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domingo, 22 de junio de 2014

Los imperios en Lejano Oriente Leopoldo Amondarain



Nos informábamos en internet que los EE.UU. con el Reino Unido, Israel y los saudíes estaban formando movimientos de carácter terrorista, francamente - según ellos- tortuosos. Tenían precedentes con el “11S” entre otros, que fue acertado ya que les permitió una razón fundamental para atacar las naciones islámicas. (En los hechos se le dijo al general Wesley Clark que querían atacar a siete de ellas). Hoy se estaría formando el movimiento Tak siri-wahby que estaría recibiendo un gran aporte, especialmente de los EE.UU., que quiere nutrirlo armamentísticamente cosa fundamental para alimentar el Eje del Mal (USA, Israel, Arabia Saudita e Inglaterra) de manera de colocar sus excedentes armamentistas entre otras “menudencias”. Este invento tiene su riesgo, no es la primera vez que terminan mordiendo la mano que los ayuda y pueden darse vuelta en algún momento y terminar siendo enemigos. Muchos gobiernos occidentales se quejan de jóvenes que van a unirse a los terroristas sirios que asfixian con gas y torturan con garrotes a mujeres jóvenes. Un ejemplo es Irak donde los asesinos de este estado y el levante son la realidad más tremenda que puede producirse de esta clase de monstruo. Otro es el norte de Nigeria donde cientos de niñas se secuestran, violan y son vendidas como esclavas por Boko Haram (200 víctimas conocidas y desaparecidas). ¡Salta a la vista que alguien tiene que financiar esta atrocidad de Boko Haram! ¿Quién lo creó? ¿Quién lo financia? No olvidar que la pobreza es paupérrima y en esa zona más del 60% de la población vive con menos de dos dólares por día. Se han tomado videos de Boko Haram (incluso publicados en la prensa) con vehículos blindados. ¿Cómo consiguieron el dinero? Incluso ¿quién le suministra la artillería, armas largas y los blindados? Este tipo de elementos no llueven como el Maná de los cielos, era y es el Eje del Mal, según ellos. Y su clave a entender del Tak siri-wahby es interrogarse quién inventó la motivación sicológica que dice a los jóvenes que es legal matar a cualquiera menos a ellos mismos. ¿Quién avala conductas tan denigrantes que justifica la monstruosidad de todo lo que hacen, que no sólo es real sino que tiene la santificación de Alá? Según ellos el mundo sabe la respuesta: son los saudíes, apoyados por el imperio yanqui, inglés e israelita. En Baréin por otra parte, los saudíes andan detrás de las torturas y muertes que mantiene el régimen criminal de Al Jalifa, que utilizan hasta escuadrones de la muerte para aterrorizar a sus ciudadanos que sólo quieren un poco de paz y democracia. Por esos lares han sido los ingleses sus principales actores. Sin perjuicio de ello también EE.UU. y asociados han tenido que enfrentarse en los hechos a que millones de sirios fueran a votar en forma masiva para mantener al presidente Asad, quien era tildado de asesino y torturador de su pueblo en forma inoculta. Sin olvidar el movimiento Hezbolá que “pintorescamente” tampoco se le tilda como una organización terrorista por el secretario de estado norteamericano John Kerry, quien tendrá que empezar a admitir que su política exterior es hoy completamente contradictoria sin lógica y obviamente sin moral, supongo que Kerry, de ser cierto, tendrá que reconocer que el monstruo está fuera de control. Como resultado de todo esto ¿dónde está la solución? Por lo pronto es poco o nada lo que se puede hacer dado que es parte integral de la existencia del estado saudí y el régimen que mantiene su control. Claro si todo esto que nos dice internet y que acá periodísticamente se ignora intencionalmente, (la prensa informativa la domina la CNN) que además nos muestra una Siria tiránica y absolutamente cruel, en los hechos y esto sí es concreto el gobierno de Asad acaba de ganar una elección libre, aceptada hasta por los mismos imperios, donde el 73% de la ciudadanía concurrió a las urnas libremente, el equivalente a 10.319.723 votos por mantener el mismo régimen, un hecho que ni la CNN y toda la prensa cipaya osa mencionar. La oposición en Siria llevó un candidato con un 4,3% y el otro un 3,2%. Más aplastante triunfo de Asad no se le puede pedir, lo que avala su legítimo gobierno. Es obvio que de seguir esta situación el régimen de Arabia Saudita debería caer, para que la ciudadanía de esa sufrida nación amanezca con una sociedad verdaderamente democrática y moderna. El régimen saudita centro del Eje del Mal y sostenido por los imperios muy pronto debería convertirse en un derrocamiento indispensable.
Leopoldo Amondarain
C.I. 950.556-0
Tel: 099 626 573


