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Este es un
llamado urgente a los progresistas frenteamplistas, batllistas,
wilsonistas, independientes de izquierda y ciudadanos en general –que no
pertenezcan a la oligarquía agropecuaria–, y a los trabajadores,
jubilados y empresarios de nuestro país. En particular es un llamado a
quienes votaron alguna vez al Frente Amplio y hoy, por una u otra razón,
se interrogan sobre su voto en las próximas elecciones.
Cuando esta edición esté en manos del lector,
faltarán 79 días para la crucial elección nacional del 26 de octubre.
Desde un cierto ángulo podemos decir que ese plazo vence mañana, y desde
otro, más amplio, que falta una vida. Tomemos la segunda opción, la de
que aún falta mucho tiempo, y encaremos las tareas urgentes para que el
Uruguay que trabajosamente se ha refundado desde 2005, no sufra una
restauración de esta derecha reaccionaria y sofisticada que tenemos,
ensoberbecida como nunca y directamente “manejada por sus dueños”, como
en la época de Pacheco Areco, que fue la víspera y la causa de la
dictadura.No nos engañemos, porque no nos perdonaremos si miramos para el costado o escondemos la cabeza como el avestruz.
Estamos en una cruz de los caminos.
Primera parte: El joven Frankenstein
Pensé mucho antes de escribir esta nota, pero la agresividad del candidato presidencial Luis Alberto Lacalle Pou, y su propósito de ridiculizar a Tabaré Vázquez por su edad, me convencieron de la necesidad de reflexionar sobre la miseria moral que campea en nuestro panorama político actual.
En realidad, yo desde muy chiquito fui “el gordo Grille”, y nunca tuve el placer de hacer acrobacias en el caño. En algunas fiestas era más bien feliz de hacer de payaso. En verdad, siempre me pareció un poco ridículo vanagloriarse de la musculatura, y siempre pensé que la verdadera fuerza estaba en la mente y en el corazón. Pero gustos son gustos…
Realmente, nunca imaginé que llegara el momento en que un hombre adulto –a juzgar por mis nietos, un veterano, porque Luis Alberto Lacalle Pou está cumpliendo 41 años– quisiera construir su carrera política haciendo bandera con su edad.
Es cierto que yo siempre estuve bastante lejos del glamur y no sé muy bien cómo se comportan los muchachos de familia bien, y mucho menos los que traen en su ADN aires muy rancios, los del herrerismo y los del aguerrondismo. Mi abuelo no era un prócer, sino un galleguito de 16 años que llegó escapando del hambre de la lejana Santa Comba, en esa miserable y bellísima Galicia de fines del siglo XIX. Por eso me parece curioso que pretenda burlarse de otro que podría ser su padre, y que además representa casi a la mitad del país y, lo peor, esgrimiendo como causa su juventud y la pretendida vetustez del otro. O acaso el nene se olvida de que a la edad en que él manejaba en pedo por 18 de Julio, Tabaré ya se había graduado de médico, era especialista en Oncología y Radioterapia, había ganado una beca de postgrado en París, realizado cursos de especialización en Israel, dirigía el Instituto de Oncología y era profesor grado 5 de la Facultad de Medicina, luego de haber hecho una carrera docente muy destacada, con numerosos concursos ganados por méritos y oposición.
No quiero seguir adelante sin hacer notar que estamos asistiendo a un gigantesco bullying mediático, celebrado por editoriales, indignas caricaturas y notas de periodistas y analistas mercenarios, dirigido a Tabaré Vázquez, y, en su persona, a toda persona mayor de sesenta años, pero que menosprecia también a los que no tienen músculos bien trabajados en el Lawn Tenis, a los gordos, a los minusválidos, a los desvalidos de toda especie y a los que no saben hacer la bandera porque sólo practican ejercicios cargando baldes de mezcla, voleando basura arriba del carrito o volteando novillos para curar bicheras.
Semejante pérdida de valores, no sólo el de la falta de respeto a los años sino al género humano, da para pensar en qué lugar estamos en este polémico asunto de la educación en valores.
