Cultura 
la diaria
Carlos Malo.  Foto: Pablo Vignali
 
 
 Hay una modernización natural en el folclore nacional, y Carlos Malo es
 uno de sus protagonistas. Lo atestigua que al seguirlo en Facebook te 
puedas enterar de su actuación en São Gabriel o Rio Grande do Sul y 
puedas verlo en directo -vía streaming- en internet por el canal local. 
Todo está documentado allí: desde las fotos de cuando recibió un disco 
de oro en el Festival de Andresito, otorgado por alcanzar la venta de 
2.000 copias de su último disco, Marca registrada, hasta la furgoneta 
que luce su cara y su nombre impresos y lo transporta junto a su banda, 
La Polkería. “Ahora andamos con una camarita HD, es todo marketing -dice
 el rochense-. Hay que estar en todo”. En su paso fugaz por la capital 
lo encontramos y hablamos del presente del folclore y su escena, así 
como de su próximo disco -sucesor de Marca registrada y Trote polkero-, 
que comenzará a grabar por estos días. 
-¿Cómo definís lo que hacés?
-Como
 música bailable rural, música del interior, más que nada del norte y de
 tierra adentro. En pocas palabras, folclore de raíz tradicional, con 
toques modernos.
-Hay una palabra que sobresale y es “bailable”; hablemos de eso.
-El
 espectáculo en vivo es bailable de comienzo a fin, con mucho canyengue y
 mucha acordeona, pura música pa’ las patas. Yo no considero que haga 
canto popular; hago canto folclórico, más allá de que crecí -tengo 30 
años- escuchando canto popular y canciones con raíces en tierras del 
interior, también con mucha denuncia social, como tuvieron el canto 
popular y esa corriente de [Daniel] Viglietti y [Alfredo] Zitarrosa, que
 era más de la capital.
-¿Cambiaron el folclore y su escena?
-Hubo
 un cambio, quizá de diez años a esta parte. Percibo que la gente va en 
busca de otras cosas a los festivales, a divertirse, por ejemplo, más 
allá de que está aquella quien le gusta sentarse a escuchar a su cantor 
preferido. Pero la gente va con otra cabeza, a distenderse y salir de la
 rutina. Da la impresión de que ya no se sale a buscar que canten “nos 
cagamos de hambre y no tenemos pa’ pagar la luz”. Creo que los 
festivales están apuntando más a eso, a la diversión y la distensión. 
Ojo, igual dentro de mi repertorio hay canciones con ritmos bailables 
que tienen textos comprometidos. Va todo enrabado, por más que hay 
canciones superficiales que sólo apuntan a divertir.
-Pero sigue existiendo una brecha profunda entre el interior y la capital...
-Sí,
 a mí me ha costado tremendamente entrar a Montevideo, más allá de que 
vengo seguido al boliche Cimarrón y al Prado, pero siempre a cantarle a 
un público de afuera. Hace dos discos que integro Montevideo Music 
Group, que es uno de los sellos más fuertes de la capital, y aun así ha 
costado mucho llegar al público, a la prensa, a todo... También es 
cierto que hay música capitalina a la que le cuesta enormemente llegar a
 los lugares a los que yo llego. Quizás ahora Tabaré Cardozo o Emiliano y
 el Zurdo tengan más presencia en los festivales a los que asiste mayor 
cantidad de público. Pero la sala Zitarrosa es el lugar más importante 
en el que uno se puede presentar. Salvo Larbanois-Carrero, Pepe Guerra y
 Pablo Estramín, que en su momento llenaron el cine Plaza, los demás son
 espacios chicos, reducidos.
-Sin embargo, el circuito de festivales del interior es cada vez más grande.
-Sí, se está abriendo más y hay más festivales. Se está apostando más a la calidad y a los festivales masivos.
-¿Y da para vivir? ¿Qué promedio de actuaciones tienen ustedes?
-De
 ocho a diez actuaciones por mes, aunque en junio y julio bajan 
bastante. El año pasado terminé con más de 90 actuaciones, algunas en 
festivales para 30.000 personas y otras en escuelitas rurales, en el 
medio de la nada, para 2.000 personas.
-¿Sabés lo que es llevar 2.000 personas en Montevideo?
-Obvio,
 no existe comparación, y capaz que te reditúa más ir a esa escuela que 
venir a la Zitarrosa, a la que venís para decir que estuviste. De todos 
modos, es uno de los planes que tenemos para presentar el próximo disco.
 Para el cantor del interior es una meta llegar al espacio del folclore 
en la capital. Igual a mí me queda medio país por recorrer, y sé que 
Montevideo va a costar horrores.
-Pero ya anduviste por el exterior.