sábado, 21 de junio de 2014

URUGUAY- INGLATERRA- Minuto 61-62 y 63. Marciano Durán

                                      Crónicas marcianas


El jueves me fui a la cama temprano y me costó dormirme.
Las imágenes de la televisión seguían dando vueltas en mi cabeza.
Veía a Suárez convirtiendo el segundo gol y corriendo como loco por atrás del arco.
Pero Suárez me dejaba dormir.
No eran los goles los que me hacían dar vueltas en la cama.

Yo ya sabía que esa tarde volvía el monstruo.
Siempre supe que lo del Lucho es increíble.
Suárez está fuera de concurso.
Suárez es el Carro del Chaná.
Suárez es un fenómeno y es imposible que uno se identifique con un fenómeno.
A mí me parece que el Lucho nos queda grande.

Si tuviera que decir a cual jugador se parecen los uruguayos, no elegiría a Suárez.
Porque los uruguayos no somos “fueras de serie”.

Y entre tanta vuelta en la cama que no me dejaba dormir ni a mí ni a mi mujer, se me apareció Muslera con más brazos que un pulpo.
Y después me di cuenta que Giménez esa tarde cumplió 40 años, que Cavani corrió tres maratones y que Godín tenía tatuada la cinta de capitán en el brazo.
Que el Cacha les ganaba por arriba a los que medían 20 centímetros más que él, que el Tata cumplía en el Día del Abuelo y el Nico la ponía donde quería ponerla.
Y yo no podía dormir.
Y mi mujer me preguntaba qué me pasaba.
Se parecía mucho a la noche de cualquier seis de enero de los 50 o de los 60 en que a la madrugada repasaba solito cada pelota y cada camiseta con las que había jugado en el día.

Repasé una y otra vez las jugadas del partido y terminé siempre en el minuto 61.
Recorrí todos los segundos de los minutos 61 y 62 y 63 y me di cuenta que la razón por la que no podía dormir era porque estaba viendo a un país metido en el cuerpo de un tipo.

Era Uruguay con cara de Pereira.
Y sentí el golpe que siempre nos dan.
Ese que llega sin querer, ese que no te quieren dar… pero que te noquea.
Y escuché al estadio dándote por muerto.

Y me levanto a escribirlo.
Justo en el momento en que algunos periodistas estaban preparando el entierro del maestro y sus alumnos.
Justo cuando desde Facebook varios se preparaban para poner en el perfil “Yo te lo había dicho”
Justo cuando algunos relatores extranjeros decían: este país no respira, coloquen a Uruguay en una camilla de color naranja y sáquenlo para que la fiesta pueda seguir.

