Tu nombre se asocia mucho a tu padre. ¿Era bravo ser hijo de Wilson Ferreira Aldunate?
Sí, sí, claro. Con el paso del tiempo ha
significado cosas distintas; todas implicando una gran responsabilidad.
Recuerdo que cuando era joven, y sobre todo cuando quise dar mis
primeros pasos políticos, cuando escuchaba que se referían a mí como el
"hijo de Wilson", lo tomaba como algo descalificatorio hacia mi persona.
"Vale por ser el hijo de Fulano y no por sus méritos propios". Entonces
yo hacía un esfuerzo importante por tener un perfil propio. Creo que
eso tuvo que ver con un montón de decisiones -no sé si acertadas o
equivocadas-, como por ejemplo, cuando mi padre tiene que marchar al
exilio y yo me quedé en el país. Después yo también debí irme, pero al
principio me quedé. Cuando tuvimos que irnos de Argentina, después del
asesinato de Gutiérrez Ruiz y Michelini, él se va a Londres y yo me
quedo en Estados Unidos, del otro lado del Océano. Esto fue una especie
de demostración; estar en un lugar donde decir "soy el hijo de Wilson"
no significaba nada, y por lo tanto yo podía ser alguien.
En Estados Unidos tú iniciaste los contactos con Edward Kennedy, ¿no?
Sí. Recuerdo que cuando Papá fue por
primera vez a visitarme, luego de su declaración en el Senado, tuvimos
una entrevista con Kennedy, y cuando le dio la mano, le dijo: I'm Juan's father; yo soy el padre de Juan.
Algo bien de Wilson.
Sí, pero más allá de las bromas, me tiró
una pelota muy linda; fue un mimo muy lindo. Volviendo a tu pregunta
inicial, siempre estuvo presente. Para bien y para mal. A esta altura de
mi vida, no llevo una libreta que diga "tanto más, tanto menos,
resultado neto, tanto". Es obvio que de la comparación uno siempre salía
perdidoso. Pero además, se generaban, a veces, celos; esa cosa de
pensar "ah, este no se lo ganó, está ahí por ser el hijo de". Eso
también hacía que se fuera mucho más exigente. Muchas veces -para ser
bien francos- las críticas que no se animaban a hacerle a Wilson a nivel
de dirigencia del Partido, pumba, me las tiraban a mí, que era mucho
más fácil. Tampoco es menos cierto que ser hijo de Wilson me dio una
posición que otros jóvenes no tenían; seguramente, si yo no hubiera sido
hijo de Wilson no hubiera ocupado nunca los cargos que ocupé. Entonces,
¿jugó para bien; jugó para mal? Jugó, está presente. Soy eso; soy hijo
de Wilson.
¿Y después de su muerte?
Me ha pasado algo muy curioso a partir
de su muerte, y es que, cuanto más tiempo pasa, y la gente me asocia
más, para bien y para mal, por lo que digo, lo que pienso, lo que hago;
cuando alguien me saluda o, por ejemplo, voy por la calle y siento que
alguien dice "mirá, es el hijo de Wilson", lo que siento es que me
encanta. Lo mismo que de joven me generaba un poco de vergüenza o de
sensación de inseguridad, ahora me enorgullece.
Wilson es hoy, tal vez, el
último gran referente del Partido Nacional. Muchos se declaran
wilsonistas. ¿Tú sos wilsonista? En el sentido de sus principios
políticos.
Sí, sí. Me considero wilsonista por una
razón muy de fondo: esa es mi formación política. Es en torno a esos
valores, ese estilo y esa idiosincrasia que me formé. En esa medida, sin
lugar a dudas. Pero en segundo lugar, porque yo identifico el concepto
"wilsonismo" más allá de un programa de gobierno como fue el de 1971 o
por una actividad política muchas veces marcada por la coyuntura. Hay
gente que recuerda al Wilson guerrero y están quienes reivindican al
pacificador de su regreso, como si fueran figuras opuestas. Era un
hombre que a cada circunstancia política respondía de acuerdo al tiempo
histórico que se vivía; con aciertos y con errores. Entonces, cuando
digo que me identifico como wilsonista, lo hago fundamentalmente
referido a una actitud ante la vida pública y ante la vida en general.
Pero parecería que hay una carrera interna para ver quién es más wilsonista.
Esa competencia que hay ahora,
fundamentalmente dentro del Partido Nacional, para ver quién es más
wilsonista o si se es o no, me parece que implica desconocer totalmente
la realidad.