Y qué clase de educación le dieron al pibe su papá y su mamá, tan proclives a no decir malas palabras y a recordarnos que tenemos que ponernos corbata en los eventos públicos .
Desde ese lugar payasean algunos de los candidatos a Presidente. Así está la miserable política uruguaya y la de sus “operadores” de la derecha.
Parece mentira que este Uruguay, tan civilizado que considera que una persona puede ser sometida a un tribunal de faltas por pegarle a un perro, tolere en silencio cosas como la frivolidad de un pituco retocado con Clarion que, del sillón al avión, no sale de Carrasco y La Tahona más que para ir a Punta del Este, disfrazarse de gaucho en la estancia y pastorear las vacas gordas de papá, o surfear en Indonesia. Un chico que no sabe lo que es buscar trabajo, tomar un ómnibus o no llegar con unos pesos en el bolsillo hasta fin de mes.
Ahora bien, Lacalle Pou es Lacalle Pou; pertenece al uno por ciento más rico de nuestra clase privilegiada y tiene a quien salir. Los privilegios incluyen casa en La Tahona, pichicata de la buena, remeras Lacoste, universidad privada, tarjeta platino, estancia, deportes de elite, British School y boda en la Iglesia Stella Maris. Y no hablemos de la ruta del dinero para no meternos en las investigaciones que conmovieron al país hace veinte años y que desnudaron los negociados durante el gobierno de su padre, que dividieron al Partido Nacional entre honestos y ladrones.
Lo que más me enoja, al fin y al cabo, es que la izquierda –con honrosas excepciones– no haya reaccionado como debe ante este atropello, este escándalo, no de la razón, sino de la sociedad. Reitero: la política en nuestro país se ha vuelto miserable y mezquina.
Conste que a veces me parece que el pibe está “quemado”. No puede ser tan banana de hacernos el cuento del consejo de ancianos como si fuera resultado de su ingenio, y no de la inventiva de un publicista que le hace recitar un largo parlamento plagado de tonterías para destacar que Tabaré Vázquez es viejo y amigo de Bush. ¿Por qué no incorpora en ese combo de viejos a Jaime Trobo, que es amigo de Jeb, el hermano más hijo de puta de George W. Bush, para que le arrime a paladas los recursos que trae desde Miami de lo que queda activo de la gusanera cubana, y que aquí se convertirían en una alquimia pintoresca, en minutos de propaganda en televisión o en financiar encuestas a la medida del que las paga?
Pero las piruetas de este “nuevo político” dan justo pie para algunas reflexiones que nos debemos. Partamos de algunos hechos.
Segunda parte: ¿Qué nos pasaría si no ganara el Frente Amplio?
Lo primero es que hoy tenemos un proyecto progresista, exitoso en todos los campos durante diez años –y con muchos errores y algunos horrores–, enfrentado al proyecto común de la derecha, representado por los grandes terratenientes Luis Alberto Lacalle Pou y Juan Pedro Bordaberry: el hijo del presidente que quiso privatizar el Estado y desmanteló su aparato arancelario, y el hijo del dictador. Los dos están vinculados a los sectores más conservadores del Partido Republicano de Estados Unidos y a los terroristas cubanos de Miami. También son carne y uña con la derecha paraguaya bien relacionada con el narcotráfico, actualmente en el poder y dueña de enormes recursos económicos que acaso estén financiando alguna campaña en nuestro país… o más de una. La gente común no ve estas cosas –lo que es peor, aún no parece comprender lo que significan Lacalle y Bordaberry juntos– y comenta tonterías marketineras como “derribar muros”, “abrir espacios” o “sembrar la alegría”, o divagar “por la positiva”. No fue alegría, sino mucho sufrimiento lo que sembraron sus padres, y no sería alegría lo que sembrarían ellos.
Lo segundo es que, por la comisión de varios errores de diferente importancia que no es del caso tratar hoy aquí, el Frente Amplio no recoge el 54 por ciento de intención de voto que Oscar Bottinelli llama “el espacio frenteamplizante”, sino apenas el 43 o el 44 por ciento, con lo cual no estaría obteniendo la mayoría parlamentaria y tendría la propia presidencia en peligro.