Entonces me levanto en puntas de pie, me voy al comedor y prendo la computadora.
Y veo a Palito tirado sin ninguna respuesta, veo la camilla que quiere sacarse de arriba a este molesto país antes del tercer partido.
Veo a Muslera y a Godín que no están dispuestos a aceptar ninguna muerte prematura, y los veo masajeando al paisito en el pecho y veo a los profesionales diciendo… “ya está, hasta acá llegó Uruguay”.
Y lo escribo.
Lo escribo solo, sentado en el frío de mi comedor de estufa a leña apagada.
Y me doy cuenta que si alguno de esos jugadores somos nosotros… somos el Palito.
Somos el paso tembloroso, el paso de un boxeador grogui buscando el rincón.
Somos sus manos tratando de agarrarse de cualquier cosa para poder caminar.
Somos su cabeza intentando entender cómo seguir si todo está perdido.
Somos nosotros tratando de mantenernos vivos, una vez más en nuestra historia dura y difícil.
Somos nosotros intentando continuar de pie mientras tres personas nos llevan del brazo para afuera del mundial.
Hasta que uno de los asistentes hace la seña tenebrosa y dice la palabra prohibida: “Cambio”.
Y escribo esto a la una de la mañana, porque justamente allí, en ese minuto, en ese gesto, apareció el Uruguay condensado en un grito: “¡Noooooo! ¡No salgoooooo!”
Y el dedo índice de todos nosotros moviéndose para un lado y otro despejando cualquier duda:
“¡Noooo! ¡No salgoooooo!”
Enseguida la insistencia racional de los profesionales: no puede, este país no sigue, este país ya no puede más, ni siquiera puede caminar.

Y me levanto de la cama a escribir que el Palito Pereira somos cada uno de los uruguayos, los que nos levantamos a las seis de la mañana para ir al trabajo, las mujeres que van hasta la parada del ómnibus con heladas machazas a llevar a sus gurises.
Y me levanto a escribir que ese gesto de Palito es el mejor espejo para reflejarnos desde Bella Unión hasta el Chuy y desde Rio Branco hasta la Playa de la Agraciada.
¡Sigo, carajo!
¡El Palito Pereira y nosotros seguimos, carajo!
Este pequeño país es mucho más porfiado que cualquiera de los ingleses, de los croatas o de los rusos.
No es la primera vez que andamos gritando que No.
A este país no lo noquean de un rodillazo.
No hay langosta, ni inundación.
No hay dictadura, tornado, ni crisis económica capaz de hacerlo salir en camilla antes del final del partido.

Ahora estamos en el minuto 63.
Sterling se toma la rodilla.
La misma con la que había golpeado en el rostro al paisito.
El inglés pone cara de sufrimiento.
Pide el cambio.
Entra Barkley por él.
Inglaterra sale rengueando tomándose la rodilla de la reina.
Unos segundos después Palito vuelve a trancar contra la línea de costado, con más fuerza que antes del golpe.
Uruguay… con más fuerza que antes del golpe.

En eso somos distintos.
Ni mejores ni peores.
Distintos.
Aunque nos tengamos que volver a Uruguay en unos días, los minutos 61, 62 y 63 quedarán en nuestra mejor historia.
Valieron el mundial.

Marciano Durán
Crónicas marcianas y mundialistas
Junio del catorce

Messi disimula la miseria


El delantero mete un gol desde fuera del área y en el minuto 91 para aliviar el sufrimiento de Argentina ante la esforzada Irán

Belo Horizonte 21 JUN 2014 - 21:23 CET
El País de España 


                                 Messi festeja su gol. / ADRIAN DENNIS (AFP)

