Pasaron dos
semanas de las elecciones internas,se comienza
a vislumbrar un panorama más claro.
El caballo
ganador al que casi todos apostaron no es certeza de
un triunfo seguro y peligra la carrera.
Por suerte
se descartaron algunas yuntas viejas y se apunta a
reforzar el equipo con un pingo más joven.
¿Es
suficiente? ¿Se podrán torcer los pronósticos?
La duda es
si cuando la maquinaria frentista entre a funcionar en
serio será capaz de lograr el tercer gobierno.
Las
tendencias actuales muestran que no se gana en primera
vuelta y la mayoría parlamentaria está en duda.
La oposición
tiene un viento bárbaro en la camiseta y los militantes
frentistas se muestran alicaídos y escépticos.
Cualquier
similitud con el 2009: ¿es pura coincidencia?
Lo peor que
se puede hacer es propaganda maniqueísta.
Ellos y
nosotros, buenos y malos, derecha e izquierda.
El cuco de
la coalición rosada no asusta más a nadie.
Salvo a los
que ven sus cargos o prebendas en peligro.
La defensa del
status quo y la reiterada herencia maldita ya no tiene
capacidad de atraer y enamorar a la gente.
Acá se trata
de reconocer que los diez años de gobierno producen desgaste
y que muchas veces metimos la pata.
Que avanzamos,
sí. Pero ni tanto ni tan rápido como debíamos y
que aún resta mucho por hacer por el país.
Que quedan
graves problemas y las soluciones no son
patrimonio exclusivo del Frente, los contrarios tienen ideas para
aportar, a veces mejores que las nuestras.
Hay un marco
del sistema en que vivimos que deja poco margen para
que, gane quien gane, patee el tablero.
No
asimilemos restauración con barbarie, no es creíble.
Y la lucha
por la cabeza de nuestros compatriotas pasa por
recuperar para la izquierda la credibilidad perdida.
Nuestro
pueblo no es tonto, apostemos a su inteligencia.