¿En qué sentido?
Porque además de todo, se hacen
preguntas que son totalmente anti históricas. Por ejemplo, cuando me
decidí a votar por la anulación de la Ley de Caducidad, hubo gente que
me dijo: "pero cómo, si la votó tu padre". En primer lugar, yo no puedo
responder por él; puedo hacerlo por mí.
Recuerdo un reportaje que te
hice hace ya varios años, donde afirmabas que la Ley de Caducidad fue
formulada pensando en un escenario con Wilson presidente.
Sin duda.
Y que hubiera sido muy diferente la aplicación con Wilson presidente.
Sin duda. Que no planteaba un esquema de
impunidad sí o impunidad no, es un hecho; conmigo trabaja en la
Institución Nacional de Derechos Humanos la Dra. Mirta Guianze, que
procesó, con plena vigencia de la Ley de Caducidad, a una cantidad de
responsables de crímenes de lesa humanidad. Todos actuábamos en la
presunción de que en un par de años Wilson era presidente. Pero aparte
de eso, creo que cometimos un error. No sé si hoy Wilson diría lo mismo;
no sé, pero además estaría mal tratar de adivinarlo; no está, no vivió
este tiempo político. Lo que sé es que vivió tiempos políticos en que
adoptó medidas frente a las cuales luego dijo "me equivoqué", como pasó
con la Ley de Seguridad del Estado, por ejemplo. Me parece que ese
planteo de aferrar a Wilson a lo que dijo en tal o cual fecha no es
válido. Cada discurso y cada actitud política hay que verla en un
contexto determinado. Por ejemplo, cuando plantea el balotaje, no lo
hace para unirse al Partido Colorado y ganarle al Frente Amplio.
Todo lo contrario.
Claro, lo plantea para unirse al Frente y
ganarle al Partido Colorado. No estoy diciendo nada novedoso u
original. Por eso me parece que restringirse a asociar su figura a un
discurso o un momento determinado es, en primer lugar, no respetar su
ausencia. En segundo lugar, me parece un planteo totalmente anti
histórico. Eso es una parte. Después empieza la guerra entre los
blancos: "yo soy wilsonista pero tú no". Al Partido Nacional como tal le
cuesta asumir que Wilson surge de una síntesis que conjuga a dos
fuerzas antagónicas, como eran el nacionalismo independiente y el
Herrerismo. De la misma manera, su desaparición debió suponer que se
incorporara a un legado común y no a un tire y afloje en que se
transformó durante prácticamente quince años. Después de eso viene algo
más curioso, en gente que se define como wilsonista: la figura de Wilson
comienza a trascender las fronteras partidarias, y eso, en lugar de
causar alegría, entusiasmo, reconocimiento, fervor en el Partido
Nacional, empieza a generar celos. Hubo un año en que me fui del
homenaje en el cementerio, porque el orador expulsó a todos aquellos que
estaban presentes y no fueran del Partido Nacional. El diario El País,
con cierta picardía, dijo que eso quería decir que yo tampoco era. No,
no, no; yo me fui porque cuando se dijo que los que no eran del Partido
Nacional estaban de más, porque eso era un acto partidario, me fui, no
por no ser blanco, sino porque me pareció algo ofensivo hacia la figura
del homenajeado. En la puerta del cementerio me encontré con viejos
adversarios políticos por cuya libertad Wilson habían peleado. Ahí
empieza un entrevero grande, donde el Partido Nacional trata de sacar
una especie de título de propiedad de Wilson. Fue una estrategia que no
funcionó. Ni en las grandes concepciones políticas ni en la de todos los
días. Todos los años, cuando se aproxima la fecha de la muerte de
Wilson se superponen los actos. Este año, a los 25 años de su muerte, al
Partido Nacional, hasta el día de hoy, la fecha le pasó desapercibida.
Hubo un homenaje en la Asamblea General, un acto de un sector político y
una misa que dio la familia. Todos plurales. En uno estaba el Dr.
Tabaré Vázquez, en otro el presidente Mujica con su gabinete. En la misa
que todos los años da la familia, con la Catedral repleta, había solo
tres legisladores del Partido Nacional. Hay una especie de resignación,
de decir "si perdimos la batalla de que Wilson es solo nuestro,
olvidémonos de él". Un diputado del Interior, del Departamento de Salto,
para ser más preciso, lo planteó de esa manera en la bancada: vamos a
no joder más con Wilson y con los 25 años, porque después termina la
izquierda reivindicando cosas que hizo en su momento y finalizamos
perdiendo la batalla.
