Es obvio que el mundo está
convulsionado. Las situaciones por diversos lados no tienen mejoras.
En la guerra interminable del Golfo Pérsico y alrededores se siguen
cometiendo horrores que escandalizan al más desaprensivo. Es el caso
por ejemplo y más notorio, de los degüellos humanos publicitados a
nivel de filmación. La inhumanidad o salvajada, no porque sean raros
por el modo que también lo son, no son nuevos en la condición
humana. Nada es justificable. La imagen de seres humanos con uniforme
naranja al lado de un verdugo de túnica negra con cuchillo en la
mano y mostrando el hecho descarnado, es de terror. Tan de terror
como las ejecuciones que la fuerza aérea de Francia y yanqui
cometían con napalm (fuego líquido) sobre las aldeas camboyanas en
la guerra de Vietnam incinerando vivos como teas humanas a mujeres y
niños transformando sus restos en cenizas. Sin olvidar claro está,
algo más reciente como fue la Operación
Tormenta del Desierto, donde el general
Powell enterró vivas en las dunas de arena del desierto a aldeas
enteras de iraquíes y palestinos. No hay mayores diferencias entre
los contendientes actuales, con una diferencia que evidentemente los
imperios cuando masacran a pueblos enteros la prensa no publicita las
monstruosidades con la misma profusión. Indudablemente los degüellos
árabes con la salvajada del caso se publicitan en forma individual
(de a uno), mientras que las masacres y crueldades similares de los
imperios se convierten en forma masiva. Desde el punto de vista
“deportivo” el desnivel es notorio. No hay nada más cruel,
inmoral y salvaje que el ser humano. Las bestias matan para comer la
mayor parte de ellas y en el caso de toda esta gente, de uno y otro
lado, daría la impresión que muchas veces se cometen por placer. De
cualquier manera es importante determinar la justicia del caso, que
si bien es muy difícil explicarla puede tener un esclarecimiento de
parte de los más débiles. Se necesita deslumbrar con un hecho
luctuoso y sangriento de la dimensión con que los otros que hacen lo
mismo lo ocultan, para tener una justificación viable. Lo cierto es
que no obstante estas máximas no explican en absoluto lo que ha ido
sucediendo y llama la atención, vale señalarlo, cómo los imperios
y en este caso el yanqui acumula odios que no terminan de declinar en
todo el orbe. Tantas guerras, producen un desgaste que no los hacen
ser bien vistos salvo que salgan a sobornar afectos. No es buena cosa
acumular odios, ni para ellos ni para los que estamos del otro lado.
Para nadie es placentero convivir en sociedades que están
permanentemente enfrentadas a nivel de esta salvajada. Han llegado a
justificar cosas que son impresentables e incluso vale también
ponerlos de ejemplo, obsérvese ese poderío total que los hace
sentir dueños del mundo como si la única justicia válida fuera la
de ellos. Nos van a mandar en estos días a su pedido, a cinco
islamitas que se transformarán en algunos más, que los tienen
presos y confinados en mazmorras en Guantánamo sin debido proceso.
Los únicos delitos por los cuales pueden ser juzgados como causa de
esos años de hacinamiento es el haber defendido su patria. Si no
hubiese habido guerra es obvio que no habría islamitas presos. Eran
hombres libres y en el mejor de los casos soldados de una guerra que
los propios americanos habían iniciado. Hoy, para justificar
semejantes barbaridades, nos salen a pedir a nosotros y a varios
países más, que es obvio que hasta ahora le han sacado el cuerpo,
que tengan durante meses o años a las víctimas de esa
arbitrariedad, dando una muy dudosa explicación de semejante exceso.
Nada tiene justificación más allá de la ambición fría de poder y
de quedarse con territorios ajenos y sus riquezas, caso del petróleo.
Se apronta, de seguir en este ritmo, una confrontación de
proyecciones alarmantes como puede ser una tercera guerra mundial. La
mayor parte de las creencias religiosas tiene sus filosofías
pacifistas y sus agresivas, estos que no gobiernan terminan eligiendo
la que más poder material les otorga. No hay lástima ni
misericordia. Los árabes con motivo de los degüellos de los
periodistas sutilmente, supongo, lo están revelando. Porque aunque
suene extraño, habitualmente se lo adjudican a los árabes o iraníes
y hoy otra vez, el degollador parece ser un inglés o de origen
sajón.
Leopoldo
Amondarain
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