Los promocionados y
bien difundidos actos de corrupción por parte de algunos gremialistas, no tienen perdón.
Primero y antes que nada por los hechos en sí,
ya que cada acto de corrupción es una agresión a la sociedad en su
conjunto; pero tan grave o más aún, es
el desprestigio natural que estos actos traen sobre el movimiento
sindical, sumado al desprestigio publicitado, y amplificado por los medios que pertenecen
y/o responden a las patronales, en
connivencia perpetua con los sectores políticos
conservadores.
No es novedad que la participación de los trabajadores molesta
a los sectores que monopolizan el poder desde siempre. La visión que estos
sectores tienen de los trabajadores no
ha evolucionado nunca, y si no estamos en la situación que padecía la clase
obrera en el siglo XIX, es por la lucha
y la conquista permanente de los sindicatos doblando voluntades políticas,
enfrentando a los gobiernos de patrones,
dictaduras, y a los adulones traidores
de clase, que son los peores.
Muchas veces he discrepado con medidas o posiciones del
movimiento sindical. Hace casi diez años
que abandoné las filas del sindicato de la Educación Secundaria, por
discrepancias y por mi cada vez más fuerte deseo de no estar embretado en ningún
corral, para poder pensar y actuar con la libertad que en el acierto o en el
error, considere oportuno.
Sin embargo esto no evita que me sienta hermanado con el
movimiento obrero, y comparta el sentimiento de clase que adquirí en mi
adolescencia cuando en los salones y talleres de UTU empecé a modelar mi
cabeza, mi espíritu y mis manos. El país mucho le debe al movimiento sindical,
y aún aquellos que lo atacan, se han visto
históricamente beneficiados por la lucha de los sindicatos, y gozan de
beneficios que son el resultado de una larga lucha por derechos que nunca han
sido dados sino que han sido conquistados.
Lamentablemente el sentimiento antisindical ha recibido un
espaldarazo de parte de algunos que no han sabido honrar la larga tradición de
lucha de tantos trabajadores, que
sacrificaron incluso hasta la vida. Recordemos que mientras algunos
líderes partidarios y polítios huían de la dictadura, fue el movimiento
sindical quien enfrentó al régimen con la admirable Huelga General, y que
muchos pagaron con cárcel, torturas, muerte, secuestro y desaparición.
Pero por supuesto a los dueños de todo les molesta la organización
de los trabajadores, y se han servido de sus funcionarios y políticos, para cercenar cada vez que pudieron
los derechos a agremiarse. La flexibilización laboral de los 90 fue resistida y
no caló como en otros países, gracias a la consecuente posición y oposición de los trabajadores.
La participación de los trabajadores en la administración
pública molestó desde el vamos, de una forma que jamás molestó la participación de gremialistas
del sector de las patronales rurales, empresariales o industriales. Quienes
acusaron al movimiento sindical de “doblarle la mano al gobierno” nunca se molestaron cuando los sectores mencionados
compraban el voto de legisladores o las voluntades de ministros para favorecer
sus intereses sectoriales.
Porque por supuesto el derecho es escrito por quienes mandan,
y ejércitos bien pagos de abogados, escribanos, contadores y demás técnicos,
han diseñado históricamente el corset
del que no debería salirse nadie. Pero el movimiento sindical obrero no sabe de pituquerías, y
con su lucha empecinada ha seguido y seguirá trabajando por el conjunto de los trabajadores, porque,
repito, que aun los que defenestran a los sindicatos, se ven beneficiados, y por
supuesto no renuncian, a los logros de la lucha.
Hoy leemos, escuchamos y sufrimos el festejo de los anti sindicalistas, pero la
lucha continúa, y aunque los cipayos del
poder pretendan, no podrán nunca frenar
la lucha que surge de la conciencia de clase, que muchos
han pretendido ver muerta en la
niebla consumista del posmodernismo. El mundo lo construyen los trabajadores, y
allí donde haya manos, brazos, cerebros y conciencias se hará necesaria la
organización para enfrentar a los mezquinos.
Hay que depurar y fortalecer
el movimiento de los trabajadores, que
los indignos sean expulsados, que los corruptos sean castigados y que
se redoblen los esfuerzos y que
lo conquistado no se pierda, porque si los trabajadores pierden, pierde el país
y pierde el mundo.