¿El Frente lo ve como suyo?
No; no creo que el Frente vea en Wilson
un potencial frentista si viviera. Eso sería un absurdo histórico. Hay
muchas cosas que no se sabe cómo serían, pero lo seguro es que se lo
asocia como una figura muy ligada a la personificación de la
idiosincrasia blanca. Lo otro seguro es que el Partido Nacional sería
una cosa muy distinta de lo que es ahora. Lo demás es incertidumbre.
A la luz de todo lo que ha
sucedido en torno a la violación de los derechos humanos durante la
dictadura, ¿fue un error haber votado la Ley de Caducidad?
Creo que sí; creo que sí. Yo creo que sí.
¿Por qué esa reafirmación?
Porque a veces cuando digo esto en una
red social o una reunión, algunos me dicen "ah, tu padre...". Mi padre
no está para que lo consulten o le pregunten. Creo que fue un error. Si
él viviera, tiendo a creer que lo reconocería como un error. Es difícil
hacer esto de forma lineal, porque además, Wilson siempre lo tomó como
algo provisorio. Se recuerdan algunas frases y otras no. Por ejemplo, no
se recuerda que dijo "el día que me demuestren que un milico puede ir
preso, es el día para anular la ley". Eso lo dijo. Lo que yo pido en
este tema es que la gente discuta con la posición que yo asumí. Que no
me obliguen a tratar de adivinar lo que Wilson hubiera hecho si viviera.
Hay otro tema: pasa algo muy curioso con los cambios de posición cuando
uno reconoce un error. En el Partido Nacional hubo muchos dirigentes
que se opusieron a la Ley de Caducidad. No solo no la votaron, sino que
integraron la Comisión del Voto Verde. Por ejemplo, el Dr. Jorge
Larrañaga, candidato a la presidencia por el Partido Nacional. Matilde
Rodríguez Larreta, viuda de Gutiérrez Ruiz.
Carlos Julio Pereira.
Exacto. A mí lo que me llama la atención
-y eso es lo que me hace pensar que fue un error- es que con el paso
del tiempo, el cambio no permitido es el de "estuve a favor de votarla y
ahora no". Eso no está permitido. Pero "estuve en contra y ahora a
favor", eso es legítimo. Recuerdo la primera vuelta de las elecciones de
2009. Cuando finalmente todas las encuestadoras anuncian que no se
lograron los votos para derogar la Ley de Caducidad, se generó un gran
bajón en mucha gente. Pero también sucedió lo contrario. Frente a la
sede del Partido Nacional, donde no había demasiada gente, los pocos que
estaban empezaron a hacer sonar las bocinas y agitar las banderas,
festejando la derrota del plebiscito. Eso es lo que más me reafirma que
fue un error haberla votado, porque el Partido Nacional nunca festejó la
votación de la Ley de Caducidad. Cuando se votó, fue uno de los días
más tristes de casi todos nosotros. El otro día, un dirigente del Frente
Amplio dijo "Wilson cometió dos grandes errores políticos: votar la Ley
de Seguridad del Estado y se arrepintió y pidió disculpas. Luego, votar
la Ley de Caducidad y le costó la vida". Eso fue dicho con mucho
respeto, no en forma peyorativa. Muchos sostienen eso; incluso alguno de
sus médicos. Pero una cosa es clara: ninguno de nosotros salió tocando
bocina en una caravana desde el Palacio Legislativo.
Están los que dentro del
Partido Nacional no te perdonan tu cambio de posición, y en la izquierda
hay mucha gente que no te perdona que hayas votado la ley, a pesar de
tu cambio de posición posterior, y no te perdona tampoco lo que sucedió
con Germán Araújo. ¿Se pudo saldar eso, se consiguió cerrar de alguna
manera el episodio?