Messi marcó en el minuto 91 y tapó bajo un manto de entusiasmo las penurias que amenazan a Argentina. El gol, cuando el partido se agotaba y la hinchada se desesperaba en un silencio estremecedor, servirá al equipo para clasificarse y sumar horas en la competición. Pero los síntomas de este candidato al título son pésimos. Tan malos que se hace difícil considerarlo un aspirante serio.
Irán descubrió los problemas que se han apoderado de la selección argentina desde hace años. No son pocos y afectan a casi todos los órdenes del equipo.Han desaparecido los laterales y los centrales de categoría, los volantes disponibles son incapaces de dar trazo al juego, el seleccionador Alejandro Sabella se ha dedicado desarrollar automatismos defensivos pero ha olvidado, o ha fracasado, en el intento de proveer conductos de elaboración. El equipo es un ladrillo cuando no aparecen sus improvisadores y el más brillante no atraviesa su mejor época. El Mundial le espera, pero Messi no consigue parecerse al futbolista descomunal que fue. Ha vivido mentalmente alejado del juego durante meses y ahora que quiere regresar la competencia le pone trabas. Readaptar el organismo a la exigencia máxima es una de las tareas más difíciles que puede afrontar un futbolista profesional. Messi sigue sin acortar la distancia entre lo que sabe y lo que puede hacer. A sus 27 años no le frena el cuerpo, en el esplendor de su desarrollo, sino la mente distraída.
A Messi le ha cambiado la expresión. Se le ve casi siempre solo, al frente de un pelotón que le contempla con una mezcla de ansiedad y reverencia. Carga demasiado peso sobre sus hombros. Contra Irán no consiguió compensar el desorden táctico de su equipo. El equipo de Nekouman practicó el viejo esquema de la emboscada, replegado con 10 hombres sobre su área. Se administró con calma, sus centrales resistieron con fiereza, y a base de resolución cerró las vías de acceso a su portería. Higuaín y Agüero se encontraron aislados, inaccesibles para sus compañeros. Sabella mandó subir a los laterales a triangular con los volantes y Messi ejerció de diez asociándose con todos y procurando dar el último pase. Le apoyaron Gago y Di María, uno por la derecha y el otro por la izquierda. El plan no hizo mella porque ejecutarlo es difícil sin espacios, sin práctica, y sin interiores que manejen conceptos. Si hay algo que diferencia al fútbol contemporáneo del que se practicó hasta hace dos décadas es la influencia decisiva del adiestramiento sistemático. Por lo visto contra Irán, Argentina necesita tiempo, o ideas, para mejorar el ataque en estático.
El portero Haghighi desvió un tiro de Agüero ajustado al palo y paró con el torso un remate a bocajarro de Higuaín en los primeros minutos de asalto. Argentina no metió un disparo entre los tres palos durante la hora que siguió. Cada ataque frustrado debilitó la convicción del equipo, paulatinamente desarmado ante un rival agitado y más seguro. En la segunda parte Irán replicó con un avance sorpresivo sobre campo argentino. Nekouman adelantó líneas y Masoud, Dejagah y Haji Safi estuvieron a punto de adelantar a su equipo. Reza tuvo dos mano a mano con Romero y los desaprovechó. Otra selección con más calidad, capaz de transiciones más precisas, habría hecho estragos en ese oponente angustiado. Irán se quedó a medio camino y pagó el desgaste.
Sabella introdujo a Lavezzi y Palacio por Higuaín y Agüero, y formó un 4-4-2. Otra rectificación para el repertorio de un conjunto que necesita referencias más firmes. Un cambio sin demasiados efectos aparentes. Porque Argentina no salió de la oscuridad y a Messi le resultó imposible desbordar, siempre anticipado o marcado por los iraníes. No le hizo falta regatear a nadie para meter el gol que puede clasificar al equipo para octavos. Enganchó de derecha a izquierda, su movimiento patentado, y metió el zurdazo desde fuera del área al segundo palo. Esta vez Haghighi no llegó.

Los fondos buitres no existen y Argentina tendrá que pagar lo que debe Carlos Maslatón

