo. Los miembros del bloque económico respaldaron la denuncia que presentó Bolivia ante la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, “por la grave violación de los derechos fundamentales del presidente Evo Morales”. Y decidieron llamar a sus embajadores en los cuatro países europeos para “ponerlos en conocimiento” de ese apoyo a la denuncia de Morales.
Los países de Mercosur también emitieron otro comunicado en el que condenaron “las acciones de espionaje por parte de agencias de inteligencia” de Estados Unidos y rechazaron “enfáticamente” la intercepción de las telecomunicaciones y las acciones de espionaje. Nada más aterrizar en Motevideo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, señaló: “Cualquier acto de espionaje que viole los derechos humanos, y sobre todo el derecho básico de la intimidad, y atente contra la soberanía de las naciones, merece ser condenado por cualquier país que se considere democrático”
La semana pasada el diario O Globo publicó un artículo basado en informaciones reveladas por Snowden donde se afirmaba que Estados Unidos espió a Brasil y a otros 13 países latinoamericanos, a través de sus agencias Central de Inteligencia (CIA) y Nacional de Seguridad (NSA, según sus siglas en inglés). El espionaje se produjo entre 2008 y el primer trimestre de este año. Entre las comunicaciones intervenidas había llamadas telefónicas, correos electrónicos y conversaciones de voz por Internet. El país más vigilado resultó ser Brasil, seguido por Colombia y en tercer lugar, México, según las citadas informaciones. También cayeron bajo las redes de vigilancia Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Paraguay, Chile, Perú, Argentina y Venezuela.
El martes pasado, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, declaró: “Me corre frío por la espalda cuando fui el otro día a Bolivia y vi que un presidente hermano había sido detenido durante 13 horas como si fuera un ladrón; me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones en Brasil”.
Pero más allá del espionaje y su repudio, ahora mismo la verdadera patata caliente se llama Edward Snowden. El presidente Barack Obama ya ha advertido que cualquier país que lo acoja lo pagará caro. Las advertencias o amenazas desde la Casa Blanca hacia los diversos Gobiernos han debido ser tan convincentes que ni Rusia se atrevió a prestarle asilo al fugitivo. En América Latina, sin embargo, se han ofrecido Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
Respecto a la posible acogida a Snowden, los países de Mercosur repudiaron, sin citar expresamente a la Casa Blanca, “las acciones que puedan menoscabar la potestad de los Estados de conceder” el derecho de asilo, y rechazaron “todo intento de presión, hostigamiento o criminalización de un Estado” “sobre la decisión soberana de cualquier nación de conceder” ese derecho.
Los cuatro países de Mercosur ratificaron en un comunicado el “firme repudio” a las acciones de los cuatro Gobiernos europeos por “no permitir el sobrevuelo ni aterrizaje de la aeronave”. Este hecho fue calificado como un acto “infundado, discriminatorio y arbitrario”, además de “una práctica neocolonial” y un “acto insólito, inamistoso y hostil, que viola los derechos humanos y afecta la libertad de tránsito, desplazamiento e inmunidad” de la que “goza todo jefe de Estado”.
La decisión de llamar a consultas a los embajadores se tomó durante la XV cumbre de Mercosur celebrada el viernes en Montevideo. Los miembros del bloque económico respaldaron la denuncia que presentó Bolivia ante la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, “por la grave violación de los derechos fundamentales del presidente Evo Morales”. Y decidieron llamar a sus embajadores en los cuatro países europeos para “ponerlos en conocimiento” de ese apoyo a la denuncia de Morales.
Los países de Mercosur también emitieron otro comunicado en el que condenaron “las acciones de espionaje por parte de agencias de inteligencia” de Estados Unidos y rechazaron “enfáticamente” la intercepción de las telecomunicaciones y las acciones de espionaje. Nada más aterrizar en Motevideo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, señaló: “Cualquier acto de espionaje que viole los derechos humanos, y sobre todo el derecho básico de la intimidad, y atente contra la soberanía de las naciones, merece ser condenado por cualquier país que se considere democrático”
La semana pasada el diario O Globo publicó un artículo basado en informaciones reveladas por Snowden donde se afirmaba que Estados Unidos espió a Brasil y a otros 13 países latinoamericanos, a través de sus agencias Central de Inteligencia (CIA) y Nacional de Seguridad (NSA, según sus siglas en inglés). El espionaje se produjo entre 2008 y el primer trimestre de este año. Entre las comunicaciones intervenidas había llamadas telefónicas, correos electrónicos y conversaciones de voz por Internet. El país más vigilado resultó ser Brasil, seguido por Colombia y en tercer lugar, México, según las citadas informaciones. También cayeron bajo las redes de vigilancia Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Paraguay, Chile, Perú, Argentina y Venezuela.
El martes pasado, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, declaró: “Me corre frío por la espalda cuando fui el otro día a Bolivia y vi que un presidente hermano había sido detenido durante 13 horas como si fuera un ladrón; me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones en Brasil”.
Pero más allá del espionaje y su repudio, ahora mismo la verdadera patata caliente se llama Edward Snowden. El presidente Barack Obama ya ha advertido que cualquier país que lo acoja lo pagará caro. Las advertencias o amenazas desde la Casa Blanca hacia los diversos Gobiernos han debido ser tan convincentes que ni Rusia se atrevió a prestarle asilo al fugitivo. En América Latina, sin embargo, se han ofrecido Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
Respecto a la posible acogida a Snowden, los países de Mercosur repudiaron, sin citar expresamente a la Casa Blanca, “las acciones que puedan menoscabar la potestad de los Estados de conceder” el derecho de asilo, y rechazaron “todo intento de presión, hostigamiento o criminalización de un Estado” “sobre la decisión soberana de cualquier nación de conceder” ese derecho.