Hace un tiempo escribí un artículo sobre
el tema. Todos nos hemos peleado con todos en algún momento; en mayor o
menor medida. Germán era un tipo difícil. Pero al mismo tiempo, cuando
estuvimos exiliados, Germán fue nuestra voz. De la Convergencia
Democrática, en Uruguay, el único que hablaba era José Germán Araújo. Y
lo hacía en la radio. Creo que una de las grandes tragedias que generó
la Ley de Caducidad fue la ruptura de un capital político formidable que
tenía la República, que era la conformación de un frente anti
dictatorial, que además de acuerdos y trabajo en conjunto, generó lazos
de afecto. Y se rompieron con la votación. Algunos se recompusieron,
otros no. Y lo más importante: se rompió el frente opositor,
circunstancia que le resultó muy favorable al Dr. Sanguinetti. Recuerdo
que cuando se estaba votando en el Senado, me encontré en el ambulatorio
con Rafael Michelini. Pasaron unos instantes, muy pocos segundos, pero
que para mí se hicieron eternos, en que no sabíamos si íbamos a
agarrarnos a trompadas o qué. Finalmente, nos abrazamos y comenzamos a
llorar. Me dolió mucho más que una piña. Con otros dirigentes resolvimos
de común acuerdo que esas diferencias iban a abrir heridas que no
queríamos abrir, como pasó con el actual embajador Carlos Pita. Hace
poco lo vi, en ocasión de unas gestiones que tuvimos que realizar en
Estados Unidos, en las cuales nos ayudó mucho, y volví con la sensación
de qué importante que es, además de haber pactado las diferencias, poder
estar trabajando en una dirección en común. Me movió el piso.
Volviendo a Germán...
Sí. ¿Qué pasó con Germán? Se murió. De
repente él estaría vivo y no tendría la más mínima gana de que yo me
acercara a cuatro cuadras a la redonda. No me gusta quedarme con esa
incertidumbre, pero así va a ser; voy a estar el resto de mi vida sin
saberlo. Todos hemos tenido alguna oportunidad de reencontrarnos y
darnos un abrazo; con Germán Araújo no; no se dio esa posibilidad.
Haría muy mal yo en congelar toda una historia en los últimos meses que
van desde el enfrentamiento por la Ley de Caducidad hasta su muerte. Y
creo que sería deshonesto dejar de reconocer que tenemos una deuda de
gratitud muy grande con él.
Hace un rato hablaste de la
visión de Wilson respecto al balotaje, buscando la unión con el Frente
Amplio para derrotar al Partido Colorado. Hablaste también de la
Convergencia Democrática, fenómeno que se produjo fundamentalmente en el
exterior, de trabajo en conjunto, en especial con el Partido Comunista y
el Partido Socialista. ¿Había ahí una idea de ir a más políticamente y
que finalmente se vio frustrada?
Sin duda. Basta leer una cantidad de
cartas de Wilson, que creo que en algún momento llegará la hora de que
se publiquen todas, defendiendo el concepto de convergencia democrática.
Creo también que Diego Achard lo explica bastante bien en su libro. La
versión del libro es que Wilson estaba bastante más a la izquierda que
su dirigencia, pero su base social estaba bastante más a la izquierda
que él. En el exilio, Wilson sentía la presión de sus bases por un lado,
y la de la dirigencia del Partido Nacional que, sobre todo con él
lejos, adoptaba posiciones muy distintas a las que él asumía en el
exilio. La crítica a la Convergencia Democrática fue una de ellas. El
Dr. Luis Alberto Lacalle escribió un editorial en el diario El País -por lo pronto nadie cercano a nosotros en aquella época hubiera escrito un editorial en el diario El País-
donde sostenía que era incompatible pertenecer a la Convergencia
Democrática con la condición de blanco. Tres días antes de ese
editorial, Wilson había hablado en un acto de la Convergencia. Se puede
discrepar con muchas cosas de Wilson, pero creer que tenía un proyecto
político y acuerdos que se terminaban al cruzar la frontera con Uruguay,
es un disparate. A eso hay que sumarle que en la historia de su
liderazgo en el Partido Nacional, todos los acuerdos políticos que se
lograron -quizá no fueron todos los que se hubieran podido lograr-
fueron con el Frente. Cuando gana Bordaberry, algunos sectores del
Partido Nacional, rompiendo con las autoridades, aceptan algunos cargos
en los ministerios. Wilson y el Frente Amplio hacen una bancada de
oposición, que funciona como tal. Y así se elige, con esos votos, de Por
la Patria, el Movimiento de Rocha y la totalidad del Frente Amplio, a
Héctor Gutiérrez Ruiz como presidente de la Cámara de Diputados. En el
Partido Nacional había quienes querían renovar el acuerdo opositor con
el Frente, pero no que se eligiera a Gutiérrez Ruiz. El candidato era el
Dr. García Costa. Esto es algo como el dicho que todo Madrid lo sabe
pero nadie lo dice. Wilson, presintiendo lo que se venía, quería
blindar al Toba. En la bancada no había ambiente para eso. Entonces,
Wilson habló con dirigentes del Frente Amplio, fundamentalmente del
Partido Comunista y en especial con Rodney Arismendi, y acordaron que el
FA lo pusiera como condición. A ese nivel llegaba la confianza en el
relacionamiento. Y el FA entonces le dijo al Partido Nacional: nosotros
votamos con ustedes, siempre y cuando el candidato sea Gutiérrez Ruiz.