Opinión infobae.com


La sentencia contra la República Argentina emitida este viernes en Nueva York por parte de los jueces del segundo Circuito de la Corte de Apelaciones, en la ya histórica causa del fondo NML Capital y otros acreedores, reafirma los criterios condenatorios del año pasado del juez Thomas Griesa y es abrumadora en definiciones legales y políticas que se encuentran a 180 grados del pensamiento medio argentino, de oficialismo y oposición, en relación a qué significa firmar un contrato, cumplir con sus obligaciones, los efectos de incumplir, y en la materia de los derechos de quien compra un bono soberano ya sea de forma primaria o a precio de descuento en un mercado secundario de valores. Argentina deberá pagar lo que debe a los bonistas que reclamaron por sus derechos, se estiman unos 1330 millones de dólares en este juicio, aunque de forma inmediata se suspende la ejecución hasta que la Corte Suprema de los Estados Unidos eventualmente decida si se involucra en la nueva apelación del gobierno argentino presentada tres meses atrás.
Son tan fuertes los conceptos legales escritos en la resolución, que la corporación política argentina más mayorías de abogados y economistas que usualmente opinan sobre estas cuestiones, puede decirse que se han hecho una composición psicológica sobre el funcionamiento de los mercados y la palabra empeñada en el mundo de los negocios que no se corresponde en absoluto con la realidad vigente en las más importantes y en casi todas las plazas del mundo occidental y oriental. Veamos; para el tribunal se trata sencillamente del caso de un contrato donde la Argentina se niega a pagar a ciertos acreedores bonos emitidos voluntariamente por el país en 1994 utilizando normas legales norteamericanas. En la oportunidad, se obligó a pagar intereses periódicos, a regirse por la ley y los tribunales de Nueva York, se comprometió precisamente en caso de default a pagar la totalidad de los intereses corridos y el capital adeudado, a tratar con equidad a todos los acreedores y específicamente no hizo diferencias entre acreedores comunes y “fondos buitres”.
El concepto de “fondo buitre” no existe realmente ni en los mercados de valores ni como concepto jurídico. Es éste otro término político argentino de barricada que carece de toda significación a la hora de declararse el derecho a cobrar una deuda. Hay dos maneras de adquirir un bono, estatal o emitido por una empresa. Suscribiéndolo originariamente o comprando por cesión a quien lo obtuvo de primera mano entregando su dinero a cambio de una percepción futura de capital e intereses. Primer comprador le vende a segundo comprador, o éste a su vez luego a un tercero y así sucesivamente, el título a un precio pactado, menor, igual o mayor que la suma oblada originariamente. Al acordarse un precio secundario de compra-venta mediante este mecanismo legal que tiene más del doble de antigüedad funcional que el propio sistema capitalista en la historia mundial, el comprador suele calcular que si mantuviera el valor en su cartera hasta su momento de repago final por el emisor, percibirá efectivamente una cierta tasa de interés por su inversión, y sabe normalmente que más bajo el precio del bono mayor el interés implícito a cobrar aunque seguramente el riesgo de no cobro sea para él mayor. Este juego de tasas de interés implícitas, sin embargo, por una parte no afecta el monto de la deuda de quien emitió primariamente el título pues siempre tendrá que pagar el capital más los intereses comprometidos de inicio. Pero, además, el comprador secundario del bono tendrá derecho a cobrar la resultante de ese compromiso originario con irrelevancia del precio de adquisición del instrumento en el mercado que, como tal, no es un hecho ni puede constituir argumento jurídico pues el derecho del acreedor se deriva del contrato y no del precio de compra a cualquier tercero del título en el mercado. Inclusive si el bono que circula fue