"Decisiones de Mercosur cierran las puertas a Paraguay"
"Decisiones de Mercosur cierran las puertas a Paraguay"
Espectador.com
El canciller paraguayo, José Félix
Fernández Estigarribia, dijo este viernes que las decisiones tomadas en
la cumbre del Mercosur, en la que se determinó levantar el 15 de agosto
la suspensión a su país y Venezuela asumió la presidencia del bloque,
"cierran las puertas a Paraguay".
Los mandatarios del Mercosur "le entregan la presidencia a Venezuela, no
reconocen que hay democracia en Paraguay en este momento y postergan su
decisión (de levantar la suspensión al país) al 15 de agosto, como si
aquí hubiese algún problema", lamentó Fernández Estigarribia.El gobernante venezolano, Nicolás Maduro, recibió este viernes la presidencia pro témpore del Mercosur, en una cumbre en Montevideo en la que los jefes de Estado y de Gobierno decidieron la reincorporación de Paraguay al bloque el 15 de agosto, cuando asuma el poder el electo mandatario del país, Horacio Cartes.
"Desde el punto de vista de la integración latinoamericana, no es una buena decisión, cierra las puertas a Paraguay", advirtió Fernández Estigarribia.
El canciller sostuvo que los líderes del Mercosur no aceptaron "ni siquiera la generosa proposición del presidente electo de Paraguay", que pidió que los líderes vecinos declararan este viernes "un cuarto intermedio" de la cumbre hasta el 15 de agosto y que la presidencia pro témpore fuera para su país.
Cartes había exigido que la presidencia del Mercosur fuera otorgada a su país en respeto a la "dignidad" del país.
Para el canciller del Gobierno saliente, las decisiones adoptadas este viernes en Montevideo con respecto a Paraguay son "producto seguramente de un momento de irreflexión" y "no son compartidas por la sociedad paraguaya".
Fernández Estigarribia recordó que, además, sigue existiendo el "obstáculo jurídico" de que el Congreso paraguayo "no ha aprobado nunca el ingreso de Venezuela" al Mercosur.
Argentina, Brasil y Uruguay aprobaron la incorporación de Venezuela en la misma cumbre en que suspendieron a Paraguay, el 29 de junio de 2012 en Mendoza, a raíz de la destitución en un juicio político parlamentario del entonces presidente paraguayo, Fernando Lugo.
Fernández Estigarribia indicó que será el próximo Ejecutivo el que deberá tomar una decisión sobre el reingreso al Mercosur "en el momento que a Paraguay le parezca prudente y acorde con los intereses" de la nación.
"En este momento, no se han creado soluciones favorables a la presencia de Paraguay en el Mercosur", observó el canciller.
Maduro afirmó hoy que la "primera prioridad" para Venezuela es el "regreso de Paraguay como miembro pleno y activo".
"Vamos a poner corazón y buena fe para el regreso de Paraguay porque amamos al pueblo paraguayo. Si hubo problemas (entre su Gobierno y el paraguayo) vamos a poner la mejor voluntad para superarlos", sostuvo.
Funcionarios de Salud Pública amenazan con ir a la huelga
RENDICIÓN DE CUENTAS
Funcionarios de Salud Pública amenazan con ir a la huelga
El Observador
El sindicato se reunirá el miércoles con representantes del gobierno. Si no se atienden los reclamos salariales iran a la huelga desde el 1º de agosto.
La Federación de Funcionarios de Salud Pública (FFSP) resolvió este viernes declararse en conflicto en reclamo de que la Rendición de Cuentas contemple mejoras salariales. El dirigente sindical, Pablo Cabrera, dijo a El Observador que en primera instancia se reunirán el miércoles en el Ministerio de Trabajo (MTSS) para presentarle al gobierno una propuesta con “posibles soluciones”. Cabrera explicó que el planteo se basa en que se puedan buscar fondos extra presupuestales. Una de las salidas que se propondrá al gobierno es que se realice un adelanto del dinero del Fonasa a partir de la creación de un fideicomiso.
A partir de los resultados que tenga esa reunión, el sindicato evaluará de qué manera continúa el conflicto. En lo inmediato está previsto una movilización el día que se concurra al MTSS y participar del paro parcial que realizará el Pit–Cnt el próximo 25 de julio. También se maneja la opción de ir huelga y realizar ocupaciones por tiempo ilimitado desde el 1º de agosto, pero eso deberá definirse en un nuevo plenario.
Los funcionarios solicitan un salario mínimo de $25980. El mínimo que cobra el personal no médico de los hospitales y policlínicas públicos es casi la mitad: unos $ 13.000. Además de un aumento salarial, los sindicalistas reclaman más dinero para contratar personal. Entienden que si los recursos humanos de ASSE no se refuerzan este año, no habrá nuevos ingresos hasta 2016 y eso afectará gravemente el servicio en salud pública.
La FFSP considera “totalmente insuficiente” el mensaje presupuestal que envió ASSE al Poder Ejecutivo. A pesar de que allí se solicitan varios millones de pesos extra, en el gremio aseguran que el dinero que se pide para salarios forma parte de “convenios vencidos” y “deudas” que el organismo mantiene con su personal de años anteriores. El sindicato había sido protagonista el año pasado de un largo conflicto en reclamo de salario e ingreso de personal, que incluyó paros y ocupaciones en hospitales y policlínicas. Al final el gobierno decidió declarar la esencialidad de los servicios.
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