-Sí,
 el mes pasado estuve en Brasil, por ejemplo, y fue buenísima la 
experiencia. Debe haber sido la sexta vez que iba, pero antes lo había 
hecho con otras propuestas. Iba con la guitarra a cantar canciones de 
Los Olimareños o Zitarrosa, porque era lo que pedían (Pepe Guerra es un 
ídolo en Rio Grande do Sul), y esta vez fui con mi banda a mostrar mis 
canciones en un festival masivo.
-Según Lauro Ayestarán, el 
folclore no reconoce fronteras políticas, las regiones folclóricas no se
 ajustan al territorio de los países. Como rochense, ¿no estás más entre
 los tuyos tocando en São Gabriel que viniendo a Montevideo?
-Totalmente,
 allá te dan más bolilla y te aceptan más que viniendo aquí, y eso que 
está la diferencia del idioma, más cuando uno canta este tipo de cosas, 
con términos que no son comunes, que son jerga o lunfardo. Además, me 
nutro y escucho mucho de las músicas de allá, aprendo mucho de ellos. 
Para mi nuevo disco tengo de invitados al dúo integrado por César 
Oliveiro y Rogélio Melo, y a Luis Marenco, que son dos de los íconos más
 importantes que tiene la música gaúcha de Rio Grande.
-Tenemos mucho en común.
-Les
 gusta mucho de nuestra música y nosotros no les damos mucha 
importancia. Cuesta muchísimo verlos en nuestros escenarios. Acá se 
pagan disparates a los argentinos, que vienen a llevarse la guita: el 
Chaqueño, Soledad, Los Nocheros o cualquier otro se llevan la plata en 
carretilla, por el idioma y porque está el marketing constante de la 
televisión, y se ven más algunos programas argentinos que los uruguayos.
-¿Y
 qué pasa con los festivales de folclore y la “apertura” estilística? 
¿No se está agrediendo a la tradición gauchesca también cuando se 
incluye en los festivales a cantantes melódicos y bandas de rock?
-En
 Andresito, el año pasado estuvo Jorge Rojas, pero el anterior había 
estado el Bahiano, y antes, Sergio Denis en Durazno, en el Festival 
Nacional de Folclore, el Cosquín del Uruguay…
-Este año estará el Cuarteto de Nos.
-Sí,
 y estuvieron No Te Va Gustar con Larbanois-Carrero el año pasado. No sé
 qué es lo que está pasando, si es que el folclore no está dando o 
regenerando lo suficiente para ocupar esos espacios, o si la gente está 
encarando pa’ otro lado. O el folclore está perdiendo público y lo están
 queriendo llenar con otra cosa. Sigue habiendo un gran abismo entre el 
interior y la capital. No existe la descentralización a nivel cultural.
-¿Qué está pasando con la organización de los festivales?
-Hay
 quienes se quieren sacar responsabilidades y tercerizan. Es que así 
como se están renovando el canto y los músicos, también se están 
renovando las organizaciones, hay mucha juventud que está ingresando. 
También así ha entrado la cumbia en los festivales.
-Bueno, es más folclórica la cumbia que Valeria Lynch.
-A
 mí no me molesta para nada la cumbia. Está Chacho Ramos invitado en mi 
último disco y cerró en Andresito, también invité en el disco al Pelado 
Cordera, que viene del palo del rock. Tampoco hay que cerrarse y 
encasillarse: mientras que no quite trabajo... Ahora, con lo que cobran 
dos de esos argentinos, más pasajes, impuestos y demás, armás todo un 
festival con artistas locales de primer nivel. Otro problema es que no 
se está respetando. Hace unos días, el mánager del Chaqueño me hizo 
bajar media hora antes del escenario, en Andresito, porque ellos se 
habían atrasado. Al otro día pasó lo mismo con Valeria Lynch y Pepe 
Guerra, por eso Pepe no cantó y a los de la Sinfónica de Tambores los 
mandaron al final, cuando no quedaba nadie. A Pepe lo había ido a ver 
gente de todos lados y no pudo actuar. Fue el festival con mayor 
convocatoria, con 40.000 personas.
-Hablemos de futuro...
-Ahora
 estamos por entrar a grabar Gracias, el disco nuevo, que supongo que 
saldrá en mayo. Lo vamos a grabar en La Riviera, un lugar cerquita de 
Rocha al que le decimos la playita de los pobres: el que no va pa’ La 
Paloma, va pa’ ahí. Es un balneario por donde pasa un arroyo que baja de
 las sierras. Como invitados estarán los brasileños que nombré, 
Larbanois-Carrero, Tabaré Cardozo y Alejandro Balbis.
Mauricio Bosch