impreso por un deudor que afirma que no pagará nada y su precio sea cercano al cero por ciento. La teoría argentina del “fondo buitre”, fue destruida el viernes sin piedad por el tribunal sin recurrir a mis explicaciones que, en todas partes menos en la Argentina, constituyen una verdadera perogrullada financiera y legal. Los jueces tan sólo dijeron que Argentina debe pagar el 100% porque así lo dice el contrato y de nada sirvieron los “amigos” que interpusieron escritos acompañando la petición de nuestro gobierno a muchos de los cuales les restó inclusive habilidad para presentarse en la causa por falta de agravio y de interés legítimo.
El tribunal fustiga duramente todas las fanfarronadas de funcionarios argentinos anunciando que no iban a obedecer la sentencia, las declaraciones de que el país no pensaba pagar jamás, critica la “ley cerrojo” del Congreso, la idea nacional de que los reclamos de los acreedores violan la inmunidad soberana nacional, el sinsentido de haber dicho los abogados del país que tenían propuestas de pago alternativas para presentar viniendo luego con el plan de pagar un fallo firme con la creación de nuevos bonos que se cancelarían inclusive en plazos tan lejanos como el año 2049.
Los jueces también rechazan, la por cierto bastante infantil e inaceptable descripción argentina, de que correrían riesgo futuras reestructuraciones de deuda soberana en el mundo si se hiciese lugar a los acreedores y a su 100% porque llevaría en otros casos de crisis a que bonistas nunca quieran así arreglar con el deudor caído. El argumento de nuestro servicio legal fue reputado como “especulativo”, “hiperbólico” y débil. Y yo agrego que, si se consagrara el derecho político de un estado a deshacerse de una obligación sobre la base de su poder soberano absoluto en vez de ser tratado como un participante más del universo de los contratos de préstamo, reduciríamos la suerte de sus obligaciones a su mera potestad o liberalidad en el cumplimiento, un temperamento que para las personas está específicamente proscripto en nuestras leyes civiles y comerciales.
Pero la mayor fuerza ideológica de la sentencia, en mi opinión, se da sobre el final cuando responde a otra idea argentina expuesta en cuanto a que Nueva York, si reconociera plenamente los derechos de los defaulteados y confiscados en 2001-2002, dejaría se ser sitio comercialmente atractivo para emitir deuda. Mediante frases mortales para el pensamiento del gobierno kirchnerista, los jueces dicen que al contrario fallar del modo en que lo hacen reafirma la integridad del mercado de capitales de su Ciudad, donde usualmente prestamistas y prestatarios negocian en términos amigables contratos de deuda pero que, una vez selladas las obligaciones emergentes, las partes se atienen a lo acordado y que estos principios requieren que los deudores, aunque sean extranjeros, paguen sus deudas.
Argentina, no hay duda, tendrá que pagar todo lo debido a los acreedores restantes que no cerraron sus conflictos con el país en 2005 y 2010. Hacerlo no dañará sus finanzas, no es mucho dinero y no hay nada que vaya a ser desestabilizado por cumplir como corresponde. Pero la gran autocrítica que deberán hacer sometiendo la cuestión al debate político, gobierno y oposición, doctrinarios del derecho de nuestras facultades, periodistas y opinión pública en general, es si tiene sentido seguir comprándose una película falsa sobre la deuda externa y si puede funcionar exitosamente un país donde por ejemplo un Axel Kicillof hace frente al Congreso Nacional la apología de la inseguridad jurídica y la apología del combate a la creación de climas favorables a los negocios. Este debate debería surgir ya mismo, desde ahora hasta la ventana política electoral de 2015 al menos.
Advertencia: Declaro no ser acreedor de la República Argentina, no estar ni haber estado en juicio contra el país por causas de deuda incumplida ni asesorar a acreedores del estado de ninguna clase.