No recuerdo ningún acuerdo político del Partido Colorado con Wilson.
Mencionaste el artículo que
escribió Lacalle en El País. Tu relación con Lacalle fue "conflictiva",
para llamarla de alguna manera.
A ver: desde el punto de vista del
sentido de pertenencia a una misma colectividad, siempre fue
conflictiva. Obviamente ese artículo ayudó mucho. Incluso, unos días
antes de la muerte de Gutiérrez Ruiz, había escrito un artículo, también
en El País, muy duro contra el Toba. Pobre, él no sabría que
era inminente su secuestro y asesinato. Pero hay que ubicarse en el
momento histórico en que eso ocurría para saber que, escribir desde
Montevideo, en El País, contra un exiliado que no tiene
documentación para irse de Argentina, es jugar con fuego. Entonces,
nunca tuvimos una sensación de comodidad. Tampoco mi viejo. Al punto que
cuando se llega a las elecciones internas de 1982, hay una gran presión
de muchos dirigentes, entre ellos Zumarán y García Costa, para que se
haga una sola lista donde estén Por la Patria, el Movimiento Nacional de
Rocha y el Consejo Nacional Herrerista. La carta de Wilson es
contundente: "Lacalle, en la lista nuestra, no". El argumento, visto
desde dentro del país, no era malo; juntar todo lo que era anti
dictatorial. Pero Wilson sostenía que un tipo que ha escrito lo que ha
escrito, que cantó Cara al Sol frente a la Embajada de España el día que
murió Franco -mi padre nunca pisó España; mis viejos se conocieron
militando por la República Española-, hizo el saludo fascista frente a
la Embajada... a Wilson no le cabía en la cabeza que Lacalle podía
integrar nuestras listas.
¿Hay una intención de reescribir la historia?
Más bien de reinventar la historia. El
acto que organizó Sanguinetti para los 25 años del golpe, al que
vinieron Sarney y Alfonsín, es una distorsión absoluta de lo que fue la
lucha contra la dictadura y el proceso de transición hacia un régimen
democrático.
El libro de Sanguinetti va en esa dirección.
Él siempre tuvo su teoría sobre la negociación, etc., etc. Pero ha ido llevando eso a una especie de dogma tremendo. El libro La Reconquista
es como una escalada más. Luego de eso, una periodista uruguaya que
vive en Francia hizo un documental sobre la transición democrática y le
preguntó a Sanguinetti, en el marco de un largo reportaje, sobre cómo se
sintió al ser electo con un adversario proscripto y el otro preso.
Sanguinetti se quitó el micrófono y se retiró. No sé si hace cinco años
hubiera hecho eso; pero hoy es esa la reacción. Después de eso, le mandó
decir por sus abogados que le prohibía usar su imagen en la película.
Había con él una cierta relación de cordialidad. Y es el primer año en
que el Dr. Sanguinetti no participa de los actos de recordación de la
muerte de Wilson. No me parece casualidad. Había anunciado que asistiría
a la Asamblea General, y la noche previa me avisa que no puede
concurrir porque tenía un compromiso asumido con la Fuerza Aérea. Yo me
atreví a decirle que el homenaje se había adelantado una hora porque iba
a estar el presidente Mujica, y en el de la Fuerza Aérea también, por
lo que este último no iba a empezar hasta que terminara el de la
Asamblea General. Pero no vino. Creo que en el Partido Colorado hay una
tendencia hacia un fundamentalismo que pretende sostener que un partido
que hoy representa al 15% de la población fue el único elemento
determinante para lograr la transición democrática. Me parece que es
desconocer una historia que todavía tiene heridas abiertas en la
sociedad. Fue muy elocuente lo que pasó el día del 40 aniversario del
golpe de Estado. Que la figura máxima del Partido Colorado se dedicara a
mandar tweets ordenando no aplaudir al orador de su partido porque
había hecho una referencia a que su padre había sido electo por el
Partido Colorado, es un tema gravísimo. ¿Cómo se puede hacer una sesión
sobre el golpe de Estado sin hablar del golpe de Estado? Creo que es un
error del Sr. Bordaberry.