Esta posibilidad, que no existía hace unos pocos meses, es cada vez más repetida por tirios, troyanos, mercenarios y “sordos”, y debe ser analizada.
Si el Frente Amplio pierde, y triunfa el eje Lacalle-Bordaberry, tendremos manejando todos los resortes de la economía a personajes como Jorge Caumont, Ignacio de Posadas, Alberto Bensión, Ernesto Talvi y Carlos Sténeri, que nos retrotraerán a lo que fueron los cuatro gobiernos entre 1985 y 2005: prioridad para la reducción del gasto, recorte de los programas sociales, empezando por el Mides (al que aborrecen y tenderían a reducir a cero), reducción de salarios y jubilaciones vía freno a los consejos de salarios, aumento del peso de los impuestos al trabajo (si en algo coinciden los dos candidatos terratenientes es en que no habrá impuestos a la actividad agropecuaria), atraso cambiario, privilegio irrestricto a la inversión extranjera y a la actividad financiera por sobre el fomento al sector productivo y aplastamiento de todas las manifestaciones culturales progresistas que han florecido en el país.
Vamos a tener otra vez, como en el gobierno de Lacalle “el viejo”, en el que las exportaciones aumentaban y la gente vivía peor, una feroz “austeridad”, y eso deberían verlo todos los empresarios, empezando por los firmantes del famoso Documento de las Cinco Cámaras. Pueden odiar a la izquierda y a sus funcionarios, pero saben bien que nunca han vendido tanto (a trabajadores, jubilados y aun marginados que vieron su poder adquisitivo aumentado) como en estos diez años, con la consecuente ganancia. Si se instala un gobierno puro y duro de terratenientes, va a ser “toda para ellos”, y deberían entenderlo todos los demás empresarios, empezando por la industria, que fue castigada por Sanguinetti y Batlle y casi devastada por Lacalle, que le eliminó todos los aranceles. También deberían entenderlo los empresarios de la construcción y del comercio minorista.
Se interrumpirán los planes de vivienda, incluyendo la vivienda social, se reducirá la inversión en obra pública, se intentará desmantelar el Fonasa y se encarecerán las prestaciones de salud, se producirá una gravísima crisis en el mutualismo.
De lo que podemos estar seguros es de que los que viven de sus salarios, trabajadores, médicos, maestros, jubilados, policías, soldados, profesores, periodistas, empleados públicos y privados vamos a ser más pobres. En realidad, el país va a ser más pobre
Vamos a tener un feroz desmantelamiento de todos los esfuerzos por la educación y la salud públicas (la salud pública, que acaba de festejar 50 mil operaciones de ojos gratuitas), en beneficio de los proyectos privados.
Todo esto, porque nada es gratis, va a traer una enorme conmoción social que acaso sea buscada por estos históricos partidarios de las “medidas prontas de seguridad”, cuando no de las dictaduras hechas y derechas. Será muy difícil gobernar contra quienes mejoraron su situación en estos diez años, mantenerlos callados y quietos, y remar contra la voluntad de la mitad del país.
No es en absoluto una manifestación de vanidad política, sino una conclusión del más puro sentido común, afirmar que solamente Tabaré Vázquez puede gobernar Uruguay a partir de 2015. Cualquier otro gobierno, el de Luisito o el de Pedro, será una invitación, deliberada o no, al caos político, económico y social.
Reitero, este es un llamamiento a la unidad y a la salvación nacional, dirigido a frenteamplistas conformes o no, a batllistas, wilsonistas e independientes de izquierda. No puede volver a gobernarnos un eje Lacalle-Bordaberry, porque eso empieza y termina en tragedia. Quiero hacer una pregunta especial a los blancos no herreristas, wilsonistas, blancos independientes y partidarios de Larrañaga en los últimos años: ¿van a votar de nuevo a Lacalle? Y a los batllistas de ley: ¿van a preferir en un balotaje a los blancos más conservadores, falangistas y antibatllistas?
En suma: si quiero experiencia, autoridad, sobriedad, prosperidad, esperanza, seguridad y equilibrio, yo sé lo que tengo que hacer en octubre.