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lunes, 8 de septiembre de 2014

Atrocidades varias Leopoldo Amondarain




Es obvio que el mundo está convulsionado. Las situaciones por diversos lados no tienen mejoras. En la guerra interminable del Golfo Pérsico y alrededores se siguen cometiendo horrores que escandalizan al más desaprensivo. Es el caso por ejemplo y más notorio, de los degüellos humanos publicitados a nivel de filmación. La inhumanidad o salvajada, no porque sean raros por el modo que también lo son, no son nuevos en la condición humana. Nada es justificable. La imagen de seres humanos con uniforme naranja al lado de un verdugo de túnica negra con cuchillo en la mano y mostrando el hecho descarnado, es de terror. Tan de terror como las ejecuciones que la fuerza aérea de Francia y yanqui cometían con napalm (fuego líquido) sobre las aldeas camboyanas en la guerra de Vietnam incinerando vivos como teas humanas a mujeres y niños transformando sus restos en cenizas. Sin olvidar claro está, algo más reciente como fue la Operación Tormenta del Desierto, donde el general Powell enterró vivas en las dunas de arena del desierto a aldeas enteras de iraquíes y palestinos. No hay mayores diferencias entre los contendientes actuales, con una diferencia que evidentemente los imperios cuando masacran a pueblos enteros la prensa no publicita las monstruosidades con la misma profusión. Indudablemente los degüellos árabes con la salvajada del caso se publicitan en forma individual (de a uno), mientras que las masacres y crueldades similares de los imperios se convierten en forma masiva. Desde el punto de vista “deportivo” el desnivel es notorio. No hay nada más cruel, inmoral y salvaje que el ser humano. Las bestias matan para comer la mayor parte de ellas y en el caso de toda esta gente, de uno y otro lado, daría la impresión que muchas veces se cometen por placer. De cualquier manera es importante determinar la justicia del caso, que si bien es muy difícil explicarla puede tener un esclarecimiento de parte de los más débiles. Se necesita deslumbrar con un hecho luctuoso y sangriento de la dimensión con que los otros que hacen lo mismo lo ocultan, para tener una justificación viable. Lo cierto es que no obstante estas máximas no explican en absoluto lo que ha ido sucediendo y llama la atención, vale señalarlo, cómo los imperios y en este caso el yanqui acumula odios que no terminan de declinar en todo el orbe. Tantas guerras, producen un desgaste que no los hacen ser bien vistos salvo que salgan a sobornar afectos. No es buena cosa acumular odios, ni para ellos ni para los que estamos del otro lado. Para nadie es placentero convivir en sociedades que están permanentemente enfrentadas a nivel de esta salvajada. Han llegado a justificar cosas que son impresentables e incluso vale también ponerlos de ejemplo, obsérvese ese poderío total que los hace sentir dueños del mundo como si la única justicia válida fuera la de ellos. Nos van a mandar en estos días a su pedido, a cinco islamitas que se transformarán en algunos más, que los tienen presos y confinados en mazmorras en Guantánamo sin debido proceso. Los únicos delitos por los cuales pueden ser juzgados como causa de esos años de hacinamiento es el haber defendido su patria. Si no hubiese habido guerra es obvio que no habría islamitas presos. Eran hombres libres y en el mejor de los casos soldados de una guerra que los propios americanos habían iniciado. Hoy, para justificar semejantes barbaridades, nos salen a pedir a nosotros y a varios países más, que es obvio que hasta ahora le han sacado el cuerpo, que tengan durante meses o años a las víctimas de esa arbitrariedad, dando una muy dudosa explicación de semejante exceso. Nada tiene justificación más allá de la ambición fría de poder y de quedarse con territorios ajenos y sus riquezas, caso del petróleo. Se apronta, de seguir en este ritmo, una confrontación de proyecciones alarmantes como puede ser una tercera guerra mundial. La mayor parte de las creencias religiosas tiene sus filosofías pacifistas y sus agresivas, estos que no gobiernan terminan eligiendo la que más poder material les otorga. No hay lástima ni misericordia. Los árabes con motivo de los degüellos de los periodistas sutilmente, supongo, lo están revelando. Porque aunque suene extraño, habitualmente se lo adjudican a los árabes o iraníes y hoy otra vez, el degollador parece ser un inglés o de origen sajón.

Leopoldo Amondarain

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