Pasó el tiempo y hoy estás al frente de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH). ¿Qué implica eso en lo personal?
Siento que estoy viviendo uno de los
momentos más maravillosos de mi vida. Cumplí 60 años y me encantó la
edad. Le tenía un poco de miedo. Me pesan, pero para bien. La INDDHH es
como una especie de síntesis de mi vida. Nací a la militancia política
luchando desde el exilio en instituciones de derechos humanos. Conocí a
Monseñor Romero, de El Salvador; al chileno Orlando Letelier; gente que
después fue siendo parte de la historia de América Latina. Cuando viví
esa época, y fundamentalmente los asesinatos de Michelini y Gutiérrez
Ruiz, me fui haciendo a la idea de que estaba teniendo una vida triste.
Ahora me doy cuenta que fue una vida con mucha tragedia pero no triste,
sino muy rica en experiencias y en solidaridad. Luego volví a Uruguay e
ingresé en la política estrictamente partidaria, y cuando paso raya,
concluyo que fue una experiencia donde no terminaba de encontrar mi
vocación, a pesar de que fui senador, diputado, embajador. Cuando llego a
la INDDHH encuentro desde la vieja experiencia de militante joven por
los derechos humanos hasta las responsabilidades políticas. Es la
síntesis de lo mejor de mi vida. Es arrancar una etapa en la que hay
mucho por hacer en Uruguay, y creo que se va a hacer.
¿Cómo estamos en materia de
derechos humanos en nuestro país? A veces se piensa solo en lo que
refiere a la violación de derechos humanos en la dictadura.
Bueno, eso es una responsabilidad
nuestra. No debemos renunciar a que los derechos humanos son un tema del
pasado, del presente y del futuro, pero debemos desasociar la idea de
los derechos humanos del debate político instalado en el Parlamento. En
el año que llevo al frente, estoy sorprendido de cómo se necesitaba un
instrumento que asesore al Parlamento e incluso al Ejecutivo y al Poder
Judicial. Creo que debemos contribuir a armar una agenda de derechos
humanos de futuro, pero sobre todo, volver a poner el tema derechos
humanos como paradigma de la sociedad.
En estos días nuestra
sociedad se ha visto conmocionada por hechos de violencia; el homicidio
de un repartidor de supergás en el Cerro; el enfrentamiento y su saldo
en Pocitos. Ustedes emitieron una declaración donde manifiestan su
preocupación por la "violencia interpersonal" instalada en la sociedad.
Hay quienes dicen que estamos en un camino sin retorno. ¿Hay retorno o
hay un quiebre social difícil de recomponer?
Creo que hay retorno, pero es muy
embromado despertarle a la gente expectativas facilongas. Es un problema
no solo del Uruguay, sino del mundo. Esto no quiere decir que ante lo
que ocurre en nuestro país tengamos que lavarnos las manos. De hecho, la
INNDDHH no lo hizo. Realizamos una serie de recomendaciones, después de
asesorarnos con especialista y técnicos. Emitimos un comunicado
expresando nuestro dolor por la pérdida de vidas humanas y nuestra
preocupación porque esto va en aumento y a veces sentimos que la Policía
no tiene la capacitación necesaria. Vamos a ver si podemos ayudar, en
el ámbito de la cooperación internacional. Está el tema del negociador
cuando hay situaciones de rehenes y que haya un estudio de situación
previo a la acción policial. Ayer me preguntaba un dirigente del Partido
Colorado si la situación sería muy distinta si gobernaran blancos o
colorados. Lo que me preocupa de esto es la partidización inmediata de
hechos dolorosos. La manifestación de "vecinos" en Pocitos, en realidad
era de dirigentes políticos. Una de las oradoras terminó hablando de la
ley de matrimonio igualitario.
Uruguay tiene un sistema de
partidos muy fuerte y asentado. Eso es una ventaja para la
institucionalidad democrática, pero por otro lado ¿no hace a veces que
todo sea visto a través del crisol partidario?
Creo que eso, más que por un sistema
fuerte de partidos políticos es por una crisis del sistema de partidos.
En un sistema de partidos fuertes, esas circunstancias facilitarían
acuerdos. Cuando la crisis de 2002, el Dr. Batlle encontró al país
entero detrás de él. Cuando la crisis del puente Fray Bentos - Puerto
Unzué, el Dr. Vázquez también encontró al país entero tras de sí. Hoy es
muy difícil que un presidente encuentre al país entero tras de sí en
algún tema. Hay una crisis de gobernabilidad importante.