En
las próximas elecciones, los uruguayos y uruguayas deberemos elegir
entre dos modelos de país. Y dentro de esas dos visiones, los
abordajes sobre la educación, distan enormemente. Como buena hija de
la educación pública, este tema me preocupa especialmente.
Al
revisar el Programa de Gobierno del Partido Nacional para el período
2015-2020, saltan a la vista las desprolijidades e imprecisiones de
un programa cerrado apresuradamente para obviar la brecha entre dos
alas dentro de un mismo partido, con diferencias insalvables en
varios temas –para empezar, el No a la Baja.
Lo
que más me alarmó de lo que leí, es lo que se propone para la
educación. El programa no pasa de generalidades, ninguna de las
cuales siquiera sugiere una “reforma estructural” de la
educación. La “nueva idea” de moda que se plantea –no sólo
entre filas del Partido Nacional, y no precisamente surgida desde
allí-, consiste en extender el ciclo primario de educación hacia la
secundaria, para evitar el trauma que sufrirían los y las
estudiantes al pasar de una sola maestra a varios profesores. Esta
idea, denominada la primarización del ciclo secundario, tiene unas
cuantas bibliotecas en contra, y como señala el Maestro Soler en la
última edición del Semanario Brecha, siempre será mejor coordinar
las instituciones, que hacer ensayos desmantelando lo que ya existe
en búsqueda de soluciones poco probadas.
Paradojalmente,
el programa propone una “profunda reforma del sistema de formación
docente, dándole rango universitario”, es decir, que maestras y
profesores pasen a tener nivel universitario. Ahora bien, eso se
llama “Universidad de la Educación". Y este miércoles 10 de
setiembre, en el Senado, votaremos el proyecto de ley que refiere a
la misma. La pregunta es si el Partido Nacional, que tiene esta
propuesta en su programa, acompañará el proyecto ¿O el Partido
Nacional, junto con el Partido Colorado, so pretexto de que la ley
“no les convence”, porque no la elaboraron ellos, optarán por no
votarla? ¿Dejarán sin votos lo que dicen defender en sus programas?
Fuera
de ello, el programa nacionalista abunda en lo que ya hay: las
escuelas de tiempo completo, la enseñanza del inglés (que
temerariamente se sugiere sea tan importante como aprender la propia
lengua, o las matemáticas), el fortalecimiento del Instituto
Nacional de Evaluación, que fue una iniciativa del Frente Amplio
(FA), o apoyar la Universidad Tecnológica, también impulsada por el
FA.
Pero
el programa del Partido Nacional “lava” lo que aparecía más
nítido en el programa original de Lacalle 2do: el desmantelamiento
de la reforma educativa iniciada en 2006 con el FA.
Para
empezar: la eliminación de la participación de los trabajadores en
el gobierno de la educación, seguido de la eliminación de la
obligatoriedad de convocar al Congreso de la Educación. La lectura
de ambas eliminaciones (que no tienen nada de “por la positiva”),
conduce a una conclusión muy clara: al parecer, el enemigo para la
oposición son los trabajadores de la educación. A cambio de ello,
prometen en forma muy vaga, que habrá un “control ciudadano” de
la educación. ¿Qué quiere decir esto? ¿Control de las familias,
de los padres, de la comunidad? No, en realidad, lo que buscan es
entregarle la educación al Poder Ejecutivo, quitándosela al
Codicen, a la Anep, a los organismos de la educación, y pasar a
controlarla directamente desde los partidos políticos. El “control
ciudadano” es en el fondo, el control de los políticos sobre la
educación.
El
control político-partidario no resolverá los problemas de la
educación; sólo los agravará, porque la educación pasará a ser
una suerte de “botín”, donde cada partido querrá emplear su
propio libro de recetas, y el conjunto de los estudiantes y
trabajadores quedará a merced de esta disputa.
Lo
que sigue a esto es la subvención de la educación privada (que ya
está subvencionada). El botín en este caso, son los estudiantes y
el Estado. Un sistema de proveedores privados y públicos
“compitiendo” por los estudiantes, todo pago por el bolsillo del
Estado, que es el Sr. Pueblo. Y eso es lo que asoma los dientes
detrás de esta propuesta.