El plan de Google para conquistar el mundo

http://www.cromo.com.uy

Ana Pais / @anapais_uy - 21/06/2014 
 
 
 
Empezó como un buscador y hoy es un gigante omnipresente que lidera el universo de los móviles con Android y se dedica al mismo tiempo a la industria automotriz, robótica y ahora incluso tiene sus propios satélites

Como muchas historias de empresas tecnológicas, la de Google comenzó con dos jóvenes estudiantes de ingeniería. Era 1995 y un veinteañero Larry Page elegía como tema para su tesis doctoral en Stanford crear un mapa de la creciente World Wide Web, más conocida por su abreviatura “www”.
La idea de su trabajo se basaba en un mecanismo propio del conocimiento científico. Cuando uno publica un estudio, ese paper vale no solo por lo que allí se revela, sino por los trabajos previos en los cuales se fundamenta. De igual forma, el prestigio futuro llegará con las sucesivas menciones que otros investigadores hagan de él. Esta red de citas bibliográficas no es otra cosa que los links que vinculan a las páginas web.
Page creía que saber qué sitios vinculaban a otros convertiría a internet en una herramienta más poderosa. Sergey Brin estuvo de acuerdo. Como compañero de generación, había coqueteado con algunas tesis, pero ninguna le terminaba de convencer. La red de links lo apasionó.
Cuando trabajaban en la tesis, una nueva analogía con las publicaciones científicas terminó de convertir al proyecto estudiantil en una idea millonaria. Page se dio cuenta de que, si bien era importante saber quién vinculaba a quién, lo fundamental era establecer qué tan importante era aquel que linqueaba.
De pronto, su mapa de internet se volvió más complejo. Debían no solo saber las conexiones, sino establecer valores de importancia a las mismas. Este fue el rol fundamental de Brin, quien desde los 6 años era considerado un prodigio de las matemáticas.

El “googol”

El razonamiento parece simple ahora, pero fue revolucionario en su momento. Casi sin quererlo, los jóvenes habían creado una herramienta que permitía buscar en internet y brindar resultados jerarquizados.
Hasta entonces, al buscar “Apple”, una marca cualquiera de jugos de manzana y la compañía de Cupertino podían surgir indistintamente en los primeros puestos. En base a la red de contactos de cada uno, ahora la balanza se decantaría por la empresa de informática.
Por eso no es extraño que Page y Brin hayan relegado a una ínfima porción del mercado (por ejemplo, Yahoo) o incluso fundido a otros buscadores de internet (como Altavista) al poco tiempo de oficialmente lanzar Google, en 1998. El nombre de la empresa es una variación de la palabra “googol”, que designa el número que comienza con el dígito uno seguido de 100 ceros. Pero sus números crecerían mucho más que eso.

Crecer como la red

Pensar en Google como un simple buscador es hoy una idea tan errada como ingenua. La compañía comenzó a crear o comprar empresas que ya estaban trabajando bien en áreas que consideraba estratégicas.
Así desarrolló el servicio de correo electrónico Gmail (2004), el traductor Translate (2007), el navegador Chrome (2008) y el chat Google Talk (2005), hoy videochat Hangouts, por citar algunos de sus servicios online. También compró la plataforma de videos YouTube (2006) y la de blogs Blogger (2003), entre otros.
Pero con la misma rapidez con que se expandió a nuevas áreas, Google también supo identificar cuando retroceder. El máximo ejemplo es Reader, que el año pasado fue clausurado tras casi ocho años de funcionamiento. “Su uso ha bajado y la compañía está concentrando sus energías en menos productos”, fueron los dos motivos brindados por la firma al darle de baja. En este contexto, la apática red social Google+ sería la excepción que confirma la regla.
Google creció de la mano (y el dinero) de sus herramientas de publicidad AdWords y AdSense, donde nada estaba librado al azar. Tal es así que la actual CEO de Yahoo y entonces ejecutiva de Google, Marissa Mayer, llegó a hacer una prueba con 40 tonalidades de azul para saber cuál era el color exacto que llevaba a hacer más clics y, por ende, a producir más ganancias.

Androide invasor

La luz de alerta sobre el plan de Google para conquistar el mundo debió encenderse con el lanzamiento de Android. El sistema operativo móvil planteó la misma estrategia que Microsoft había implementado más de 30 años antes para las computadoras de escritorio: desarrollar un software para todas las marcas de hardware que lo quieran usar.
Pero Google también supo darle un giro diferente, pues creó un sistema operativo de código abierto. Si bien tiene ciertas restricciones, en general permite a los desarrolladores hacer cambios en el software original para mejorarlo o personalizarlo.
La estrategia resultó ser un éxito. El año pasado, la cuota de mercado de Android alcanzó 78,6%, contra 15,2% de iOS, el sistema operativo móvil de Apple, según la firma de análisis IDC. De igual forma, su tienda de aplicaciones, Google Play, se puso a tiro rápido con la de la manzana y ambas hoy declaran tener 1,2 millones de apps.
La popularidad de Android, encarnada en el éxito de Samsung, también líder mundial en ventas de smartphones, llevó a la compañía a querer incursionar en el hardware. Tanto en smartphones como tabletas, Google siempre se ha asociado a otras firmas reconocidas, como el propio Samsung, LG, HTC y Acer. Incluso compró Motorola en 2011, lanzó un par de celulares y luego la vendió a Lenovo. Algo similar ha hecho en el ámbito de las laptops.
Por lo pronto, son otros los aparatos donde Google ha demostrado innovar y liderar.

Futurismo real

A menos de un kilómetro de las oficinas centrales de Google, en Mountain View, California, existe un laboratorio de acceso restringido. Se llama Google X y es el área de mayor innovación y secretismo de la empresa. Allí se trabaja coqueteando con la ciencia ficción para obtener resultados realidades.
De Google X surgieron dos proyectos que todavía están lejos de masificarse, pero que podrían transformar por completo la vida cotidiana.
Uno de ellos son los Glass. Los lentes inteligentes de Google son el símbolo de la tecnología para vestir o wearable. Gracias a su conexión a internet y su funcionamiento a través de comando de voz, uno puede decirle a estos aparatos que hagan actividades tales como googlear, sacar una foto (de 5 MP), grabar un video (de 720 p), dar direcciones para ir a un lugar (por GPS), enviar un SMS o correo electrónico (vía wifi o Bluetooth).
Los Glass todavía no están en el mercado, pero cuando la compañía los puso a la venta en Estados Unidos solo por 24 horas y a un precio de US$ 1.500, se agotaron. La promesa de Google es lanzarlos este año.
El otro proyecto futurista es el auto que se conduce solo. Como pionero en una área en la que hoy trabajan compañías como Ford, Volvo o BMW, Google presentó en mayo el primer prototipo de un modelo comercial de este vehículo autónomo. Su pequeño tamaño (tiene dos asientos) y lenta circulación (no supera los 40 km/h) no debe engañar a los amantes de las máquinas. La clave de este vehículo autónomo es nada menos que prevenir los accidentes de tránsito por errores humanos.
Este proyecto explica en parte la última y más ambiciosa adquisición de Google: la compañía de satélites Skybox Imaging.

Al infinito y más allá

Google ha comprado numerosas compañías que han sorprendido. Por ejemplo, en 2013, en menos de seis meses, adquirió ocho empresas de robótica y a principios de este año compró la empresa de domótica Nest por la elevada suma de US$ 3.200 millones. Pero Skybox es diferente.
Oficialmente, hace dos semanas Google pagó US$ 500 millones por la startup californiana porque sus satélites proporcionarán imágenes para el servicio Maps, ayudarán a predecir desastres naturales y brindar acceso a internet.
Esto último es una preocupación real de la compañía. No en vano otro de sus proyectos X son globos estratosféricos que lleven internet a zonas sin conexión. También es este el motivo de la compra de la firma Titan Aerospace, cuyos drones son capaces de volar a grandes alturas utilizando energía solar.
Sin embargo, Skybox es mucho más que una simple herramienta de bien social. Sus satélites pequeños, ligeros y baratos, darían a Google el poder de poner en órbita una cantidad de cámaras que filmen en tiempo real lo que sucede en el mundo, como un reality show de la Tierra. Esto incluye la detección temprana de la deforestación de un área prohibida, por supuesto, pero también permite calcular la cantidad de autos estacionados en el parking de un shopping. Y ganar dinero con esa información.
Con Skybox, Google pasa a tener un poder que ni las agencias de seguridad estadounidenses tienen (o al menos, eso declaran). En tiempos donde la información es poder, la compañía no se conformó con ser la dueña del buscador líder, encargado de jerarquizar el conocimiento del mundo. Ahora también lo vigila desde el espacio.