La
elección de Pablo da Silveira como Ministro de Educación y Cultura
de un eventual gobierno blanco, en lugar de Daniel Corbo, que hoy
integra los organismos de la educación, muestra a las claras la
verdadera estrategia en materia de educación que se propone.
De
más está decir que si todas estas iniciativas fueran llevadas a
cabo en una dupla Lacalle-Bordaberry, que sin duda dejarían sus
diferencias y se pondrían de acuerdo, el sistema educativo,
simplemente colapsaría. Los profesores y docentes de la educación
se sentirían expulsados, y muy difícilmente participarían en
reformas de este tipo (como sucedió en el pasado, con reformas
incluso más amigables que éstas). Se sucederían conflictos
interminables, no habrían “acuerdos nacionales” de ningún tipo,
y sin planes para la educación hechos por las instituciones
respectivas, el sistema político y los “expertos” se pondrían a
hacer ensayos curriculares. En el mejor de los casos, tendríamos un
compás de espera, durante otros cinco años, gastando mucho más
dinero.
En
estos días, han finalizado diez de los mejores años de la
Universidad de la República, de la mano de ese gran Rector que fue
Rodrigo Arocena. El, sus colaboradores, sus pro Rectores, han llevado
a cabo una profunda reforma de la Universidad pública. Han creado
los Centros Regionales Universitarios en el interior del país, han
impulsado carreras nuevas, tecnicaturas y formaciones tecnológicas
del más diverso tipo. La matrícula universitaria se ha incrementado
sin cesar. Hoy, más de la mitad de los estudiantes de la Udelar,
proviene de padres que nunca llegaron a la Universidad. Y esto es un
verdadero salto cuántico en el Uruguay.
El
Rector merece un reconocimiento. Y así como le damos la bienvenida a
Roberto Markarian, el nuevo rector, creo que la Universidad en su
conjunto, y Rodrigo Arocena, merecen nuestro reconocimiento público.
En
estos años, se ha hecho un esfuerzo enorme por mejorar en la
educación pública. Y lo más importante que ha hecho la derecha, es
hacer que el canto de sirena se cuele en el pensamiento de la
izquierda, llegando a hacernos creer que todo está mal en el campo
de la educación. Ahora bien, se mejoraron los salarios, se
construyeron y recuperaron escuelas y liceos, se multiplicó el
número de niños y niñas en la educación preescolar, aumentó
notoriamente el número de estudiantes que terminan tercero de liceo,
y gracias a diferentes programas, se ha ido reduciendo la brecha
entre la educación de los más ricos y los más pobres, que es el
explicación última de los malos resultados en la educación.
Claro,
ha mejorado más el ingreso promedio de los hogares, que su nivel
educativo. Pero si queremos tener un país “de avanzada”, tenemos
que ser al menos tan ilustrados como pudientes. Creo que somos más
ricos hoy que antes, pero aún no logramos ser más inteligentes que
antes.
La
única verdadera sabiduría de una sociedad, está determinada por la
inteligencia de los más humildes, no de las clases ilustradas y
pudientes. No por una tecnoburocracia eficiente y “de primera”,
aun cuando esa tecnoburocracia seamos nosotros. Apostar a la
Universidad de la República, apostar a la educación pública, a los
maestros, a los profesores, a los educadores, a los funcionarios no
docentes que también están al pie del cañón haciendo todo lo
posible, es la marca de la izquierda y su destino. La derecha no
entiende nada de educación, pero siembra su canto de sirenas en
nuestros oídos. Pedirle a la derecha que entienda de educación, es
como pedirle a una persona que todos los días circula en auto, que
entienda la vida cotidiana de quienes circulan en ómnibus, y
planifique una estrategia para ellos. Así de simple.
En
estos meses, hay que defender la educación pública con todos los
argumentos que tenemos. Y no escuchar más los cantos de sirena. Es
en la educación, siempre, donde se mide el destino de las verdaderas
izquierdas.